Nicanor
Parra. Obras Completas & algo + (1935-1972)
Nicanor
Parra
Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, 2006. CXLI y 1068 páginas
Por
Joaquín Marco
El Cultural, Enero de
2007
Antes de introducirnos
en este volumen, el primero de los dos que se anuncian, tal vez convenga enumerar
la lista de colaboradores. La edición de estas casi Obras Completas
(siempre hay un casi en este tipo de ediciones) ha estado al cuidado de Ignacio
Echeverría, lo que constituye ya una garantía de trabajo bien hecho.
La edición de los textos de Parra ha sido establecida por su mejor especialista,
Niall Binns. A continuación, figura un breve prólogo de Harold Bloom,
quien se atreve a asegurar: “si el poeta más poderoso que hasta ahora ha
dado el Nuevo Mundo sigue siendo Walt Withman,
Parra se le une como un poeta esencial de las Tierras del Crepúsculo”.
No sólo son acertadas palabras sintetizadoras de un crítico, parecen
las de un poeta. Y son justas. Conviene, sin embargo, que aún antes de
intentar abrirse camino en la enmarañada jungla de su obra, el lector no
pase por alto las “Consideraciones previas” firmadas por Los Editores, aunque
cabe suponer que surgen de los criterios establecidos por Echeverría, bendecidos
por el propio Parra, quien a sus noventa y pocos años ha decidido vencer
su reticencia a aglutinar sus libros y otros textos. El lector podrá disponer
de dos prólogos más extensos, uno de Binns, que trata de establecer
la “antipoesía” de Parra como el hilo de Ariadna de su producción
y otro de Federico Schopf, sin duda el mejor conocedor de la poesía chilena.
Aunque se solapen en ocasiones, ambos poseen la rigurosidad imprescindible para
entender el objetivo de un poeta tan renovador y posvanguardista. Las páginas
CXXXIII- CXLI constituyen una útil cronología hasta 1972 y no pueden
faltar unas útiles y amplias notas a los textos, así como índices
de primeros versos, de “Artefactos” e incluso los de su Poesía rusa
contemporánea, traducida por Parra, que figurará como el Anexo
II.
Nicanor Parra no recibió el premio Nobel para el que fue nominado
en 1972, pero sus poemas fueron traducidos al inglés, ya en 1967, por Ginsberg,
Ferlinghetti y William Carlos Williams, entre otros. Muy apreciado en los países
de habla inglesa, sus heterodoxos Poemas y antipoemas no se publicarán
en España, en Seix Barral, hasta 1972. En su entorno poético descubrimos
la gran poesía chilena del momento: el más tarde Nobel Pablo Neruda,
Huidobro, Gabriela Mistral, otra Nobel, y una pléyade de jóvenes
de su misma promoción, como Enrique Lihn o Jodorowsky. Los tres colaboraron
en “El Quebrantahuesos” en 1951, diario mural cuyos ejemplares, los que se conservaron,
se reproducen aquí. Por los mismos años, en Cataluña, Brossa
iniciaría una evolución que habría de llevarle también
a la poesía visual y a los artefactos poéticos.
En este volumen
podemos reencontrarnos con los primeros textos del poeta y su primer libro, que
no había vuelto a publicarse, Cancionero sin nombre (1937), ya entonces
laureado, de influencias lorquianas, aunque convendría matizarlas. Es cierto
que se sirve del romance y de algunas de sus imágenes, pero versos como:
“Deme un membrillo, señora,/ que voy a morirme de hambre” no responden
a la intencionalidad del Romancero gitano, antes anticipan ya el absurdo
surrealista de lo que decidirá calificar de “antipoema”. La decantación
hacia lo popular se manifestaría también en los poemas procedentes
de dos antologías, 1939 y 1942, aunque culmine en las coplas chilenas de
La cueca larga (1958), pero el volumen, sin atender al orden de publicación,
se inicia con sus tres partes bien diferenciadas de Poemas y antipoemas
(1954), que fue presentado como tres libros diferenciados. Tal vez el poema que
define las inquietudes de Parra en este período de su poesía, ya
profesor de Física y sentimental a la contra, sea “Soliloquio del individuo”,
que cierra la colección reordenada de otro modo de la que sería
su primera obra completa y aún más incompleta: Obra gruesa
(1969). Fernando Alegría, uno de los grandes críticos chilenos de
la época saludó La cueca larga con palabras reveladoras sobre
su recepción: “Cuando Parra triunfa con La cueca larga en la ramada,
bajo el sauce, junto a la acequia a la línea de tren, es porque la gente
huasa le ha considerado uno de los suyos, le ha reconocido y apreciado su cinismo,
[...] su bulliciosa amargura y sus sangrientas parodias de las instituciones burguesas”.
