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Crónicas de Vieja Tierra

Marcelo Munch

 


Valparaíso, 10 de julio de 2005 / 0 : 55 hrs.

Días de paso

Hace un año estaba listo a embarcar a Inglaterra, y recuerdo que miraba por mi ventana hacia el océano a destajo. Quería llevarme mi cielo azul y mi inmenso mar, quería que mi aire se apoderara de mí y no pudiera sacarlo nunca más de mi cabeza, quería abrazar los rostros de la gente para tenerla siempre mía, quería empaparme de estos entornos porque sabía que quiera el destino que yo tuviese, donde viviera no sería mío. Hace un año empaqué mi telón de fondo y dije adiós. Dejé de tener una casa y un tiempo, creo conservar sin embargo la dignidad de un será cuando será.
Hoy ha pasado un año y estoy de nuevo en mi propia tierra. Sé que es por muy poco tiempo, sé que apenas me alcanzarán las horas para comer a placer asados y mariscos, caminar con mis manos en los bolsillos, salir de huasca de la mano de mi suerte hacia algunos de mis viejos bares de mala yesca y piso partido, y si el destino lo permite, viajar por mi chilito, un poco al norte, un poco al sur, siempre es sur. Y sé, sobre todo sé que no podré ver a toda mi gente, lo tengo más que claro. Por eso me juré una sola cosa, no tendré pena, y por eso me prometí quemarme las pestañas a rabiar sobre el teclado sin importar consideraciones.
Más algo pasa, algo siempre pasa.

Viernes 1 de julio, 2005. Londres

Leyendo el diario frente a la Torre de Londres. Inquieto. Tranquilo pero inquieto, más que nada buscando donde habitar los siguientes dos años desde el próximo octubre. Los precios, vaya qué precios, Londres se las trae, tal vez vale mucho más de lo que es. Hay que buscar, buscar harto, no tengo más días. Cuando vuelva en octubre tomaré mi tiempo.

Sábado 2 de julio, 2005. Colchester

Live 8. Todo el día en la televisión el concierto Live 8. Qué decir, qué se dice, qué se legitima con esto, qué se calla. Vi que nadie dijo nada, vi que extrañamente no había banderas, análisis ni autocríticas, vi el patrioterío absurdo de que Inglaterra es lo mejor de lo mejor. Y vi que Annie Lenox cada día canta mejor, vi el reencuentro de Pink Floyd sin parafernalia ni sonora Roger Rey, vi a los Who también, vi un montón de pendejos imbéciles con lentes oscuros que ni cantan ni bailan, y vi a un patético Geldoff masajeando a un Bill Gates como perro lamero, como Blair a Bush. La tradición se confirma. Las chequeras del mundo pueden respirar tranquilas, ellas hacen estas lindas cosas así que nadie reclama nada y el que lo hace es un amargado de mierda. El sistema ha ganado una nueva batalla, se mantiene el equilibrio, los buenos siguen siendo los buenos diciendo sus cosas buenas, haciendo sus cosas buenas. Sus cosas malas no se ven, por tanto no existen, para eso están los malos, esos mismos que se quejan contra todo y que llenan lo que les rodea con su amargura de mierda.

Domingo 3 de julio, 2005. Colchester

Vendí mi bicicleta, mi Macoña bella, mi primer auto, tan elegante, tan verde, tan fiel. Se la vendí a un chileno salva su culo que después de finalizar la transacción en inglés, supe que era chileno. Ni me acuerdo de la cara del chileno, sólo me acuerdo de mi Macoña.

Lunes 4 de julio, 2005. Colchester

Conocí a la profesora Evelina Dagnino y me trajo un libro de mi amigo Gabriel desde Brasil. Y Gabriel tenía razón, Evelina es hermosa, y es inteligente, y sus años le han dado una sabiduría por sobre sus años. Y habló de esas cosas que no hablan los buenos, de eso de justicia social, derechos ciudadanos y de lo que verdaderamente se habla cuando se habla de la verdad, y aunque los gringos no mucho entendieron, a mí me emocionó.

Al terminar el día me preguntaron si estaba feliz por volver a Chile, y yo dije no lo sé, no lo sé porque ha pasado todo tan demasiado rápido en este último año, no lo sé porque no sé lo que encontraré a mi regreso aunque sí sé lo que me encontraré a mi regreso, sé que me encontraré con las mismas carencias, y con las mismas injusticias

Martes 5 de julio, 2005. Gatwick

Nos llevaron al aeropuerto en auto unos amigos brasileños, y yo con la esperanza de niño de conocer al fin un castillo inglés, hice que se desviara el viaje por más de dos horas. Finalmente encontramos el maldito castillo, y por el excesivo precio no entramos y ni siquiera lo pudimos ver de lejos.

Eso terminó por hartarme de Inglaterra, y agradecí al cielo sentarme por fin en el avión, cerrar los ojos, y no saber de nada más hasta pisar una vez más el suelo mío.

Jueves 7 de julio, 2005. Valparaíso, Chile

Primer despertar de regreso en Chile. Mi Mónica hermana mía abre la puerta de mi pieza y calladamente enciende el televisor. Atentado en Londres. Entonces guardo silencio.



Valparaíso, 7 de octubre de 2005 / 0 : 55 hrs.

Han pasado tres meses. Desde aquel último día de los atentados y mi llegada, los sueños se han repetido, desde ahí una ensalada de imágenes han bombardeado mi cabeza incesantemente. Las imágenes de las estaciones inglesas clausuradas iban de la mano con la crudeza de mi Valparaíso, la policía británica impertérrita sin darse las ganas ni el tiempo para solidarizar con el pánico social iban de la mano con los rostros ajados y mendigos de viejos, niños y perros vagos de puerto, la repulsión de un chico brasileño salvajemente asesinado sólo por el hecho de no detenerse, de la mano con la intolerancia gangrena de mi patria que se pasea libremente entre mall, lucesitas y alamedas. Plaza Italia para arriba-Plaza Italia para abajo se parece mucho a Ciudadanos Comunidad Europea-Resto del mundo más de lo que quisiera. Y sin embargo mi gente, la gente toda se pasea por mi cabeza, y yo escribo y escribo y no quiero pensar en ello, y escribo y escribo y sin embargo pienso en como lo estará pasando todo mundo, acá, allá, en qué solos deben sentirse, en que nadie les brindará un hombro, una cañita de vino, o una tasa de té.

Me confieso, tengo todo pendiente, yo no me quiero ir, y no porque tema que algo pueda ocurrirme, sino porque nada de lo que allá en Inglaterra he respirado ha sido mío porque me faltan brazos para saberlo. Sólo quisiera tener una casa gigante para tenerlos todos cerca, para sonreírle y que se sienten en mi mesa...

Quisiera demasiadas cosas, tal vez más adelante habrá tiempo para todo.

 
 

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