ESCENA
Nosotros esperábamos
jinetes, jinetes no sabíamos de quién,
jinetes quizá de nadie.
Alguien tenía que enviar jinetes,
eso nos dijeron, por eso los
esperábamos. En calmar llagas
con vendas de silencio
matábamos
el tiempo. Así
esperábamos jinetes. Pero
ya no esperamos. Porque
en esto
se nos fue la vida, pueden
reírse, en esta
escena.
................. Todo
era un
engaño.
EL TEÓLOGO
DISIDENTE
No existe la muerte, no ha existido
nunca.
Aunque bajo su amenaza haya vivido el hombre,
en su
mentira, no existe la muerte, no existe,
y si adivináis tras la
luna el exacto rostro
de la ausencia, si con olvido miráis
la
pupila oscura de la espera
entenderéis que no existe, que de verdad
no existe
y que cómo iba a existir ella y qué nombre
hubiéramos
podido darle entonces a esta tierra.
BIS
Es la historia de siempre y
también
en la que hay más enredaderas: una vez
nos dieron la
tierra, pero
como nos dio la sensación de que no era
sino otra
forma de engañarnos y hacernos perder
el tiempo entretejiendo
la
ilusión de que algún día
íbamos a poder hacer algo con
ella
dejamos que se nos muriera.
.................................Sin llegar
siquiera
a ser un inútil consuelo nos queda
la literatura como
forma
de tomarle el pulso a las miserias.
VUELTA
Crepusculaba amenazas y con
fingidos jazmines
carne daba a miserias o batallas
por conseguir
ponerse nombre
a través de papeles o misterios
sepultados:
cinturas con livianas mordeduras de
hambre,
martillos, rojos, clavados adioses y ojos
con demasiadas
tortugas como para ser fotografiados:
crepusculaba, del cielo
precisamente huérfano
nostalgias de sí o de
nada
crepusculaba.
ÚNICA
EDAD
Porque alguien fue un instante hermoso
y de
antiguos, nunca escritos libros rescató
palabras parecidas a piedad
-o casi tan extrañas-
ante la impasibilidad estéril de los
muros
como en un final cualquiera comprendimos
que la única edad
del hombre es la que calla.
¿FÁBULA
Y SIGNO?
Como jamás habíamos pensado que Dios podía
ser tan pequeño
como para dudar de su propia existencia
nos
sorprendió encontrarlo con los dientes desnudos
en las orillas del
frío.
Dichosos por saber que lo teníamos dentro,
lo tendimos al
sol, como si fuera una fiesta.
UNA
MUJER
Una mujer se hace así: sobre las espinas del
sueño,
con un poco de luna y como escogida cárcel
donde la luz
se amanse. Una mujer se hace así,
y si no debería hacerse de un
modo parecido.
HISTORIA
GRIEGA
Noche ni con más noche se consuela.
Después
que un árbol arrancado probó a con sus
sombras
congraciarse ofreciendo a las pequeñas,
diarias muertes caramelos
exilio
de nadie se ha hecho el verso:
hasta el estúpido oficio
de leerle al tiempo
las líneas crueles de su mano se ha
perdido.
TODA
HISTORIA
Toda historia es simple y se me
olvida.
Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba
y me perdí
entre jardines de piernas esmaltadas
que fueron juncos trenzados de
palabras
y después retama que mi lengua de trapo
había hecho
trizas. Quizá fue el amor,
quizá el café, tal vez la noche. El
recinto
sin madrugadas, con sangre y lunas rotas,
el recinto, el
barranco de dientes oxidados
o el valle de hojas de afeitar
dulcísimas
no hería o no existía. Quizá fue el café
o fueron sus
piernas, o quizá la amaba.
Toda historia es simple y se me
olvida
en las axilas de mi ciudad tristísima.
Sabedlo ya: mis
ojos no se acuerdan de qué miran.
URBE
Me han dicho que por aquí vive
un poeta
que a fuer de humano ha llegado a celestial, dije.
Y
añadí: si cree que es broma, ahora viene lo bueno:
lo digo
totalmente en serio. En antiguas hojas
crepitaba el silencio.
