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Entrevista al antipoeta
Transgresiones del antipoeta anciano


Por Hernán Miranda Casanova (*)
Revista "Ñ". Suplemento cultural y literario
Diario Clarín, Buenos Aires. 15 de Octubre 2005.

A los 91 años Nicanor Parra escribe letras de rap, zigzaguea con su viejo auto por los sinuosos caminos de su país, Chile, y traduce a Shakespeare. También insiste con su oposición al lirismo nerudiano. Para después de muerto, tiene el proyecto de resucitar.

Todos los atardeceres, Nicanor Parra ve hundirse el sol bajo el mar a través de las ventanas de su casa de Las Cruces, en la costa chilena del Pacífico. No es que esté sentado esperando pasar el cadáver de su enemigo, pero algo de eso hay cuando nos dice que “la poesía está condenada a muerte”, refiriéndose a aquella lírica basada en una sensibilidad esteticista y culterana a la que el poeta le puso una carga de profundidad hace ya más de medio siglo con sus Poemas y Antipoemas (1954). Ahora, a los 91 años de edad, se ve con tanto dinamismo como si tuviera veinte o treinta años menos. ¿Cuál es el secreto?

Es un asoleado día de primavera y vamos en viaje rumbo a Las Cruces, un balneario situado a unos 100 kilómetros de la capital chilena que hace 80 años era frecuentado por la “gente bien” y hoy luce todavía algunas mansiones carcomidas por el paso del tiempo. Hacia el sur, se ubica la popular Cartagena, que también tuvo pasado aristocrático. Allí está la tumba de Vicente Huidobro, el fundador del Creacionismo. Desde Las Cruces hacia el norte, en Isla Negra, yacen los restos de Pablo Neruda en su famosa casa-museo. Entre esos extremos, la austera casa de Parra, con un rústico jardín que incluye una vieja palmera. Al frente, en el muro de una casona solitaria, un grafiti anarquista y el slogan: “Abajo el aparato estatal”. También, la puerta de madera de la casa de Parra ha sido rayada con la misma pintura negra: “Anti-poesía”. En la puerta, un papel blanco con la letra inconfundible de Parra advierte: “¡Keep off! Top Secret”, de donde podríamos deducir que el ataque proviene tal vez de anarcos anglosajones...

Me recibe Colombina, hija de Nicanor, que está con su esposo, mientras por ahí revolotea Cristóbal, nieto del antipoeta, todos de negro. Colombina me recuerda el gran revuelo que se armó cuando en 1984, en plenos años de dictadura, yo me encerré en una jaula del Zoológico de Santiago, mientras Nicanor, Enrique Lihn y otros poetas me respaldaban alrededor con una acción de arte que se constituyó en gran noticia del día. Estamos volviendo, pues, al mundo insólito de la antipoesía. Parra aparece, con chaqueta de jean, pantalón de corderoy y gorro de lana. Parece un viejo pescador artesanal ¿cómo el del Viejo y el Mar?

De entrada le elogio la bella vista de la costa. “Fea no es”, replica con el humor oblicuo de los campesinos chilenos, en guardia ante los intentos adulatorios del interlocutor, o como ese otro dicho: “Yo no digo una cosa por otra”, que en Parra se convierte en “yo digo una cosa por otra”. Así como cuando le preguntaron su opinión por la obtención de un premio literario su respuesta fue “peor es mascar lauchas..!” En relación con su edad y los elogios que recibe por mantenerse en tan buena forma señala que, por ejemplo, Neruda cuando murió era muy joven: “sólo tenía 69 años, se veía más viejo por el cáncer”.

“Durante medio siglo/ la poesía fue/ el paraíso del tonto solemne./ Hasta que vine yo/ y me instalé con mi montaña rusa”, señalaban unos versos de Parra incluidos en Versos de Salón (1962). “Me han preguntado si este libro es inmoral. Yo diría que no; es demasiado sucio para ser inmoral. Un tarro de basura no es inmoral, por muchas vueltas que le demos a su contenido”, escribió entonces Prudencio Salvatierra, un ultra conservador sacerdote y crítico literario.

