Con su disco “12 Thomas” recién salido del horno, el autor
de “¿Quién mató a Gaete?” le hinca el diente
a los amores virginales, explica cómo un barco puede ser
reducido a hojas de afeitar y revela su máximo secreto: nació
el mismo día que el cura Hasbún.
A pesar de sus 51 años y de su ya indesmentible abdomen de
camionero, Mauricio Redolés parece no cansarse jamás
de su juventud y, con una destartalada mochila de escolar al hombro,
da la impresión de venir llegando siempre de un movido veraneo
adolescente en Cartagena. Junto a su banda -Los Ex Animales Domésticos-
acaba de presentar su
nuevo disco, “12 Thomas”, que es el séptimo en su extensa
trayectoria musical y que, como él mismo aclara, ya está
a la venta en una sola disquería: Discomanía, en el
número 583 de la calle 21 de Mayo.
Eterno vecino del barrio Yungay, lugar en el que transcurren muchas
de sus canciones e incluso un disco entero (“Bailables de Cueto
Road”), Redolés ve con cierto temor el futuro de ese tradicional
sector de Santiago Poniente. “El barrio es cada vez menos barrio”,
dice. “Yo lo conocí cuando era un bonito barrio, un muy bonito
barrio. Hablo del año 60. Ahora hay una política de
demolición indiscriminada, destruyendo a troche y moche. Ni
siquiera demuelen sólo las casas que están en mal estado:
han demolido casas en excelente estado para hacer galpones. En todo
caso, todavía tiene su encanto, su belleza, y eso es agradable.
Me es un lugar muy grato. Mi madre vive a cinco cuadras y tengo unas
primas como a tres”.
-Pareciera que el barrio Yungay es uno de los últimos barrios.
Al menos la gente todavía compra en el almacén.
-Da esa impresión. Claro, todavía hay almacenes,
aunque cada vez menos. Además, ahora se llaman minimarket y
quieren ser supermarket.
-Tu disco “Bailables de Cueto Road” es un homenaje al barrio,
pero también podría ser una necrología o un réquiem.
-La idea que yo tenía al hacer ese disco era, más que
un homenaje o una nota necrológica, un programa de radio suspendido
en el tiempo, en algún punto del siglo veinte. Por supuesto,
el riesgo de que eso se convierta en una necrología es grande,
porque las cosas del siglo veinte empiezan a morir también.
Era inevitable: de las tiendas que aparecen mencionadas en el disco,
y que aún existían al momento de grabar, al poco tiempo
desapareció una, después desapareció otra, después
otra, después otra.
-Hay algo que no cambia en el barrio: los escolares. La avenida
Portales está llena de escolares que parecen estar ahí
desde siempre.
-Qué bueno que lo mencionas. Ahí está mi
liceo, el Amunátegui. Yo estudié ahí y ahí
estudia ahora mi hijo Sebastián.
-Te lo decía porque tú tienes una fijación
con los escolares, o al menos con los adolescentes.
-Yo creo que la adolescencia es el único lugar del que
puedo escribir. Es la edad en que empecé a escribir, en que
me rayé y me obsesioné con ciertos temas.
-En muchas canciones tuyas, como en “Motel Catedral”, donde una
pareja de adolescentes se desnuda casi a escondidas y “sólo
un polvo los aparta de la muerte”, está la experiencia del
amor virginal, de la pureza.
-Son amores jóvenes, amores puros. Ahora, en el nuevo disco,
en la canción “Isabela”, hay una pareja que está en
una carpa estrecha en Cartagena. Y “Cuando la veo, veo un animal”
también es un tema de amor adolescente. Claro, es una constante
en mis canciones hablar de esa cosa química que se produce
a un nivel que no es racional, que no es “romántico”. Es una
cuestión absolutamente fisiológica que te pasa en el
cuerpo cuando tú ves a alguien que te gusta y que te gusta
mucho: es eso no más.
-Es la primera seducción, no la seducción refinada
y cínica de los adultos.
-Sí. Me acuerdo de unas vacaciones en Caldera, yo iba caminando
a la casa donde me quedaba en la playa. Mi mujer de aquel entonces
estaba esperándome con mi hijo.
Y yo me fui a dar unas vueltas por una población, y de repente
pasé frente a una puerta donde había una niña
de falda, blusa, pie pelado, de unos 17 años, pelo mojado,
fumando. Fumando y mascando chicle y mirando a todos lados, seguramente
buscando a sus amigos. Y yo pensé, y después escribí
un poema sobre eso, que la vida se vive hasta los 17 años.
