Pablo Neruda, el enigma
inaugural
Enrique Robertson (*)
Señoras y señores... quiero
ante todo agradecer al Prof. José Carlos Rovira -así como a todos
los integrantes del comité organizador de este Coloquio- por darme
la gran satisfacción de participar en él, junto a nerudistas de tanto
y tan merecido renombre. Esto hace aún más grande mi satisfacción
pero también me obliga a asumir con cierta preocupación, la nada fácil
tarea de tratar que mi intervención quede a la altura de las circunstancias,
y no les aburra o defraude demasiado. Aunque resido en Alemania, he
venido con el pretexto de ser de Temuco y ex- alumno del Liceo de
esa ciudad del sur de Chile. Y de haber sido allí alumno del profesor
Hernán Loyola, aquí presente, cuya amistosa y entusiasta mediación
logró para mí la amable invitación del profesor Rovira, que vuelvo
a agradecer. El nerudiano tema que he osado intrusear -acerca
del cual creo poder dar a conocer aquí un hallazgo novedoso- es el
del enigmático orígen del nombre Pablo Neruda, sonoro nombre electivo
que el vate se dió cuando aún era alumno del Liceo de Temuco. (fig.1).
Con ese nombre se inauguró como poeta. Transcurría el año 1920 y el
estudiante temuquense contaba entonces con escasos 16 años de edad.
..... No
dudo que todos los aquí presentes saben que el poeta sustituyó por
Pablo Neruda su nombre propio, que era el de Neftalí Reyes Basoalto.
Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto. Muchos años después él mismo
se preguntará: ¿Hay algo más tonto en la vida, que llamarse Pablo
Neruda? En relación a ese nombre, nada de tonto y de tan justo retumbo,
es otra la pregunta que otros se han hecho más de una vez: ¿cómo se
le ocurrió a Neftalí Reyes nombrarse, con tanto acierto, Pablo Neruda?
En lo que me toca, declaro que debo a mi profesor de castellano -ya
saben ustedes a quién me refiero- el haberme contagiado -hace unos
cuarenta años, en Temuco- la manía de hacerme también esa pregunta.
El sabe que en aquellos años elaboré una absurda teoría respecto al
orígen del nombre Neruda que no logró convencer a nadie. No me referiré
a ella porque asesadamente la deseché; aunque pensándolo bién, tan mala no era. Dicho esto
y para no alargar más la entrada en materia, me atreveré a comenzar
sosteniendo que no se puede hablar de investigar el orígen del nombre
Pablo Neruda, sin decir que fue Egon Erwin Kisch -escritor y periodista
checo al que vemos en este curioso retrato (fig. 2)- quién por primera
vez, a mediados del año 1937, preguntó al poeta por qué había elegido
ese, precisamente ese nombre. Neftalí Reyes había vivido poético-literariamente
hasta los 33 años de edad llamándose Pablo Neruda -y "llenando ese
nombre de existencia" como bién dice Loyola- sin que nadie hasta ese
momento le hubiese pedido que explicara el porqué de su nombre electivo.
Hasta que Kisch llegó a Madrid. A la imprevista pregunta del periodista
checo, Neruda no quizo o no pudo dar una respuesta clara. Desde entonces
Kisch se la repitió una y otra vez, muchas veces; durante toda una
década. Egon Erwin Kisch hizo amistad con Neruda en el círculo internacional
de amigos y colaboradores de El Mono Azul, publicación semanal
de la Alianza de Intelectuales Antifacistas cuyo primer número apareció
en Madrid en Septiembre de 1936, es decir escasos dos meses después
de iniciada la guerra civil. No pocos intelectuales hispano-americanos
colaboraron en El Mono Azul. Entre los chilenos, además de
Neruda, los más activos eran el músico Acario Cotapos y los poetas
Vicente Huidobro y Juvencio Valle. Permítaseme recordar aquí que este
último, que fue condiscípulo de Neruda en el Liceo de Temuco, falleció
en Santiago de Chile hace pocas semanas, a los 98 años de edad...
..... El
chileno que tuvo el papel más protagónico en El Mono Azul fue
sin duda alguna Pablo Neruda (fig. 3); esta fotografía
es una de las tantas pruebas de ello. Su participación en las actividades
de la Alianza, considerada impropia de un neutral funcionario consular,
sería el motivo por el que se le destituiría de su cargo. Antes de
que esto ocurriera, su poema "Canto a las madres de los milicianos
muertos" publicado en el número 5 -del día jueves 24 de septiembre
de 1936- apareció con la nota siguiente : "este poema se debe a
la pluma de un gran poeta cuyo nombre la redacción de El Mono Azul
estima oportuno no dar por el momento". El nombre de Neruda reaparecería
largos meses después, el primero de julio de 1937, con su poema "Es
así" que después se llamaría "Explico algunas cosas",
tal vez el más importante de los que integran su libro España
en el Corazón. Dos semanas más tarde el semanario publicó
otra fotografía de Neruda en su portada. Es probable que haya sido
alrededor de estas fechas cuando Egon Kisch le preguntó al poeta cómo
y porqué se le había ocurrido rebautizarse Neruda. Porque, como vemos,
El Mono Azul del 15 de julio de 1937 (fig. 4) muestra
en su portada sendas fotografías del checo Kisch y del chileno con
nombre checo, Neruda. También es probable que inicialmente Kisch se
interesara por saber la proveniencia del apellido del poeta chileno,
en el convencimiento de estar hablando con el hijo o nieto de un checo
emigrado desde la maravillosa Praga -o de otro lugar de Bohemia- al
sur más sur de la América del Sur. Y que por eso cuando este intruso
profesional, que siempre quería estar bién informado de todo, oyó
decir a Neruda que entre sus antepasados no contaba con ningún checo
de ese ni de otro nombre, se sorprendiera muchísimo y quisiera satisfacer
su curiosidad preguntándole: pero entonces, ¿nombróse usted Neruda...,
por Jan Neruda? Comprensible pregunta -que sugería la respuesta- si
se sabe que Kisch nació en Praga donde hay una calle y un monumento en memoria
y honor al escritor Jan Neruda también nacido allí (fig. 5).
..... La obra más conocida de Jan
Neruda es su libro Cuentos de Malà Strana, muy admirado
por Kisch que en su juventud también escribió unos relatos parecidos
a los cuentos de "su" Neruda. Hay indicios, anecdóticos pero muy dignos
de crédito, que hacen suponer que antes de conocer a Kisch nuestro
Neruda nunca había oído hablar del Neruda checo. De acuerdo con esto
último se puede asegurar que recién cuando Kisch le habló de él, el
poeta chileno se vino a enterar de que en Praga había existido un
escritor de ese nombre. Además -puesto que consideraba a Kisch un
gran humorista- debe haber creído que este bromeaba al relacionarlo
con un escritor checo que le era totalmente desconocido. Por eso le
contestó en broma desafiándole a que intentase dar él mismo con la
respuesta verdadera (a la manera del: "Me preguntáis....?". "Indagadlo,
indagadlo" de Los Enigmas ); diciéndole además que dudaba
de que fuese capaz de resolver el misterio de su nombre con igual
éxito que el que había tenido en otros casos. Porque Kisch, que tenía
fama de ser una especie de Sherlock Holmes del periodismo, aplicando
unos originales e infalibles métodos había logrado desentrañar más
de un caso extraño y misterioso. Neruda cita en sus memorias el del
coronel Redl, espía austríaco desenmascarado en 1913 por Kisch, caso
con el que el rasante reportero logró ganar gran popularidad. Bohemia
y su capital Praga eran entonces parte del Imperio Austro-Húngaro.
Egon Kisch pertenecía a la minoría germanoparlante de Praga, donde
se inició en el periodismo. Después trabajó diez años en Berlín, colaborando
en publicaciones en idioma alemán que se leían también en Praga y
en Viena, ciudad esta última donde el escandaloso caso Redl -que Kisch
descubrió con la ayuda de un amigo suyo llamado Wagner- tuvo gravísimas
repercusiones que contribuyeron no poco al inicio de la primera guerra
mundial. La vivísima relación de estos hechos se puede leer en De
cómo llegué a saber que el coronel Redl era un espía, de Kisch.
Años después de estas actividades periodístico-detectivescas y de
otras muchas, relacionadas por ejemplo con la prestidigitación, el
tatuaje y el fútbol amateur, Kisch llegó a España. Vino, como tantos
otros antifascistas del mundo, a ofrecer su solidario apoyo a la causa
republicana. Su trabajo en El Mono Azul es fácil de demostrar
(fig. 6).
