Naranjas 
de medianoche. Sobre la poesía de María Inés Zaldívar.
Silvia 
Tieffemberg
Universidad de Buenos Aires
Pontificia Universidad Católica 
de Chile
Si acaso fuera lícito 
hablar sobre poesía, si acaso fuera lícito hablar sobre poesía 
sin acabar la tarea 
en 
la lectura voraz y silenciosa del último libro de María Inés 
Zaldívar, permítaseme la audacia. Naranjas de medianoche 
invita a un itinerario incesante a través de la palabra jugosa:
"Si 
pudiera darle nombre de fruta
la semilla sería suave promesa
fragante
sabrosa
nadadora 
que chapotea de placer
muerta de simple risa
en las aguas de mi boca."
Naranjas 
de medianoche invita al gesto que levanta el velo a la magnificencia de lo 
cotidiano: "pestañas de muñeca dormilona", "grácil 
nervadura que coquetea", "rasguño fresco en las piernas" 
y precipita un regodeo en la palabra exquisita que brota y resplandece como el 
ámbar "derramado sobre la piel", en la palabra lujuriosa que 
no escatima los juegos de la sonoridad "tanteando lo oscuro con un tímido 
meneo silencioso", en la palabra dentada. Aquella que con sonido mandibular 
nos advierte sobre los dientes de las hojas de la zarzamora, sobre las mariposas 
con huellas de molares en sus alas, sobre la felicidad como un mordisco a la manzana. 
Porque la poesía de María Inés Zaldívar hace florecer 
la rosa: "Rosa pálida, Rosa encendida, Rosa puro blanca", pero 
en definitiva "Rosa de pelea", "Rosa canina".
Naranjas 
de medianoche es un libro que se degusta con todos los sentidos (se palpa, 
se huele, se saborea) y encuentra su certeza en el equilibrio inestable de lo 
dulce y lo ácido.