Después de esa edad, la vida es una repetición de personajes
y decorados. A los 17 años pasa todo por primera vez. Hasta
los 20, puede ser, hasta los 25, puede ser, pero ya después
estás repitiendo historias, como en “La flor amarilla”, de
Cortázar.
-¿Y entonces qué?
-Lo que es atractivo después de los 17 son las coincidencias.
De repente te das cuenta de que una polola que tuviste a los 25 nació
el mismo día que un amigo tuyo que conociste a los 48, y eso
te divierte. Es bonito jugar con la idea de que hay un plan trazado.
-Tus parejas de adolescentes parecen estar siempre bajo amenaza,
como si hubiera alguien que las acecha.
-Claro. Yo creo que eso tiene que ver con haber tenido una experiencia
muy nutritiva con el poder, a los 20 años, después del
golpe. En esos días, cuando me llevaron a la Academia de Guerra
Naval y escuchaba los gritos de los torturados, yo pensaba que era
puro hueveo, un hueveo armado por los marinos para asustarnos con
unos gritos de mal gusto. Pero después, cuando me di cuenta
de que no era hueveo, sino los compañeros que estaban siendo
torturados, vi que ése era el destino que a mí me esperaba
y que yo estaba en esa cadena alimenticia. Bueno, a esa experiencia
del poder me refiero.
-¿Qué piensas de lo que ha sucedido con el Informe
Valech?
-Yo no me trago el nunca más, nunca más, no. Todo
ese circo que se ha armado con el Informe Valech es un bañito
para no quedar tan hediondos a muerto. Con respecto a las compensaciones
económicas, para alguien que no ha tenido nunca un contrato
de trabajo, como yo, que he sido un cesante desde que volví
del exilio el año 85, cualquier propina por tortura es bienvenida.
Cuando tú no tienes con qué comprar el balón
de gas para cocinar, te das cuenta de que esa plata te hace falta,
quieras o no quieras. Pero ese dinero no es equivalente a la tortura,
no se puede poner un signo igual entre las compensaciones económicas
y la tortura.
-Es decir que no hay que superponer las reparaciones monetarias
a las reparaciones morales.
-Hay una serie de actos morales que debieran realizarse, pero
morales ante el país, no ante los torturados, porque, si no,
vamos a creer que la tortura nos indignificó a los torturados,
como se dice por ahí. Yo no pido más dignidad, porque
yo nunca perdí mi dignidad. Reconozcan por ejemplo que la doctrina
de las fuerzas armadas era la tortura, y que todavía lo es,
porque en caso de guerra parte de la fuerza es el interrogatorio.
Por eso yo no creo en esa leseraa del nunca más. Para creer
en el nunca más tendrían que decirme que la Escuela
Militar se ha convertido en un gran centro cultural y que ya no existe
ejército en Chile.
-¿Y qué habría que hacer, entonces?
-Hacer algo con la Esmeralda, por ejemplo. Qué sé
yo, pintarle una hoz y un martillo, ja, ja. Bueno, habría que
hacer algo con la Esmeralda, como se hizo en el gobierno de Aylwin
con el Estadio Nacional. Y habría que hacer otras cosas. Mira:
la única vez que me han intentado contratar no pudo ser porque
mi papel de antecedentes dice “procesado y condenado por ley de seguridad
interior del Estado y decreto ley número 85” o algo así.
Entonces sería un avance que me borraran eso en el papel de
antecedentes. Me inscribí en los registros electorales y me
sacaron por haber estado condenado a pena aflictiva. Entonces que
me pongan de nuevo en los registros. No pido perdones ni nada: simplemente,
que me pongan.
-¿Tú estuviste en la Esmeralda?
-No, estuve en el Lebu. Pero el Lebu después lo vendieron
a Japón y Japón hizo hojas de gillete con el acero de
mi barco. Pero bueno, con respecto a la Esmeralda, lo que me emputece
es que lleva el nombre del barquito de Arturo Prat, que fue un excelente
tipo, un héroe cabal, y la Esmeralda, su nombre, es el símbolo
de la dignidad de un grupo de gente que cree en algo y que se sube
a esa cáscara de nuez y enfrenta algo mucho más fuerte.
Es horrible.
El nuevo disco de Redolés y Los Ex Animales Domésticos
(ver nota aparte) incluye un videoclip de la canción “Kem pana”,
en la que un automovilista queda en pana con la familia de su polola.
“Veníamos tan bien, veníamos tan piola/ Justo anteh
e la rotonda pinchó mi polola”, dice. El suegro buena onda,
que venía “auspiciando una de ron”, decide capear la espera
y “se rajó con otro petardo”, tras lo cual todo el mundo comienza
a delirar. “Mal estacionaoh queamo em pana/ Capah que lleguen loh
paco y noh vamoh en cana./ Oh! Selma, se soltó el condón,
justo miraba Megavisión/ Oh!