Desde fines de los años ’30 Nicanor Parra formó parte del grupo cercano a Neruda. Dicen que no hay peor astilla que la del mismo palo. Por eso será que la antipoesía surgió, justamente, como una reacción (algunos dicen ahora “una revolución”) contra el discurso nerudiano o lo que representaba esa poesía heredera del modernismo rubendariano y del discurso de Whitman. Como lo señaló en Poemas y Antipoemas: “Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:/ La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,/ Menos aún la palabra dolor,/ La palabra torcuato./ Sillas y mesas sí que figuran a granel,/ ¡Ataúdes! ¡Útiles de escritorio!/ Lo que me llena de orgullo/ Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos”

Nicanor comprendió que el modernismo ya no respondía a las exigencias del momento, que era necesaria una salida. “La mía fue retroceder en el tiempo. Descubrí que durante el medioevo existió la poesía construida desde el habla popular y que también existía aquí, a un metro de mis narices”. Por eso en su poesía nada está prohibido. Y ahora, al recorrer la casa es como adentrarse en un compendio de la antipoesía. Hay una suerte de exposición de “trabajos prácticos”.

-Sobre una mesa vemos tres libros, uno al lado del otro: el Manifiesto Comunista, el Manual de Buenas Costumbres de Carreño y Mi Lucha de Hitler. Texto: “Biblioteca de Bolsillo”.

-Una pelela de plástico y encima un letrero: “La última cena”

-Una vieja silla de madera a la que le falta la plataforma para apoyar las posaderas. Texto: “La silla gestatoria”.

-Varias máquinas de escribir muy antiguas. Título: “La máquina del tiempo”.

-Un viejo maletín de cuero de esos que usaban los antiguos cirujanos. Texto: “El maletín del Dr. Mortis”.

-Sobre una mesa: “Cuidado parrita suelto”. (Parrita es el perro de la casa).

Arrimados a la sencilla mesa de comedor probamos una taza de café y un trozo de küchen de manzana que nos sirve Mónica la joven sirvienta de la casa. Al otro lado de la ventana hay un árbol frondoso y más allá el océano que ocupa la mitad del planeta. Y casi junto a los vidrios, una caja de madera que sirve de comedero para los pájaros. En ese momento baja aleteando a comer migas de pan uno de los negros tordos. En la misma mesa hay un computador portátil, que contrasta con el espectáculo del ventanal.

Cambios de escenario

Parra se mueve a destajo por distintos escenarios. A su origen campesino se añadieron su formación en física, con estudios en Rhode Island y Oxford. Desde los ‘80 se enfrascó en una traducción rigurosa de Shakespeare. “Y para esto he tenido que abordar el Renacimiento, la Reforma, las consecuencias del descubrimiento del Nuevo Mundo. Inclusive, retroceder a Séneca y pasar por La Divina Comedia..., para formarme una idea más completa del mundo en el momento que Shakespeare escribió sus obras”, explica. De allí surgió Lear, rey & mendigo, que sólo fue publicada el 2004. Pero, entretanto, Parra ha seguido traduciendo al genio de Stratford-on-Avon. “Ahí está todo”, postula.

“Ser o no ser/ he ahí el dilema/ qué será preferible me pregunto/ soportar los caprichos del destino funesto/ o rebelarse contra ese mar de tribulaciones/ y terminar con ellas para siempre...”, dice su versión del famoso discurso de Hamlet. Pero no se crea que se mueve sólo en ámbitos excelsos: “Al señor –al turista- al revolucionario/ me gustaría hacerles una sola pregunta:/ ¿alguna vez vieron una nube de moscas/ revolotear en torno a una plasta de mierda?/ ¿han visto moscas alguna vez en la mierda?/ porque yo nací y me crié con las moscas/ en una casa rodeada de mierda”.

“La complejidad de la antipoesía nace, en buena medida, de este dialogismo entre lo carnavalesco y lo serio, la risa y el llanto, la ironía y la gravedad, la risa del payaso y la melancolía del príncipe... y muchas veces terminamos por no saber a quién atribuir las bufonadas y a quién la desdicha”, explica uno de los exegetas de Parra, Mario Rodríguez.


¿En qué está Parra?

