“Remoto navío
con forma de ciudad”, relatos de Oscar Barrientos Bradasic.
Editorial Cuarto Propio,
Santiago de Chile, 2006.
Adiós
a Puerto Peregrino
Por Marino Muñoz Lagos
Puerto Peregrino se ubica en las orillas del Estrecho de las Sirenas
Tristes y está atravesado por un río negro donde sus habitantes depositan
basuras. Su poeta más representativo es Aníbal Saratoga, de quien
no se sabe de cuando está ebrio al hablarle, confiesa que su puerto
“no es exactamente una ciudad, / sino más bien un barco”.
Puerto Peregrino tiene una personalidad única, intransferible. No
tiene parangón con otros del planeta, porque el forastero que la visita
puede definirlo como un lugar de la melancolía, como dice el poeta
Oscar Barrientos, a quien le proporciona “la sensación de merodear
los muelles de Lisboa, las inmediaciones fluviales de El Cairo, los
bares de Salamanca, el malecón a mar abierto de La Habana”. Lo
que viene a convertirlo en un punto imaginario y fantasmal de las
derrotas marítimas.
Dicen que se acaba Puerto Peregrino, que su inventor buscará lozanos
horizontes lejos del Río Las Máscaras, sitio de basurales del vecino
displicente, que continuará mirando el Monumento del Espanto, que
señala con su índice zurdo el itinerario de las naves que arriban,
y que tampoco seguirá escribiendo en las tabernas despreciables de
las cercanías de sus muelles, donde se beben unos vinos de sabores
tortuosos servidos por cantineros patibularios y perversos.
Nuestro paisano escritor y Premio Nacional de Literatura, apuesta
que esta ciudad que se llama Punta Arenas y que fue de José Miguel
Varas es la que figura como Puerto Peregrino en los mapas alucinantes
del quimérico proclamador de sus virtudes, Oscar Barrientos Bradasic,
quien las divulga en sus libros “El diccionario de las veletas”, “Cuentos
para murciélagos tristes” y “Remoto navío con forma de ciudad”, con
el cual pone lápida a esta saga que nos llevó a soñar con calles estrechas
y bares de frontis siniestro.
Sus costumbres son erráticas y evocadoras: el autor de estas memorias
lo añora como Jeremías Duarte y desempeñaba uno de los oficios más
inauditos y simpáticos que se conocen: “descorchador de botellas de
océano”. Tenía su puesto de trabajo en la Capitanía de Puerto, donde
se almacenaban todas las botellas que aguas marinas arrojaban al litoral
luego de históricos naufragios en el Estrecho de las Sirenas Tristes,
con sus mensajes de barcos sin destino y tripulantes borrachos.
Todo esto muy a propósito del autor de estos relatos y Jeremías,
quien fue su confidente y amigo en ciertas tímidas navegaciones en
un esmirriado bote a remos.
Oscar Barrientos Bradasic es un joven escritor magallánico, enamorado
de llenar cuartillas, al ritmo desorbitado de las veletas que ultrajan
con sus cuchillos el viento agresivo de los archipiélagos. Escribe
con el delirio de su soledad y de su angustia, o de la última carcajada
de aquellos bucaneros feroces y determinantemente anónimos que asolaron
las quietudes de la memoria. Sus libros se leen y se guardan para
que el hombre siga creyendo en sus fantasías y sueños por cumplir.
“Remoto navío con forma de ciudad”, relatos de Oscar Barrientos Bradasic.
Editorial Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2006.