…TODAS
LAS PLAYAS… de Mauricio Torres Paredes
La
ciudad en la boca del poeta se torna decadente
Por
Leonor Dinamarca Carrasco
La
palabra exacta, medida, justa, expuesta de manera pulcra y terriblemente siniestra.
La
poesía de Mauricio Torres Paredes despierta, colapsa, hace fluir las emociones
y deja entrever la sutil ironía.
El lenguaje atrevido se empecina
en crear mundos; Mauricio lo sabe y coquetea con los términos, se juega
la palabra al cara y cruz, e intenta equilibrar el mundo. De esta manera el poeta
logra una voz única, indiscutiblemente generosa en detalles y absolutamente
profunda en las metáforas.
Mauricio Torres Paredes transita por lo
cotidiano haciendo malabares fantásticos con el tema de lo urbano y es
así como genera un sello indeleble.
Hay dulzura en la agonía
de sus palabras
Romanticismo en sus expresiones más crueles.
Mauricio
reviste la palabra de una poesía perfecta y cuidada que hipnotiza al primer
momento.
En "Todas las Playas del Planeta" se devela la urbanidad
de Santiago con el poder cósmico de la palabra, lo cotidiano parece relucir
con nuevo brillo en la boca de este poeta; sin embargo aquello que debiera ser
milagro se transforma en una crítica potente y la contemporánea
figura de la ciudad se desdibuja en una realidad agobiante y maldita.
"Pensar
que todo va bien"… el hombre actual se cierra a la realidad, no quiere
abrir la puerta y asomarse a ver la vida con sus desencantos y sus finales macabros;
Mauricio Torres Paredes poco a poco disecciona el alma del citadino, "alguien
había muerto"… da igual quien sea, da igual el nombre o si es
un insecto, siempre da lo mismo la vida o la muerte en el corazón de una
convulsionada cuidad que crece y se desborda adornada con luces y espejos, el
humano ha perdido su peso y su sentido, es igual a nada; amargo es el comentario…
o debiera serlo puesto que la voz que anida en "Todas las Playas del Planeta"
da cuenta de un hombre enajenado, alienado, perdido en el cemento, deslumbrado
por las luces de artificio, embriagado por el smog y adormecido por el sinsentido
de lo cotidiano.
La ciudad en la boca del poeta se torna decadente, el ser
que habita en ella se vuelve repulsivo al venderse al mejor postor, al cerrar
los ojos para no ver al que sufre y al desentenderse del hambre y del dolor ajeno.
"Me fue difícil conciliar el sueño después
de los aplausos" dice el hablante lírico y es una verdad terrible,
aquí tenemos una voz que no necesita del artilugio de groserías
malintencionadas para dar una estocada perfecta… La voz poética en esa
frase sencilla parece ser un estigma, una revelación necesaria en un tiempo
en donde la sociedad nos marca con las absurdas teorías de la fama. Pareciera
entonces, que este poeta esquiva la fama, no la desea, no la llama, no la invoca;
sin duda alguna Mauricio Torres Paredes no es un superventas (no necesita serlo)
ni es un "personaje más de los círculos poéticos clásicos"
(dígase con voz profunda y con cierta gravedad). No, Mauricio nos recuerda
la humilde tarea del artista… Este poeta tiene algo que decir, tiene una verdad
que mostrar y la entrega de la mejor manera en que sabe hacerlo, a través
de la palabra honesta cuya única y verdadera misión es despertar
el alma.