Está escribiendo siempre, aunque “con toda calma”. Comentamos un chisme político-literario del momento y anota de inmediato ciertos términos que no conocía. De cada conversación extrae alguna idea o frase que va a nutrir sus textos futuros. En cuanto a salud, desde niño sufre de asma y la vida a la orilla del mar lo alivia. Años atrás sorteó un cáncer a la próstata y después sufrió una pequeña intervención quirúrgica preventiva. Respuesta sobre sus planes futuros: “seguir viviendo, sin apuro por desaparecer del mapa. Claro que tengo un proyecto para después de muerto. Resucitar aunque sea en forma de rana”.

Este poeta nacido en el rural pueblo de San Fabián de Alico, unos 400 kilómetros al sur de Santiago, el 5 de setiembre de 1914, ha sido hombre de varios matrimonios y muchos amores. A fines de los ’70 se embarcó en una traumática relación con una dama que un día cualquiera se alejó de él. Según confesión posterior, esto casi lo llevó a la autoeliminación (con lo que se habría repetido el sino de su hermana Violeta). Y de allí surgieron estos versos: “El hombre imaginario/ vive en una mansión imaginaria/ rodeada de árboles imaginarios/ a la orilla de un río imaginario/ De los muros que son imaginarios/ penden antiguos cuadros imaginarios/ irreparables grietas imaginarias/ que representan hechos imaginarios/ en lugares y tiempos imaginarios/ Todas las tardes tardes imaginarias/ sube las escaleras imaginarias/ y se asoma al balcón imaginario/ a mirar el paisaje imaginario/ que consiste en un valle imaginario/ circundado por cerros imaginarios/ Sombras imaginarias/ vienen por el camino imaginario/ entonando canciones imaginarias/ a la muerte del sol imaginario/ Y en las noches de luna imaginaria/ sueña con la mujer imaginaria/ que le brindó su amor imaginario/ vuelve a sentir ese mismo dolor/ ese mismo placer imaginario/ y vuelve a palpitar/ el corazón del hombre imaginario”.

Según relata una biógrafa (Pamela G. Zúñiga), Parra volvió a encontrarse con la amada de este poema, Ana María Molinare, varios años después, cuando ella lo fue a ver un día y le contó que estaba muy mal. Parra le recomendó que leyera el Tao Te King que fue, según asegura, lo que a él lo salvó. A los dos o tres días ella volvió para decirle que el libro no le servía. Se lo tiró y se fue. “Un mes después la amada Ana María saltó al vacío desde un octavo piso”.

Tiempo después, una joven admiradora, “Andreíta”, se quedó a vivir un buen tiempo con el poeta. Por la misma fuente citada, nos enteramos que Andreíta era un poco diabólica, que se colgaba una cruz invertida en el cuello. “Pero, grácil como llegó, se fue. ‘Espero un hijo que no es tuyo’, le disparó a quemarropa un día cualquiera, mientras se alejaba de la mano con otro, haciéndole chao calle abajo”, consigna en su relato la chismosilla biografía no autorizada.

Parra recibió el Premio Konex Mercosur 2004. Con evidente orgullo va a buscar el trofeo y me lo muestra. Allí se lee “a la figura más destacada de las letras de Chile”. Esta distinción en cierto modo simboliza los antiguos vínculos del antipoeta con la Argentina y su literatura. Por ejemplo, recuerdo haberlo escuchado expresar su admiración por la poesía de Macedonio Fernández, lo mismo que por el Martín Fierro. En 1995 asistió como invitado a la Feria del Libro de Buenos Aires. Y hace menos tiempo visitó la Capital Federal integrando la comitiva del Presidente Lagos. Después, a una reportera chilena le confidenció:

- “¿Sabía usted que las periodistas argentinas son estupendas y consiguen sus entrevistas a como dé lugar? Lo engatusan a uno, lo preparan para que suelte todas las verdades con sólo pasarle a usted ¡las llaves de su departamentoo..! (haciendo bocina con las manos y alargando la última vocal en un gesto típico cuando quiere resaltar su asombro).

En España

La poesía de Parra ha ejercido un efecto germinador en distintos países del ámbito iberoamericano, con excepción notoria de España, lo que en los últimos años tiende a cambiar, como lo evidencia la próxima aparición en Madrid de las Obras Completas de Parra en dos tomos, bajo el sello editorial Galaxia Gutenberg, y a cargo de Ignacio Echevarría. El primer tomo estará en librerías madrileñas a fin de año y aparecerá por nuestras latitudes a inicios de 2006.

