"Sin Cuenta Poemas" es la nueva obra que Hahn editará
a mediados de julio. Allí emerge el mismo poeta libre de miedos,
que en cincuenta años ha hecho de la palabra su bastión
para cantarles al amor y a la muerte. Tal como lo hace en esta franca
conversación.
Óscar Hahn es un poeta sin miedos. No le
importa arriesgar, trata con impertinencia los asuntos más
graves, viaja por el amor y por la muerte sin dejar que los equipajes
de la solemnidad pesen demasiado, pierde el respeto a los grandes
sentimientos que el vocabulario tímido de las convenciones
escribe con mayúsculas. Pero, no nos engañemos; en la
poesía contemporánea existen otros miedos menos reconocidos,
otras convenciones que no suelen presentarse vestidas de santidad,
aunque hayan creado su propio tradicionalismo. Me refiero al miedo
a ser impertinente con las impertinencias, a ser rebelde con la rebeldía.
Ningún convencionalismo es más rotundo que el de los
anticonvencionalistas de profesión, el de los rupturistas que
no se atreven a romper nunca con las rupturas, el de los vanguardistas
que se refugian en la vanguardia y sienten pavor ante las tradiciones.
En la medida en que renuncian a la erosión ideológica,
se atrincheran en su desprecio de la memoria cultural. Este tradicionalismo
está lleno de miedos; Óscar Hahn lo sabe, y decidió
renunciar a ese miedo desde sus primeros poemas, que se acabaron publicando
en Arte de morir (1977), un libro que dialoga con las formas
y los temas de la poesía medieval.
Óscar Hahn no pierde ni un grado de su fuerza lírica
por negarse a jugar las partidas del poeta maldito. Vive y elabora
su escritura sin miedos en la tensión de las contradicciones,
en la frontera que unen o separan la gravedad y la ironía,
el vitalismo y la conciencia de la muerte, la extrañeza y el
sentimiento de la cotidianidad, el gusto por la tradición y
la impertinencia vanguardista. Su soledad, tan particular como una
cena de sopa Campbell ante un televisor apagado en un cuarto de Iowa
City, acaba representando por vigilancia y autoconocimiento la soledad
de todos los seres humanos. Sus preocupaciones, tan colectivas como
el acecho doloroso y moderno de una guerra nuclear o de las barbaries
de los dictadores, acaban comunicando la intimidad de un insomnio
privado. La muerte es una tradición perpetuamente actualizada,
igual que la poesía, igual que las palabras del ser humano
que se heredan, se rompen y vuelven a recomponerse.
Entre sus libros de poesía, además de Arte de morir,
destacan Mal de amor (1981), Estrellas fijas en un cielo
blanco (1989), Versos robados (1995) y Apariciones profanas
(2002). Óscar Hahn no cree que haya motivos para temer por
la vitalidad de la experiencia lírica. Su poesía, que
acaba de reunirse bajo el título de Obras selectas (Editorial
Andrés Bello, Santiago de Chile, 2003), es un buen argumento
para reafirmarse en una fe laica, que apuesta por las apariciones
y por la meditación.
Poesía
y lucidez
-Llevas tiempo dedicándote profesionalmente a la enseñanza
y a la reflexión sobre la literatura. La meditación
acompaña tu creación lírica. ¿Crees que
en la época contemporánea la figura del poeta necesita
convivir con la lucidez del ensayista? ¿El buen salvaje ha
sido desplazado por el autor meditativo, que reflexiona en su oficio?
¿O siguen abriendo camino los grandes poetas temperamentales?
"Tengo la impresión de que los escritores nacen programados
para un determinado género y que sólo algunos pueden
dominar un género adicional. Paul Valéry, T.S.Eliot
y Octavio Paz eran grandes poetas, pero también tenían
condiciones naturales de ensayistas. El caso opuesto es el de Pablo
Neruda. García Lorca lo entendió cabalmente cuando afirmó
que Neruda estaba "más cerca de la muerte que de la filosofía,
más cerca del dolor que de la inteligencia". Yo no diría
que el autor que reflexiona sobre la literatura ha reemplazado al
"buen salvaje", sino más bien que a veces el salvaje
y el meditativo coexisten en un mismo poeta y que en otros casos uno
de ellos ni siquiera existe".
