¿Una
literatura súrdica?
José
Miguel Varas
Oscar Barrientos Bradasic nos
propone un navío en forma de ciudad, pero lo que emana de las páginas
de su libro podría ser una ciudad en forma de navío. En cualquier
caso, queda claro que de día fondea y extiende sus largas amarras hasta
el fondo del océano y de noche navega. La ciudad tiene
caracteres contradictorios: algo de la serenidad de Alejandría, la fisonomía
adusta de Corinto, la atmósfera desenfrenada de Babilonia.
El narrador
merodea sobre todo de noche, encamina sus pasos a lo largo de la portentosa costanera
que bordea el Estrecho de las Sirenas Tristes, por la Puerta del Viento o por
la periferia del Barrio Visigodo para recalar en un bar de nombre algo pretencioso
como "El Harem de las Walquirias" (las que, como se sabe, difícilmente
habrían aceptado ser enroladas en un harém) o en el prestigioso
Café Princesa, donde entra en una discusión literaria con Georges
Meiliés y Milan Kundera, a quien les lee uno de sus cuentos.
Al
azar de sus caminatas por Puerto Peregrino, "el territorio de la melancolía",
el narrador se encuentra con diversos personajes como el Comodoro de Niebla Guillermo
Rivet, el actor y director de teatro Néstor Agromonte o el poeta Aníbal
Saratoga, obsesionado por una mujer llamada Proserpina y por el pez de fuego.
Mientras
tanto, Jeremías Duarte, cumple abnegadamente, en su oficina de la Capitanía
de Puerto, su función de descorchador de las botellas, con mensajes en
su interior, que trae cotidianamente el océano. Este eficiente funcionario
tiene la misión de recibir y abrir las botellas, examinar, estudiar y luego
archivar los mensajes que contienen. De este modo obtiene noticia sobre la tumba
del pionero de los mares Milán Nemdrú (que en realidad vive), a
través del mensaje confiado a una botella por Oliverio Delanda, mensaje
que cambia para siempre su existencia. O la extingue.
La ciudad tiene alguna
semejanza con una que hemos conocido y que se extiende a orillas de un Estrecho
que comunica los dos mayores océanos del planeta, pero tal vez ello sea
simple coincidencia, como antes se advertía al comienzo de las películas.
La visión del narrador es poética, arbitraria, a veces un poco estrábica
y por momentos delirante, como cuando nos habla del "Copidú",
un ser con cuerpo de reptil, alas de insecto y mirada de chacal en cuyo vientre
mora un prícipe enano. Aquí el delirio es casi tremens.
Los
relatos de Puerto Peregrino que completan una trilogía, con este "Remoto
navío con forma de ciudad", representan un intento original y audaz,
tal vez único en Chile, de operar la transfiguración poética
de cierta realidad no en uno o más poemas sino en una prolongada serie
de narraciones en prosa, en las que el autor conjura imágenes literarias
de notable solidez, en un clima onírico, a ratos brumoso, que nos evoca
las literaturas nórdicas.
Y si hay literatura nórdica, ¿no
podría haber literatura súrdica? Hay correspondencia de paralelos
en hemisferios contrarios. ¿Por qué no podría surgir de ella
una correspondencia espiritual? ¿Por qué no paralelos literarios?
En
todo caso, por su riqueza imaginativa y su fuerza de evocación, la que
hace Oscar Barrientos Bradasic es una literatura única en Chile, tal vez
lejanamente emparentada con el "imaginismo" de Salvador Reyes y de Luis
Enrique Délano, pero se diferencia de aquella y en definitiva, creemos
que sólo podía surgir en la lejanía austral.