POESÍA
PAVELLA
COPPOLA
EL PESO DE LA MEMORIA
Te sientas en una butaca de este oscuro cine, que es la vida, comadre
calavera.
Y ambas jugamos a un espanto flaco.
Ya el resto del público hizo abandono del auditorium,
y nuestro espectáculo es lo único que persiste.
La tierra nos aplasta y apenas si respiro,
la publicidad y el consumismo me han inventado la ronda del Dos
Mil:
"Hubo una vez un tío, que de huesos se sostuvo en
el ayer,
hoy únicamente posee el verbo DESAPARECER".
Concluimos nuestro juego y me convidas un cigarrillo.
Tus dientes castañean, ¿acaso de frío?
Te tomo de la mano, puro hueso, y
me cuentas cómo eras, cómo tu cuerpo vivo antaño
hacía el amor,
de qué manera eras cuando eras.
Y ríes hecha de ayeres,
y destilas esqueleto, ojos ausentes en el hueco donde persistiera
tu mirada,
y adentro de mi propia palabra
presiento el absurdo que me carcome mientras miro.
Hoy ha sido publicada la noticia de tu hallazgo, comadre calavera,
Allá en el norte. O en el sur.
Doscientos cincuenta pesos
he pagado por la entrada a esta función de gala
en el reino de los desaparecidos.
Santiago en cámara rápida
in memoriam
rolando cárdenas
Como elástico de honda furtiva
la ciudad en el espacio del acróbata
es ala escribiendo / velocidad que se despeina
en la hora de la adolescencia quebrantada.
Descalza / los arabescos estampan
una veloz mancha
cuerpo transitando entre corbatas.
De súbito los personajes
de rolando cárdenas se incorporan al festejo:
el ladrón tras el skateboard traslada una gallina
inventándose el viento en plumas de la clueca.
Melodiando tangos el organillero en tocata y fuga
me enrostra la necesidad de no ser esperpento
antes de ahogarse el corazón del walkman
en oscuro sintetizador manco de manivela.
En vano muge el afilador de cuchillos.
El filo traza la herida recta
medio a medio
se taladra la tabla
la gota de llanto
entre dos tajadas
como la pretérita resbalando por el ojo del poeta.
De su libro: "La Buscadora", 2001
LAS PUTAS DEL
CALEUCHE
.............................. para
Claudia y Vero
Las vi
entonces
esfumándose entre las tempestades del barco
sus traseros bamboleando a la suerte de quién sabe cuál
vaivén
llenas de corales en sus hombros y flechas sin arcos sus espaldas.
Una reinaba en la travesura de la risa
la otra tirada como esqueleto a la espera
del pecado que no venía.
Una aferrándose a la soledad del viento en su cara
con un par de ojos grandes como luna eclipsada
y una veintena de años acercándose a la treintena
desposeída;
la otra terminaba un noviazgo fugaz como cometa.
Rápido fuerte y terrible fue ese amor.
La del pelo ceniza
dibujaba el vuelo de una gaviota como si nada
con tenacidad como era su costumbre siempre ida
como si nada siempre ida.
La otra la del pelo también ceniza pero más rojo
provocaba a los marinos
con la tristeza habitual de una sonrisa trémula al borde
de su propio desborde.
Y en la antesala del precipicio
la marea poblaba los besos de sus barcos
se agazapaban ante el viento
venían y se iban
volvían a cubierta cubriendo sus áridas desventuras
alrededor del timón sin rumbo cierto
"son putas"- murmura un anónimo que pasa.
Fantasmales putas del caleuche invaden los atisbos del día
y se acercan
y desean
y tiemblan
y sueñan
prefieren el beso de lengua roja cual bandera victoriosa
porque el reino de ellas existe
aunque la tercera
sin apariencias
exenta de aromas y cúspides
no asoma lujuriosa.
La última del listado ausente en su vejez.
La tercera no ha llegado a cubierta.
Se han estropeado sus caderas y sus dientes
y los besos constipados
sólo antesala de un registro de recuerdos.
Lejanas las tres hembras
bambolean la ausencia
ya no flechas
ya no corales.
En eterna ausencia siempre las constructoras putas.