ACERCA
DE ÍCARO CALIPSO
Oscar
Barrientos Bradasic.
No pocas veces
la poesía sirve para repensar significados o para enhebrar esa cadena de
verdades que la realidad suele hipotecar. La existencia de un joven poeta y su
naciente producción puede interpretarse
con una señal, como un aserto. Las palabras continúan diciendo algo,
sacudiendo la atmósfera de la ciudad en ruinas.
Ícaro
Calipso (Ediciones Guardián de la Memoria, 2002) de Alexis Zamora
Cortez es un conjunto de poemas que alberga una naturaleza reveladora. Se
trata de un libro donde coexisten diversas voces, provenientes tanto del arcano
clásico como de los ecos vanguardistas, todos amalgamados por la tentativa
de violentar los límites del lenguaje.
No es gratuito que la portada
de este libro sea Mujer desnuda ante el espejo de Goya. En realidad hay
un por un lado un mundo especular, una fascinación ante los espejos del
poema y su capacidad para deformar o perfeccionar la realidad y por otra parte,
flota en sus líneas, de manera especial en la parte final del libro, muchas
de las obsesiones del gran pintor español.
En este caso el poeta
habla de sistemas solares y de anagramas del hombre, todo ello a través
de una escritura en permanente tensión. Tanto la levedad como el halo desencajado
de la noche conviven para dejar en su lugar "el espacio del silencio".
El poeta se inserta en los paisajes interiores, pero también proyecta sus
propios temperamentos en una naturaleza elemental. Así se refiere a un
sector del litoral chileno.
"Mar
de Horcón
que alguna vez borraste mis huellas de tu arena enmudecida
cuando inocente caminaba mirando las estrellas
tu murmullo de ola consoló
mi herida
y tu cruz del sur me guiñó el ojo
alumbrando mi
tenue y oscura dirección a la deriva"
En el sector del libro denominado la nebulosa del gestar, el poeta ingresará
en los territorios de la poesía conceptual. Se trata de imágenes
articuladas sobre la base de la instantaneidad, un espacio que se amplia en el
infinito, quizás apelando a la sugerente idea de que los momentos se reiteran
en una caja de resonancia infinita.
El viento me hizo mirar el suelo
y lo celeste se perdió
en un parpadeo
al abrir los ojos existían
otros mundos:
el de la roca y la arena,
el santuario de la gaviota
y el de la mosca azul
De ahí que el Ícaro calipso, ese ser preternatural que gravita en
los versos, adopte en su curiosa versatilidad disfraces tan sugestivos como irónicos:
un hombre que sube, un insecto planetario, un crustáceo, una medusa, todos
repartidos en la fragmentariedad de una poesía capaz de comunicar trazados
precisos.
Creo que Ícaro Calipso de Alexis Zamora es una
mirada a un caleidoscopio y de manera especial, el aporte de un poeta que trabaja
el verso desde una mirada profundamente original, es decir, con origen.