Existe un fresco del siglo XV de un tal Gozzoli, en donde unos ángeles
de antiguo sacan la lengua.
Alguna vez he preguntado si todas las formas dicen más cuando
se callan. Nunca he recibido respuesta. No sé si la haya, a
lo mejor existe y al mundo no le gusta.
Tal vez en el fondo las formas sí dicen más. Esa imagen
insolente casi maligna angelical de antiguo con esas hermosas lenguas
con todo su oleaje libre, o ese sonido de transe de Prokofiev y su
lobo, o ese nombre tan herético de Pasolini llamando Mateo
a quien el mundo conoció por San, ahora me repletan a pulso
con cada una de sus esquelas. Son más que verdad. Las recuerdo,
las recuerdo mías y para mí. ¿Ellos, los autores?,
no sé, ellos se hicieron verso, ellos mismos son su obra más
poderosa, a veces obras tan grandes que ellos no existen, y entonces
por esa extraña cosa que de repente se aparece de golpe en
imprevisibles e invisibles circunstancias, nos dejamos mirar un día,
y nos dejamos lamer por esas causas más allá de la flema
y el traste, y entonces, si no tenemos nada que temer ni callar, nos
callarán las bocas y nos dejaremos caer en esos sueños
de cicatrices y perlas para aquellas pausas que después nos
recordarán que estamos casi muertos.
Pero es mejor no pensar que estamos casi muertos. Mejor hablar de
algo que todo mundo sepa. Lo marchito fragmenta las explicaciones,
no hay posibilidad de jactancia ni error, y qué lástima.
Es entonces que nacen los topes símbolos, y se escribirá
de todo de aquello, del nombre tal y de tal, de las luces, de la luna
bella, de la noche, de cómo se parió la noche, de cómo
la noche nos parirá, y de ahí nacerán pericos
y famas usufructuando beneficios, clamando razones varias, argumentos,
subterfugios rebuscados, manierismos mutuos, literatura literatoza,
inventos de mito y chapa free pass de ultrafulgurantes intelectualoides
cardenalisios, condenas y demás.
Pamplinas. Pamplinas todas que no valen la pena. Ante el abismo
de la entrega y la vida, ante el abismo del pulso y la cuna, ante
la sangre, ante el hoy, el hoy mismo de ahora en este segundo que
se fue, la literatura no tiene nada que aportar. A veces dibuja líneas,
las más se nutre de ellas. La escritura es un ideal muy pobre.
Está la vida, nada más. La escritura no se sostiene
sobre su ego. Decae. Por sí sola no existe. Y nos conviene,
claro que sí, creemos creer que la creencia es credo, lo refregamos
a diario, pero hacia afuera, ante la bulla y el nervio. Los idearios
de lucha que los empuñen los nietos de lejos.
Yo me quedo mirando los silencios, aunque la gloriosa vida muerte
me fermente con lo impensado, yo me quedo mirando lo nada visto, no
me importan los tildes que las mazmorras han pintado, los errores
me nutren, me impregno de ellos, todo me incumbe, soy de mí.
Cuidado de aquel que goza de voz, más no de voz, de nombre,
de limbo, de orbe y portada, de firma, marca, dedo quemante. Yo no
le creo, me quedo mirando el sin olvido, sé que antes de tiempo
entre pestañas de intertantos, hurgaremos entre ruinas pero
a ciencia incierta, pues hemos de corroborar nuestras llagas con la
memoria, y la memoria ya es sabido, fue esculpida a nuestra imagen
y semejanza.
En mi credo no está todo perdido, en una de esas entre hurgar
y hurgar, algún día encontraremos los retazos desechos
de los frescos del tal Gozzoli destruidos en la Segunda Guerra, y
en una de esas descubriremos que el tal Mateo aún llora y gime
como lo hacemos nosotros, y en una de esas podremos por fin oír
sin censura el Cuento de un hombre auténtico de Prokofiev.
Y en una de esas, y si el destino y la luna están de mi parte,
podremos dejarnos oír por aquellas hermosas lenguas con todo
su oleaje libre de aquellos que tenemos en frente y aún no
caemos en cuenta. Espero que no sea demasiado tarde. No vaya a ser
que la condena se haga pacto nuevamente, y aquellos que son tan grandes
y que no existen, un día contra el mundo se hayan hecho verso
definitivamente, y hayan convertido su hermosa vida poeta de cicatrices
y perlas, en su obra más poderosa.
DE PERLAS Y CICATRICES
de Pedro Lemebel
Lom Ediciones, 1998
214 páginas.