..... La derrota de 1939 -hacen hoy
seis décadas- y el comienzo de la segunda guerra mundial, significaron
para Egon Erwin Kisch -antifascista y judío- una dramática agudización
de la criminal amenaza que se cernía sobre su cabeza. Seis años antes,
en 1933, víctima de la gran redada de opositores que ordenó Hitler
al día siguiente del incendio del Reichstag, Kisch había estado prisionero
en la temible cárcel de Berlín-Spandau. Sabía pués, muy bién, que
si caía de nuevo en manos de la Gestapo no salvaría la vida por segunda
vez. Por eso salió de Europa con destino a EEUU, donde le fue denegado
el permiso de residencia; optó entonces por el asilo que le concedió
México y marchó al exilio al país donde reencontraría a Pablo Neruda,
para reiterarle allí la pregunta ¿por qué Neruda? Pero si Kisch pensaba
que esta vez lograría conocer o descubrir la verdad, se equivocó;
en Ciudad de México su pregunta también se quedó sin respuesta. O,
mejor dicho, la que obtuvo fue la que él mismo había ideado e insinuado
al poeta: que ese nombre lo había tomado del de Jan Neruda. Pero esa
respuesta, sabiéndola gestada a sugerencia propia y además -por haberlo
comprobado personalmente- sabiendo que en España e Hispanoamérica
ese escritor checo era prácticamente desconocido, le resultaba inaceptable.
Es, sin embargo, posible que siempre haya habido un malentendido;
porque lo que Pablo Neruda podía y debió decirle a Kisch, era únicamente
lo que siempre dijo: que el nombre Neruda lo había encontrado casualmente
en las páginas de una revista; que, en esa misteriosa revista, el
poeta hubiese leído un cuento de Jan Neruda debió ser un agregado
imaginado por el propio Kisch, que fue aceptado por muchos pero que
él mismo se resistía a creer. De no haber sucedido esto último, el
tema le habría servido magníficamente para uno de los reportajes que
escribió en el país que le asiló, recopilados luego en su libro Descubrimientos
en México. No pudo ser así y, años después, Kisch todavía
se lamentaba de no saber toda la historia del nombre de Neruda. Su
olfato de sabueso le hacía darse cuenta de que lo poco que él sabía
acerca de ese enigmático caso, no era más que una mínima parte de
la verdadera historia que olía trás ese nombre. Otra prueba
de que la con respuesta que él mismo ayudó a prefabricar no podía
dar por resuelto el caso, es que terminada la segunda guerra mundial
-y por fin retornado a Praga- recibió allí la visita de Neruda; y
al reencontrarse con él, le hizo por enésima vez la famosa pregunta.
Neruda recuerda esa escena en Confieso que he vivido y
también en la entrevista que, con ocasión del Nobel, le hizo L’Express
de París en 1971. Cuenta que en Praga, Kisch llegó a apelar a su edad
-era unos veinte años mayor que él- al pedirle que finalmente le revelara
la verdad acerca de su nombre electivo. (fig. 7 ) Al periodista francés que
le pregunta por qué cambió su nombre por el de Pablo Neruda, le responde:
"hubo un gran poeta y periodista checo, Erwin Kisch, que pasó muchos
años de su vida persiguiéndome y haciéndome la misma pregunta que
usted, en Madrid, en México, en Praga. Y en Praga me dijo: "cuéntame
el final de la historia..., ya estoy viejo y te he perseguido tanto
tiempo...". En Confieso que he vivido , de manera parecida
dice: "...nos habíamos conocido en España y como él manifestaba la
insistente curiosidad de saber por qué motivo me llamaba yo Neruda
sin haber nacido con ese apellido, yo le decía en broma: gran Kisch,
tú fuiste el descubridor del misterio del coronel Redl, pero nunca
aclararás el misterio de mi nombre Neruda". Y así fue. Kisch moriría
en Praga, en 1948, sin haber logrado saber por qué -en octubre del
año 1920- el joven poeta chileno Neftalí Reyes se había rebautizado
con un sonoro nombre checo. Porque Neruda es un nombre checo,
aunque -como bien dice Loyola- este nombre nada de extraño sea a la
índole del idioma español ni a sus hábitos onomásticos .
..... Lo dicho hasta aquí en relación
al nombre de Neruda, era más o menos lo poco que quien les habla sabía,
o creía saber, hasta hace algunos años. Y al parecer, todo se iría
a quedar en eso. Pero al profesor Loyola se le ocurrió la excelente
idea de publicar una antología de la poesía de Pablo Neruda, en cuidada
edición de bolsillo1
y con una introducción que en parte se ocupaba, naturalmente, del
nombre del poeta. Como si esto fuera poco, en dicha introducción Loyola
puso una nota (la nota "2 bis") que tuvo la virtud de reactivar mi
ya casi olvidado interés por intentar desentrañar el enigma del nombre
elegido por Neftalí Reyes, famoso ex-alumno del Liceo de Temuco. Dice
así: "Ya escritas estas notas, nos llega desde Chile la edición 187
de la revista Hoy (18 de febrero de 1981) donde Miguel Arteche
introduce la posibilidad de que el apellido Neruda haya sido tomado
por el estudiante Neftalí Reyes, no directamente de alguna traducción
de Jan Neruda, sino de la mención que Sherlock Holmes hace de un tal
Norman Neruda, pianista, en el relato Study in Scarlet, de
Conan Doyle, ya publicado en Chile bajo el título Un crimen extraño
(Santiago, Lit. Universo, 1908). La observación nos parece bastante
atendible, en especial considerando la temprana y nunca desmentida
inclinación de Neruda hacia lecturas enigmáticas y policiales (Fantomas,
en su infancia; Raymond Chandler y James Hadley Chase, en su madurez)".
..... Esta combinación Neruda-Holmes
me dejó fascinado. Antiguo lector de las aventuras de Sherlock Holmes
en los largos inviernos temuquenses de mi adolescencia, ví transformarse
el enigma del nombre de Neruda en un caso quizá posible de resolver
"aplicando los métodos" del muy célebre detective londinense; métodos,
en este caso, quizá más efectivos que los de Kisch. Manos a la obra
mi querido Watson, me dije. Lo primero que hice fue encargar el mencionado
ejemplar de la revista Hoy. Esta tarea, aparentemente simple, demostró que, al ser una demanda
transoceánica, podía adquirír caracteres de misión semi-imposible.
Al fin, después de mucho tiempo, conseguí una copia de la publicación
(fig. 8). Bajo el título "Sherlock Holmes admira a Neruda",
y muy sonriente desde una fotografía, Miguel Arteche* comienza
en su artículo por hacer un resumen de la dogmática historia oficial
del nombre, asombrándose, con toda razón, de que en la memoria de
Neruda no hubiesen quedado huellas más claras y precisas de un suceso
de tanta importancia como es el de la elección de un seudónimo que
será definitivo. Luego aporta el dato de que la primera versión al
castellano de los Cuentos de Malá Strana de Jan Neruda
apareció el año 1923 y no antes. Comenta también el hecho de que Pablo
Neruda nunca mencionara a dicho autor al hablar de sus lecturas de
niñez y adolescencia. (Selena Millares, que investigó todo cuanto
es posible saber sobre libros y lecturas de Neruda, tampoco encontró
indicio alguno que sugiriese que el poeta se topó alguna vez, en su
juventud, con algún libro de Jan Neruda). A continuación Miguel Arteche,
refiriéndose al lugar de Jan Neruda en la entretanto dogmática respuesta
a la pregunta ¿por qué Neruda?, dice: "esta es la versión ortodoja
del nacimiento de un poeta, y nadie, que yo sepa, la ha puesto en
duda. Pablo dixit". A juzgar por lo que escribe Arteche y la inmediata
reacción de Loyola, resulta evidente que existía una suerte de predisposición
a considerar atendible otra versión del orígen del nombre de Neruda
que pudiese contraponerse a la versión ortodoxa. El artículo sigue
así: "Sin embargo, la reciente relectura de un libro de Conan Doyle
(Estudio en Escarlata. Pomaire, 1980), me hizo saltar
de la cama y me planteó lo que en términos ajedrecísticos podría llamarse
la variante herética de la Defensa Jan Neruda. En el capítulo cuarto
de esta obra, Sherlock Holmes cita en dos ocasiones a una tal Norman
Neruda. "Tenemos que darnos prisa -dice al doctor Watson- , porque
deseo asistir al concierto del Halle para oir esta tarde a Norman
Neruda". Más adelante: "Y ahora vamos a almorzar, y después a oir
a Norman Neruda. La ejecución y el golpe de arco de esta mujer son
maravillosos". En 1908 aparece (Litografía Universo, Santiago de Chile)
Un crimen extraño, es decir, con otro título, la misma
novela. Entre 1902 y aquel año circulaban en Chile varios libros de
Conan Doyle, aquellos cuyo héroe es el deliciosamente infalible y
morfinómano, Sherlock Holmes. (Ramón Sopena, editor). Variante herética:
¿leyó Ricardo Neftalí Reyes, antes de 1920, este libro? Y si lo leyó
-siempre dijo que era admirador frenético de las novelas policiales-,
¿pasó por alto ese apellido hermoso y extraño? Pero, ¿quién era Norman
Neruda? Dice el Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe, 1957: "Neruda
(Guillermina María Francisca). Concertista austríaca (1839-1911).