Como una primicia, aquí va el inicio de la Introducción que llevará la antología, firmada por el crítico Niall Binns:

“Nicanor Parra es la figura más importante en la historia de la poesía hispanoamericana contemporánea. Esto no es, aunque lo parezca, un simple juicio de valor, ni es una más de esas hipérboles que decoran los prólogos y contraportadas al uso. Basta hojear cualquier manual o historia de la literatura para saber que la publicación en 1954 de Poemas y Antipoemas cambió el rumbo de la poesía en Hispanoamérica. Hay un antes y un después de Parra, a tal punto que en el ámbito entero de la lengua sólo la poesía española -aislada bajo Franco y aferrada a una tradición a menudo enriquecedora pero otras veces esclerotizada- ha permanecido inmune a las propuestas antipoéticas de quien, a juicio del uruguayo Eduardo Milán, viene a ser “el gran poeta revolucionario que existe en la poesía latinoamericana”.

¿Ahora España se despojará de las viejas retóricas y abrazará la antipoesía? El 2001 Parra recibió el Premio Reina Sofía y expuso sus “trabajos prácticos” en Madrid, su primera pica clavada en Flandes. Habrá que ver lo que sigue...


Francotirador a la vista

Nicanor Parra ha tenido una atípica y a veces desconcertante relación con la política, asumiendo la actitud de un francotirador, pero con la asombrosa capacidad de adelantarse a la marcha de los acontecimientos. Temas como la “caída del muro”, el deterioro del medio ambiente o el consumismo fueron anticipados en sus textos imprevisibles. Pero se ha metido en duros aprietos, como cuando, en plena guerra de Vietnam, aceptó una invitación a la Casa Blanca que incluyó un té con la señora de Nixon y fue prácticamente excomulgado por las ortodoxias izquierdistas latinoamericanas. “Yo no soy derechista ni izquierdista, simplemente rompo con todo”, se defendió después. Ese rupturismo tiene ahora mucha llegada entre los jóvenes, muchos de ellos refractarios a todo tipo de discursos políticamente correctos, una postura que se define con la enigmática frase: “no estoy ni ahí”. Muchos de estos mismos jóvenes repletan los recintos cuando de tanto en tanto el antipoeta se presenta en público.

El año pasado, una edición especial en homenaje a Parra de la irreverente revista santiaguina (“The Clinic”), con textos y ocurrencias recientes de Nicanor, causó impacto. Entre las reacciones hubo curiosidades: un duro, el ex subsecretario del Interior (viceministro) de Pinochet Alberto Cardemil, envió una carta planteando que “seguramente, Nicanor Parra es el Top One de Occidente”. Parra me comenta que “parece que ahora se quieren blanquear”. No es la misma reacción que provocaron sus creaciones underground en tiempos de Pinochet, como cuando una carpa donde se presentaba un espectáculo teatral basado en versos del antipoeta, de claro sesgo anti dictadura, se incendió sospechosamente. O cuando, en 1983, la editora de un diario donde yo escribía me encomendó la tarea de comprometer a Parra de que escribiera unas coplas para una edición navideña. Urgido por la necesidad de subsistencia, fui al parecer tan insistente que el antipoeta se enfrascó en la tarea con gran dedicación. Y lo que resultó (las “Coplas de Navidad”) fue un alegato antidictatorial, (“Ea Sra. María... Fin al exilio oprobioso/ le pido de corazón/ y fin a la represión.../ Y yo que vengo del norte/ le traigo buenas noticias/ ya no se soporta más/ el pueblo pide justicia/...cuidado con la pintura/ cuidado con la censura/ cuidado con la tortura”. Y al final, en la despedida: “De mí no se ríe nadie/ cogollo de pan con queso:/ soy tonto pero no leso”. Las coplas fueron rechazadas por el matutino en cuestión (obvio), y en vez de multiplicarse en 200 mil ejemplares fueron registradas por un artista plástico, en forma de plaquette, con una edición artesanal de 1.000 ejemplares repartidos entre los amigos... Pero quedaron como un testimonio elocuente de dignidad.

