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El evangelio según San Borges

Por Omar Pérez Santiago


Me levanto muy temprano y voy al encuentro con Jorge Luis Borges.
Es enero del 2005. Participo de una reunión de trabajo de la OMS en Ginebra. Pero esta mañana salgo del hotel decidido a encontrarme con Jorge Luis Borges, el maestro.
La nieve le otorga una azul claridad a esta ciudad, a esta hermosa ciudad.
Cruzo el canal y me introduzco en la ciudad vieja por rue de la Sinagoga.
Ingreso al Cimetière des Rois, el panteón de Ginebra. El cementerio es austero, a estos muertos les ofende el lujo y la apariencia. En la entrada hay una capilla y en la muralla, un mapa. Camino a la zona D y llego a la tumba 735. La piedra recubierta de hielo dice: Jorge Luis Borges debajo de un relieve de unos guerreros vikingos la frase «...and ne forhtedon nà» : «...no tener miedo», y mas abajo (1899-1986).
No sé que hacer.
Doy una vuelta alrededor de la piedra. Allí se lee la frase de la Völsunga Saga «Hann tekur sverðið Gram og leggur í meðal þeirra bert» : (“El tomó su espada, Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos"). Hay un grabado de una nave vikinga, y bajo ésta una tercera inscripción: "De Ulrica a Javier Otálora".
De pronto, siento un aliento.
En este mismo cementerio, unos pasos más allá, están los restos de Juan Calvino. Me surge una intuición. Borges fue un calvinista. Su estética es calvinista.
¿Y su fe?

Borges llegó por primera vez a Ginebra el 24 de abril 1914 y la ciudad tenía 130 mil habitantes. Hasta el 6 de junio de 1918 vivió aquí con sus padres, su hermana y su abuela materna- en la Vieille cité, en la actual Ferdinand Doler número 9, cerca de la iglesia ortodoxa rusa.
Entonces Borges tenía 15 años, la edad única de formación intelectual y de una fe. Borges no era feliz. “Yo era entonces un joven desdichado”. Su padre lo envió a ver una puta en la calle Dufour. No pudo realizar el acto. Era joven y no era feliz. Su hermana Norah ha recordado que Borges estaba muy triste y volvía por las noches llorando a casa.

El joven desdichado hace el bachillerato en el College Calvin, un liceo inaugurado en 1559 por Juan Calvino. Borges entra a la clase del profesor H. de Ziegler, el segundo año los hace con de Patois y el tercer año con Juvet. Son cuarenta alumnos, más de la mitad eran extranjeros.
¿Que se estudiaba allí? Conjeturo: una fe.
Borges el bilingüe, se hace multilingüe. Lee allí lo que muchos jóvenes aún hoy leen como primeras lecturas: los simbolistas franceses (Verlaine, Rimbau, Mallarme), la poesía de Walt Whitman (en una traducción alemana en un anuario expresionista) y la filosofía de Schopenhauer. Borges no puede sustraerse a la influencia de la revolución rusa del 17 y escribe sus poemas Los Salmos Rojos (La trinchera que avanza / es en la estepa / un barco al abordaje / con gallardetes de hurras)

Leyó la Biblia en la traducción de Lutero, que “contribuye a la belleza” y aprendió de Calvino su gusto por la sencillez. Borges aprendió en el liceo a parafrasear como su actual vecino, Calvino: corto, irónico, cortés, elusivo.
El decoro de los calvinistas. Puntillistas. Calvino se dirigía a la gente culta. Su estilo de escritura es clásico. Razona sobre los sistemas, utiliza la lógica. Calvino amaba el retraimiento. Era breve. Borges se educa en el recato de los calvinistas. Austeros. Les ofende el lujo y la apariencia. Calvino había roto con los santos, las devociones y las supersticiones. Calzaba bien con Borges, con su pudor, su sentido del ridículo y una dignidad.

