La mariposa en su goce de tinte
Por Marcelo Munch
En algún momento, una gran mariposa blanca se posó en
el parabrisas, y yo empecé a contemplar sus líneas y
formas con sus alas blancas con esas pintas como de ojos de colores
mirándome, como moviéndose
levemente por el viento, aunque yo sabía que no se movía
por el viento porque no había, y el auto estaba detenido, y
no me importó que el semáforo cambiara de color porque
yo seguí mirando la mariposa, y no había nadie más
que me tocara su bocina ya tan tarde de noche, sólo algunas
voces y risas al compás de sus copas dando vueltas en mi cabeza,
sólo el olor a cigarro impregnado en mi chaleco, sólo
la música de la radio que no puse atención, y la mariposa
sí se movía, y era por ella misma porque en verdad estaba
viva, y acerqué mis ojos para tenerla de cerca, y nunca había
mirado el vientre de una mariposa, y dibujé sus patas a lo
largo, y seguí por su cintura hasta su cabeza, su fina cabeza
con su lengua larga y enrollada, y descubrí que me miraba,
me miraba y no decía nada, y ella no tenía miedo de
mí y yo tampoco de ella, y le pregunté si estaba cansada
y ella no dijo nada pero creo que contestó. Entonces como que
me dejé caer en mi propio asiento, y resoplé un suspiro
y reconocí en la radio esa versión media cebolla de
ese viejo tema del chascón de Hendrix, y en ese momento la
versión no me pareció tan mala, y claro, nada me parecía
tan malo, esa es la magia que tiene el vino y las finas hierbas cuando
estás al borde de ti mismo y disfrutas la nostalgia como nunca,
y te conmueven los dientes oscurecidos por el tinte, y te ríes,
porqué no, fue sólo una copita demás.
Entonces terminó el tema, y la canción de esa película
cazabobos de Magnolia empezó a sonar, y la mariposa mágicamente
se convirtió en mierda de pájaro que empezó a
escurrir lentamente por el parabrisas, y no era yo el que me movía,
no era el viento, era la mierda misma de pájaro que estaba
viva con sus pintas y líneas como mirándome, y se me
vinieron las voces y las risas al compás de sus copas dando
vueltas a mil por hora en mi cabeza, y el olor a cigarro impregnado
en todas partes que se comió mi aire, y el asco que subió
y tuve que abrir la puerta, y menos mal que no había nadie
para que se asqueara con mi torrente, y todo mejor, diez respiros,
un pañuelo, pastillas de menta, todo mejor.
La canción se extinguió en la radio, y la mierda de
pájaro siguió escurriendo libremente, y yo me reí,
me reí de todo esto, y me reí de mí, son las
bendiciones que tiene el vino cuando estás al borde de ti mismo,
y disfrutas la nostalgia como nunca, y te conmueven los dientes oscurecidos
por el tinte, y te ríes, porqué no, sólo fue
una copita demás.