Artista muy precoz, a los 7 años se presentó al público vienés. Los
críticos afirman que no ha habido mujer que la igualara en su arte".
Sin duda, y a pesar de ese nombre de pila -Norman-, producto tal vez
de una confusión del novelista británico, se trata de la misma "virtuosa"
(recordemos que la primera edición inglesa de Estudio en Escarlata
se publica en 1888). Salazar Chapela sostiene una teoría algo
más insólita: "Lady Halle, famosa violinista fallecida en 1911, adoptó
el seudónimo de Neruda tomándolo del cuentista checo" (La Nación,
marzo de 1954). Jan Neruda habría dado a luz a una gran (y precoz)
violinista y a un gran (y precoz) poeta. No cabe mayor ni mejor fecundidad.
¿Surgió el seudónimo de la lectura de Estudio en escarlata?
¿Creó Pablo Neruda, más tarde, al citar a Jan Neruda, un mito de cultura?
Si esto hizo, bien hecho estuvo, pues un poeta es creador de mitos,
y estos son cosa mucho más seria de lo que la gente cree. Pero recordemos,
en fin, la pregunta que Holmes lanza en otro libro (El signo
de los cuatro, Pomaire, 1980) al inefable doctor Watson: "Cuántas
veces le tengo dicho que, una vez eliminado todo lo que es imposible,
la verdad está en lo que queda, por improbable que parezca?". Hasta
ahí el Sherlock Holmes admira a Neruda de Miguel Arteche.
..... Su frase final, tan sherlockiana,
me pareció estupenda como lema para dar una infalible base al seguimiento
de "la pista Arteche"; y de la "nota 2 bis" de Loyola. Esta última,
al discrepar de la primera en un par de datos de importancia -cosa
que vine a saber después porque, por las circunstancias ya relatadas,
no las estudié en el orden de aparición sino que a la inversa- me
permitió estar ya muy preparado cuando al fin llegó a mis manos la
copia de "Sherlock Holmes admira a Neruda" que tanto tardó en cruzar
el Atlántico. Así fue que al arribar a mi escritorio "la pista Arteche",
me encontró armado de fundamentales conocimientos, con los que me
proponía eliminarle un par de datos imposibles. Y ver después, qué
quedaba de ella. Pero me llevé una sorpresa al comprobar que los datos
eliminables de partida no se encontraban en "la pista" sino en "la
nota". La "nota 2 bis" -sin perder por ello nada de su decisivo papel
en este asunto- atribuía sexo masculino al personaje "Norman Neruda"
y lo transformaba en un eximio pero inexistente pianista a quién,
sin duda alguna, Sherlock Holmes jamás tuvo el gusto de conocer ni
admirar. En cambio, sí conoció y admiró a la Neruda o "Norman-Neruda",
famosísima violinista de la segunda mitad del siglo XIX. Esto, y algo
más, era lo que en mi sherlockiano papel de investigador, ya sabía
yo al recibir y leer por fin el texto de "la pista Arteche" donde
don Miguel había identificado correctamente a la violinista. La Norman
Neruda del libro de Conan Doyle, es efectivamente la virtuosa Neruda
del Espasa. El Espasa llama Guillermina a Mme. Neruda, que es nombre
mucho más nerudiano que Wilma o Vilhelmine. Por eso, bajo la también
nerudiana pregunta: ¿dónde estará la Guillermina?, centré en ella
toda la investigación. Como veremos, este nombre salido de las páginas
del Espasa me sirvió también para bautizar "Guillermina" a la prueba
-contundente, espero- que mucho después pondría punto final a mi detectivesca
encuesta.
..... Durante la larga espera del
artículo de la revista Hoy, releí Estudio en escarlata y
otras aventuras del famoso detective de la pipa y la lupa. Y... el
violín. Porque también me sobró tiempo para leer algo de lo mucho
que, acerca de la gran afición de Holmes al violín, han escrito los
estudiosos sherlockianos de todo el mundo; que -hay que decirlo- constituyen
un numeroso y bién informado ejército de intrusos. Con tan valiosa
ayuda, rápidamente logré reunir bastante más información acerca de
Mme. Norman-Neruda que la que aportaba Arteche en su artículo, al
que sometí a una disección destinada a eliminarle todos los imposibles
que pudiese contener. Estos fueron tres, de los cuales solo uno es
atribuíble a su autor.
..... El primer imposible es un error
de traducción e interpretación: donde en la versión en castellano
-la de la Ed. Pomaire- de Estudio en escarlata Holmes dice
"...deseo asistir al concierto del Halle...", se induce al lector
a creer que "el Halle" es un teatro o una sala de conciertos. Pero
en el original lo que Holmes dice es: "..I want to go to Hallé’s
concert" (..deseo asistir al concierto de Hallé), donde Hallé es una
persona, que en el Londres de entonces era tan real y existente como
la virtuosa Norman-Neruda. A quien Holmes se refiere es a Charles
Hallè, músico conocidísimo en el Imperio de su graciosa majestad la
reina Victoria. Considerando que Hallè fue el segundo esposo de nuestra
Guillermina, resumo algunos datos biográficos suyos: alemán de nacimiento,
Karl Halle, eximio pianista, fue un virtuoso niño prodigio como lo
fueron prácticamente todos los personajes que fuí conociendo en el
transcurso de esta lúdica anti-investigación. De Alemania se trasladó
a Francia; vivió doce años en París donde, además de afrancesar su
nombre y apellido, conoció los primeros grandes éxitos de su carrera
como pianista y director de orquesta. Se relacionó allí con músicos
tan famosos como Berlioz, Chopin y Paganini. Padre de familia numerosa,
se vió obligado a abandonar la capital francesa cuando la intranquilidad
política paralizó durante un tiempo a la casi totalidad de las empresas
de espectáculos artístico-musicales parisinas, lo que hizo casi imposible
ganarse el sustento a muchos artistas. Así fue como en 1848, ampliadas
sus actividades de músico con las de desempeñarse también como su
propio agente y empresario, Charles Hallé cruzó el Canal de la Mancha
y se estableció en Inglaterra, administrando y dirigiendo allí la
"Hallè Orchestra" que él mismo fundó. En sus memorias relata los pormenores
de su muy exitosa vida artística en las islas británicas: llegó a
ser el primer director del Real Colegio de Música de Manchester y
también de la Sociedad Coral Santa Cecilia, ejerciendo desde estos
cargos una decisiva influencia que se mantiene hasta nuestros días.
Así es como hoy la Orquesta de la ciudad de Manchester lleva su nombre,
su biografía se puede leer en la Encyclopaedia Britannica y
su retrato se puede admirar en The National Portrait Gallery de Londres.
Como empresario de espectáculos musicales -e innato experto en relaciones
públicas- el incansable Hallè se reveló igual de virtuoso. Reorganizó
los tradicionales "Gentlemen’s Concerts" de Manchester y se
paseó por Londres y toda Inglaterra con sus no menos famosos "Monday’s
Popular Concerts", "Classical Chamber Music Concerts", y otros "Hallé’s
Concerts" que deleitaban a Holmes y sus contemporáneos. En su orquesta
siempre contó con los mejores violinistas y pianistas de la época.
En el victoriano año de 1888 -año de aparición del libro Estudio
en escarlata, primera aventura de Sherlock Holmes- Hallè fue nombrado
caballero del Imperio británico. Sir Charles Hallè se casó ese mismo
año con su primera violinista, la famosa Mme. Norman-Neruda, viuda
del músico sueco Fredrik Vilhelm Ludvig Norman, más conocido como
Ludwig Norman.
..... Al nombrar a este último, damos
con el segundo imposible que eliminar de "la pista Arteche". Es aquel
donde don Miguel comete el error de ver en Norman un nombre de pila,
y atribuír dicho error a una presunta confusión de Conan Doyle. Lo
cierto -y en esto no hay confusión alguna- es que Norman es el apellido
de Ludwig Norman (1831-1885), director de la orquesta de Estocolmo,
Suecia. Y, desde 1864, esposo de la virtuosa violinista Wilma Neruda.
