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La Vuelta del Cristo de Elqui. Nicanor Parra, Ediciones UDP, Santiago 2007.

El poema Dramático de Parra

Por Ignacio Valente
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 25 de Noviembre de 2007

 

Por los años 40, Nicanor Parra solía escuchar y leer, embelesado, a un predicador callejero llamado Domingo Zarate Vega. Este pintoresco sujeto inspiró sus Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977 y 1979), hoy reeditados bajo el nuevo título de La vuelta del Cristo de Elqui (cambio de nombre que no dejará de producir confusión bibliográfica). La relación entre Zarate y el personaje del libro es efectiva pero circunstancial, pues este último es una creación literaria, una verdadera construcción dramática, en la pluma de un poeta que, inserto en la mejor tradición inglesa de Browning, suele producir hablantes poéticos (antipoéticos) varios; sólo que éste es el más hablador de todos, a lo largo de sus 63 sermones. (De paso, nuestro autor ha ayudado a no pocos poetas de las generaciones siguientes a mortificar o al menos alternar su yo lírico con otras voces e identidades de fantasía, con claro provecho para su creatividad).

¿Es el Cristo de Elqui, en la escritura de Parra, una parodia o reproducción burlesca? Por supuesto que sí: incluso el mismo personaje parodiado se siente una especie de parodia de Jesucristo: "el verdadero Cristo es lo que es/ en cambio yo qué soy: lo que no soy". Pero debe recordarse que en la obra de Parra casi todo es parodia, y con esta singular característica: aquello que el antipoeta gusta de parodiar suele producirle al mismo tiempo una notable fascinación. Así, por ejemplo, su verso endecasílabo es con frecuencia una parodia de endecasílabo, que hace chocar en su interior la versificación más fina con el sentido más chusco ("¿Puede verse la hora en una flor?") o chabacano ("Véndese crucifijo de ocasión"): operación paródica y de contraste que el poeta suele practicar con un deleite métrico y musical indudable, como que ese tipo de verso sobreabunda en el Cristo de Elqui (¡un predicador en endecasílabo y alejandrino!). De modo análogo, la parodia del personaje mismo no es una sátira ni una caricatura: dentro de la habitual irreverencia de Parra, contiene un fondo contrastante de respeto "cervantino" —cuando no de fascinación— por su dramatis persona, lo que refuerza su realidad.


El personaje de Elqui

¿Quién es éste? Es un naiv de tomo y lomo; una mezcla de predicador errante, sacristán y payaso malgré lui, que incluso, aquí y allá, podría reflejar algo del Cristo verdadero. Es —cito su endecasílabo de parodia— "más chileno que el mote con huesillos". Es un hombre de extracción popular. Aunque tenga cierto estilo evangélico, es católico hasta la médula, con referencias continuas al Papa, a los sacerdotes, a la Virgen María. Es a la vez fervoroso e irrespetuoso, ortodoxo y heterodoxo, ignorante y casi docto, cuerdo y disparatado y, en suma, extravagante en sus variados discursos: recuerdos, consejos, invocaciones, invectivas, advertencias, desafíos, reflexiones morales y religiosas varias.

En los poemas iniciales, el predicador se presenta a sí mismo con visos tragicómicos. Tras la muerte de su madre idolatrada y en homenaje a ella, este obrero del norte hace una manda de vestir sayal y recorrer el país "predicando mis sabios pensamientos/ en beneficio de la Humanidad", en medio de las mayores pellejerías. Se sabe personaje de tercera fila, "un taumaturgo de menor cuantía":

Yo soy más yerbatero que mago
yo mejoro yo calmo de los nervios
pero no resucito cadáveres
................ .. .. ..... .. . putrefactos
el arte excelso de la resurrección
es exclusividad del divino
................ .. .. ..... .. .maestro.

Pero esa modestia y sujeción no obsta para que a veces desbarre y se contradiga dentro de una misma estrofa: "Yo me declaro fundamentalista (...)/ a pesar de no tener velas en ese entierro/ puesto que soy un librepensador" (y en endecasílabo, para variar). Después de todo, contradecirse es parte de su identidad, sobre todo cuando está un poco bebido, lo que ocurre una sola vez: "Todo puede probarse con la Biblia/ por ejemplo que Dios no existe (...)/ ¡pongan otra docena de cervezas!".

Como buen personaje de Parra, el hombre se expresa en lenguaje coloquial, y así lo consigna en forma explícita: "y perdonen si me he expresado en lengua vulgar/ es que ésa es la lengua de la gente". Sin embargo, también es parte de su habla antipoética (y naive) cierto aire pomposo y cursilón: "el sagrado recuerdo de mi madre/ no me deja pensar en otra cosa/ llena todo el ámbito de mi espíritu" (es frecuente la retórica kitsch del último verso). Otras veces, en la misma línea culterana, usa el "vosotros", o bien adopta un todo lírico:

La presencia del Espíritu Santo
se percibe con toda nitidez
en la mirada de un niño inocente
en un capullo que está por abrir
en un pájaro que se balancea
................ .. .. ..... .. .sobre una rama.