-La verdad es que todo buen verso es una forma de lucidez... Pero
empecemos por el principio. La enseñanza de la poesía
es también un recuerdo, y toda escritura surge como respuesta
de alguien que se ha ido definiendo como lector. Siempre siento curiosidad
por los inicios. ¿Te animaron a escribir las clases del colegio?
¿Algún profesor? ¿Tu madre?
"Es triste decirlo, pero no descubrí la poesía
ni en las clases del colegio ni a través de algún profesor.
Ellos, sin quererlo, quizás por un error metodológico,
nos hacían sentir que la poesía era un asunto anticuado,
ajeno a los jóvenes. El descubrimiento ocurrió fuera
de las aulas, de manera azarosa, mientras miraba los lomos de los
libros de la biblioteca del colegio. Tomé uno de esos volúmenes
sólo porque me llamó la atención el empaste,
y terminé fascinado con unos poemas medievales sobre el tema
de la muerte. En cambio, mi madre sí que fue importante. Algo
que se me quedó grabado en la memoria desde muy pequeño
fue la imagen de mi madre con sus gafas, leyendo un libro tras otro".
-En tu poesía hay una presencia clara de la tradición,
surgen temas, versos, tonos que van desde la literatura medieval a
la vanguardia. ¿Ha sido una de tus maneras de trabajar? ¿Te
interesa modernizar la tradición con tus propios ojos, hacerla
tuya para definirte personalmente?
"Yo creo que esto viene de una idea que tuve desde muy temprano.
Siempre pensé que todas las obras literarias, aunque hubieran
sido escritas hace siglos, eran coetáneas. El lector actual
no regresa al siglo XVII para leer el Quijote. Puede leerlo, por ejemplo,
el año 2004, paralelamente a su lectura de Cien años
de soledad. Como los libros antiguos y modernos estaban, por así
decirlo, en la misma mesa del tiempo, yo no veía mayor diferencia
entre un soneto de Góngora, los Cuatro Cuartetos de
Eliot o las letras de los Rolling Stones. Además, a mí
no me interesaba romper con nada. Lo que yo quería era integrar".
-¿Consideras peligroso para la poesía renunciar
a la tradición, negar las grandes voces?
"No se puede renunciar a la tradición. Se pueden ocultar
sus huellas, que es lo que suele ocurrir, pero el fantasma de la tradición
se te puede aparecer en cualquier momento. Por ejemplo, un libro tan
vanguardista y ruptural, como Altazor de Vicente Huidobro,
paga fuerte tributo a la misma tradición que quiere obliterar.
Un problema paralelo es el culto a la novedad, ese fetiche de la vanguardia,
cuando se olvida de que lo nuevo es lo primero que se pone viejo.
No hay que confundir novedad con originalidad. La novedad no es más
que un efímero punto en la diacronía".
De
Neruda
-Y Neruda. Por cierto, tú lo conociste. Son divertidos
y emocionantes los recuerdos que cuentas en "Lloverá una
vez más sobre los cauces".
"Tuve la suerte de conocer a Pablo Neruda en persona. Hablamos
en varias ocasiones, una de ellas los dos solos, por más de
tres horas. Me habían advertido que era arrogante e inabordable,
pero no sentí nada de eso. Muy por el contrario. Aunque en
ese tiempo yo era un poeta que recién estaba empezando, él
realmente se interesó por mis poemas. La verdad es que me sorprendió
que me tomara en serio. Me dijo que yo escribía muy poco y
me sugirió que escribiera un poema diario, pero eso es algo
que nunca he podido hacer. Desde el punto de vista humano, lo que
más me impresionó fue su actitud paternal conmigo. Como
muchacho que había perdido a su padre a los cuatro años,
valoré mucho esa actitud de Neruda".
-¿Reconoces la presencia en tus versos de la antipoesía?
Me parece interesante la tensión pacífica que estableces
entre diversas estirpes. Tus poemas son una reunión de tonos
clásicos y tonos antipoéticos, de gravedad y humor...
"Elementos antipoéticos han existido siempre en la
poesía universal. Bastaría con echarle un vistazo a
la antología griega o a la poesía de los goliardos.