No sé, sin embargo, si aquella “gente huasa” podía apreciar de igual
modo los temibles Artefactos (1972), suma de imagen y texto que, reproducidos
ahora (pp. 315-556), quedan más cerca de un dadaísmo adaptado a
su manera que del surrealismo.
También en ellos figuran preocupaciones
religiosas (algunas provocadoras) que constituirán una constante de su
obra: “QUO VADIS NICANOR/ A QUEMAR/ ZARZA/ a ver si se nos aparece Dios” junto
al dibujo de un hombre con una maleta y sin cabeza, en cuyo hueco se sitúa
parte del texto. Algunos advierten en “Los profesores” (1971) un poema enumerativo
como uno de sus mejores logros poéticos. Parra amplifica la nerudiana enumeración
caótica (otorgándole un sentido al caos) para designar una profesión
de quienes ejercían la docencia con “tanta manía pedagógica”,
mientras se producían dos guerras mundiales. Pero ya desde Versos de
salón (1962) en el poema “Cambios de nombre” había revelado
el objetivo de su estética: “El poeta no cumple su palabra/ Si no cambia
los nombres de las cosas”. Si los zapatos, sigue, deben llamarse ahora ataúdes,
“Al propio dios hay que cambiarle el nombre/ Que cada cual lo llame como quiera:/
Ése es un problema personal”. Pero el poeta se nos ofrece como un observador
parcial. Sus versos denotan, aunque también sugieren al lector. Pasa de
lo cotidiano en un cementerio a una escena galante o a servirse de un mito romántico,
“La doncella y la muerte”, despojándole ahora del misterio, aunque enlace,
una vez más, erotismo y muerte. Las Canciones rusas (1967) responden
a un irónico mañana, “...lo único/ De lo que realmente disponemos”.
En Los trapos al sol reúne textos dispersos de épocas diversas,
publicados en revistas, incluidas las prosas de “Gato en el camino” o “El ángel”,
calificada como “tragedia novelada”. En este apartado sitúa también
su primer libro, ya mencionado, así como “Una poética”, procedente
de “De [13 poetas chilenos]” (1948) ilustrativa de su estética: “La función
del artista consiste en expresar rigurosamente sus experiencias personales sin
comentarios de ninguna especie. [...] La función del idioma es para mí
la de un simple vehículo.[...] Huyo instintivamente del juego de palabras.
Mi mayor esfuerzo está permanentemente dirigido a reducirlas a un mínimo”.
En Poetas de la claridad (1958) rememora la antología de 1938, donde
publicaron ocho poetas noveles, cuyo objetivo era “el canon de la claridad conceptual
y formal”, admite las lecturas de Freud y el surrealismo “mandragórico”
(de la revista “Mandrágora”). Ya en Obra gruesa se había
servido de la fórmula de los telegramas para definir su estética
desde el ángulo político: “Yo no soy derechista ni izquierdista/
Yo simplemente rompo moldes”. Y en De Emergency Poems (1972) podemos descubrir
junto a un poema como “Viva Stalin” la “Canción para correr el sombrero”,
donde describe a un Tolstoi caricaturizado por una larga enumeración de
desgracias y convertido en un heroinómano atracador. A esta serie corresponde
el significativo: “SIETE/ son los temas fundamentales de la poesía lírica/
en primer lugar el pubis de la doncella/ luego la luna llena que es el pubis del
cielo/ los bosquecillos abarrotados de pájaros/ el crepúsculo que
parece una tarjeta postal/ el instrumento músico llamado violín/
y la maravilla absoluta que es un racimo de uvas”.
Disponer en este primer
y grueso volumen de los materiales de Parra hasta 1972 constituye un acontecimiento.
Echarán de menos los lectores que le hayan seguido libros posteriores que
han de aparecer en el segundo volumen, las Prédicas y sermones del Cristo
de Elqui (1977) y su continuación (1979).