Selma se soltó el condón, justo enchufaba al padre Hasbón/
Y él decía que el condón se soltaría/
Y él decía que el condón se haría trizah,
trizah, trizah, trizah, trizah”.
-Una pesadilla televisiva.
-Claro, pero, ya que estábamos hablando de coincidencias,
te cuento que el cura Hasbún nació un 6 de junio, día
en que nací yo también.
-¿Naciste el mismo día que el cura Hasbún?
-Sí, somos Géminis. Eso demuestra que la astrología
está equivocada, ja, ja. Una vez una astróloga me dijo
que haber nacido un 6 del 6 significaba que yo había venido
a la Tierra con la misión de “enseñar a amar”.
-Igual que el cura Hasbún.
-Igualito. Así que imagínate. Estamos puro enseñando.
Estamos puro dando clases, ja, ja, ja. Pero bueno, hace tiempo, el
diario “La Época” publicaba los cumpleaños y ahí
yo me enteré de lo del cura Hasbún. Y también
vi en la lista de los del 6 de junio a un ministro de relaciones exteriores
de Gran Bretaña, que estuvo a cargo de la guerra de las Malvinas,
y que era un viejo reconchesumadre que también nació
el 6 de junio. Y creo que ese día también nació
el Orfeón de Carabineros.
-A propósito del cura Hasbún, ¿qué
piensas de la televisión?
-Una vez yo fui a “De pé a pá”. Después de eso,
tomaba un taxi y no me cobraban. Iba a la feria y tampoco me cobraban.
Me decían “ah, usted salió en la tele, llévese
un tomatito, llévese una frutita”. Algo insólito. La
tele da mucho poder y, por lo tanto, es algo muy adictivo. Seguramente,
allí la pelea a codazos es pan de cada día. Y tú
ves que hay gente que trabaja en televisión hace años
y que de repente, cuando les sacan el piso por algún motivo
y quedan fuera de la tele, como que caen en desgracia. Eso es muy
raro, no debiera ser así. Por otra parte, con muy contadas
y honrosas excepciones, la televisión es una verdadera genocida
cultural. Harían mucho mejor si pasaran ese programa “Aves
de Taiwán”, que dan en el canal UCV como a las cuatro de la
mañana.
-Ah, lo has visto.
-Sí, claro. Ése que dice con voz de documental: “A esta
ave de pico rojo, que habita en el Chaufán, se le encuentra
en las mañanas piando con su canto muy alegre de apareamiento:
prrrr, prrrr, prrr”. Ja, ja, ja. ¡Y esa cuestión es mucho
más cultural que el guatón Schiappacasse y toda la mierda
que hay en la televisión! Si hasta “El show de los libros”,
que era decente, destiñó harto. Una de las perlas de
ese programa es que presentaron la novela “Hijo de ladrón”
y la periodista o el periodista que hizo la nota ¡no había
leído la novela! Oye, pero mínimo, si tenís que
hacer una nota sobre una novela y te están pagando, ¡léete
la novela! Y eso era “El show de los libros”, donde hay gente como
Skármeta, que podría haber estado más atento
a ese tipo de cosas. Como te decía, la tele se lleva el premio
al genocida cultural.
-Los medios podrían servirte para promocionar tu música.
-Claro. Es un lío todo esto de andar haciendo y promocionando
los discos uno mismo. Pero, tanto en la televisión como en
la radio, yo no soy alguien agradable. Como personaje, por mi cara,
por mi edad, por mis canciones, no soy un tipo que entre allí.
Hace un tiempo, en la radio Zero le dijeron a mi productor: “No traigas
más a Redolés”. Ésa es la democracia: no traigas
más a Redolés, no traigas más a Redolés,
no traigas más a Redolés. Se lo dijeron muy claro. Aquí
no tocamos ni a Redolés ni a Flor Motuda ni a Sol y Lluvia.
Eso le dijo el productor de la radio Zero a mi amigo Agustín.
Pero ahora igual le mandé a la radio Zero mi disco: si no lo
tocan, que no sea porque no lo tienen. Y a veces me preguntan en otras
radios: “¿Por qué no te tocan en la radio?”. Y yo les
digo: “¿Y por qué no me tocan ustedes?”.
Las rosas de Thomas
“12 Thomas” es un homenaje a “un señor de apellido
Thomas que pololeaba con una tía mía”, dice Redolés.