Juan Calvino buscó encontrarse a sí mismo: “Casi toda la suma de nuestra sabiduría, que de veras se debe tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el hombre debe tener de Dios, y en el conocimiento que debe tener de sí mismo”. (Religión Cristiana. Libro Primero.)
Borges también: “Le doy vueltas a una idea: la idea de que, a pesar de que la vida de un hombre se componga de miles y miles de momentos y días, esos muchos instantes y esos muchos días pueden ser reducidos s uno: el momento en que un hombre averigua quién es, cuando se ve cara a cara consigo mismo” (Credo de Poeta. Arte Poética)

Extraer de sí mismo a sí mismo. Una proyección de Dios. O del Espíritu. O del destino (que tal vez es lo mismo, diría él mismo Borges). La palabra –ha dicho el poeta- viene dada. Uno descubre su voz natural, su ritmo. Uno, finalmente, transmite un sueño. Sus historias deberían ser leídas como se leen las historias bíblicas, “como las fábulas de Teseo o Ahuasero”, al fin, como un evangelio no canónico. Borges era gnóstico, creía en el proceso intuitivo de conocerse a sí mismo. Los gnósticos -se había olvidado esto- son cristianos eruditos y carismáticos. En la época paleocristiano -entre los siglos I al IV- había tres corrientes del cristianismo, la cetrino-paulina, la judeocristiana y la gnóstica.

Por otro lado y del mismo modo a Borges le preocupa la belleza. Calvino admiraba a los celtas por razones políticas religiosas y estéticas. Borges aprendió de Calvino que las traducciones literales tenían exotismo, y por eso, belleza. Borges afirma que las bellas traducciones literales surgen con las traducciones de la Biblia. Principalmente, cita Borges a la Biblia inglesa, la Biblia de su abuela protestante, donde él aprendió a leer.
Calvino admiraba a la literatura gaélica por la calidad estética de la traducción de la Biblia.
La literatura gaélica era un orden de los celtas. Viene del alfabeto ogham y tiene base rúnica.
La literatura gaélica está asociada a la religión culta y a la lectura de la Biblia.
Así Borges llegó a la idea germana: unos hombres sometidos a la lealtad, al valor y a una varonil sumisión al destino. Por esa vía, Borges se topó con la literatura escandinava, la runas y las sagas islandesas. Una runa era una manifestación divina. 46 años después Borges junto a la bella María Esther Vázquez completaría su viaje cuando publica Literaturas germánicas medievales y escribiría su popular sentencia: “De las literaturas germánicas medievales la más compleja y rica es incomparablemente la escandinava”.

Cuando su mujer, María Kodama, en sus últimos días aquí en Ginebra, le preguntó si le llamaba a un sacerdote, Borges contestó que le trajera dos: un católico y un protestante.
Antes de morir el poeta rezó el Padre Nuestro.
En Ginebra, el día 14 de junio de 1986, oficiaron los ritos funerarios de un gnóstico, un sacerdote católico, Pierre Jacquet y un pastor protestante, Edouard de Montmollin, que aclaró la importancia de la fe metodista de la abuela de Borges. El pastor leyó el primer capítulo del evangelio según San Juan. Leyó la parábola El Palacio de Borges y el poema Los Conjurados. María Kodama vestida de blanco, y las rosas, también blancas, sobre el féretro. Ese día de junio, en la Catedral de Saint Pierre, una iglesia gótica donde Calvino proclamó su fe cismática, fue velado el poeta. Desde la catedral por una sola callejuela en bajada se llega, por la rue de la Sinagoga, al Cimetière des Rois. Este es el Panteón de Ginebra.
Aquí está Calvino.
Aquí está Borges.
Y aquí estoy yo, humildemente, en esta ciudad fría, fría y bella y de luz azulina, para rendir respeto al maestro.

 
 

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El evangelio según San Borges.
Por Omar Pérez Santiago.
Noviembre de 2005