Antes de aparecer en un tomo compacto, esta "Obra gruesa"
de Parra había ido floreciendo en gajos menudos, volanderos,
con un aire juguetón de liviana importancia que impedía
abarcarlos,
pesarlos y medirlos.
Al presentarse de golpe y en masa, ¿se podría decir
qué han ganado?
Lo creemos dudoso.
La sucesión y el conjunto ponen de relieve algo que antes,
disperso, no se percibía, con igual relieves el procedimiento,
la técnica, casi diríamos la mecánica de los
antipoemas.
Si contamos el "contraste inesperado y violento", el choque
continuo de una línea poética con otra prosaica, el
detalle fino, patético angustioso junto a la salida chocarrera,
hecha para espantar, la verdad casi tenemos agotada la lista de los
recursos expresivos que amarran esta "obra gruesa".
Lo demás es cuestión de números.
Es decir, de cerebro.
El cerebro nunca está ausente o siquiera adormecido en la
poesía de Parra. Como se sabe, enseña matemáticas.
Esta ciencia acompasada lo conduce a la repetición de ciertos
ritmos y, por ahí, irremediablemente a la danza, al zapateo,
al golpe isócrono. El baile desempeña un papel importantísimo
en su inspiración poética. Pero no lo embriaga ni lo
incita a soñar. A lo sumo, le permite el delirio lúcido
de intención sarcástica. El antipoema tiene la entraña
humorística, a menudo un tanto feroz y dentellada. Le gustaría
morder, pero la prisa no lo deja.
Qué es un antipoeta:
Un comerciante en urnas y ataúdes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo?
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?
Se ha hablado de la angustia subyacente en las muecas de este saltarín,
se ha querido encarnar en ella el caos contemporáneo, el drama
de nuestro tiempo fuera de órbita, a tropezones con el infinito,
la carrera desatada contra no se sabe quién. La verdad es que
se pueden y seguirán diciéndose muchas cosas sobre la
antipoesía, que no es exclusivamente de Parra. Cada cual tiene
la suya, recibe su choque. En cuanto a sensación angustiosa,
la más frecuente que nos asalta en su lectura es la del salto
que no alcanza a llegar a la otra orilla, la de la risa que se queda
a medio camino, cuando ya estábamos contrayendo con buena voluntad
los labios algo perpetuamente incompleto y a disgusto, no precisamente
frustrado, pero sin la plenitud que estalla y, al deleitarse, nos
deleita. ¿Quería demasiado y no pudo? ¿Pretendía
otra cosa? El hecho es que no da nunca la impresión de estar
en paz consigo mismo y causa el efecto, a ratos incómodo, de
que no está hablando en broma, de que dice la verdad, como
ciertas mujeres desprovistas de belleza, que lo reconocen y proclaman
y a quienes, no pudiendo contradecirlas, les buscamos otras virtudes
como substituto y, en el fondo, sólo querríamos desesperadamente
hacerlas callar.
Obra
gruesa . Versión completa (pdf, 26.7 Mb) "Memoria Chilena.cl"