En mi obra también hay elementos antipoéticos, pero
son un ingrediente más, que coexiste con lo poético
tradicional. Mis poemas emplean el habla informal, pero también
el lenguaje literario; tienen notas de humor, pero no le tienen miedo
a la seriedad. A diferencia de la antipoesía, que es bastante
unidimensional, lo que hay en mi poesía es una convivencia
pacífica o bélica de diversas estéticas: algo
así como un pluralismo verbal".
-La ironía es una constante, una forma de reconocimiento
de los límites. La aplicas a la muerte desde "Arte de
morir", y al amor, especialmente en "Mal de amor" (1981).
¿Es la ironía un modo de decir aquello que es demasiado
importante como para tratarlo sin distancia?
"Lo que hace la ironía es crear una red de tensiones
dentro del poema, subrayando el conflicto entre apariencia y realidad.
Pero también sirve para decirnos algo sobre el sujeto. El sujeto
se deja definir no mediante autorreferencias explícitas, sino
a partir de la actitud irreverente que tiene frente a categorías
elevadas, como lo sublime o lo trágico, las que son humanizadas
por el humor o la sátira. En vez del amante melodramático,
lo que vemos en 'Mal de amor' es un amante que va perdiendo
realidad, hasta que su cuerpo desaparece totalmente y se transforma
en un fantasma que sólo puede hacerse visible usando una toalla
o una funda de almohada".
-La ironía, como conciencia de los límites, ¿forma
parte del peso que la muerte tiene en tu obra? ¿A qué
se debe tu relación con la poesía medieval? ¿Con
la "Danza de la muerte"?
"La preocupación por la muerte estaba adentro mío,
pero no encontraba el modo de expresarse hasta que me topé
con los poemas medievales de tema fúnebre, entre ellos la "Danza
de la muerte". Me llamó la atención la forma
en que combinaban la seriedad y el terror con el humor y la irreverencia.
Pero también he pensado que nuestra época es como una
nueva Edad Media... Un ejemplo sería el tema de la peste negra,
que en la Edad Media se asociaba a la destrucción del mundo.
En mis poemas esa peste es la radiactividad producto de la guerra
nuclear, a la que habría que agregar las imágenes apocalípticas
que hay en muchos de mis poemas".
Apariciones
-Vivimos en un valle de lágrimas, y tú, además,
has conocido la cárcel y el destierro. ¿De qué
modo ha influido el exilio en tu obra? ¿En la configuración
de un personaje poético consciente del desarraigo y la soledad
humana? ¿En una relación más libre y distanciada
con el lenguaje?
"Al margen de los aspectos negativos que hay en todo exilio,
el fenómeno del distanciamiento es fundamental en mi relación
con el lenguaje. La experiencia en el extranjero me ofreció
un nuevo contexto verbal, que en mi caso estaba formado no sólo
por el idioma inglés, sino también por los otros hispano-hablantes
que residen en los Estados Unidos. Sobre este trasfondo, mi propio
idioma adquirió un relieve y una nitidez que me permitieron
visualizar ciertas peculiaridades idiomáticas que no percibía
cuando vivía en Chile. Algunos versos de mi poema 'Tratado
de sortilegios', aunque parecen medio surrealistas, proceden directamente
de una conversación entre chilenos que escuché en Iowa
City".
-Esa experiencia propia de la injusticia profundizó además
el peso medieval y moderno de la muerte social, de la guerra, de los
desaparecidos...
"Una de las preocupaciones centrales de mi poesía
es la guerra en sus diversas formas y muy en particular el peligro
de una guerra nuclear. Si uno emplea el término 'poesía'
en un sentido amplio, yo sostengo que la mentalidad poética
es aquella que se opone a la mentalidad militar. En el pasado se podía
entender que Garcilaso fuera poeta y soldado y hasta ha habido poetas,
como Apollinaire y otros vanguardistas, que celebraban la guerra,
pero los valores de ayer no tienen por qué ser los valores
de hoy. Que después de miles de años todavía
se vea la guerra como un instrumento aceptado por la sociedad demuestra
que el ser humano puede haber llegado a la Luna, pero todavía
no sale de las cavernas. La muerte como continuación de la
política por otros medios es simplemente una aberración".
