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"China Roja": el libro perdido de Pablo de Rokha

Por Pedro Pablo Guerrero
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 11 de mayo de 2014


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Seis meses recorrió China Pablo de Rokha el año 1964, como huésped oficial del gobierno comunista. Todo parece indicar que el origen de la invitación fue su extenso "Canto de fuego a China Popular", una encendida loa a la revolución maoísta que —foto incluida del "líder máximo"— publicó en la portada de la revista Multitud, en diciembre de 1963.

En el país de Mao Tse-tung, el poeta chileno cantó a las gentes y calles de Pekín, a las comunas populares, a los tractores y a una represa que compara con la Gran Muralla, tal como en otro libro compara la Gran Marcha con la Anábasis, de Jenofonte. Se admira de la valentía y honestidad de obreros y soldados, de la felicidad de los niños y de la finura de las mujeres que, "Tranquilas como un río/ odian la guerra injusta;/ pero el fusil lo mismo/ lo empuñan".

Eugenio Mata Romo (1929-1997), quien entonces trabajaba en el país asiático como profesor de español, recordó en la revista Trilce (diciembre de 1968-enero de 1969) su encuentro con el poeta en Pekín: "Don Pablo llegó con su hijo del mismo nombre, invitado oficialmente por el Gobierno, para escribir un libro sobre China. El propósito de los chinos era que don Pablo escribiera un libro de impresiones, un reportaje; pero a él le pareció que lo que le correspondía era hacer un libro de poemas. Se aceptó su sugerencia, y al cabo de dos meses entregó don Pablo cincuenta grandes poemas hechos con el mayor sacrificio, ya que a poco de llegar enfermó gravemente, y se empeñó en cumplir así, en ese estado, su compromiso".

Cincuenta años han pasado para aclarar el destino de esa obra por encargo, inédita en español.


En el diario y en la radio

Algo de cuento chino tiene la reaparición del libro escrito por el poeta chileno nacido el 17 de octubre de 1894 en Licantén. El primer aviso lo dio el escritor Alejandro Lavquén en una columna de la revista Punto Final publicada el 2 de abril. En ella comprueba, luego de hablar con estudiosos y coleccionistas de la obra de Pablo de Rokha, que su libro China Roja, fechado en 1964 según todas las bibliografías del poeta, "jamás fue publicado bajo ese título en Chile". En realidad, establece Lavquén, aquel libro se editó solo en China en septiembre de 1965, traducido al idioma local por Zhao Jinping, bajo un título que correspondería a la expresión "Canto dado como ofrenda a Pekín". Muy distinto a lo que pensó el propio vate chileno cuando lo cita en su libro Estilo de masas (1965) como "China roja, poemas para las masas", dándolo como publicado en Pekín el año 1964.

Lavquén tuvo noticias de la edición china gracias a la visita que hizo a su librería el profesor chileno José Miguel Vidal Kunstmann, candidato a doctor en Historia en la East China Normal University de Shanghái, su actual ciudad de residencia. En marzo, Vidal dio con un ejemplar del libro en la biblioteca de la universidad, donde también está disponible una versión digital. Luego lo halló en la biblioteca municipal de la ciudad y en la Nacional de Pekín. Por último, lo compró por internet en un sitio de libros de segunda mano. "Todo lo anterior demuestra que no es un libro difícil de encontrar en China", dice Vidal desde ese país. Aún más, descubrió que varios poemas de Pablo de Rokha se publicaron en el Diario del Pueblo el año1964. Según otras fuentes, tanto agradaron los poemas, que a Gonzalo Rojas, quien estuvo en China años más tarde, le contaron que su "Gran oda secular al río Yangtsé" se leía con frecuencia en la radio.

Entusiasmado por el descubrimiento, Lavquén le propuso a Vidal traducir todo el libro de Pablo de Rokha desde el chino. Lavquén se encargaría de la tarea no menor de intentar adaptarlo al estilo rokhiano. Tamaño esfuerzo, digno de Pierre Menard, se justificaba porque, como escribió Lavquén en Punto Final, "tampoco se conoce el manuscrito que De Rokha escribió en castellano".

Sentado en su local de compraventa de libros, en una galería aledañana a las torres de Tajamar, Lavquén reafirma la validez de su proyecto y nos entrega "Alegrías de Pekín", uno de los 20 poemas del libro chino, el único traducido al español por el momento. Naín Nómez, profesor de la Universidad de Santiago y experto en la obra de Pablo de Rokha, le envió un mail donde le cuenta que él y la hija del poeta, Lukó de Rokha (1923-2008), habían donado la versión en castellano de China Roja a la Biblioteca Nacional junto con otros manuscritos.