El matrimonio Norman-Neruda se separó el año 1869. Sin embargo ella
siguió llamándose oficialmente Mme. Norman-Neruda, hasta enviudar
en 1885. Tres años más tarde, al contraer matrimonio con Sir Charles
Hallè, nuestra Guillermina pasó a llamarse con toda propiedad, Lady
Hallè. Sin que por eso, jamás se le ocurriese la idea de adoptar como
seudónimo el nombre de un escritor checo, como sugirió Salazar Chapela,
citado en la "pista Arteche". Con esto queda claro que el tercer e
insólito imposible que eliminar de "la pista Arteche", es esa descabellada
versión.
..... Con esta eliminación de imposibles,
se acentuó mi confianza en los métodos de Holmes. Pero, conociendo
mis limitaciones, me dí a la búsqueda de algo que me ayudara a su
aplicación y empleo más correcto. Así fue como dí con un libro indispensable,
que puedo recomendar a quién interese. Se trata de El signo
de los tres de Umberto Eco y T. A. Sebeok (Eds.)2. Me pareció especialmente interesante que la portada de este libro mostrase
a Holmes sentado en la primera fila de un teatro, escuchando con absoluto
deleite un estupendo concierto (fig. 9); quizá uno de la orquesta
de Charles Hallè con su magnífica violinista Mme. Norman-Neruda. El
signo de los tres remite, claro, a El signo de los cuatro
de Conan Doyle, pero sobre todo a ternas tales como: signo, objeto,
interpretación; abducción, inducción y deducción; etc.. De más está
decir que no se puede esperar que la lectura de El signo de los
tres lo transforme a uno en experto en abducción en grado limítrofe
a la adivinación; pero permite ahondar algo en materia y hasta, con
algún esfuerzo, permite imaginar a Holmes diciéndole a uno: "Ya conoce
usted mis métodos". Chifladuras de uno. En cambio no se puede calificar
de chifladura el afirmar que la lectura de otro muy recomendable libro:
The annotated Sherlock Holmes 3 puede llevarle a uno a dárselas de experto en
la vida y milagros de "el sabueso londinense". En The annotated,
biblia de los sherlockianos, no podía faltar un destacado lugar para
Mme. Norman-Neruda. La presentan allí, con retrato y todo (fig. 10),
reseñando brevemente las diversas etapas de su vida y comentando lo
que sí parece una confusión de Conan Doyle que, en el brumoso Londres
de Study in Scarlet, la hace interpretar a Chopin. La ayuda
de The annotated y otros valiosos libros y revistas, me hizo
posible conocer más detalles biográficos de "la Guillermina". Nació
en Brünn el 21 de marzo de 1839. De su padre, el músico Josef Neruda,
recibió las primeras lecciones de violín tan temprano y con tanto
aprovechamiento que, a partir de los seis años de edad, en trío con
sus hermanos Amalie, pianista, y Franz, violonchelista -también muy
precoces intérpretes- comenzó a hacer giras artísticas por muchas
ciudades de los imperios austro-húngaro y alemán. Praga, Viena, Leipzig,
Berlín y Hamburgo, más o menos en ese órden, oyeron y aplaudieron
a la niña prodigio. A los diez años de edad debutó con mucho éxito
en Londres, ante la entusiasmada audiencia del Princess’s Theatre.
Después fue el público de París el que la colmó de elogios. Fue llamada:
"el hada del violín", "la Paganini femenina", etc. Pero no sólo el
público, también maestros como Joachim, Vieuxtemps, von Bülow y otros,
reconociendo su asombroso talento y técnica, no dudaron en calificarla
como la violinista femenina más importante de su tiempo. Con Joachim,
el mejor violinista de entonces, Wilma Neruda interpretó a Bach en
la Philarmonie de Berlín; fueron unos extraordinarios conciertos para
un dúo de fantásticos Stradivarius, pues ambos poseían un ejemplar
de estos famosos violines. Por su parte Vieuxtemps, que sencillamente
la consideraba la violinista ideal y alababa al mismo tiempo su femineidad,
le dedicó muy especialmente su Sexto Concierto. A los veinticinco
años de edad, Wilma Neruda -que ya tenía a su haber casi dos décadas
de exitosa vida artística- contrajo matrimonio con Ludwig Norman,
director de la orquesta de la Opera de Estocolmo. Fueron cinco los
años que Wilma vivió en la capital sueca. Durante ellos se desempeñó
como profesora de violín de la Real Academia de Música Sueca, cargo
que nos imaginamos rutinario y quizá tedioso para ella, a pesar del
reconocimiento de que también gozaba allí. El rey de Suecia la condecoró
y nombró Virtuosa de la Música de Cámara, que debe haber sido algo
así como otorgarle el Nobel de la Música. De nada le valió esto al
monarca sueco, admirador de nuestra Guillermina. Después de la obligada
pausa de la maternidad -Wilma tuvo un hijo, que falleció trágicamente
cuando joven-, se apoderó de ella la inquietud de pensar que su carrera
artística se congelaría irremediablemente en esas nórdicas latitudes.
Residiendo aún en Estocolmo participó en algunos conciertos que se
llevaron a efecto en Londres. El paso estaba dado. Se separó de Ludwig
Norman y se estableció definitivamente en las brumosas márgenes del
Támesis, a escasa distancia de un famoso domicilio: Baker Street 221-B.
Esto último está dicho aquí intencionadamente, porque algunos indicios
hacen pensar que Wilma era conocida de Holmes y Watson, desde antes
de su casamiento con Norman y traslado a Estocolmo. Y que desde entonces
había quedado grabada en los complicados archivos mentales del detective,
como "la mujer"; único ser humano de sexo femenino que mereció su
reconocimiento y admiración; lo que en el caso del gélido Holmes es
mucho decir. Los indicios, si bién interpretados, hacen sospechar
que Wilma Neruda sea el personaje real que está detrás de la inteligentísima
Irene Adler, personaje de ficción que, en el relato Escándalo en
Bohemia se casa con Norton y se va de Inglaterra, dejando a Holmes
derrotado y humillado, pero también prendado de ella. Si se pudiese
confirmar la sospecha de que Wilma es quien se oculta tras Irene,
cosa nada fácil a estas alturas, uno no podría resistir la tentación
de querer identificar también al real personaje que se esconde
trás el curioso heredero del trono de Bohemia, que, según el relato,
vestía llamativos ropajes que recuerdan los hábitos indumentarios
del entonces Príncipe de Gales. A falta de un Watson, habría que tener
un amigo como el cerrajero y futbolista Wagner, que ayudó a Egon Erwin
Kisch a destapar el secreto del coronel Redl; sólo alguien así podría
ayudarle a uno a descerrajar archivos que quizá encierren principescos
y explosivos secretos británicos. Lamentablemente, o tal vez para
mejor, no hay tal Wagner; porque si lo hubiese se podría intentar
-con la ayuda de la tecnología genética actual- aclarar si la paternidad
del hijo de Wilma perteneció o nó a su primer marido -Norman, que
no Norton- del que se separó. Porque ese hijo perdió la vida en circunstancias
un tanto extrañas. Accidentalmente, según se dijo. A lo peor se topa
uno con un muy oscuro asunto. En fin, como se puede apreciar, esto
de meterse a intrusear aplicando los métodos de Holmes, puede tener
insospechadas implicaciones que traspasan el límite de los siglos,
y otros también.
..... Una vez que a uno le asalta
una sospecha que comprueba combinable con otra, se transforma en un
redivivo "sabueso londinense". Aunque sea en la forma de un pálido
y epigónico remedo, "un poco cómico y un poco venerable", como dice
Borges. Del modo que sea, resulta compensador comprobar la razón que
asiste a Borges en ese poema suyo en el que asegura que "pensar de
tarde en tarde en Sherlock Holmes, es una buena costumbre que nos
queda". Esa afirmación me obligó a releer ese poema y también Borges
oral (Barcelona, Bruguera,1983). Se trata de la recopilación
de los textos de cinco clases que hace unos veinte años dió Borges
en la Universidad de Belgrano, Argentina. En la clase que tituló "El
cuento policial" -que era la que me interesaba releer- encontré
la frase que al mencionar expresamente a Neruda, establece el nexo
-"el hilo invisible"- entre todos estos aparentemente dispares asuntos.
Esto me devolvió la casi perdida coherencia, necesaria para reiniciar
las investigaciones.