Se observará que nuestro predicador es, contra las apariencias iniciales, un personaje y hablante muy polivalente, de cierta complejidad dramática, psicológica y religiosa, y sujeto a un tratamiento verbal sofisticado. Sus temas pueden ser muy diversos: su autobiografía, la oración, los derechos humanos, la Biblia, el arte, la Eucaristía, Emilio Recabarren, el espíritu de lucro... Sus consejos pueden ser apropiados, curiosos, obvios, peregrinos, utópicos... (Y los propios poemas son de cualidad un tanto desigual). Sin embargo, lo que confiere su gracia, su sabiduría folklórica, su coherencia, su sentido o sinsentido a estas páginas es el carácter del hablante, su lenguaje, su identidad inconfundible como creación dramática del antipoeta.

Pero en términos de homogeneidad también hay, intercalados con los textos del predicador, algunos poemas —por lo demás brillantes— que no cuadran con su voz ni con su identidad. Por ejemplo éste, típico de Parra, pero cuyo sujeto hablante sería más bien un profesor de filosofía de cuño nominalista o neopositivista, a quien el pobre predicador, si lo oyera o leyera, no le entendería gran cosa. "En realidad no hay adjetivos/ ni conjunciones ni preposiciones/ ¿quién ha visto jamás una y/ fuera de la gramática de Bello?/ en la realidad hay sólo acciones y cosas/ un hombre bailando con una mujer/ una mujer amamantando a su nene/ un funeral —un árbol— una vaca/ la interjección la pone el sujeto/ el adverbio lo pone el profesor/ y el verbo ser es una alucinación del filósofo". En el mismo sentido, hay en esta obra fragmentos célebres y muy graciosos de Parra, pero cuya compatibilidad con el hablante de Elqui es también dudosa:

La neurosis no es una enfermedad
es una concentración de energía
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... .. psíquica
que debemos saber aprovechar
un neurótico bien aprovechado
rinde el doble o el triple que un
.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .sujeto normal.

Aprecio mucho la boutade de estos versos, pero no los creo coherentes con la voz del predicador. Otro tanto ocurre con la breve tercera parte de estos Sermones, agregada en 1983: cuatro poemas que no pertenecen a este libro, entre otros el que se titula nada menos que "La vuelta del Cristo de Elqui", y da su título al volumen, pero donde el que habla no parece ser el predicador, sino más bien el propio Nicanor Parra: "Yo partidario de la Dictadura?/ no me haga reír amigo Volodia" (y la consiguiente polémica política y ecológica con Teitelboim). Tanto por coherencia, como por claridad y calidad, sugiero que este libro vuelva a su forma editorial propia sin tercera parte y con su título original.

Creación dramática y fe cristiana

Por otra parte, y no obstante la personalidad excéntrica del predicador, hay poemas que, cuadrando con su situación, cultura y habla, son aciertos teológicos espléndidos, que la fe católica asociaría a la doctrina del sacerdocio común (no ministerial) de los fieles. Por ejemplo: "Todas las profesionales se reducen a una/ hay quienes dicen somos profesores/ somos embajadores somos sastres/ y la verdad es que son sacerdotes/ sacerdotes vestidos o desnudos/ sacerdotes enfermos o sanos/ sacerdotes en acto de servicio/ Hasta el que limpia las alcantarillas/ es indudablemente sacerdote/ ese es más sacerdote que nadie". Magnífico. Léase también otro poema, cuyo motivo —hablando en católico— podría llamarse el sentido sacramental del cosmos:

Resumiendo la cosa
al tomar una hoja por una hoja
al tomar una rama por una rama
al confundir un bosque con un bosque
nos estamos comportando frivolamente
esta es la quintaesencia de mi doctrina
felizmente ya comienzan a vislumbrarse
los contornos exactos de las cosas
y las nubes se ve que no son nubes
y los ríos se ve que no son ríos
y las rocas se ve que no son rocas
son altares
.. .. .. .. .. ¡son cúpulas!
.... .. .. .. .. .. .. .. ..¡son columnas!
y nosotros debemos decir misa.

Estos memorables Sermones y prédicas son ambiguos y lúdicos en muchos sentidos, pero sobre todo en éste: un poeta que se confiesa agnóstico juega a ser creyente; se ríe de Dios y del demonio, pero vuelven una y otra vez a su discurso; le da sueño la Biblia, pero sueña con las tablas de la ley. Su Cristo de Elqui es una parodia pero, de Elqui o de donde sea, se llama todavía Cristo. ¿Figuras tutelares de la infancia, fantasmas del inconsciente, residuos de la conciencia religiosa? ¿O gárgaras literarias? ¿O todo eso junto y algo más? Vaya uno a saber.

 

 

 

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