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INTRODUCCIÓN
A LA POESÍA DE NICANOR PARRA
por Enrique
Lihn (En la
revista Anales de la Universidad de Chile, año CIX, números 83-84,
1951)
... El autor de este estudio
limita su trabajo a la última etapa de la poesía de Nicanor Parra,
representada en la selección por poemas como "Soliloquio del
individuo", "Los vicios del mundo moderno", "La
víbora". Sus puntos de vista no son válidos para los restantes
poemas sino en la medida en que éstos constituyen la expresión de una
personalidad excepcionalmente no contaminada por escuelas literarias.
En la selección adjunta han sido
incluidos con el objeto de que el lector tenga una visión lo más
completa posible de la personalidad aquí parcialmente
soslayada. ... Un poeta es un ser que
vive pensamientos y piensa vida. Lo asume todo pasivamente y lo
expresa todo a través de la actitud propia del creador. Su vocación
es, pues, en algún grado, trágica: experimenta en carne propia lo que
el común de los mortales se limita a enunciar como mera consecuencia
de una proposición dada, toda disminución o aumento de su patrimonio
humano. ... El hombre no se distingue
radicalmente de las demás especies vivas sino en virtud de su libre
albedrío. Sin libertad no hay moralidad. Ambos conceptos son
correlativos, reconocer la validez de uno en detrimento del otro,
signfica negarles toda realidad. Al elegir, el hombre se sitúa
matemáticamente, quiéralo o no, en el lugar que le corresponde como
tal. Se transforma en un ser moral. Pasa de objeto a sujeto, de
determinado a determinante. No importa lo que haya elegido. Basta que
haya elegido. Puede, por ejemplo, decidirse por la negación de la
libertad, vale decir por el escepticismo respeto a toda norma de
validez universal, por la inmoralidad, etc. ... Esta tabla de posibilidades y valores es
menos elástica cuando quien elige es un poeta. "La poesía, anota
Tristan Tzara, es, ante todo, antes de llegar a ser un poema, un
sentimiento, una cualidad de las cosas, una condición de la
existencia". La realidad interior y exterior se necesitan para
sintetizarse en la palabra creadora para constituirse en una realidad
de verdad. La una, desprendida de la otra, no es sino un fantasma
frente a otro fantasma. El poeta elige, pues, el más difícil de los
caminos. Debe romper el círculo de la conciencia, usar de la libertad
para perderla, e intentar a todo trance, a través de la expriencia
inmediata, recuperar el mundo objetivo. Quiere, en su pura idealidad y
materialidad, que su espíritu, como dice Scheller proponiendo una
definición de este concepto, sea determinado por las cosas mismas. Su
suerte es la de un hombre que regresa a su más hondo bien, impreciso y
lejano. ... En este regreso inserto yo
la poesía de Parra. Su actitud es la de un hombre que recupera
trabajosamente un mundo al cual se siente íntimamente unido y
desgarrado. Ha dejado tras sí el reino de sus propios fines, pero no
está seguro de llegar a ninguna parte. De aquí sus freceuentes
recaídas en un escepticismo que se deleita triste y morbosamente
consigo mismo. Es el humor negro, una suerte de empequeñecimiento que
linda con lo ridículo, que hace reír mientras más se ensaña con lo que
toca. Es curioso observar cómo este poeta se acerca a la realidad. De
pronto parece situarse en ella de lleno, aceptarla y comprenderla en
toda su extensión. Describe el mundo y lo ordena de acuerdo a una
rigurosa concepción moral. Lo fustiga con el latigo de su elocuencia.
Lo pone frente a su propia imagen para que se averguence de sí mismo.
Todo esto parece muy claro en "Los vicios del mundo moderno".
Sólo que, en mi intención de mostrarles a ustedes el aspecto
problematico de la posición de Parra: su intento de recuperar un
conocimiento objetivo de las cosas, un orden que no provenga
únicamente de sí mismo, me he remitido por varias razones al
"Soliloquio del individuo", poema que analizaré más adelante.