El profesor Nómez confirma: "Yo tenía la edición en español de China Roja tipografiada por Pablo de Rokha con sus correcciones. Nunca se imprimió como libro. Siempre fue un inédito. Ese libro lo donamos con Lukó de Rokha a la Biblioteca Nacional". Horas más tarde nos informa que, luego de revisar su archivo, ha encontrado una copia entera y nos hace llegar las fotocopias. A lápiz y con gruesas letras mayúsculas, De Rokha había escrito en la portada: "CHINA ROJA" (tarjando su título anterior, "Canciones a la China inmensa", escrito a máquina). Hay más tachaduras y enmiendas en otros poemas, que no son 20, sino 50, más un largo apéndice de versos octosílabos rimados de carácter popular, "posiblemente el embrión de otro libro", estima Nómez. Ciento cincuenta y tres páginas en total, incluidos el índice y la cubierta, casi el doble que la edición de Pekín.

Mario Ferrero, gran amigo del poeta y autor del estudio Pablo de Rokha, guerrillero de la poesía (1967), sin duda conoció el original de China Roja, pues escribió en su libro: "De Rokha, haciendo una concesión ajena a sus principios y cuya teoría ha atacado en múltiples oportunidades, quiebra su línea habitual de la epopeya no versificada para volver a la cuarteta tradicional, de rima parcial o asonantada". Según Ferrero, el poeta explicó este cambio como una manera de llegar a las grandes masas del pueblo.


¿Dónde está el original?

En las cajas que contienen los manuscritos donados a la Biblioteca Nacional el 11 de abril de 2006 por Naín Nómez y Lukó de Rokha no está el original de China Roja. Tampoco la copia que Nómez cree haber entregado. Lo comprobamos tras revisar las cinco cajas, cuidadosamente ordenadas. Pedro Pablo Zegers, jefe del Archivo del Escritor, donde se conservan los documentos, tampoco sabe del libro inédito, pues no aparece ingresado, pero nos aconseja preguntarle al bibliófilo César Soto, admirador de Pablo de Rokha, si tiene alguna información. Al llamarlo por teléfono y luego de ponerlo al tanto del asunto, nos pide enviarle algunas fotocopias escaneadas para cerciorarse de que corresponden al texto auténtico, pues revela que él tiene los originales del libro.

Luego de leerlas, declara: "Revisé las fotocopias que me enviaste y corresponden exactamente al original mecanografiado que tengo. Pienso darlo a conocer, luego de solicitar la colaboración de la Fundación De Rokha, en el último capítulo de El libro de los libros de Pablo de Rokha, una recopilación fotográfica y biobibliográfica de su obra poética y filosófica, que publicaré en Estudio Bibliográfico América del Sur. No quiero hacer más ostentación de que tengo los originales en mi colección, pues hice la adquisición a través de un intermediario entendiendo que eran propiedad de un familiar que no quería dar a conocer su nombre. Es preferible, por cualquier caso, no violar esta reserva".

Hasta la investigación de "El Mercurio", Patricia Tagle, nieta del escritor y directora ejecutiva de la Fundación De Rokha, desconocía que los originales de China Roja estuvieran en manos de un coleccionista privado. Lo mismo Alejandro Lavquén.

Al enterarse, Naín Nómez declara: "Ella no lo vendió. Alguien se lo llevó. Es mi impresión, lo que yo creo. Recuerdo haber visto el original, pero después no lo vi más y cuando entregamos las cosas a la Biblioteca Nacional ya no estaba. Me extrañó que Lukó de Rokha solo tuviera las fotocopias cuando hicimos la donación. Yo creo que en algún minuto le pregunté por el original y me dijo: "Es todo lo que tengo. Yo era muy amigo de ella. Me pasó prácticamente todos los materiales de su padre que quedaron inéditos. Incluso en un principio, ella y Mahfúd Massís, su marido, me entregaron la autobiografía de De Rokha que publiqué en Pehuén. Fue el primer manuscrito que me dieron en Venezuela. Posteriormente, ella me dijo que dispusiera de todos los materiales y ahí me llegaron los demás inéditos, que publiqué en Obras inéditas con Lom".