Después de una hora de conversación, el antipoeta me invita a almorzar a un restaurante de la zona. Vamos en el viejo Volkswagen “escarabajo” de Nicanor, que, a sus 91 años, maneja en forma vertiginosa y sin titubeos por el sinuoso camino, entre curvas y pendientes. De tanto en tanto alguien lo saluda desde el camino: “¡Hola, Don Nica!” El restaurante se llama “Entre poetas”, y tiene referencias a Huidobro y Neruda (ha habido reclamos de parroquianos que preguntan por qué no se considera también a Nicanor). Parra me comenta que hay otro negocio del litoral donde no le aceptan que pague. Y recuerda que la última vez que estuvo en Buenos Aires entró a una librería y seleccionó algunos volúmenes. En la caja, se negaron a recibir el pago: “¡Cómo se le ocurre, don Nicanor, que le vamos a cobrar! Usted nos honra con su presencia”, le dijeron.

Nicanor ha sido nuevamente postulado al Nobel de Literatura (por la Universidad de Chile, la más antigua del país, y por una de las principales universidades privadas). Parra secunda estas campañas, pero me dice que tiene claro que sería difícil que le den un tercer Nobel de Literatura a un mismo país. Lo curioso es que Chile, tal vez por muy legalista, honra a sus talentos de acuerdo a los reconocimientos que reciben en el extranjero. Así, el rostro de Gabriela Mistral (que recibió el Nobel hace 60 años ¡antes de que se le diera el Premio Nacional de Literatura de Chile!) figura en los billetes de 5 mil pesos (poco menos de diez dólares), y se estudia colocar el rostro de Neruda en un billete de mayor denominación, pero Huidobro o De Rokha no están ni en las monedas de un peso. En Chile el Nobel bien vale una misa...

De vuelta a Las Cruces, Parra me comenta que ha escrito un rap, y mientras maneja lo va recitando, con la cadencia de este estilo juvenil surgido en los barrios bajos neoyorquinos y que arrasa en medios juveniles populares. En la jocosa composición, cada verso por medio rima en “at”, tal vez como lo pronunciaría un alemán (al volante de un vetustoVolkswagen): “En una aldea maldita/ Con ínfulas de ciudat/ Un viejo se enamoró/ De una menor de edat/ La va a esperar al liceo/ Con gran regularidat/ La mira por el espejo/ Le ofrece una cantidat/ La toma de la cintura/ Con mucha perversidat/ Le dice mijita linda/ Hágalo por Caridat/ Hasta que la colegiala/ Perdió su vir-gi-ni-dat/ Algunos dicen Horror! Otros qué barbaridat/ Ahora está por oírse/ La voz de la autoridat/ ¡5 años por parte baja!/ Aúlla la Cristiandat/ El viejo macuco jura/ Que es falso Que no es verdat/ Fue solo un amor platónico/ Exento de necedat/ Espero que la justicia/ Respete mi libertat/ Y como el viejo era rico/ Triunfó la vul-ga-ri-dat/ A todo esto la virgen/ Sale con su novedat/ Un ángel Un querubín/ Exento de mezquindat/ El arcoiris que anuncia/ El fin de la tempestat/ Igual a Papá José/ Murmura la Cristiandat/ El viejo rejuvenece/ De pura felicidat/ Y para alargar el cuento/ Se casa con la beldat/ Jesús de los afligidos/ Hágase tu voluntat”. Título: “Rap de la Sagrada Familia”.

Antes de llegar de vuelta a la casa de Parra, diviso el restaurant “Puesta de sol”, frente a la playa solitaria. Y justo al momento de despedirnos, el sol, rojizo, empieza a sumergirse bajo las aguas del océano, “como el ocaso de la poesía del tonto solemne”, me parece haber escuchado.


(*) Hernán Miranda Casanova (1941). Poeta y periodista chileno. Obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1976 y el Premio Municipal de Santiago de Chile en 1991. En los años ’70 vivió y practicó el periodismo en Buenos Aires.

 
 

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Transgresiones del antipoeta anciano.
Entrevista a Nicanor Parra.
Por Hernán Miranda Casanova.
Fuente: Revista "Ñ", Diario Clarín, Buenos Aires.
15 de Octubre de 2005.