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“Space Invaders” o el espacio infinito de la infancia
Nona Fernández (Santiago, 1971) Alquimia Ediciones, 2013. 88 páginas.

Por Gonzalo Schwenke [1]


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Si “aprender a despertar” viene a significar el fin de la etapa de la infancia, entonces da lugar al cuándo y cómo es que dejamos de ser niños; una micronovela como alegoría de jugar a la guerra[2]. El tiempo es cíclico como la serpiente que se come la cola y se auto regenera. Aquí sus personajes hacen memoria, haciendo frente a las nuevas décadas, superando el estado de ensoñación que viene a significar la infancia y la aparente protección de los padres ante los peligros de la cohesión social.

Space Invaders” (2013) se hace cargo de estos paradigmas mediante una voz narrativa de códigos, utilizando breves mensajes y con una forma de escritura que lleva de la mano al lector en el imaginario narrativo. A continuación, el soñar es presentado como el hecho de hacer memoria. Una resistencia al olvido, registro que rescata a los que se perdieron y a los que están siendo dejados en el camino.

Más allá de la brevedad y lo conciso de la narración que simulan el lenguaje militar, el dominio de escenario de la escritura, como montaje dramático en la que se cuida el detalle innecesario y no deja nada para el imaginario del lector. Así mismo, la información mantiene una vigilancia sobre los protagonistas[3], lo escueto del comunicado, el control sobre la palabra y lo publicado provoca que esta generación viva un estado de angustia como una pesadilla. Una generación cercenada, sí. Un marco temporal de pesadilla, también, pero ¿con plena consciencia de su contexto? La potencialidad es el ambiente que generan los recursos de contexto. Aquí la inocencia y las noticias juegan un rol dual, porque son las palabras aparecidas en la crónica roja: “política”, “desaparecidos”, “muertes”, “degollados”, las que generan un ambiente fundido, denso y grisáceo, en el cual los personajes viven esta coyuntura de espejismo, que siempre han vivido, pero que la narración –a partir de la Historia-, se va intensificando cuando los peligros los van tomando desprevenidos.

Es difícil creer que un escritor haga experimentaciones sin una revisión de la tradición narrativa, y de aquellas nuevas formas experimentales de las décadas anteriores. De lo anterior, es valioso tomar esas nuevas formas realizando variaciones o incorporando otras perspectivas de registro. Es así que, en el desarrollo de los capítulos, la narración del protagonista se transforma en una polifonía de voces de los compañeros de sala: Bustamante, Riquelme, Maldonado, Donoso, Zuñiga, Fuenzalida y la misma protagonista: Estrella González. Esto no se refiere al caos conversacional sino al orden mismo de los turnos para dar testimonios y entretejer una historia en común. Una escritura donde los niños describen las situaciones de otro (s) que puede (n) estar ausente (s), pero que complementa la historia que más que ese uno, protagonista, lo que parece más importante es mostrar la voz de una generación en permanente absorción de la tensión sociopolítica imperante. Estos niños superarán el individualismo y resistirán el proceso educacional de los ochenta para aparecer en un “nosotros”[4] con las correspondientes huellas del pasado, este pasado que no es glorioso, sino que parte desde la derrota como catarsis hacia una victoria que no está, no se produce y no se cuenta.

Instalar como novela de la dictadura a “Space Invaders” (2013) sería reduccionista sabiendo que las crisis estructurales de un país es uno de los más fértiles nichos para el arte, aún así, está novela está situada en el transcurrir de la infancia durante la dictadura. Un libro sólido, en donde más que rememorar con simpleza el pasar de los años y de nuestra educación como producto sistémico, sumergidos en el temor a expresarse, etc, está llena de recursos de estilo, que se lee bien estructurada tanto en la forma y como en su fondo liberándose de los estereotipos fundacionales, uno de ellos, la alegorización del sentido de abuso –no solamente de género sino educativo y recreativo— en nuestro país y en las infancias de Latinoamérica.

 

 

[1] Véase http://nudica.blogspot.com

[2]Con los uniformes limpios y las botas con betún, parecen niños en la escolar. Los que están en último grado, tienen voces que ordenan, estar preparados a jugar. A jugar, a los pistoleros, a jugar, a la guerra.” “Jugar a la Guerra”, texto: Jorge González, música: Los Prisioneros.

[3]las informaciones me mantienen angustiado, las noticias me persiguen todo el día, y ya llegaron los platillos voladores” Pobrecito Mortal. Letra y música: Florcita Motuda.

[4] Entiendo este “nosotros” como la toma de poder en esta narrativa donde Riquelme, Donoso, Zúñiga, González aparecen como los protagonistas de la historia, como socios, una amistad circular que supera la etapa de separación que se produce después de la etapa escolar.

 



 

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Nona Fernández (Santiago, 1971) Alquimia Ediciones, 2013. 88 páginas.
Por Gonzalo Schwenke