“Un día mi tía lo trajo a la casa, para presentárselo
a mi papá, a mi mamá y a mi abuelo. Yo tenía
7 años. Y llega un señor alto, simpático, caballero,
agradable, culto, con abrigo largo. Todo el mundo estaba feliz”.
-¿Y qué pasó entonces?
-En ese tiempo estaba en su punto más caliente un conflicto
de límites entre Chile y Argentina. Y se conversa el tema en
la sobremesa. Y Thomas dice que él cree que que no debiera
haber fronteras, que las guerras las organizan los poderosos. Y mi
abuelo va agarrando un cuchillo y se le abalanza: “¡Antipatriota!
¡Traidor! ¡Comunista!”. Y nunca más se vio a Thomas.
Y pasan los años y un día mi tía va a visitarme
a Londres. Y me dice que deje la política de una vez por todas,
que me va a contar una historia para que yo me dé cuenta de
cómo son las cosas. Y me dice que Thomas, cada 28 de agosto,
para su cumpleaños, le envió sagradamente un ramo de
rosas a su escritorio, hasta agosto del 73. En agosto del 74 no le
llega el ramo de rosas. Y en agosto del 75 tampoco le llega. Y ella
averigua, trata de averiguar, y se entera de que lo habían
fusilado para el golpe.
-¿Y conoce tu tía el disco?
-El disco parece estar signado por las estrellas: hubo que hacer
tres veces el master, la carátula no calzó tres veces,
no sale la foto de uno de los músicos. Cuando al fin lo recibí,
llegué a la casa agotadísimo. Entré y sonaba
el teléfono insistentemente. Era mi tía. Y yo no le
di importancia porque era mi tía, sólo mi tía,
pero después, cuando me di cuenta de que no sólo era
mi tía, sino mi tía polola de Thomas, la llamé
de vuelta y le dije: “Tía, perdone que no la atendiera bien,
pero venía llegando con los discos, con el homenaje a su ex
novio”.
El compañero de ruta
Uno de los integrantes de Los Ex Animales Domésticos,
el grupo que acompaña a Mauricio Redolés en “12 Thomas”,
es el hijo del músico, Sebastián, que ha tocado junto
a su padre desde los 5 años, cuando comenzaron a vivir solos
los dos. Al principio tocaba instrumentos sencillos, como el triángulo
o las maracas, o participaba con su voz de niño en los coros.
Ahora, a los 16 años, ya es un fogueado percusionista y, además,
comienza a componer sus propias canciones. En “12 Thomas”, de hecho,
se incluye la primera de ellas, cantada por él mismo. “Él
es un buen músico. Mucho mejor que yo”, dice su padre.
-Vivimos juntos desde el 93 -cuenta Redolés-.
Y justo a comienzos de ese año me invitaron de la Municipalidad
de El Bosque a recitar y cantar. Sebastián era muy chico y
no podía quedarse solo en la casa. Y, cuando me vio preparándome,
me dijo: “¿Vas a tocar? Entonces yo también quiero tocar”.
“Perfecto”, le dije yo, “hagámoslo”. Y metió un tambor
de plástico con una baqueta de goma y, feliz, se fue conmigo
a tocar. Se puso muy nervioso, subió al escenario, bajó,
huevió ene, pero al final tocó, y siguió tocando,
y ahora incluso lo llaman de otras bandas.
-¿Qué piensa él ahora?
-Él ha tomado una opción. Sabe que ser músico
independiente es un trabajo muy duro, muy jodido, y anoche anduvimos
hasta las tres de la mañana pegando carteles con él
y dos amigos más. Él no está obligado, pero sabe
que hay que hacerlo porque así va la gente a los recitales,
y entonces me dice: “Yo voy”. “No, quédate en la casa”. “No,
yo quiero ir”. “Ya, bueno, vamos”.
-Él parece mucho más ordenado que tú.
-Para tratar de funcionar juntos le he dicho que somos corredores
de maratón. Y eso significa que uno va marcando el paso y después
el otro lo releva, porque marcar el paso cansa. En ese sentido él
ha sido un compañero de ruta en el maratón, como ese
chileno que dicen fue a alentar de terno y corbata a Manuel Plaza
en Amsterdam y que terminó corriendo el maratón junto
a él. Pero al mismo tiempo he tenido que ser su papá
y decírselo varias veces, porque a los 16 años ya no
está ni ahí con tener un papá y sale con que
somos todos iguales y a ver qué tanta huevá. Pero al
fin no hay muchas dificultades de ese tipo. Además, él
es bien independiente: en invierno se fue al sur por una semana, ahora
anda en Cartagena con su curso y va a salir en enero de nuevo. Hemos
andado mucho juntos. Y ha sido bonito. Y tocar juntos es la raja.