... Por de pronto, "Los vicios del
mundo moderno" es la obra más madura de Nicanor Parra. Con ella
culmina un proceso que, por razones de claridad, resulta preferible
presenciar durante su desarrollo, allí donde se muestre menos
irreductible. "Los vicios del mundo moderno", es una vasta tela
en que se manifiestan todos los recursos de su autor. Nicanor Parra
sustenta una estética que lo coloca al margen de nuestra tradición
literaria. "La función del idioma, ha dicho, es para mí la de un
simple vehículo y la materia con que opero la encuentro en la vida
diaria". Reivindica así una adecuación rigurosa entre la experiencia y
la expresión. Pero la experiencia para él consiste en una toma de
contacto con el mundo objetivo y no la mera constatación de sus
estados íntimos. Relativiza el sujeto a la luz del objeto e intenta
superar su antagonismo situándose, por momentos, en un plano
sobreindividual. Desde allí se siente capaz de juzgar a los hombres, a
partir de una imagen de lo que es el hombre, de lo que debe ser.
Suspende la necesaria relatividad de todo juicio, relatividad a que
nos ha llevado nuestra caída en la existencialidad, en la libertad y
gratuidad de nuestra conciencia, para remitirnos a un tribunal en que
el bien y el mal son categorías inamovibles de una conciencia
trascendente. El se siente invadido por esta conciencia que le
traspasa parte de su dignidad. Pero duda en todo moemento de ser
infalible. Moraliza sin convicción ninguna, y cuando hace una pintura
crítica del mundo moderno, introduce en ella elementos destinados a
restarle toda seriedad. Lo mismo sucede cuando, de súbito,
aparentemente sin solución de continuidad, empieza a enumerar los
vicios que han llevado al mundo a su descalabro. En esta numeración se
pierde el tono ético, sobrio y riguroso con la intromisión de
elementos desconcertantes. Entre la primera y la tercera parte del
poema, la lista de los vicios -que implican virtudes- es como una
torre de Babel; no llega al cielo porque la unidad de su proyecto se
descompone en la multiplicidad. Todo esto es, naturalmente, de una
gran calidad poética. Pero, ¿se proponía el autor nada más que
conseguir esa calidad para su obra? Valéry afirmaba que la poesía era
para él un medio de transformarse. No escribía por el mero placer de
hacerlo. Tampoco Parra profesa un culto exagerado por la creación que
se basta a sí misma. El arte por el arte lo deja, más que a todos
nosotros que ya hemos superado esa posición absurda, completamente
frío. Les propongo a ustedes una respuesta. El poeta de "Los vicios
del mundo moderno" aspiraba verdaderamente a juzgar este mundo en
que nos debatimos. Era una empresa descabellada y terminó por reírse
de ella a falta de otra salida. El ser del hombre se le desvaneció tan
pronto como creyera revelarlo. Había venido a profetizar el
advenimiento de un orden trascendente; alrededor suyo se reunieron los
ciudadanos del mundo y él quiso hablar como lo hicieron sus grandes
predecesores. Homero, Arquíloco, Jenófanes, no sólo eran poetas.
