POESÍA ACTUAL ESCRITA POR MUJERES: UNA
POÉTICA PARA EL SIGLO XXI
Francisco
José Peña Rodríguez
Universidad Autónoma
de Madrid
En la primavera de 2005, durante un recital en la Feria del Libro
de Madrid, los escritores Luis García Montero y Luis Alberto
de Cuenca sostuvieron un pequeño diálogo en el que dejaron
entrever que en el horizonte literario español, como antes
había escrito
José Enrique Martínez, "apunta ya una nueva promoción
de jóvenes poetas" (1997: 43). Decían que los poetas
que despuntaron en la década de los setenta deben empezar a
ser analizados críticamente como clásicos contemporáneos
y no exclusivamente como "novísimos". En esta misma
línea, Miguel García-Posada, al referirse al contexto
actual, añade:
¿Cuál es el factor que unifica
o que define, o que articula ese nuevo clima? Yo diría que
se trata de algo que podríamos llamar vitalismo. Es decir,
se renuncia, en un proceso lento, al autotelismo estético,
que es sustituido por un vitalismo de fondo [...] Creo que,
al señalar la
existencia de ese vitalismo, se da en la diana de la constitución
de un nuevo clima poético, de una dialéctica no simple,
pero sí bastante nítida (1994: 17-18).
Desde que en 1994 Ana Merino obtuvo el premio Adonais por su
libro Preparativos para un viaje, se han ido sumando nuevas
voces a la poesía española que han configurado aquello
que podríamos denominar Generación del 2000.
Se trata de un grupo de veinte voces que renuevan con características
propias el panorama poético de nuestro país y que han
nacido entre 1970 y 1985 y han crecido y se han formado en la España
de la democracia y de la Constitución de 1978. Hablamos
de Ana Merino, Pilar Adón, Marta Agudo y Julieta Valero (1971);
de Olga Novo (1974) y Patricia Esteban (1975); de Yolanda Castaño,
Gracia Iglesias y Ariadna G. García (1977); de Marta López
Vilar, María Lapachet, Sandra Santana y Vanesa Pérez-Sauquillo
(1978); de Ana Gorría, Esther Giménez y Ana Celada (1979);
y de Alejandra Vanessa (1981), Guillermina Mekuy (1982), María
Fernández Salgado (1984) y Elena Medel (1985)(1).
Otro rasgo común a estas creadoras es su formación universitaria
y haber crecido en la misma cultura mediática a partir de los
años ochenta y noventa. En el bagaje común de todas
ellas, no sólo encontramos que han realizado estudios
de Filosofía y Letras (la inmensa mayoría), sino también
de otros campos como la arquitectura (Ana
Celada), las ciencias políticas (Guillermina Mekuy)
o el periodismo (Gracia Iglesias). Este
hecho, como proceso formativo e intelectual de la poeta, que la diferencia
de otras promociones anteriores, se consolida con la interrelación
con otras disciplinas: Pilar Adón y Yolanda Castaño
ejercen la crítica literaria en la prensa escrita (La Razón
y La Voz de Galicia, respectivamente), Ana Celada es actriz
y pintora -en el mundo de la pintura se mueve laboralmente Gracia
Iglesias- y Marta López Vilar es traductora. En la misma línea
se puede añadir que Patricia Esteban y Guillermina Mekuy han
tomado contacto con el cine. Además, se trata también
de un conjunto de mujeres viajeras, así, por ejemplo, Ana Merino
y María Lapachet viven en Estados Unidos, Sandra Santana en
Alemania y María Fernández Salgado y Patricia Esteban
han permanecido algún tiempo en Argentina.
Este grupo de nuevas voces en la poesía del siglo XXI está
altamente relacionado entre sí, algo que explica claramente Gracia
Iglesias (Madrid, 1977) al enjuiciar el papel de estos nuevos nombres
en la literatura actual:
En
nuestra generación nos seguimos todos con bastante interés,
nos leemos, vamos mutuamente a nuestros recitales y mantenemos contacto
por correo electrónico, así que es fácil establecer
afinidades [... Por supuesto, siempre hay nombres que suenan de
repente un poco más que otros, pero puede ser por un premio
puntual o un momento de mayor o menor fortuna. Sólo el tiempo
marcará diferencias. Lo que tengo muy claro es que, digan
lo que digan, el nivel es muy alto (2005:
carta).