..... A partir de 1869, en Londres,
la vida artística y privada de Mme. Norman-Neruda recuperó la actividad
que tenía antes de su casamiento y traslado a Estocolmo. Moser, autor
de Historia de la interpretación del violín y que conoció personalmente
a Wilma cuando esta regresó a las islas británicas, le dedica una
serie de elogios que obligadamente tienen que llamar la atención de
un sherlockiano; porque los formula con casi las mismas palabras que
ya habíamos oído decir a Holmes en Estudio en escarlata: "her
attack and her bowing are splendid", que se citan traducidas en la
"pista Arteche" como "la ejecución y el golpe de arco de esta mujer,
son maravillosos". A renglón seguido, Holmes -según testimonia Watson-
formula la pregunta que despista mucho a los sherlockianos músicos:
¿Cómo se titula esa piececita de Chopin que ella interpreta tán magníficamente?
("What‘s that little thing of Chopin‘s she plays so magnificently?").
Desconcertante, si se sabe que Chopin nunca compuso "una piececita"
para violín. Sea como fuese, el caso es que como solista o como miembro
de un "ensemble", Wilma se constituyó durante décadas en la principal
atracción de la vida musical de la ciudad del Támesis. Así lo documentan
todas las fuentes que la nombran sola o unida al nombre del incansable
Charles Hallé. Otras la mencionan en relación a la nobleza y a la
familia real británica. El príncipe Alfred le expresó su gran admiración
no sólo con elogios; le regaló un magnífico Stradivarius fechado en
1709, uno de los ejemplares más perfectos de la producción del famoso
luthier de Cremona. Otra versión asegura que fue el Duque de Edimburgo
y no el Príncipe Alfred quién regaló el Stradivarius a Wilma. Y complican
la cosa asegurando que fue un regalo que el Duque le hizo a medias
con los Condes de Dudley y Hardwicke. Esto parece un intento de echarle
bruma del Támesis al asunto, para hacerlo perderse de vista en medio
de una espesa neblina londinense. Hoy, gracias a las revistas del
corazón, nos habríamos enterado hasta del último detalle del presunto
"affaire" que se huele tras esto. Pero, tratándose de un asunto decimonónico,
nos tendremos que conformar con lo que hay; que no es mucho. No sé
quién será el actual propietario del Stradivarius de Wilma, pero hace
un tiempo me pareció relevante para la investigación el averiguar
qué había sucedido con ese violín después del fallecimiento de la
virtuosa, acaecido en Berlín el año 1911. La idea para justificar
esta búsqueda era la siguiente: tanto la noticia de la muerte de la
famosa violinista Lady Hallé, como también la noticia de lo que había
sucedido con su Stradivarius podrían haber aparecido en alguna revista.
Y esta podría haber sido la leída por Neftalí Reyes en Temuco: si
en la presunta noticia se aclaraba que el trío Lady Hallé, Mme. Neruda
y Norman-Neruda eran una misma persona, tendríamos allí el apellido
Neruda que atrajo la atención de nuestro joven poeta temuquense. Tan
extremadamente descabellada no debió ser esta idea porque al fin descubrí
que el año 1913 un diario berlinés había publicado la noticia de que
los hermanos Neruda, herederos de Lady Hallé, ponían en venta el bellísimo
Stradivarius que había pertenecido a la virtuosa. Hasta ahora no sé
quién lo compró, ni falta que hace. Puede que el comprador haya sido
el propio Sherlock Holmes; aunque, según Watson, el detective violinista
compró su Stradivarius mucho antes, por cincuenta y cinco chelines,
en un negocio de compraventa de la Tottenham Court Road de Londres.
(fig. 11) . En las aventuras de Holmes
es posible encontrar cuatro personajes, tres de ellos reales, que
poseen un Stradivarius. Holmes mismo y tres más: dos de ellos son
Wilma y Paganini. Durante una breve estadía en Londres decidí abandonar
esta línea de investigación. Esta pista era demasiado complicada y
difícil para un investigador amateur. Además, el negocio de compraventa
donde Holmes compraba violines usados, ya no existe. De todos modos
y como se verá, después tuve obligadamente que ver con el otro violinista
admirado por Holmes y poseedor de un Stradivarius. Antes de referirme
a él y a riesgo de atosigarles, permítanme darles a conocer un par
de detalles más de la historia de Lady Hallé. Siguiendo su huella
estuve también en Manchester, cuando allí se conmemoraba el centenario
de la muerte de Sir Charles Hallé. Como ya he dicho, la orquesta de
la ciudad se llama "Hallé’s Orchestra". El victoriano hotel
en que me alojé estaba situado a escasa distancia de la sede de esta
orquesta y, mejor aún, justo enfrente de la biblioteca de la ciudad.
Allí, en una vitrina de la biblioteca, se exhibía el original de una
hermosa fotografía de Lady Hallé. Seguramente fue tanto el interés
que mostré, que amablemente la sacaron de la vitrina para permitirme hacer
una copia de ella, lo que agradecí muchísimo. Hela aquí (fig.12) Además
pude saber otras cosas interesantes acerca de Sir Charles y Lady Wilma
que, según me dió la impresión, en esos días revivían en Manchester.
Influenciado por el curso de mi investigación, viví una experiencia
muy curiosa que me llevó a los salones del edificio que en la actualidad
es el museo de pintura de la ciudad cuyas mudas paredes se llenaron
en su día de los ecos de los violines de Nicolo Paganini primero,
y de Wilma Neruda después. El 25 de octubre de 1895, pocas semanas
después de que Wilma y su esposo volvieran de una celebrada gira por
Sudáfrica y Australia, Sir Charles Hallé, que entonces contaba con
sanos y activos 76 años de edad, falleció bruscamente de una hemorragia
cerebral. Las crónicas relatan que su deceso produjo gran consternación.
Su viuda, veinte años menor que el difunto, recibió expresiones de
condolencia procedentes de las más altas esferas. El príncipe de Gales
-posteriormente Eduardo VII, rey de Inglaterra- presidió un comité,
que integraban también los reyes de Suecia y Dinamarca, para ayudar
a Wilma que al parecer heredó compromisos que financieramente la ponían
en serias dificultades. El resultado de la acción de tantas testas
coronadas, estuvo a la altura de ellas. Se la ayudó económicamente
y además, se le cedieron los títulos de propiedad de un palacete en
Asolo, Italia. Un tanto apresuradamente quizá, Wilma se trasladó a
residir a Italia en compañía de su único hijo, dejando el país en
el que había vivido tantos años. Esta decisión suya tuvo lamentables
e imprevisibles consecuencias. Allí falleció su hijo, en un trágico
accidente. Wilma trasladó nuevamente su domicilio. Esta vez -en 1899-
se estableció en Berlín, reanudando sus actividades profesionales
como concertista, trabajando además como profesora en el Conservatorio
de la capital alemana. Sin embargo, cada año volvió a Inglaterra a
participar en algún concierto. En 1901, la reina Alexandra la nombró
Violinista de Palacio. En enero de 1908 Wilma hizo su última aparición
ante el público de Londres, participando en un concierto en memoria
de su amigo el violinista Joseph Joachim fallecido pocos meses antes.
Ella a su vez, la famosa violinista Wilma Maria Franzisca Neruda,
Lady Hallé, la Norman-Neruda de Estudio en Escarlata, nuestra
Gillermina, falleció en Berlín el 15 de abril de 1911 a los 72 años
de edad. Una de sus últimas actividades profesionales en Berlín -esto
se menciona muy rara vez- fue la de acompañar con su violín, al jovencísimo
y virtuoso cellista catalán Pablo Casals.
..... A
todo esto, mucha investigación, mucho dato biográfico y mucha anécdota.
Pero a resultas de todo, lo único que podía oponer a la "variante
herética" de Arteche era el poder afirmar rotundamente que el nombre
de la violinista Norman-Neruda -tanto en vida de la artista como en
los años siguientes a su fallecimiento- no solo aparece en Estudio
en Escarlata si no que, en sus tres variaciones, se lo puede encontrar
en no pocos diarios y revistas europeas. Es importante señalar esto,
porque la existencia de dichas revistas descalifica cualquier desmentido
que se le quiera hacer a Neruda. Es, en efecto, perfectamente posible
que encontrase su nombre en una de ellas, como siempre afirmó. El
nombre Neruda de Wilma, claro, no el del escritor Jan Neruda. Con
esto se podría haber dado por terminada la investigación. Pero una
intuición sherlockiana me hacía notarle un sabor un tanto descafeinado
a "la cosa", si la dejaba hasta ahí. No porque no pudiese demostrar
la existencia de tales revistas. Para esto nada mejor que mostrar,
por ejemplo, el ejemplar de Septiembre de 1892 (pág. 276) de la revista
ilustrada mensual The Strand Magazine (fig.13) de Londres,
revista hermosa e interesante, impresa en papel de excelente calidad.