Legislaban, imponían un orden y profetizaban, llegado el caso, el
advenimiento de un orden superior. Pero Nicanor Parra es un poeta
contemporáneo. Cambió su proyecto (acaso este cambio y el proyecto
constituyan una sola cosa) para entregarse a un juego, por lo demás
muy necesario. Pintar el mundo tal cual es, y no como debiera
ser. ... Nicanor Parra rehuye a todo
trance el tono profético. Un profeta es un hombre de orden. Viene al
mundo a sustituir el caos por la forma y la estructura de todas las
formas posibles. Cree en el hombre y en su posibilidad de alcanzar un
fin sin el tono profético, pero no puede dejar de sentirse invadido
por él algunas veces. Su sentido de la realidad le inserta un tono
ético a su obra, un velado carácter de auténtica solidaridad con
cierta poesía normativa, propia de los grandes poetas griegos, por
ejemplo, y en general, de todos aquellos que asisten al nacimiento de
su pueblo, en medio de la alegria, de la juventud y el trabajo
constructivo. No en vano fue influido, según palabras suyas, por Walt
Whitman, en el amanecer de su poesía. Se vio obigado a desechar esa
influencia obedeciendo el más grande de los imperativos que todavía
conserva su frescura inicial: conociéndose a sí mismo, descubrió la
dirección en que debía proseguir su obra. Pero la profecía, la certeza
y el anhelo de un orden permanente, no sometido a los vaivenes del
capricho y del azar, duermen en ella y despiertan transmutados por una
ironía cruel, melancólica. ... Hay
poemas de Nicanor Parra que parecen la sátira de su propio proyecto,
en el cual se hubiesen formulado apreciaciones claras y distintas
sobre el significado y el destino del hombre. A mayor universalidad
menor veracidad, parece haberse dicho en último instante. No se puede
hablar en general: es peligroso y falso. Hay que atenerse al mínimun,
a uno mismo, a lo que nos sucede día a día en nuestra búsqueda
incansable de cualquier asidero. ...
Recordemos a este respecto el "Soliloquio del individuo", poema
en el que se ponen de manifiesto muchas de las virtudes y vicios
formales, de cuyo riguroso equilibrio han surgido las mejores obras
del autor. ... Lo primero que se pone de
manifieto en este poema es su tono, por decirlo así, elegíaco. No
encuentro otras palabras para expresar cabalmente lo que quiero. Pero
tengo entendido que la elegía es una forma poética nacida en y para la
comunidad, sea cual sea el mensaje de que es vehículo. El poeta va a
hablarnos, no de su intimidad ni de su enfrentamiento con un poder que
nos sobrepase y al que le sea posible encararse por un privlegio
exclusivo. Adopta la primera persona, pero en ella debemos sentirnos
proyectados y revelados a nosotros mismos por una conciencia que, si
no es diferente a la nuestra por su contenido, lo es en cambio por su
mayor lucidez receptiva y expresiva. El tono arcaico, pedregoso del
poema, sus repeticiones continuas destinadas a fijarse en nuestra
memoria, la repetición de ciertas palabras, que dan así la impresión
de ser recién creadas, las vacilaciones y, en fin, el tema tratado,
todo ello nos indica que nos encontramos frente a una manifestación de
tipo colectivo, que se nos va a hablar de lo que a todos nos atañe por
parejo. ... Es, como dije, la primera
impresión. Pronto advertimos que el poeta nos la ha provocado
deliberadamente para luego irla reduciendo a su contraria y lograr
mediante este juego una de sus composiciones más características.
Podría decirse que en ella se narra la historia de la humanidad. Pero
el requisito indispensable para que haya historia es el de que la
iniciativa, la acción particular, nazcan del seno de una comunidad
dispuesta a hacerla suya; una comunidad, es decir, un grupo de
individuos unidos por intereses, valores y fines comunes y
objetivos. ... Ahora bien, esta unión
sólo se logra y se mantiene mientras los valores que la sustentan
pertenezcan a una esfera sobrehumana. Al hombre le es negado el
usufructo de la infabilidad. Nada de lo que siente, piensa y produce,
una vez sometido a la revisión de la crítica y del tiempo, parece
destinado a sobrevivirle.Y como es incapaz de ello, resulta
insuficiente para aunar el esfuerzo de generaciones sucesivas. Si los
valores, si los fines que sirven de acicate a la acción, se tornan
vulnerables, la historia pierde su carácter de tal. A ella le es
indispensable cierta continuidad. Es, antes que nada, un desarrollo,
la ordenación progresiva de todos los medios hacia un fin. De aquí
que, sin el apoyo de una creencia que se sobreponga a su temporalidad,
de un destino impuesto desde fuera, la historia amenace en convertirse
en una serie de tentativas más o menos parciales condenadas, por ello,
a la derrota y al olvido. ... Es lo que
sucede a lo largo del "Soliloquio del individuo". En apariencia
la soledad que de éste se desprende es la soledad involuntaria,
accidental, y al mismo tiempo profundamente necesaria de la vida
intrauterina. Su receso señalará el principio de una integración con
el mundo, integración que se hará consciente de sí desde que el
individuo sorprenda la inutilidad de sus esfuerzos
individuales.
