Mauricio Otero
Leo a José Saramago desde fines de los años ochenta. El autor luso y Nóbel está inscrito para la posteridad como uno de los grandes narradores de la era moderna, a la cual califica de deshumanizada. Y aconseja que bastara hacer respetar la carta de Derechos Humanos de la ONU para mantener una existencia tolerable y buena. Un planteo real y no las declaraciones. Un recado a los políticos.
Recomendables son sus novelas y nada mejor que iniciar con “Ensayo sobre la ceguera”, que presenta una fábula, a partir de una epidemia de no videncia blanca, y toda la gente sumida en las tinieblas claras de no ver nada. ¿Qué sucederá en ese caso al hombre? Luego tomar “El año de la muerte de Ricardo Reis”, heterónimo de Pessoa, quien-es protagonizan el tema del dopplengänger, tan caro para Poe y Dostoievsky. Persistir con “ La Caverna ”, en que analiza, a partir del motivo similar de Platón, las ciudades actuales, de esos monstruosos malls y una historia que nos provoca espanto y sollozo, pues la vida enterrada que subyace es tremenda. Espejismos vistos por la linterna “mágica”. Acceder a “Historia del cerco de Lisboa”, en que un corrector de pruebas sin darse cuenta, producto del cansancio, elide que la Independencia de Portugal fuese posible gracias a la ayuda de los cruzados…desarrollando un cuestionamiento de los registros históricos a la luz de la razón. Una novela dentro de la “novela”. En seguida, tomar “El Evangelio según Jesucristo”, en que refiere de modo diverso la leyenda o realidad del cordero de Dios y un Pastor que vigila los pasos..., que nos evoca a Los hermanos Karamazov y su capítulo de El Gran Inquisidor. Escoger entonces “Todos los nombres”, en que lanza un examen lucidísimo y estremecedor de la burocracia, que recuerda a Gogol y Kafka, respectivamente, en ese orden de papeles, archivos y fichas… “La balsa de piedra”, es una metáfora de la separación del mundo o de los continentes. “El hombre duplicado”, otro repaso al tópico del doble, pero que sorprende. “Las intermitencias de la muerte”, refiere el enfrentamiento paradojal de la partida hacia la nada…donde nadie muere. “Memorial del convento” plasma una mirada al ambiente monacal no menos perplejizante y de humor.
Quien desee estudiar su cuentística, está invitado en “Casi un objeto”, relatos fantásticos y de ciencia ficción y constantemente las paradojas y la política.
Saramago ha sido fiel a la época que le ha tocado y es uno de los clásicos vivos más importantes en décadas. Se ha discutido su estilo, pero es fresco y simple, fluyendo la lectura de un modo cautivante. Por cierto, siempre hay amor a una mujer y simpatía por los animales y ternura y humor. Y quizá por su bonhomía yerre con finales algo previsibles cuando uno lo ha leído durante su bibliografía. Casado con una ex monja y amigos de Isabel Otero, residen en Lanzarote, una islita dentro de España.