No debió ser extraño hallarla entre los libros de una biblioteca.
Su formato se prestaba para ello y además se la podía adquirir encuadernada
en tomos de seis ejemplares, como lo hice yo mismo en un anticuario.
En Temuco, quizá en la biblioteca de Carlos Masson, podría haber habido
alguno de esos tomos, o ejemplares sueltos. No importaba cuán viejos
fuesen, cada ejemplar de esa revista se mantenía largo tiempo vigente
por sus historias, anécdotas, etc..Conan Doyle publicó en ella las
aventuras de Sherlock Holmes y otras obras suyas, todas estupendamente
ilustradas. En Temuco, que contaba no solo con habitantes de habla
inglesa sino también con una iglesia anglicana y un colegio inglés,
no debió haber sido imposible encontrar un ejemplar de The Strand
Magazine, una de las más atractivas revistas inglesas de su tiempo.
Cabe pues dentro de lo posible, que Neftalí Reyes encontrase ese ejemplar
de Septiembre de 1892, con toda una página ilustrada dedicada a Wilma
Neruda, Lady Hallé. Y si no fue The Strand Magazine la revista
hojeada casualmente por Neftalí, pudo haber sido otra. Por ejemplo
la revista Dalibor, que en la página 251 (Vol.XXXIII--1911)
publicó unas palabras de despedida que tituló "Obituary for Wilma
Neruda". Pero el documentar la declaración del poeta, para probar
que es perfectamente posible que hubiese encontrado su nombre en una
revista, no me liberó de la sensación -quizá similar a la que sintió
Egon Erwin Kisch- de que algo seguía faltando en esta historia, un
detalle que no acertaba a identificar. Dicho sea de paso, Kisch debió
haber conocido la revista Dalibor en Praga, pero en su monomanía
de pensar sólo en Jan Neruda, no pensó en que la Guillermina también
se apellidaba Neruda. Craso error. En ella estaba la clave. En fin,
repito que sentí que todavía faltaba algo. Pero, carente de ideas,
me ví obligado a hacer una pausa en la investigación. No sé cuánto
duró. En ese intervalo, sin alejarme de la música, me dediqué -en
compañía de un amigo mío al que también le chiflan estas cosas- a
estudiar a Neruda en relación al "Vals sobre las Olas". En casa de
este amigo -hijo del querido periodista chileno Alfredo Olivares,
que fue quién me hizo posible la obtención de la fotocopia de "la
pista Arteche"- vimos un interesante video acerca de Isla Negra, que
le había enviado su padre. En una escena de dicho video, se veía un
artilugio giratorio y antediluviano -previo a las victrolas- del que
salían los compases del Vals sobre las Olas. Debía, sin duda, tratarse
de la primera versión mecánicamente reproducible del famoso y pegajoso
vals. Nos imaginamos al poeta hipnotizado ante ese raro aparato que
echaba al aire las notas del vals que le había fascinado desde niño,
como recuerda en las primeras páginas de Confieso que he vivido.
No sólo releímos esas páginas, sino que también declamamos solemnemente
la "Oda al Vals sobre las Olas", brindando por su autor, que también
se acordó de ese vals -y lo hizo interpretar al violín - cuando comía
en Hungría junto a su hermano Miguel Angel Asturias. Después -con
nuestras respectivas esposas, claro-. danzamos nerudianamente el viejo
vals. Al día siguiente -tengo testigos- en un mercado callejero, entre
un montón de revistas viejas, encontré un ejemplar de la centenaria partitura
del "Vals sobre las Olas", una primera edición expresamente hecha
para América lujosamente litografiada a todo color (fig.14).
El autor del famoso vals que le hizo seria competencia a los mejores
valses de Viena, fue el mejicano -niño prodigio también- Juventino
Rosas. En su breve vida, Rosas jamás visitó el viejo continente. En
cambio su vals, "El Vals sobre las olas", se paseó por todos los salones
de Europa no faltando quién atribuyese su autoría a Strauss. Para
qué decir que interpretamos el hallazgo de esta partitura como un
raro mensaje del poeta. Quisimos hacer un vídeo, escribir algo; al
final no pasó nada. Aunque, claro, todavía podría pasar. Si cuento
el apretado resúmen de todo esto -que es otra historia- es porque
de manera tangencial tuvo algo que ver con lo que pasó después, cuando
al fin se dió la coyuntura para retomar el asunto de la Guillermina.
Un día, revisando notas, me dí cuenta que había dejado un cabo suelto.
Era el relacionado con el tercer personaje no ficticio -y dueño de
un Stradivarius- del que habla Holmes en uno de sus diálogos con Watson.
Al escribir mis primeras notas sobre Holmes y el violín, llamé Melitón
al tercer personaje; y le archivé bajo ese nombre, con lo que sin
querer yo mismo lo saqué del punto de mira de mis investigaciones.
Grave error. Porque Melitón fue otro de los violinistas predilectos
del detective de Baker Street. En La Liga de los Pelirrojos, Sherlock
Holmes informa a Watson: "Sarasate plays at the St.James’s Hall
this afternoon" (fig.15). Lo dice con la absoluta certeza de estar
hablando de alguien muy conocido. Y con toda razón porque, según el
citado relato, en aquella brumosa tarde londinense, ofrecía uno de
sus magníficos conciertos don Martín Melitón Sarasate y Navascués,
navarro nacido en Pamplona el 10 de marzo de 1844 que, bajo el nombre
de Pablo Sarasate -o Pablo de Sarasate- adquirió mucha fama y riqueza
como violinista y compositor. Pablo Sarasate dió su primer
concierto en Londres el año 1861, en el Crystal Palace; pero a partir
de ese mismo año sus conciertos siempre se llevaron a efecto en la
Sala que se llamó St.James’s Hall a la que Holmes se refiere
en la novela. Esta sala ya no existe en Londres; fue demolida en 1905;
en su lugar se construyó el Piccadilly Hotel.
..... El
no haberme preocupado mucho antes de Sarasate me dejó, en mi rol de
aprendiz de Sherlock Holmes, muy avergonzado. Porque Pablo Sarasate
no se llamaba Pablo: eligió llamarse así!. Está documentado que
fue bautizado con los nombres de Martín Melitón y que su fe de bautismo
fue corregida en el año 1878, cuando el violinista de Pamplona ya
había cumplido 34 años de edad. (fig.16). Por este extraordinario
hecho -haberse autobautizado Pablo, tal como lo hizo Neftalí Reyes-
debí haber sometido a Sarasate, desde la partida, a una muy rigurosa
investigación. Habría sido lo lógico, lo elemental, según Holmes.
Sin embargo, como un Lestrade cualquiera, no lo había hecho. ¿Por
arte de qué, Martín Melitón se había hecho llamar Pablo? Por arte
de música, se podría decir; en analogía a lo que dejó dicho Ricardo
Eliecer Neftalí: "mi nombre es Pablo por arte de palabra". Esto no
podía significar otra cosa que Neftalí no sólo leyó la palabra Neruda
en una revista; también tenía que haber leído la palabra Pablo. Este
pensamiento me hizo acometer con entusiasmo la tardía tarea de intentar
atar el cabo suelto de la "pista Melitón". Pero lo único que se me
ocurrió fue la ingenua idea de pensar que quizá, en alguna otra de
las aventuras de Holmes y Watson, los nombres de Wilma Neruda y de
Pablo Sarasate hubiesen sido mencionados juntos. Idea que los sherlockianos
del The annotated se encargaron de hacerme desechar rápidamente:
Holmes no vuelve a mencionar a estos violinistas en ninguna otra aventura.
Ni juntos ni separados. De todos modos, dos cosas de mucho interés
habían surgido de esto: la primera, haberme enterado del curiosísimo
hecho de que el violinista Martín Melitón Sarasate, de la misma manera
que el joven poeta Ricardo Eliecer Neftalí Reyes, había cambiado sus
bautismales y pesados nombres de pila por el sencillo y apostólico
Pablo.
..... El caso de Pablo Picasso es
diferente. En la pila bautismal Picasso se llamó: Pablo Diego José
Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano
de la Santísima Trinidad Ruiz Picasso. Una orgía bautismal. El pintor
fue drástico; lo único que no se borró fue el nombre Pablo y el apellido
materno. Es decir, a diferencia de Neruda y de Sarasate no le fue
necesario buscar su nombre Pablo en revistas o libros, estaba ya en
la fé de bautismo que le tocó en suerte.
