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"Café cortado" de Óscar Bustamante
La red del azar
Ojo por ojo. Ediciones B.
99 páginas


Por Marcelo Somarriva
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo 19 de Enero de 2003.

El escritor Óscar Bustamante es un conversador de fondo. Dispone de una gran reserva de anécdotas e historias, afortunadamente no todas suyas, que cuenta con intensidad y humor, muchas veces a costa de sí mismo. No acostumbra hablar de libros ni de autores, los nombres y los títulos se le enredan o suele olvidarlos y tampoco es la persona más indicada para hablar sobre su obra. Con los años a Bustamante se le ha acentuado cierto aire de vaquero viejo sacado de una película de Clint Eastwood. Tal vez sea por la impresión que producen las canas desordenadas, la barba canosa de un par de días y cierta forma de andar, medio encorvado y con una ligera cojera. Además, es usual, que si habla de sí mismo lo haga usando expresiones como "hombre erosionado" y otras similares con las que se cultiva un papel de antihéroe cansado, atribuyéndose de paso dos características que lo hermanan con muchos de sus personajes de ficción; la identificación con el paisaje natural y una sensación de dignidad y derrota mezcladas. Sin embargo, a pesar de este aire de pérdida, el caso de Óscar Bustamante dentro de la narrativa chilena contemporánea es bastante peculiar y no se trata precisamente de un caso de derrota o fracaso.

A fines de 1991, cuando surgió lo que desde entonces y para siempre se llamó la "Nueva narrativa" local, Óscar Bustamante, presentado como un arquitecto escritor, publicaba su primer libro, "Asesinato en la cancha de afuera", una novela ambientada exclusivamente en el campo chileno, en circunstancias de que los escritores nacionales en forma casi programática se proponían entregar una imagen cosmopolita de la ciudad de Santiago que por esos años, se suponía, empezaba a sacudirse. Once años más tarde, con seis libros publicados a cuestas y un par de trabajos en carpeta, además de dos premios literarios del "Consejo Nacional del libro y lectura" (en los años 1995 y 2000) por novelas inéditas —todo un récord, según él—, Óscar Bustamante no sólo se ha convertido en un escritor a secas, sino que además en una de las voces más singulares de la literatura chilena.
Esta vez ya no se trata de libros que indagan de alguna forma en el mundo rural y en su desaparición, sino que en cuentos y una novela ambientados en sectores determinados de Santiago. Un lugar que después de más de diez años también ha dejado de ser el mismo.


Cafés con piernas

Su último libro, "Café Cortado", que forma parte de la colección "Ojo por ojo", publicada por Ediciones B y dirigida por Patricio Fernández, fue lanzado en forma simultánea con los títulos "Carne de Perro", de Germán Marín, y "Calzones Rotos" de Jaime Hagel. "Café cortado" está conformado por una serie de relatos independientes entre sí que de alguna forma se encuentran interrelacionados por un hilo sutil y un acontecimiento central, que para no arruinar la sorpresa del lector que aún no ha leído el libro, podría definirse como un tiroteo y una persecución entre un par de extremistas y un grupo de detectives —léase "tiras"—, bastante extremistas también. Tanto en este libro de relatos, como en su libro anterior, "Una mujer convencional" (Sudamericana 2001), Bustamante ha experimentado un cambio respecto de su obra anterior que, en términos generales, podría caracterizarse por el abandono del tema rural, ya sea como un ambiente, o como una idea fundamental que actúa desde el fondo de la trama. Cronológicamente, los cuentos urbanos que finalmente le dieron forma a "Café cortado" son anteriores a "Una mujer convencional", y de acuerdo con el escritor su escritura establece una línea divisoria respecto de lo que había hecho hasta entonces. Para Bustamante, las diferencias no están centradas exclusivamente en la elección del tema urbano —micros, salsotecas, parques y cafés con piernas—, sino que en su opción por individuos más normales y cercanos a la realidad cotidiana chilena que los personajes, en cierta medida extravagantes, que intervenían en su obra anterior, como es el caso del protagonista de "Explicación de todos mis tropiezos", Carlos Overnead, un frustrado estudiante de literatura hispanoamericana que termina boxeando en el medio de la selva venezolana.