Después traté de cambiarme a otra roca Allí también
grabé figuras Grabé un río, búfalos Grabé una serpiente
(1) Yo soy el individuo Pero no, me
aburrí de las cosas que hacía El fuego me molestaba Quería
ver más.
... "A esta certeza negativa,
me aburrí de las cosas que hacía", opone otra, aún no formulada
expresamente. El Individuo manifiesta un deseo: "Quería ver más". En
su realización desciende a "un valle regado por un río", y "Allí
encontré lo que necesitaba". "Encontré un pueblo salvaje", "Una
tribu". Encuentra, en una palabra, a sus semejantes. Descubre entre
los actos de éstos y los suyos cierta correlatividad. "Vi que allí se
hacían algunas cosas". "Figuras grabadas en las rocas". "Hacían fuego,
TAMBIEN hacían fuego". De ahí en adelante puede sentirse corroborando
y comprometido a una aventura común: la historia. Sus semejantes lo
rodean. Están deseosos de incorporarle a esa aventura sobreindividual.
Deben cerciorarse de que su origen no es diferente al del extranjero.
"Me preguntaron que de dónde venía". Pero el Individuo vacila.
"Contesté que sí, que no tenía planes determinados". "Contesté que no,
que de ahí en adelante". Demasiado consciente de su gratuidad, se
niega el deseo y el derecho a contraer un vínculo que lo colocaría al
margen de sí mismo. La asociación nacida en y para la historia
necesita, se apoya en ese vínculo. Empezamos a comprender que la
soledad, la libertad del hombre para "inventar sus propios fines",
tiene la irreductibilidad de lo cualitativo que, en este caso, no es
posible reducirla, a partir de un mero deseo de objetividad. De ahí
que el individuo persista en mantenerla no obstante esta persistencia
le sea dolorosa.
Tomé un trozo de piedra que encontré en un río Y
empecé a trabajar con ella Empecé a pulirla De ella hice una
parte de mi propia vida. Yo soy el
Individuo.
... El contenido de este
concepto pierde de aquí en adelante su universalidad. Todo carácter
humanístico le es sucesivamente arrebatado. Al Individuo que ahora
habla sin ser un pequeño Dios ni un profeta, tampoco se le puede
encasillar como perteneciente a una especie. Tampoco es un hombre en
el sentido que los humanistas le dan a esta palabra. Los problemas que
se plantea son "falsos problemas": "Preguntas estúpidas se me venían a
la cabeza". ... Pero si ha
aceptado el yugo de una existencia solitaria, de un destino atrozmente
personal, no puede dejar de lamentarlo.
Aquí vengo yo, dije entonces: ¿Habéis visto por aquí
una tribu Un pueblo salvaje que hace
fuego?
... Su obsesión de integrarse
a la sociedad y a la historia es continua. A cada paso siente la
necesidad de elevarse a un plano sobreindividual, inaccesible a su
conciencia, desde el cual se propongan al hombre valores y fines
incorruptibles.
De este modo me desplacé hacia el Oeste Acompañado
por otros seres O más bien
solo.
... El no quiere "inventar"
esos valores y esos fines. Si ha de contraer una alianza con los
demás, ella debe sellarse a base de objetivos reales, necesarios.
