NARANJAS
DE MEDIANOCHE
( Ediciones Tácitas, Chile, 2006)
selección
María
Inés Zaldívar
SENTARSE,
TOMAR EL LÁPIZ, ESCRIBIR
Caminar lento, pero caminar
Inventar
un movimiento de cabeza
Levemente girar el cuello hacia atrás
Luego
volverlo a su postura inicial y
Trizar la sal de las articulaciones
Sentir
el esqueleto
Cerrar la boca
Abrir los ojos
Despejar la nariz
Percibir
una tenue luz que baña los contornos
Y delinear algunas borrosas siluetas
conocidas
Llorar de frío o de calor, no de sobresalto
Respirar,
con cierta naturalidad, respirar
Transitando sobre las horas con el corazón
acompasado
Entrar en la noche como el sol en alta mar
Dormirse al son de
ruidos familiares
Despertando sin necesidad de tomar el antídoto
Para
el veneno que trae el nuevo día.
Amanecer como un dedo índice
saliendo de la tierra
PEQUEÑA VENTANA AL NORTE
Belleza
bárbara
del matorral salvaje
Diana Bellessi
Enmarcado
por negra reja de barrotes
curvos como pestañas de muñeca dormilona
en
las puntas
asoma un furioso rectángulo de hojas rojas y
amarillas
Un
árbol se transforma cerrando sus pupilas
bello y distante
es
serpiente
rebelde corazón que se niega a morir
con la noche y el
invierno
sobre el muro
en lo alto
LA ZARZAMORA
Tierra,
barro, polvo
sólo tierra
picazón de florecilla blanca,
remolino
de la rosada en racimos terminales
zumbido azul que no se escapa
de los
dientes de tus hojas.
Rubus fruticosus vivaz, invasiva y leñosa
verde
tierra flotando flor y fruto
grácil nervadura que coquetea
junto
al polvo suspendido del camino.
Ácido sudor espeso en la frente,
en los labios
y en el cuello
rasguño fresco en las piernas,
en
los brazos
y el espejo
uñas negras, afiladas siempre alertas,
maraña
en la cabeza,
frágil cesta hambrienta en la vereda,
fruto oscuro
en el fondo del abismo.
AGOSTO
No,
no era
no era vidrio
no era vidrio molido
eran pétalos
pétalos
de flor
de flor de ciruelo
en agosto
ROSA ESPINOSA
Arbusto de talles profusos vestidos de sedas
raíces
curvas, hojas doblemente dentadas
pálidas flores de rosa y abultados
vientres
rojos llenos de semillas que se llevan el color
para que lo beban
niños con falta de apetito.
Rosa Silvestre. Rosa en la cocina.
Rosa de pelea.
Arbusto de brazos bronceados cubiertos de vellos
hojas
verde oscuro y flores de múltiples pétalos
Rosa pálida,
Rosa encendida, Rosa puro blanca,
Rosa amarilla de sol, Rosa azul en busca
del té,
Rosa Dulcinea, de corolas compactas y agradable
perfume
para ungüentos, aguas, aceites
y cremas, baños, boticas, tisanas
y heridas.
Rosa centifolia. Rosa común. Rosa en la sala.
Arbusto
espeso con ramas cubiertas de espinas
fruto ovoide y oblongo, brillante y coriáceo
para
gárgaras, colirios, cataplasmas y baño ocular
flor siempre flor,
suave laxante de penas de amor.
Muda la hoja, cambia el color, difiere el aroma.
Rosa
canina. Rosa en la cama. Rosa en la tumba.
Rosa Espinoza.
MARIPOSAS
Los puños cerrados se abrieron lentamente y por
sus dedos se escurrieron mariposas amarillas con huellas digitales en
las alas Unos dedos solitarios manchados de polvo dorado que
quemaba hasta los huesos se estrellaron contra el sol esta mañana | CAZADORA Lentamente la
boca cerrada se abrió y mariposas ..
.. .. .. se escurrieron por sus dientes con marcas de molares en
las alas Unos gruesos labios manchados de polvo dorado que quemaba
hasta los huesos escupieron mariposas contra el suelo |
BOLSA
DE ALCACHOFAS
De
rabia esconden las flores,
las meten en calabozos,
privando al pobre rotoso
de sus radiantes colores.