Completé rompiéndolo:
nombre no tiene, porque vive
precisamente
en su busca. !Ah, ese!,
contestó el mesonero. Dicen que se hizo
unos andamios
con sonetos celestes, pero la verdad es que
nadie
sabe bien dónde para. Probaré si hay suerte, dije.
Y así
vi sujetos, telarañas trenzadas por ellos
con sus misterios y cómo
entre todos reunían
la leña de los verbos para irse juntos
al
fuego del Gran Verbo. Pero no. No
he podido verlo: está ya muy
lejos,
y ha llegado a ciudad extraña, una ciudad
fundada por él
o sus sueños y donde
yo me pierdo porque en ella las
calles
trazan su cara. Algunos sí que tienen
buenas artes
poéticas, pensé al saberlo,
y al pensarlo sentí al momento
que a
mí me quedaban derrotadas
las noches, sus imbéciles
desiertos.
EL ANARQUISTA DE LAS
BENGALAS
Yo soy el anarquista de las bengalas,
el
anarquista único, el que permanece y pasa:
he tenido nombres en los
que dormían las frutas
de los corazones raros. A todas horas
trabajo,
y en especial cuando la gente afirma
que no hago nada.
Sé lavarme el alma
sobre papel y nada, colocar bombas de
relojería
en las ciudades que siento en las espaldas,
buscarle y
con olvido las cosquillas a un amor
que prefiguro con distancia y a
través de todo eso
seguir estando en todas partes
habiéndome
marchado.
..........................................Porque
yo soy
el anarquista de las bengalas. Cada vez
que enciendo una
tu corazón
y mi corazón se apagan.
PÓSTUMO
De todos mis amigos
yo
tuve la muerte más extraña:
con el alma dislocada
fui silencio
por la página.
¿DE PARTE DE
QUIÉN?
En nombre de Dios abandonamos las señales en
el aire.
Nos quedaba el vivir, el vivir sin trabas,
en nombre de
nadie. No apostamos por él
(nosotros, jamás apostamos), pero éramos
jóvenes
o tenían aún luz las palabras
de unos versos
extraños
que el corazón cifraba.
La tarde era una niña a quien
abrazábamos
riendo en la mañana falsa, y el alcohol
y su
excitante plata, que luego fatiga y araña,
nos hacía andar sin
camino, mas fuera de prisa.
Era dulce no tener principio y menos
aún destino.
Era dulce estar en el aire, atravesar el
tiempo,
ser el vivir que no sabe o sólo nace
cultivando cuerpos
que dormían como naranjas buenas
tras los ojos.
..............Pero llegó la noche, última,
terrible y sin aviso,
para segarnos las miradas y del amor dejar
asfalto.
Fueron las ciudades un insomnio y cualquier alma
se
hacía pequeña en sus estanques. Adiós y sangre,
adiós continuo los
gestos, los verbos y los días.
No teníamos nada: ni cornisas
torpes, ni palabras caducas,
sólo ciudad e insomnio, un cartón sin
colores
para recortarnos en él y no tener padre.
Entonces
mordimos el cartón y miramos al aire.
Qué buscábamos pájaros
muertos lo saben:
un olor de mañana sobre una risa afable.
Quizá
no debíamos, nosotros, los perdidos.
Pero lo hicimos, e intentamos
que una lluvia volviera
sobre las derrotadas estancias, y para
vivir nomás,
para vivir sin tener que hacerlo en nombre de
nadie.
Hablo en plural para fingir no estar tan solo,
o quizá es
que en esta noche ya soy todos.
CONFESIÓN ÚLTIMA
De entre la
mentiras una de las que prefiero
es la luna. Antigua o perdida, ni
los locos
la creen, y con sus torpes palabras
pueden
fabricársele torpes vestiduras. Porque
el poeta -gata
falsa- a veces no está
para cielos o pájaros es por los que os
hago
una confesión última. De la noche
no hablo. Porque sin
engaño o niño
cómo osar decirte
que la noche es
mentira.
LO DIJO EL
POLICÍA
Las memorias se venden bien, pero su precio
oscila.
Depende de si guardan árboles, lagos, travesuras de
infancia,
columpios o lunas, algo que se llamó ideales
y también
amores, abuelas tiernas, huesos, frutas.