Bustamante advierte también que estos personajes de sus últimos libros, estos sujetos de "vidas mínimas", por decirlo de alguna manera, están inmersos en una realidad de un persistente tono monocorde y desencantado, que tiene resonancias de escritores como Raymond Carver, Richard Ford, Paul Auster y otros autores norteamericanos. Este cambio de enfoque, señala Bustamante, habría sido en alguna medida una consecuencia de haber pasado por un cáncer que, literalmente, lo tuvo por las cuerdas.


Al doblar la esquina

En la propia vida de Óscar Bustamante, así como en la experiencia cotidiana de Santiago, los temas del campo y la ciudad se encuentran profundamente entremezclados. El escritor advierte que optar entre el tema del campo o la ciudad no significa necesariamente abandonar uno por otro. "El asunto está —según él— en que la vida de la ciudad ha adquirido una complejidad que antes no tenía. Santiago años atrás era una especie de pueblo provinciano y apacible y hoy se ha vuelto una ciudad rápida, violenta, diversa e interconectada que funciona en base a una serie de códigos que deben respetarse. Por ejemplo, hoy se ven personajes y grupos que antes no se veían, hay que saber por qué lugares puedes andar de noche y por cuales no, etc. Todo esto hace que para mí Santiago sea mucho más atractiva desde un punto de vista literario que años atrás y esto de alguna forma también ha permeado a la vida rural. El campo ya no sólo no es lo que fue, sino que además ha perdido muchas de las diferencias que tuvo con la ciudad. Se trata de dos realidades que están cada día más próximas y confundidas".

En "Café cortado", el azar ocupa un papel muy importante para ligar los destinos de sus distintos personajes a partir de una historia que actúa como núcleo. Bustamante observa que los versos de Fernando Pessoa, que escogió como epígrafe para su libro, dan una pauta que le interesa destacar. "Si en cierta altura ¡hubiese doblado a la izquierda en vez que a la derecha! (...)". Para el autor la complejidad de Santiago puede utilizarse como una especie de laberinto o tablero de juego donde se entrecruzan los destinos de los personajes y, en ese sentido, considera que su escritura no sería más que un mantel que se posa ligeramente sobre un montón de objetos dispersos, los cuales, al ser cubiertos de esta forma, quedan insinuados casi como siluetas, sin rasgos o detalles acusados, tan sólo ligados por la tenue línea que forma el mantel, que en este caso no sería otra cosa que el designio del azar.

Modestamente, Bustamante pretende que su obra tenga alguna clase de efecto y que de alguna forma sirva para algo, si no es a partir del reflejo de las realidades sociales y humanas que pretende mostrar, le interesa que su narración proponga algo desde un punto de vista de la forma o la estructura. Algo que le dé un sentido nuevo a la forma habitual de comprender la realidad o a la manera de ordenar un relato. En esto, señala, le ha ayudado mucho su formación de arquitecto.

El escritor se encuentra ocupado escribiendo una nueva novela de la que prefiere no adelantar muchos detalles, pero que según dice será en clave humorística, algo que le ha traído más dificultades de las que imaginaba. Además, trabaja en la adaptación para el cine de su novela "Una mujer convencional" junto al cineasta Martín Rodríguez, quien trabajó junto a Alberto Fuguet en la filmación de la película "Dos hermanos" (2000). Mientras tanto sólo espera la oportunidad de poder partir al campo a descansar y meterse en el río Maule y flotar de espaldas mirando hacia los volcanes en la cordillera. "Eso, para mí -dice-, es la imagen misma de la felicidad".

 
 

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Por Marcelo Somarriva.
Fuente: Artes y Letras de El Mercurio.
Domingo 19 de Enero de 2003.