.......... Gabriela Mistral adquirió
fama antes de publicar su primer libro, Desolación, aparecido en
1922. Ocho años antes, ella ganaba un premio de la Municipalidad de
Santiago por tres "Sonetos de la muerte", oportunamente incluídos
en el libro indicado. Varios eruditos habían establecido la existencia
de otros poemas escritos en la misma forma acerca de igual tema. Pero
sólo hoy, con el aporte de Roque Esteban Scarpa, se precisa al parecer
definitivamente la cuestión. Su ensayo se titula con desparpajo. Una
mujer nada de tonta y trae el sello editorial Fondo Andrés
Bello.
.......... En resumen, se conocen
trece Sonetos de la muerte, los que fueron elaborados a partir de 1909.
Vale la pena recordarlos todos.
..........
Antes que nada cuentan los que llevan el título famoso en
Desolación. Premiados en 1914, la revista Zig-Zag los publicó al
año siguiente. Sus respectivos versos iniciales dicen "Del nicho
helado en que los hombres te pusieron... Este largo cansancio se hará
mayor un día... Malas manos tomaron tu vida desde el
día..."
.......... Los dos siguientes
aparecieron en 1917 en la antología Selva Lírica. Sus versos de
inicio dicen, respectivamente: "Los muertos llaman. Los que allí
pusimos... Yo elegí entre los otros, soberbios y gloriosos..."
.......... El sexto, según el orden propuesto
por Scarpa, comienza con una interrogación "¿A dónde fuiste, a dónde,
que ni albada ni tarde..."
.........
Aldo Torres ya había publicado en el diario El Mercurio de Santiago el
séptimo soneto de la muerte (19 de enero de 1958), que comienza
"Málditos esos ojos, cuya mirada oscura..."
.......... Los tres siguientes, escritos en
alejandrinos, tan del gusto modernista, son los que comienzan "Es
tarde, aunque ya apenas empieza el mediodía... Te hubiera defendido cual
la loba al lobato... Si ya no queda de él sino un copo
liviano..."
.......... El soneto
undécimo en cambio va en eneasílabos, versos que a la Mistral siempre
agradaron. Es curiosa la combinación de finales en esdrújula y en aguda.
Leáse la primera estrofa:
¡Oh, fuente de turquesa pálida! ¡Oh, rosal de violenta
flor! cómo tronchar tu llama cálida y hundir el labio en tu
frescor! |
.......... El soneto número doce aparece, nos dice Roque Esteban
Scarpa, entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional como una parte
de un borrador que tiene otro tema. A su juicio es de los más hermosos,
Juzgue el lector:
Yo no sé dónde lo pusieron que no lo siento en mi
regazo; yo no sé con qué me lo ciñeron que están inútiles
mis brazos,
no sé cómo lo amortajaron si está intacta mi
cabellera. En que hoyo impuro lo guardaron con su aroma de
primavera.
¡Cómo quieren que no hurgue, loca todas las quiebras de
las rocas tanteando en la oscuridad, si es menester sorber
primero, como fuente, su cuerpo entero y liarlo con
suavidad! |
.......... Y el último de estos
sonetos, el del número fatal, jamás fue plenamente concluído por la
poetisa, sabe Dios si por superstición. Scarpa lo publica en la página
72 de su libro. Dice así:
Me iré tan lejos como van los muertos y quién sabe si
más: hasta que no halle ni azul de cielo, ni ocre de
crepúsculo, ni salmuera de mar, ni olor a valle.
Aborrezco el jazmín porque te ha visto una suavidad
sobre las sienes finas, y aborrezco las tardes como
llagas porque son cual mi pecho descubierto.
Donde no esté el color de tus pupilas ni el de tus
párpados, haré mi casa, que suelen despertarme por las
noches.
Bésole en el seno de la tierra, porque lo oigo en las
noches, desvelada, siempre te oigo en las horas, en el
viento... |
.......... El conjunto no supera la
trilogía inicialmente conocida, pero además de mostrar cabales aciertos
estéticos, enriquece el conocimiento de una poesía que honra a los
hispanoamericanos, particularmente a los chilenos.
en Revista de Educación, Diciembre de
1976