Si usted conservaba al menos las fotocopias de "China Roja", ¿por qué no lo incluyó en ese mismo libro?
—No quise publicarlo porque consideré que sus méritos eran menores. Era un libro muy tradicional, escrito en versos regulares, en estrofas de cuatro versos cada una. Un texto de Pablo de Rokha que no valía la pena publicar, aunque durante mucho tiempo lo pensé. Ahora lo miré de nuevo y sigo pensando lo mismo.

¿Por qué cree que los chinos publicaron solo 20 de los 50 poemas que escribió De Rokha?
—Es una pregunta compleja. Es posible que lo hayan censurado o simplemente hayan elegido algunos poemas. Es posible, incluso, que Pablo de Rokha haya disminuido el número de poemas a publicar en China para hacer una publicación más sustanciosa en Chile.

¿Y por qué no la hizo finalmente?
—Creo que no puedo responder a esa pregunta, que se relaciona más con las intenciones del propio De Rokha en ese momento. Tengo la impresión de que a él no le gustaba tampoco, de que era suficientemente autocrítico como para saber que no tenía valor suficiente. Tal vez el mismo no estaba convencido de su calidad para publicarlo, tal vez no tuvo tiempo ni ánimo. Sin embargo, hay que considerar también, como he señalado en varios prólogos, que después de publicar en 1967 Mundo a mundo: Francia, pensaba sacar dos libros más para hacer una trilogía: uno dedicado a la URSS y otro dedicado a China. Probablemente este último era China Roja y no alcanzó a publicarlo antes de morir en 1968.


"La traducción del chino va igual"

Alejandro Lavquén cuestiona la decisión de Nómez de no haber publicado China Roja teniendo la potestad de hacerlo.

"No la comparto para nada, pues no me parece acertado destinar el libro de un autor de la envergadura de Pablo de Rokha al olvido por una cuestión de gustos personales", afirma. Y agrega convencido: "La traducción nuestra va igual, porque mostrará una aproximación de cómo los chinos leen a De Rokha. Ver lo que el traductor tomó, lo que dejó, y lo que recreó. En la Antología de las obras completas de Pablo de Rokha, que voy a publicar luego, pondré la traducción de "Alegría pekinesa" que hizo José Miguel Vidal con mi adaptación de estilo junto al original de Pablo de Rokha para que se compare. También incluiré el texto en caracteres chinos y pinyin [transliteración fonética del chino mandarín con letras del alfabeto latino]".

Más allá de la polémica y de algunos cabos sueltos, lo importante es que apareció el libro perdido de Pablo de Rokha y, gracias a las publicaciones en curso tanto de Lavquén como de Soto, serán los propios lectores y la crítica quienes tendrán la oportunidad de juzgar el valor de los poemas escritos en el fragor de la contingencia.


Dos poemas inéditos

ALEGRÍA PEKINESA

Emocionado entre esta gente buena
su risa llena la compararía
a los melocotones o a la avena,
o a las almendras, o a la poesía.

Surge y rebota como un chorro de agua,
o un bosque de árboles en la pradera,
o las chispas sonoras de la fragua,
o un atado de espigas en la era.

Y uno recibe su don solidario
e infinito de luz, como se arroja
al mar amigo y abraza su acuario
como se abraza la bandera roja

 

CASAS DE RESPETO PARA ABUELOS

. Si Liu Cheng, Tsao Tsao, Hsi Kang, poetas de antaño,
por voluntad del emperador degenerado,
. . . asesinados sin misericordia,
o Tu Fu, Po Chu-I, Wang Wei o Li Po, tomaran,
ellos que fueron carne de cárcel y cadenas,
con los ojos vacíos y ausentes, cómo vieran,
. . llorando, la morada hospitalaria.

. Estos no son asilos; en los atardeceres
oscuros de la vida, cuando el viejo presiente
. el llamado feroz de los sepulcros,
y la gran soledad rodea su destino,
aquí existe un hogar dichoso y colectivo;
. y su rincón es cabeza de mundos.

. Ser abuelo o abuela es un honor en China
y es un baldón en muchos países de la tierra;
el anciano es sagrado aquí; la gran consigna
. es comprender, sin destruir, lo antiguo
superándolo; el pálido crepúsculo bucólico
de la vejez, que es un recuerdo y un naufragio
agarrándose, apenas, al corazón remoto,
sabe que el hombre no es su enemigo.



 

 

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