Sobre las ruinas del reino de Dios el hombre no puede construir su
propio reino. Quiere ver para creer. Se diferencia en esto de sus
semejantes. "Para ver hay que creer, me decían". Ser determinado por
la "verdad" y no determinarla. Conocer lo absouto a través de una
relaión inmediata, no mediatizarlo, situándolo en su conciencia,
entregándolo a sus mecanismos cognoscitivos. O todo o nada. O el
absoluto o la relativiad más absoluta. O el hombre o los hombres. O la
historia o las historias. ... Así, él es
el peregrino en la tierra.
Crucé las fronteras Y permanecí fijo en una especie de
nicho. En una barca que navegó cuarenta días Cuarenta
noches.
... Hay aquí una alusión a
cierta escena bíblica que todos conocemos. Fracasado su intento de
situarse en el mundo, de comprenderlo y comprenderse en realación a
él, éste es olvidado por el Individuo. Pierde su discontinuidad en la
continuidad de las aguas que lo esfuman. Pero el Individuo se salva de
este diluvios a cambio de permanecer en "una especie de nicho". De él
se salva sólo lo más transitorio, lo que la muerte hace suyo a cada
instante: su destino individual, su soledad y su libertad efímeras e
injustificables. ... El resto del poema
nos habla de nuevos y fracasados intentos de integración con el mundo
y la historia. Ellas se repiten a manera de ciclos cada vez más
amplios y complejos.
Debía producir Produje ciencias, verdades
inmutables.
... (Todas estas verdades,
como se ve más adelante, son todo menos inmutables).
Instituciones religiosas pasaban de
moda.
...
Después de una breve lucha con ese poder que le es imposible
descifrar, con ese absoluto inaccesible a su conciencia, lucha durante
la cual el Individuo se entrega a una producción sin objeto, para
contrarrestar la producción divina cuya finalidad se le escapa,
sobreviene la crisis final:
Alguien segregaba planetas Arboles segregaba Pero
yo segregaba herramientas Muebles, útiles de
escritorio.
... Es el primer momento de la
crisis. Y luego:
Después me dediqué mejor a viajar A practicar
idiomas A practicar a practicar idiomas Idiomas.
... Nicanor Parra no hace
mucho regresó de Inglaterra. Lo llevó allá la necesidad de completar
sus estudios. El objeto de su viaje, pudo haber sido todo lo
importante que se quiera. Pero hay veces en que la dificultad de los
medios hace que se pierdan de vista los fines. Entonces los medios se
convierten en fines y somos absorbidos por un problema insignificante:
practicar idiomas. Esta pequeña obsesión, acaso sufrida personalmente,
ha sido utilizada por el poeta para simbolizar el estancamiento de su
personaje. Este ha claudicado en su afán de escapar a su destino
unipersonal. ... Luego manifiesta un
deseo impracticable: "Mejor es, tal vez, que vuelva a ese valle", "A
esa roca que me sirvió de hogar", "Y empiece a grabar denuevo", "De
atrás para adelante, grabar", "El mundo al revés", "Pero no, la vida
no tiene sentido". ... Se insinúa aquí y
se rechaza simultáneamente, la necesidad de reivindicar el pasado del
hombre. Pero es imposible volver al punto de partida por dos razones.