-En tu libro "Apariciones profanas" (Hiparión,
2002), remarcas la importancia de algo que flota en toda tu poesía:
las apariciones. ¿Son algo así como una versión
laica de las antiguas apariciones religiosas? Irrumpen en la poesía
los fantasmas personales e históricos, resumen de una experiencia...
"Lo que ocurre es que antes de escribir un poema necesito
que se presenten estas apariciones. Son como un llamado o como el
fantasma que enciende la vela. Primero tengo que descifrar qué
me quiere decir ese llamado, y a partir de ahí se despliega
el resto del poema. La aparición se hace perceptible con un
cuerpo verbal determinado. Si no hay aparición, no hay poema,
y como no me visitan todos los días ni puedo invocarlas a voluntad,
hay largos períodos en los que no escribo nada. Pero también
están las otras apariciones, que son esos fantasmas que deambulan
por mis poemas. Y hay algunos que he denominado pre-fantasmas. No
son espíritus de personas muertas, sino espíritus de
seres que existen antes de que se genere la materia biológica
que los va a albergar".
-Y luego están los personajes históricos que aparecen,
perviven y te permiten dialogar contigo mismo o con la historia. Freud,
Nietzsche, Rimbaud... ¿Qué te interesa de los personajes
que protagonizan algunos de tus poemas? ¿Te apropias de ellos
como de los recuerdos del personaje poético Óscar Hahn?
"Es posible que el punto de contacto entre esos personajes
sea la idea de 'desarreglo de los sentidos'. Rimbaud necesitaba ese
desarreglo para hacerse vidente, Nietzsche sufre un desarreglo mental
y va a parar a un manicomio, y Freud lo analiza en el campo del inconsciente.
Todo esto bordea o cae de plano en el tema de la locura, que está
como soterrado en muchos de mis poemas. También es posible
que esos personajes sean 'personae', en el sentido de Ezra Pound,
o máscaras que ocultan el rostro del que las mira".
-Recientemente publicaste en la Editorial Andrés Bello
tu Obra Selecta. El poema prólogo, "¿Por qué
escribe usted?", deja claro que hay mil razones para escribir,
una fusión indivisible de la cultura y de la vida. Al reunir
tu obra, ¿has reconocido algunos ejes, algunas claves, en la
configuración de tu mundo?
"La primera vez que tuve la voluntad de visualizar mis poemas
como conjunto fue cuando se publicaron mis Obras selectas.
Acababa de releer 'Fragmentos de Heráclito al estrellarse contra
el cielo' y me pregunté: ¿Y por qué Heráclito?
Y ahí mismo se me ocurrió una de las claves posibles.
Mi interés en el pensamiento de Heráclito tiene que
ver con la 'coincidencia de los opuestos', pensé. Algunos de
los opuestos que hay en mi poesía son: amor/muerte, vida/literatura,
fantástico/ realista, consciente/inconsciente. Estas oposiciones
no sólo 'co-inciden' en mis poemas, sino que además
son neutralizadas de una manera semejante a como lo hace la literatura
fantástica".
El
arte moribundo
-¿Qué lugar ocupa la poesía en la sociedad
contemporánea? ¿Qué simboliza?
"Desde hace algunos años se ha venido repitiendo que
la poesía es un arte moribundo. Me parece que esta aseveración
parte de una premisa falsa: la que afirma que en el pasado la poesía
era poco menos que un arte masivo. Lo cierto es que en el siglo XXI
las posibilidades de distribución de la poesía se han
ampliado muchísimo, y cualquier persona que revise las páginas
de internet puede comprobar que hay más poetas y más
lectores que nunca. Tampoco la premisa puede aplicarse a la calidad.
Se afirma que hay pocos poetas nuevos de real estatura, pero la verdad
es que siempre ha sido así. A la lista actual habría
que sumar entonces todos los poetas importantes del pasado, cuyas
obras siguen circulando en forma impresa o por internet, y todo eso
constituye un caudal riquísimo. La poesía no puede desaparecer,
porque es el lugar en el cual se preserva aquello que caracteriza
a la condición humana como tal".
Luis García
Montero: Poeta y ensayista español. Ganador del Premio de la
Crítica en Poesía 2004
(De "En La Estafeta del Viento", Revista de Poesía
de la Casa de América. Extracto)