La obra de Parra culmina
aquí, pero sigue hasta hoy. Si no lo habían descubierto con anterioridad,
no se la pierdan. Es más que un clásico moderno. Su antipoesía
es un eslogan tras el que aparece, con enorme sentido crítico, un autor
contradictorio como nuestro tiempo. Tendrán también escuetas noticias
de la cantante Violeta Parra, su hermana y colaboradora, que se suicidó;
de sus problemas políticos con la izquierda cubana y chilena (su famoso
té en la Casa Blanca con los Nixon), de su actitud ante la dictadura de
Pinochet, de sus continuos viajes por todo el mundo. No cabe duda de que Nicanor
Parra es una de las voces insustituibles en este siglo XXI, aunque su voz arranque
del pasado. No pueden perdérsela.
SIEGMUND
FREUD
Pájaro con las plumas en la boca
Ya no se puede más
con el psiquiatra:
Todo lo relaciona con el sexo.
En las obras de Freud
es donde vienen
Las afirmaciones más peregrinas.
Según
este señor
Los objetos de forma triangular
-Plumas fuente, pistolas,
arcabuces
Lápices, cañerías, guaripolas-
Representan
el sexo masculino;
Los objetos de forma circular
Representan el sexo femenino.
Pero
el psiquiatra va más adelante:
No solamente conos y cilindros
Casi
todos los cuerpos geométricos
Son para él instrumentos sexuales
A
saber las pirámides de Egipto.
Pero la cosa no termina ahí
Nuestro
héroe va mucho más lejos:
Donde nosotros vemos artefactos
Vemos,
digamos, lámparas o mesas
El psiquiatra ve penes y vaginas.
Analicemos
un caso concreto:
Un neurópata va por una calle
De repente da vuelta
la cabeza
Porque algo le llama la atención
-Un abedul, un pantalón
a rayas
Un objeto que pasa por el aire-
En la nomenclatura del psiquiatra
Eso
quiere decir
Que la vida sexual de su cliente
Anda como las reverendas huifas.
Vemos
un automóvil
Un automóvil es un símbolo fálico
Vemos
un edificio en construcción
Un edificio es un símbolo fálico
Nos
invitan a andar en bicicleta
La bicicleta es un símbolo fálico
Vamos
a rematar al cementerio
El cementerio es un símbolo fálico
Vemos
un mausoleo
Un mausoleo es un símbolo fálico
Vemos un dios
clavado en una cruz
Un crucifijo es un símbolo fálico
Nos
compramos un mapa de Argentina
Para estudiar el problema de límites
Toda
Argentina es un símbolo fálico
Nos invitan a China Popular
Mao
Tse-Tung es un símbolo fálico
Para normalizar la situación
Hay
que dormir una noche en Moscú
El pasaporte es un símbolo fálico
La
Plaza Roja es un símbolo fálico.
El avión echa fuego
por la boca.
Nos comemos un pan con mantequilla
La mantequilla es un
símbolo fálico.
Descansamos un rato en un jardín
La
mariposa es un símbolo fálico
El telescopio es un símbolo
fálico
La mamadera es un símbolo fálico.
En capítulo
aparte
Vienen las alusiones a la vulva.
Vamos a silenciarlas por decoro
Cuando
no la comparan con un búho
Que representa la sabiduría
La
comparan con sapos o con ranas.
En el aeropuerto de Pekín
Hace
un calor de los diez mil demonios
Nos esperan con flores y refrescos.
Desde
que tengo uso de razón
No había visto flores tan hermosas.
Desde
que el mundo es mundo
No había visto gente tan amable
Desde que los
planetas son planetas
No había visto gente tan alegre.
Desde que
fui lanzado
Fuera del paraíso terrenal.
Pero volvamos a nuestro
poema.
Aunque parezca raro
El psiquiatra tenía la razón
En
el momento de pasar un túnel
El artista comienza a delirar.
Para
empezar lo llevan a una fábrica
Es ahí donde empieza la locura.
Síntoma
principal:
Todo lo relaciona con el acto
Ya no distingue la luna del sol
Todo
lo relaciona con el acto
Los pistones son órganos sexuales
Los cilindros
son órganos sexuales
Las tornamesas órganos sexuales
Las manivelas
órganos sexuales
Los altos hornos órganos sexuales
Tuercas
y pernos órganos sexuales
Locomotoras órganos sexuales
Embarcaciones
órganos sexuales.
El laberinto no tiene salida.
El Occidente
es una gran pirámide
Que termina y empieza en un psiquiatra:
La pirámide
está por derrumbarse.