Me han advertido severamente que no hable de este libro. Una persona
de buena voluntad asegura que es comunista, que el jurado que lo premió
en un "Concurso Nacional de Poesía", estaba en su
mayoría compuesto de comunistas y que, por lo demás,
basta leer el encendido
elogio que le dedica persona tan poco aficionada a elogiar como Neruda.
Mayor motivo para comentarlo.
Dentro de un régimen liberal, se necesita indispensablemente
cierta dosis de comunismo. No en cuanto doctrina verdadera, sino en
cuanto ese elemento sagrado e intangible que se llama "oposición".
Esto lo entienden pocos, porque constituye la más singular
paradoja: combatir al comunismo y respetarlo, herirlo y defenderlo,
he ahí algo que nunca entrará en las cabezas totalitarias.
Y que cuesta bastante introducir en otras. Pero es así. Como
los perfumes muy finos necesitan ciertas partículas de sustancias
fétidas, porque de otro modo no se percibirían, el funcionamiento
de la libertad política necesita aspirantes a la tiranía,
luchadores que combatan por alguna dictadura. ¡No muchos! Si
triunfan, hacen desaparecer la libertad y matan la santa oposición.
Prueba que estamos lejos de ese peligro, el lujo que podemos darnos
de elogiar plenamente, sin restricciones, con entusiasmo, a Nicanor
Parra.
Es un poeta admirable.
Nada más impetuosamente libre que su verso. En todo instante
se le siente el impulso espontáneo y como un "goce de
ser". No le importan trabas. Salta de un idioma a otro con toda
soltura y una especie de gracia seria que imprime su sello.
No lo llamemos humorista: sugiere la idea de un profesional encargado
de hacer reír, cosa horrenda y contraproducente. Parecen, más
bien, poemas desatados que corren como quieren. A menudo, las estrofas
se arrastran, empiezan en la prosa, dan unas vueltas, como los aviones
antes de partir. De pronto, se elevan y salen, saltando. Minutos después,
van por allá volando, cruzan el cielo, rompen las nubes.
Nicanor Parra es un poeta moderno.
Ello no le impide en manera alguna ser antiguo. La famosa cortina
de hierro que divide a las generaciones, él la perfora a cada
rato, sin la menor dificultad. Los que están allá se
escandalizan viendo los bailes que bailan al lado de acá. Y
viceversa. Nicanor Parra va de uno a otro como si no hubiera cortina.
Una vez andando
Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.
Buenos días, dijo.
Yo le contesté.
El en castellano.
Pero yo en francés.
Dites moi, don angel.
Comment va monsieur.
Él me dio la mano.
Yo le tomé el pie:
¡Hay que ver, señores.
Cómo un ángel es!
Así comienza una de las composiciones más
conocida de Nicanor Parra. Porque no pretendemos descubrirlo: tiene
varios premios sobre la conciencia y hasta un estudio especial, la
Introducción a la poesía de Nicanor Parra, hecha
por Enrique Lihn con toda reverencia. Pero un buen poeta siempre es
nuevo; cada vez que se toma un libro suyo parece que se le descubriera.
¿Hay cosas inéditas aquí?
Por el placer que producen, todas lo son; pero hay, particularmente,
ciertas divagaciones extrañas, casi en prosa, mantenidas a
fuerza de ritmo, a una velocidad endemoniada y con una especie de
embrujo, que se leen y vuelven a leerse sin llegar nunca al fondo.
Son clarísimas, parecen elementales: eso las vuelve más
misteriosas. Eduardo Anguita va a reprochármelo. Este joven
cree que mi oficio consiste en saber lo que no se sabe, averiguar
lo que no admite averiguaciones o decir que uno entiende lo que, en
realidad, no ha entendido. Rehuso ese honor. No me complace escribir
mentiras y presentar una fachada imponente. Prefiero la extraña,
la inconcebible e indescifrable
verdad. ¿Qué sería de nosotros si alguna vez
llegáramos a comprenderlo todo? Desaparecería el atractivo
de la existencia, la razón de ser.
Remoto peligro.
Hemos buscado para reproducirlas algunas de esas composiciones. Necesitarían
demasiado espacio. Exigen enderredor cierta atmósfera, no se
pueden sacar sencillamente ni menos fragmentarlas. Nombremos "Las
tablas". Allí intervienen evidentemente confidencias freudianas
y pasa el complejo de la madre. Mi traje estaba empapado de sangre
—y entre mis dedos se veían algunos cabellos— Los cabellos
de mi pobre madre. —Por qué maltratas a tu madre —me preguntaba
entonces una piedra —una piedra cubierta de polvo—. Por qué
la maltratas. Es una pesadilla lúcida: ídolos, tablas
de la ley, pájaros, cosas de sueño. Entonces yo me
volví de nuevo a mi dama —y le empecé a dar más
firme que antes—. Para mantenerse despierto había que hacer
algo. Nombremos también, aunque se sale del género,
la divertida "Oda a las palomas", el enigmático "Túnel",
el "Solo de piano", reflexivo, el macabro autorretrato del
profesor que hace quinientas horas de clase, para recalar definitivamente
en Catalina Parra:
Caminando sola
Por ciudad extraña
Qué será de nuestra
Catalina Parra.
Cuánto tiempo ¡un año!
Que no sé palabra
De esta memorable
Catalina Parra.
Bajo impenitente
Lluvia derramada
Dónde irá la pobre
Catalina Parra.
¡Ah, si yo supiera!
Pero no sé nada
Cuál es tu destino
Catalina Pálida.
Ay, amor perdido
¡Lámpara sellada!
Que esta rosa nunca
Pierda su fragancia.
A todo esto, en todo esto, ¿qué del comunismo?
¿Por qué no suenan maldiciones a Estados Unidos ni escuchamos
anatemas contra Foster Dulles? ¿Acaso este poeta osa violar
las consignas y desobedece el mandato? ¿Nada, ni siquiera una
alusión a la pobre Guatemala?
Curioso.
Parece que, además de talento, de ímpetu
de racia, de frescor, de imágenes y ritmos impensados, este
poeta tuviera buen gusto.
Poemas
y Antipoemas. Versión pdf, "Memoria Chilena.cl"