..... El segundo hecho, al que también
atribuí mucha importancia, fue a la germinación de la idea de que
los nombres de Pablo Sarasate y de Wilma Neruda pudiesen ser encontrados
impresos, el uno junto al otro, si nó en una novela de Sherlock Holmes
por lo menos en otra parte. Por ejemplo en un artículo que tratase
de los grandes violinistas del siglo XIX. Pero, si se les enumeraba
en órden alfabético, ambos nombres estarían separados por lo menos
por el de Paganini. A propósito de este último: Sherlock Holmes también
admiraba mucho a Niccolo Paganini y sabía muchísimas cosas acerca
de él. Lo atestigua Watson al decir : "(Holmes) me contó muchas anécdotas
acerca de ese hombre (Paganini) extraordinario" ( "...he (Holmes)
told me anecdote after anecdote of that extraordinary man (Paganini)").
Seguramente, como de tantos otros temas, los conocimientos de Holmes
sobre Paganini y su Stradivarius eran asombrosos; Holmes, ya lo dije,
también era propietario de un Stradivarius. Esto me hizo elucubrar
que otra posible lista de famosos violinistas del siglo XIX, sería
la que incluyese solo a los poseedores -no ficticios- de uno de estos
extraordinarios violines. Sería una lista breve que permitiría fijarse
mejor en cada uno de los enumerados. Sobre todo si el presunto artículo
hubiese sido ilustrado con sendas fotografías, en cuyo caso sería
obligatorio -dado que esas fotografías existen- que una de ellas,
la de Wilma Norman-Neruda se hubiese podido ver junto a otra, la de
Pablo Sarasate, cada cual con su propio Stradivarius en las manos.
Una revista así podría haber sido casualmente hojeada por Neftalí
Reyes. Éste -que en ese preciso momento buscaba un seudónimo- habría
elegido, al pié de la fotografía de Pablo Sarasate, el nombre Pablo;
y, al pie de la de Mme.Norman-Neruda, se habría prendado del apellido
de Wilma, la Guillermina. Todo claro. Pero no encontré dicha revista
y seguir buscándola, con la cada vez más débil convicción de que realmente
hubiese existido y pudiera encontrarla, se me fue haciendo cada vez
más difícil. Por eso, fui dejando de lado esta búsqueda y orientando
mi estudio a la vida y obra de los violinistas Sarasate y Paganini
que, a diferencia de Wilma, no sólo eran intérpretes si no también
compositores. Me aficioné a escuchar sus obras, interpretadas por
violinistas contemporáneos. A Anne-Sophie Mutter, por ejemplo, la
oí interpretando a Sarasate, mientras me imaginaba estar escuchando
a Wilma, otra chifladura. Además me procuré un par de biografías de
Paganini y quedé tan asombrado como Watson, de la vida y milagros
de ese hombre extraordinario. Una anécdota muy curiosa, que aparece
en una de las biografías (la de John Sugden), es la que relaciona
a Paganini con Conan Doyle, pero no por medio de Holmes si nó que
"por Medium" de otro personaje. Me explico: la mayor chifladura de
Sir Arthur Conan Doyle consistía en creer a pies juntillas en el espiritismo.
Florizel von Reuter también, o al menos así lo aseguraba. Florizel
von Reuter fue violinista; y no de los peores, según se dice. También
él fue un niño prodigio. A alguien se le ocurrió llamarle "el Paganini
redivivus". Puede que esta denominación haya dado la brillante idea
a Florizel quién, ya mayorcito, empezó a asegurar que tenía comunicación
directa con el espíritu de Paganini. Y que era el espíritu de éste
el que, magistralmente, guiaba su mano de artista cuando tocaba el
violín. Florizel, guiado quizá por motivos más pecuniarios que espirituales,
escribió un libro sobre este espiritístico asunto (Psychical Experiences
of a Musician) y consiguió que Conan Doyle le escribiera la Introducción,
con lo que de partida pudo asegurar la venta de su libro al crédulo
público del año 1928. Cosas de los espíritus, pensó uno escépticamente.
Pero poco después, en una librería de viejo que acostumbro visitar
cada dos o tres meses, dentro de un librito sobre Paganini encontré
una carta firmada de puño y letra por Florizel von Reuter..., que
no tenía nada que ver con el espiritismo, faltaría más. En todo caso
me empezó a llamar la atención esta verdadera acumulación de casualidades.
Debo reconocer que este hecho llegó a ponerme algo nervioso. Lo habitual,
dicen, es que uno, en su cotidiana normalidad, asuma tales casualidades
o coincidencias simplemente como cosas raras que nos pasan. Y que,
antes de olvidarlas o archivarlas en la memoria de las anécdotas,
al no encontrarles explicación razonable, se diga a sí mismo: "qué
extraño" o "qué curioso". Nada más. Otra cosa es que el asunto quede
dando vueltas en la cabeza; esto tiene sus riesgos, puede revenir
el seso. Y fue en relación a esto último -memoria y sesos revenidos-
que en mi búsqueda de datos acerca de Paganini recordé que muchos
años atrás, en Temuco, había visto una película basada en la legendaria
vida de este violinista. Después de mucho buscar dí con una breve
documentación acerca de este film titulado: Paganini (The magic
Bow). Filmada en la posguerra, lo único que valía la pena de esa
película inglesa era la música. Sonaba estupendamente; no es raro
esto porque la interpretó el genial Yehudi Menuhin. La película, una
mezcla de aventuras de El Zorro, Scaramouche y D’Artagnan, con
Steward Granger en el rol de Paganini, era malísima; y al parecer
su intención era convencer al público de que Paganini había sido un
espadachín que tocaba el violín en sus horas libres. En sus memorias
el recientemente fallecido Yehudi Menuhin recuerda la historia de
este film; dice: era tan malo que, durante la filmación, las más de
las veces no sabía si reir a carcajadas o llorar a mares. Como se
puede apreciar, acerca de Paganini se puede encontrar de todo, bueno
y malo, desde el más allá hasta el séptimo arte.
..... Mucho más difícil es la tarea
si se trata de Sarasate, porque acerca de él, en todas las enciclopedias
y libros se repite más o menos lo mismo. Pero, una vez más, las casualidades
afortunadas iban a estar de mi parte. Bajaba yo por las Ramblas de
Barcelona cuando, en la vitrina de una tienda de música que está justo
enfrente de la fuente de Canaletas, veo un libro que, según me habían
dicho, no existía: Pablo Sarasate, biografía. La escribió Luis
Iberni y estaba prácticamente recién salida de la prensa (1994). Tuve
que encargarle a un amigo, el pintor chileno Victor Ramirez, que me
comprara un ejemplar un par de días más tarde porque la tienda estaba
cerrada; y yo tenía que volver a Alemania. Al fin, una larga semana
después, con el libro en las manos, me enteré de que se había celebrado
el año del sesquicentenario del nacimiento del virtuoso violinista
que se hizo llamar Pablo, aunque se llamaba Martín Melitón. La efeméride
había motivado y hecho posible la edición de su biografía ilustrada.
En ella pude encontrar a "la Guillermina" Neruda en el apartado en
que se catalogan la obras que compuso Sarasate. Se documentaba aquí,
que el año 1878, el prodigioso año 1878, Pablo Sarasate compuso "Romanza
andaluza y Jota navarra, Op.22. Dedicadas a Norman Neruda". No sé
lo que esto pueda significar, pero fue también en 1878 -lo dije anteriormente-
que la partida de nacimiento de Martín Melitón Sarasate fue corregida
agregándosele, de primer nombre, Pablo. Coincidencias, casualidades;
no hay motivos para pensar demasiado en ellas. Se consignaba además
que la partitura fue editada en Berlín, por Simrock. Habiendo visto
ya algunas antiguas partituras con dedicatoria, supe en ese instante
que había saltado la liebre. Esta vez la cosa tenía sabor. La pista
seguida -con sus tantas ramificaciones- había finalmente desembocado
en una recta, al témino de la cual se divisaba claramente la meta.
Me dí cuenta de que la tarea era encontrar un ejemplar de esa partitura
editada por Simrock de Berlín. En su primera edición, claro, porque
lo habitual es que ediciones posteriores ignoren las dedicatorias
que ostentó la primera. No se trataba de una tarea fácil, no en vano
habían pasado más de cien años y sucedido un par de hecatombes desde
su edición. Basándome en el conocimiento de otras que debían parecérsele,
pude hacer una descripción bastante aceptable de la partitura buscada
y la envié a varias direcciones de las que me prometía éxito seguro.
