Reconstruir el año
de la clandestinidad en la vida de Neruda retrotrae a la dureza de la
Guerra Fría (la Tercera Guerra es inevitable; es preciso alinearse) y
a la elaboración de uno de los más grandes poemas de todos los
tiempos.
La
"Carta íntima para millones de hombres" , publicada en "El Nacional"
de Caracas el 27 de noviembre de 1947, provocó la indignación del
gobierno de González Videla y el consiguiente desafuero del senador
Neruda, pese a la brillante defensa de don Carlos Vicuña Fuentes ante
la Corte de Apelaciones. Un día después de esta sentencia, en sesión
del Senado de 6 de enero de 1948, Neruda asestará su demoledor "Yo
acuso", pieza oratoria de gran lustre en el debate parlamentario
(volumen dos de su Poesía Política, a cargo de Margarita Aguirre, en
1953, Editora Austral, inencontrable).
Más o menos desde
entonces y hasta el paso a caballo por los peligrosos riscos de la
cordillera austral, y la llegada a San martín de los Andes, el poeta
prófugo y senador desaforado se ocultó en no menos de veinte hogares
generoso, a los que alteró con su labia, sus juegos, su invasora
presencia. Si había niños en esas familias -los Perelman, por
ejemplo-, éstos no olvidan a ese tío Pedro que pasaba horas tecleando
a dos dedos, sin detenerse, y que les enseñara a atraer picaflores con
unas jeringas llenas de miel colgando de llamativas flores de papel,
hechas por ellos mismos y atadas a resecos arbustos. A los mayores,
ese tío Pedro los cautivaba con recitaciones, cuentos, iniciativas
para el buen comer o coctelitos de buen beber. Mientras la policía de
investigaciones informaba de sesenta registros, controles y
allanamientos en busca del poeta, éste y su esposa Delia del Carril,
impertérritos y "alegres como cascabeles", ponían al mal tiempo muy
buena cara, pues si la cama era estrecha, dormían "como
cucharitas".
Pero no todo era jolgorio para esa pareja privada
de libertad, mientras el acoso cobraba repercusión internacional. Nada
menos que Pablo Picasso pronuncia el único discurso de su vida ante el
Congreso Mundial de Intelectuales en Wroclav, Polonia, en julio de
1948: "Tengo un amigo que debería estar aquí, un amigo que es uno de
los mejores hombres que haya conocido. No es solamente el más grande
poeta de su país, Chile (...) Mi amigo Pablo Neruda está (...)
Acorralado como un perro y nadie sabe siquiera dónde se
encuentra".
Tampoco lo sabía el jefe de la policía política
chilena, quien declaraba cachetonamente a la prensa que la captura era
inminente. Pocos días después de uno de esos comunicados, el 25 de
abril de 1949, en golpe teatral, Neruda aparece en París para la
clausura del Congreso Mundia de Partidarios de la Paz, ante
centenares, quizá miles, entre ellos Picasso.
"Voy a dar la
palabra al último orador... El hombre que va a hablarles está sólo
desde hace unos minutos en la sala... Es un hombre perseguido... Es
Pablo Neruda".
Como un solo hombre, toda la inmensa sala se
pone de pie, con estrépito de aplausos.
Al interesado en los
datos anteriores, le resultará de gran provecho la lectura del Neruda
clandestino de José Miguel Varas. De grata y rápida redacción, este
libro redondea a cabalidad un episodio clave del corazón del siglo
veinte. Contienen materiales y testimonios inéditos, como dos
graciosas, memorables cartas del vate a la Hormiguita y una relación
prolija de la edición clandestina, a cargo de un Partido Comunista
fuera de la ley y con la participación de José Venturelli, de los
primeros cinco mil ejemplares del Canto General. El mismo poeta
precisa fechas y circunstancias de esta creación monumental, que
incluye las "Alturas de Macchu Picchu", cumbre de la poesía de todos
los tiempos, de todas las lenguas.
"Así termina este
libro, aquí dejo/ mi Canto general escrito / en la persecución,
cantando bajo/ las alas clandestinas de mi patria. / Hoy 5 de febrero,
en este año/ de 1949, en Chile, en Godomar/ de Chena, algunos meses
antes/ de los cuarenta y cinco años de mi edad".