ANTÍGONA
Y el eterno retorno a llorar en la Maquínica catarsis del
patio 29.
Por
Mauricio Torres Paredes
Si, lo sabía:
¿cómo no iba a saberlo? Todo el mundo lo sabe(1)
.
Adolece de dolor el alma, el cuerpo y las subjetividades de todos
quienes tienen algo de que llorar y las voluntades del poder siempre
han sido miserables e indignantes, cuando de tiempo en tiempo los
cadáveres putrefactos por el peso de la historia se levantan
repitiendo ESTAMOS AQUÍ y más de algún pequeño
ignorante, un delirante juez o un gobierno indigno, preguntan desde
la desesperada comodidad de sus tronos
Y donde estáis que no os veo
La historia vuelve y vuelve y no es la tierra, no es el mundo, no
es el país quién contesta, sino la multitud, la de siempre
Donde ustedes no han buscado
En su propia conciencia
Donde ustedes los han escondido
Y nos encontramos siendo operados nuevamente por el mismo cáncer
y con cirugías aun más audaces y modernas, contemplando
desde el mismísimo patio llano y gris donde las lágrimas
de Antígona no se consuelan y sabemos que somos nosotros los
que lloramos y que nadie más se conmoverá por la multitud
engañada. Espectador y actor de esta impurificable obra que
doblega la vida de un suelo adolorido de soportar el peso de la sangre
de muchos, que desde otras latitudes no tienen en paz a los suyos.
Esa burla pagánica y superlativa, maquínica y vomitiva
que se sienta en las obviedades de aquellos que han estado a cargo
del Estado de Chile, están propagando las maldiciones a generaciones
de gentíos por su poco apego a la humanidad y la purificación
nunca estuvo en sus actos, ni menos el encontrar a aquellos que le
es imposible encontrarse, por miedo a ser nuevamente escondidos por
otros muy parecidos a los que los escondieron.
Dicha eterna a la hermana Antígona, a la madre Antígona,
al padre Antígona, al amigo, al vecino, al humano Antígona.
Sin ellos estaríamos tan borrachos como aquel ebrio inconciente
que se ahoga con su propio vómito. O lo estamos y lo estaremos
y es que siempre lo hemos estado, pero la diferencia que abunda en
el luto, es que aun éste no se lleva a término.
Desde las planicies y mares y cumbres de nuestro ser chileno llora
en la maquínica catarsis del patio 29 Antígona. Según
Aristóteles, pensador que a muchos los llena de orgullo, la
fatalidad de la tragedia es provocar en el espectador la purificación
mediante el temor y la compasión.
Sentimos temor por los innumerables peligros que atentan contra el
ser humano.
Sentimos temor y a la ves valentía en el espacio mítico
virtual que nos entregan nuestros vergonzosos representantes.
Sentimos pena y rabia, de la más inmaculada, de que se nos
consuele con la malaventura de promesas y razones carentes de verdad.
Adrogados están todos y cada uno, transfigurando la impuria
realidad que nos toca vivir.
Es el momento en que la poesía y el poeta deben de lograr
mermar la erosión que vive ese patio donde Antígona
pide humillada y torturada que la madre tierra entregue los restos
de quién ama más haya del mismo amor.
Es el momento en que el poeta debe descarnar del lujo capital a todos
los canallas
que han jugado con el destino de nuestra héroe y dar cuenta
de que ningún patio de esta tierra estará libre de la
tragedia, sino con la tranquilidad de esos muchos que piden a gritos
silenciosos, desgarrados y rotos, solo un poco de piedad para sus
deudos.
Aquellos que nos hablan de patria, sepan bien que ésta solo
es…
Tierra putrefacta inundada de cuerpos sin santa sepultura
Tierra putrefacta inundada de cuerpos sin santa sepultura
Putrefacta inundada de cuerpos sin santa sepultura
Inundada de cuerpos sin santa sepultura
De cuerpos sin santa sepultura
Donde el maldito conejo rosa sigue burlándose me mí.
(1) Antígona. De Sófocles. "La verdad
puede más que la razón". Sófocles.