Primero. Porque la historia no puede ser considerada como un conjunto
de cristalizaciones, independienes entre sí. Mas que condicionarse, se
desprenden unas de otras, en una suerte de proceso genético-causal. De
ahí que el presente, como una nueva céula, conserva del pasado
justamente lo que de éste puede sobrevivir. Y en segundo lugar, porque
si fuese posible retrotraer la historia a su origen, nos veríamos
obigados a revivirla, punto por punto; es decir, a aceptar de nuevo lo
que nos hemos visto obligado a rechazar. ... "Si el hombre, dice Parra, llega a tener
éxito en su afán de destruir el Universo, lo más probable es que Dios
vuelva a crearlo de nuevo". ... Si la
vida no tiene sentido actualmente ello significa que nunca lo ha
tenido, que nunca podrá tenerlo. De ello es consciente el poeta cuando
se niega a rehacer su vida de atrás para adelante y adoptar una
actitud romántica, de nostalgia por el pasado. ... Cabe aquí hacer una aclaración. Más arriba
hemos dicho que el poeta en general, y en particular Nicanor Parra, se
propone, como medio de obtener un saber objetivo del mundo, una suerte
de regreso a la realidad. Ello no significa que nieguen al
conocimiento su raíz fenoménica, que intenten revalidar puntos de vida
históricamente separados. ... Se ve aquí
el peligro de establecer paralelos entre dos disciplinas tan
diferentes como son la filosofía y la poesía. El poeta, en la
actualidad, no desconoce los resultados a que han llegado los modernos
investigadores para revalidar, desde más certeros puntos de vista, el
realismo crítico. Su misión, sin embargo, no es la de sustentar una
posibilidad o una certeza mediante un juego de razonamientos más o
menos válidos. Dijimos que él vive sus pensamientos. Con ello quisimos
significar hasta qué punto en él se entrelazan la acción y la
contemplación. Si postula un regreso a la realidad, lo hace en el
terreno de la realidad. Lo posible y lo necesario son para él uno y lo
mismo. Piensa dogmáticamente y vive críticamente la caída o la
exaltación de sus dogmas. De ahí que él no intente demostar una
intuición, sino expresarla; siempre que ella sea lo suficientemente
significativa como para rechazar todo atisbo de duda. Con la duda
empieza la filosofía y muere la poesía. ... "Soliloquio del individuo" pertenece a
una especie de composiciones que apenas se mantiene en equilibrio
entre el abismo del pensamiento y el de la creación poética. Hay en
ella demasiadas preguntas no contestadas y apenas formuladas, pero
cuya acción corrosiva se insinúa en su organismo. La he citado antes
como una de aquellas obras de Parra en que se manifiesta el elemento
contradictoro del autor. Es un documento de su tragedia consistente en
ir a la realidad y en volver de ella con las manos vacías. Un fracaso
así no puede repetirse muchas veces. Al cabo el poeta se tornaría
reflexivo, postergando indefinidamente el impulso creador que es, en
esencia, afirmación. ... Ello no sucede
gracias a que este impulso es en Parra demasiado fuerte. Su autonomía
respecto al mundo, su libertad para hacer de él una interpretación
personal y crear sus dioses y sus fines sin la participación de nada
ni de nadie no ha extirpado en él la esperanza de que esos dioses y
esos fines sean el patrimonio de todos los hombres, algo más que meras
posibilidades. Asi, pasea por el mundo, pregunta, contesta, solicita.
El amor, que es el móvil de la poesía, pues, participa e influye en su
doble carácter: acción y contemplación, aparecen en la obra de Nicanor
Parra revestidos de un tono metafísico. Salvo raras excepciones, en
que es suscitado por un ser determinado -ningún poeta, a veces
desgraciadamente, puede rehuir cierto tipo de sentimiento accidental-,
salvo raras excepciones, repito, la mujer en la obra de Parra y el
impulso afectivo de que es causante, son como salidas que se abren
hacia lo absoluto por una parte y hacia una realidad ordenada a partir
de lo absoluto, por la otra. El poeta se niega a reconocerlo y
presenta sus trabajos como la más fiel expresión de experiencias
insignificantes. Leyéndolos no se puede sino recordar a Kafka, el gran
encubridor, el gran maestro.
(1): En el volumen de Nascimento los versos de este
poema tienen otro régimen de puntuación. Además, cabe indicar, este
verso no aparece en la primera edición del libro. (Germán
Marín)
de El circo en
llamas: una crítica de la vida. Enrique Lihn Edición de Germán Marín Santiago. Lom, 1997. 694 págs.
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