Violeta Parra
Cinco,
siete, nueve o diez
(depende de la temporada)
flor de alcachofas
asfixiadas
en
una bolsa plástica
parlan tartamudas
tambaleantes
en la esquina
colgando
de unos brazos arañados,
sin camisa.
NARANJAS
EN LA NOCHE
Suenan hueco contra el suelo las naranjas del naranjo
al
caer
en la noche
sobre la terracita para la hora del té.
Desde
la cama tibia
el golpe estremece a la familia
como la paletada de tierra
con
una que otra piedra
golpeando el cajón del último enterrado
Son
naranjas de medianoche, esas que sangran al amanecer
REQUIEM
PORTEÑO
Sin
embargo hubo un día
que era yo misma
el fuego
Ida
Vitale
En el cuadrado de la
plaza de una ciudad sin nombre
en medio de una nada construida al estilo europeo
sobre
un duro banco para transeúntes cansados, y
mirando automóviles,
parquímetros y gente apurada,
lloras la tristeza de tierra húmeda
y pan caliente
que late inalcanzable en la memoria y hambrea el cada día.
Desde
este punto de la plaza,
todo es un gran solo lanzado por el viento
que
rebota en los cristales de las tiendas sin clientes,
se monta en el gris caballo
del héroe local
y se devuelve raudo y agudo
taladrando la bien constituida
calavera.
Al interior del cráneo mediano, redondo, sin fracturas,
que
descansa sobre los huesesillos de ambas manos,
armonios retumban a un ritmo
magro sucio y seco,
en sintonía con el paisaje de la polis al atardecer.
En
el cuadrado de la capital del asado
solo dientes de leche para comer y,
la
dura, en la mesa, hueso, solo hueso
y bastante duro de roer.
Sola, sentada
y sin nombre
eres un leve punto del ágora
que mira entre las piernas
un
tenue contorno de orina vieja
y el cadáver de un zapato izquierdo.
LA
ESQUINA DEL MONASTERIO
Vírgenes con sabañones y úteros
vacíos
vigilan cada noche la pequeña ciudad
de músicos,
poetas y niños enfermos.
Su misión supone mirar el vecindario,
de
pie o sentadas (según sea su estatura),
dentro de diferentes cúpulas
que coronan
las inquietantes torres de esta esquina.
Sus ojos mansos
y dulces se encienden
como faros en las noches de luna (o sin ella),
enmarcados
en rostros orillados de blanco
por firmes telas que sujetan sus rosadas carnes.
De
pronto, a la señal,
iluminan a la gente que se desliza por la acera
y,
entonces, la porción de luz de cada una
se preña de un bálsamo
oloroso que atenúa
el dolor de todas las heridas
y hace, en forma
inexplicable,
sonreír por un instante al transeúnte.
Muchos
caminan todo el año
por esta callecita sin salida
pero, al parecer,
nadie se percata
del milagro de esos ojos prodigados
al tumulto.
Hoy
sucedió el milagro y los míos
(por casualidad)
se cruzaron
con los suyos
en una leve complicidad que me abrigó
(por un instante)
el
entumecido corazón.
Estas, parece que vírgenes con sabañones
(por el invierno del convento, se supone),
de probables úteros caídos
y ojos en altura,
son un manojo de girasoles respirantes
que, solícitas,
tuercen el cuello atraídas
por el dolor de los humanos.
EL
PORTÓN
Se nos viene encima,
se nos viene encima
encima
grueso
torrente gorgoteando
que revuelve en remolinos
orejas, nariz, agua, y
boca
hasta escupir, en un descanso,
arena y sal hacia un costado.
La
puerta se nos viene encima,
se nos viene encima
encima
suave brisa irresistible
en la corriente
arrullo tierno y sordo
deslizándose sereno siempre
hacia adelante
mientras la mano dice adiós, adiós
a lo que
huye.
Se nos viene encima,
de nuevo
se nos viene encima
encima
frágil
hoja quebradiza
pedazo de otoño rojeando
en la caída
crujiendo
cascarina
bajo la muela de la suela
del cerrado zapato protector
que
camina hacia el portón
que espera paciente y cerrado
al final del
camino.