Sí: los sueños ya suben
mucho, y sobre todo algunos.
Y para poco gasto tenemos las de
algunos que sólo cuentan
tiempos perdidos y que a los sumo fingen
llagas de sombra con rostros de tarde o de tortuga.
Nada es.
Pero alcanza a cualquier bolsillo.
Yo ya siempre lo había dicho:
las memorias
de los poetas castrados
nunca valdrán un duro.
EL MENDIGO
Al pie
de una cuesta olvidada o llovida,
al pie de una ajena infancia
acaso, detrás de la tierra
y muchísimos años después de que tuviera
nombre todo
olvidado o llovido sólo pide en su entierro el mendigo
que en monedas le sean dadas las limosnas, pocas o muchas.
En
monedas. De cobre o de espanto y, a veces, con el sonido
de los
abrazos perdidos, en monedas siempre, en monedas raídas.
Pues si
alguien se olvidó de los relojes
y otra noche aquí aún llega
se
las pondrá en los ojos, para no ver,
una por una. Para no ver
-noche vacía-,
para no ver o para
recordar saberse
tan muerto como su sonido.
DETRÁS DEL CRISTAL
Pero se ve, pero
se mira e, incluso,
aunque sólo sea sombra, se respira.
Lo sé
al compás del silencio y con madre lluvia.
Lo sé y lo sé dormido.
Detrás del cristal, de nuevo alcohol
los astillados ojos y siendo
otro en un bar gris
o absurdo: ahora es otro nombre de
nunca,
ahora te lo regalo, ahora es mentira,
acaso para mí ya no
tú sino nadie abraza
y aunque ceniza es cada amor, cada
palabra,
aún se ve o se mira, se ve, mira, se mira
y acaso
mañana descubra similares castigos
en la infamia de una vida
que
incansablemente
me atardece.
NO
ES NINGÚN SECRETO
Detrás de cada noche se esconde
una amenaza
y ante una amenaza sólo queda el balcón abierto
o
sus labios eran juncos que por un momento detenían
el incesante
llover de la tristeza
o nuestra historia es tan pequeña y además ya
tiene tanto frío
que en su único verso ahogado
resume por entero
al mundo
o no debemos olvidarnos de recordar a la mañana
que
para que sigamos viviendo es del todo imprescindible
que se refleje
alguna vez
en los sueños del estanque.
A veces quizá mejor un “a
pesar de todo tú y yo tendremos
una casa sólo que de aire”, y en
caso de que tengamos
que volver a casa y que olvidadas
mamás
vayan a reñirnos por llegar tan tarde
probablemente será
más acertado algo así como “cualquier nombre
que escribamos tendrá
forma de ausencia o de ceniza”
y después, con vocación de final, y
más simplemente:
“herejías del fuego, sobre una estrella un amor se
ha disecado,
no puede ser más triste la menopausia de la espera, la
memoria
sin espinas no es de nadie, ahora sí que no han de llegar
los barcos”.
Y, ya por último: “dedos de sombra sobre naipes
huérfanos”.
Sí. Lo diremos así, a la fuerza tendremos
nosotros
que vivir así esta tarde, hasta el fin del tiempo.
Y si
entonces alguien a quien hubiéramos engañado o perdido,
alguien
antiguo que volviera como de un olvidado sueño se vuelve
nos
preguntara por todo esto, nada más podríamos decirle,
como excusa
torpe temblando en manos huecas:
“Señor, tendréis que
perdonarnos,
pero no es ningún secreto. Aquí,
en esta inútil
tierra que nos dieron,
todos somos poetas (con más o con menos
tretas)”.
Santiago Montobbio
Barcelona, España
montobbio@retemail.es
Bibliografía mínima:
--Hospital de Inocentes, Editorial Devenir, Madrid, Enero 1989
--Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990
--Cartas sin dirección, Suplemento "Artes y Letras", EL NORTE
DE CASTILLA, Valladolid, 1993-1995
--Tierras, collection "le tourbillon suspendu", Éditions AIOU,
Saint-Étienne-des-Vallées-Françaises, France, 1996