Estas direcciones no incluían ninguna de Pamplona, porque a partir
de entonces ya no quería que el juego terminase muy pronto. En el
Museo de la Música de Barcelona me habían informado de que todo el
inventario del Museo Sarasate de Pamplona había pasado a manos de
la Biblioteca de dicha ciudad; si quería conseguir una copia de la
partitura que buscaba, me aconsejaban dirigirme a dicha biblioteca.
Lo hice una vez, lo intenté por teléfono. Pero parece que no logré
explicar mis intenciones. Además ya había decidido que no me interesaba
una copia. Quería tener un original de esa partitura, tenía que ser
posible encontrarla. De las mencionadas direcciones sólo una me contestó
enviándome una partitura. No era precisamente la que buscaba, pero
me alegró recibirla. Era de la época y estaba dedicada; es decir,
en su portada se podía leer una dedicatoria impresa indicando que
el autor ofrendaba su obra a una persona determinada. El librero remitente de esa
única partitura que me llegó, leyó sobre ella el nombre Neruda y me
la envió. Se trataba de una obra de Franz Neruda, hermano de Wilma.
(fig.17). Tenerla en mis manos me hizo sentir un poco más cercano
a la meta. Seguí rastreando febrilmente la que Sarasate, don Pablo,
dedicó a Neruda, doña Guillermina. Nombré también Guillermina a esa
partitura y la busqué en numerosas ciudades: Berlin, Viena, otra vez
Manchester, etc.etc. A veces (-en Bredevoort, Holanda, por ejemplo-)
pasé horas revisando centenares de partituras. En Bredevoort hay una
librería de viejo al lado de la otra, en todo el pueblo. Pero nada;
pasó más de un año y no pasó nada más. Comenzé a pensar que el hado
de los hechos fortuitos, coincidencias y casualidades, se había cansado
del juego. Abandoné el oneroso turismo de la búsqueda, había encontrado
muchas cosas pero no esa partitura. Me comenzó a tentar la idea de
que con la información que tenía reunida, podía ya escribir algo.
Pero de nuevo, la sensación de que todo se descafeinaría si no mostraba
lo principal, la partitura, me hizo desecharla. Porque esa partitura
tenía que ser la "revista" de la que hablaba Neruda. Mirando viejas
partituras, como la del "Vals sobre las Olas" o la de la obra de Franz
Neruda y muchas otras, había llegado a esa conclusión. Y cuanto más
lo pensaba, tanto más seguro estaba de su coherencia; tanto, que ya
no me cabían dudas: así debió haber sido. Porque al echarle una despreocupada
mirada a la portada de una partitura, me refiero a una de aquellos
tiempos, nada tiene de raro pensar que se trata de una revista. Tanto
el formato como la ilustración de la tapa pueden fácilmente inducir
a ese error a cualquier persona que no se detenga a hojearla. Y esto
último no es requisito para echarle una mirada a la portada. Y fijarse
en los nombres impresos allí con grandes letras. Pablo Sarasate y
Norman Neruda, por ejemplo. Eso es lo que debió haber sucedido el
año 1920, cuando el joven Neftalí Reyes leyó esos nombres "en una
revista", en la portada de una partitura que le pareció una revista.
Alguien podría decir: "pero... ¿es posible sostener que en el fronterizo
Temuco de los años 20 se podía encontrar una partitura de ese tipo?
La respuesta es sí, sin duda alguna. En la pujante ciudad que crecía
a grandes pasos aún no había un Conservatorio de Música, se fundó
pocos años después. Pero no por eso era raro disfrutar allí de un
concierto de música clásica. La mejor prueba de esta afirmación la
proporciona el propio Neftalí Reyes. En su Cuaderno de Temuco,
en poemas fechados en el mes de diciembre de 1919 hay unos versos
que hablan de violines y "del alma de Chopin brumoso". Están escritos
pocos meses antes de que a Neftalí Reyes "se le ocurriera" llamarse
Pablo Neruda. Estos versos permiten afirmar sin temor a equivocarse
que en esas fechas, en Temuco, se llevaban a efecto selectas veladas
musicales. Lo que, por lo demás, es conocido. Guardando las proporciones,
se trataba de algo similar a los "Populars Concerts" de Charles Hallè
y Wilma Neruda. Para llevarlos a efecto era, entre otras cosas, necesario
tener partituras. Pensé que, por una de esas raras casualidades ya
tan habituales, había sido el mismo Pablo Neruda el que me había hecho
plantear la hipótesis de la partitura como revista. Porque tal como
Paganini había guiado la mano de Florizel, Neruda había guiado la
mía para dar con la partitura del "Vals sobre las Olas" en medio de
un montón de revistas viejas. Metida entre ellas, a primera vista
esa partitura me había parecido una revista más, no había gran diferencia.
Pero lo que había encontrado era una partitura. ¿Habría sido este
un fenómeno espiritista, como los que chiflaban a Conan Doyle, padre
literario de Sherlock Holmes?
..... Como
pasaba el tiempo y no conseguía dar con la partitura que buscaba,
decidí conceder crédito a esta nueva chifladura. Total, una más entre
tantas. Invoqué a Wilma con todo respeto. Y parodiando un poco a Egon
Erwin Kisch -a quien también invoqué para que me ayudara- le dije
solemnemente: "Wilma, te he perseguido a tí y a esa partitura durante
tanto tiempo; dime por fin dónde encontrar a la Guillermina". Y claro,
no podía ser de otro modo, al día siguiente o subsiguiente, allí,
en la misma librería de viejo a la que voy cada dos o tres meses la
encontré en medio
de otras partituras y revistas. Fue para mí un hallazgo nada exento
de emoción y taquicardia. Aunque según Neruda, a Neftalí Reyes el
fenomenal hecho le había parecido carente de todo encanto y maravilla.
El creyó, claro, que veía una revista. Era una partitura. Juzguen
ustedes: ¡aquí está!. (fig.18). Una mirada a su portada permite al
distraído lector -de igual modo que en su día le sucedió a Neftalí
Reyes- apreciar que sobre ella es posible leer Pablo y también
Neruda.
¡Elemental, queridos nerudistas!.
Quizá esto demuestre cuán ciertas son las primeras palabras de
Neruda en Estravagario: "Para subir al cielo se necesitan dos
alas, un violín..." .
Gracias por vuestra amable
atención.
Notas:
* Miguel
Arteche, Premio Nacional de Literatura de Chile (1996)
[1] Alianza Editorial. El libro de bolsillo (862), Madrid, 1981.
[2] Ed.Lumen. Barcelona. 1989.
[3] W.S.Baring-Gould, London: I.Murray 1968.
P.S.: esta
sherlockiana anti-investigación soluciona además, y de paso, el misterio
de la piececita de Chopin que tanto le gustaba escuchar a Holmes cuando
era interpretada por Wilma Norman-Neruda: sin duda alguna debió tratarse
de Nocturno (Chopin, Op.9,Nº2) en arreglo para violín de Pablo
Sarasate!!.
A quién interese: en la actualidad esa piececita
la interpreta -quizá tan magistralmente como Wilma- la violinista
Catherine Manoukian (más información en Internet)
En su biografía del
poeta, Volodia Teitelboim da noticia de la existencia de un numeroso
"ejército de intrusos" -"hurgadores de zonas abisales" les
llama también- "que empecinadamente se ocupa en
descubrir punto por punto los enigmas del
atlas y lenguaje nerudianos". Teitelboim reconoce que
algunos de estos intrusos: -"críticos, académicos, profesores de doctas
e indoctas universidades, diletantes, exégetas, estructuralistas o
impresionistas, dibujantes de mapas, geógrafos de la poesía, buzos que
descienden al fondo de sus secretos submarinos o trabajan como
Champolliones en Egipto con sus respectivas piedras rosetas"-, "algo han
conseguido" (Volodia Teitelboim: "Neruda". Ediciones Michay, Madrid
1984).
(*) Enrique
Robertson Álvarez. Nacido en Temuco, la tierra juvenil de Neruda, es
profesionalmente médico y ejerce en Bielefeld (Alemania). Sus aficiones
son Neruda, la literatura, la música y la novela policíaca, con especial
interés por las de Conan Doyle y su personaje Sherlock Holmes, cuyos
métodos secunda aquí para establecer una atrevida y apasionante
deducción.
El presente trabajo
fue presentado como ponencia en el COLOQUIO "PABLO NERUDA: CON LA
PERSPECTIVA DE 25 AÑOS", organizado por la Universidad de Alicante
(marzo de 1999)
Ha sido publicado con anterioridad en
http://cervantesvirtual.com/pneruda/Robertson.htm y en
http://www.ucm.es/info/especulo/numero22/neruda.html
Reproducido
en Proyecto Patrimonio (www.letras.s5.com) , con la autorización del
autor.
© Enrique Robertson
2002