Pero, ¿cuáles son las características de éstas
poetas del siglo XXI? Existen varios parámetros que marcan
la poesía de nuestros días y que se explican significativamente
desde la obra conjunta de éstas poetas: 1) el verbalismo directo,
2) la falta de puntuación -en muchos casos- como trasgresión
formal en busca de musicalidad, 3) temas más cotidianos -familia,
la ciudad, los problemas diarios,...- y desde nuevos puntos de vista,
4) uso del lenguaje estándar y cotidiano, 5) rebeldía
ante las convenciones estéticas y sociales, 6) yuxtaposición
de poemas como fórmula de ruptura del poemario clásico,
7) formación universitaria e interrelación con otras
disciplinas y 8) incorporación personal y estética a
las nuevas tecnologías.
El profesor Pablo Jauralde incide en la ruptura con lo convencional
como una de las características más llamativas de la
poesía más actual:
Así,
ha desaparecido en la conciencia del poeta y del lector de poesía
actual el juego y la referencia de los subgéneros poéticos
más refinados: el tinglado que provocaba la redacción
de una silva, de un epigrama, de un madrigal, etc., con su doble
sentido (el de la tradición en la que se inscribe y el sincrónico,
el subgénero al que pertenece) no suele funcionar en la poesía
contemporánea, que ha querido volcarse directamente en un
poema, borrando fronteras (2001: 63).
Sin embargo, la madurez estética está presente en todas
ellas. Resulta llamativa la visión de Ana
Gorría, una de las poetas más vitalistas
del grupo, cuando escribe que "siempre he considerado que hacer
la palabra de uno pública implica una responsabilidad a la
que prefiero enfrentarme sólo cuando me sienta preparada para
asumirla" (2005: carta).
1. La poesía
del siglo XXI
Este trabajo supone la continuación de otro anterior en el
que se analizaba, como punto de partida de la nueva poesía
en el siglo XXI, la obra de Ana Merino (Madrid, 1971)(2)
y en él se fijaban algunos de los parámetros del género
en nuestros días y se aportaban algunos de los nombres que
ahora estudiamos. De esta escritora tomamos como ejemplo, siguiendo
el análisis que hemos establecido, el verbalismo directo que
impregna parte de su obra. "En Westerbook", la poeta se
enfrenta a la visión de un antiguo campo de concentración
nazi y de esa observación cotidiana surge la voz poética:
Y eran besos y abrazos un día
de junio,
confundiendo trenes y autobuses,
viendo un horizonte vestido de negro
entre flores azules.
No sabía dónde estaba,
ni quien hizo el paisaje tan triste,
ni por qué las estrellas dibujadas en la piedra
se vestían con seis puntas (1995:
66).
El uso de un lenguaje estándar y cotidiano se funde con el
verbalismo directo
generando un poema casi sin introspección o subjetivismo, haciéndose
más perceptible para el lector. La estética de Sandra
Santana (Madrid, 1978) es un claro ejemplo de esta mezcla
verbal:
La negación resulta ser
una sustancia edulcorante
que se disuelve al entrar en contacto
con los pecados vulgares.
[...]
¿Pero y si
decenas de partículas
condicionales
adornasen las ramas
de una situación apenas
deseable? (2005).
Si bien estas características verbales en la poesía
actual están presentes en la obra de las veinte poetas estudiadas,
la introspección del yo poético hace que el punto
de vista de los temas recogidos en el poemario resulte mucho más
plural. La familia, como escribe García-Posada
(1996: 20), resurge temáticamente en algunas de éstas
creadoras. Tal es el caso de Ana Merino, quien dedica algunas de sus
composiciones a los miembros de su familia, o de Guillermina Mekuy
(Bata, 1982), que intertextualiza narrativa y poesía en su
novela El llanto de la perra. Tomamos el ejemplo de la hermana
de la protagonista de este relato:
Eldania. La vida es un regalo para vivirla.
Y éste es mi regalo para ti.
La felicidad y el sufrimiento no son nada
si las compartes, como hago yo contigo.
Si tú amas a tus seres queridos,
sus penas son tus penas,
y sus alegrías son tus alegrías.
Yo así lo pienso cuando estoy contigo,
porque te quiero más que a nada (2005: 50).
El amor, el eros y el sexo son temas recurrentes en las poetas
que analizamos en este trabajo. Se tratan desde puntos de vista más
ambiciosos que en la poesía de la década de los ochenta.
En este sentido, el filósofo Ángel Gabilondo, escribe,
a propósito de ese eros en el relato (que nosotros extrapolamos
a la poesía), al que recurren tanto Ana Merino como, mucho
más frecuentemente, Yolanda Castaño (Santiago, 1977),
Olga Novo (Lugo, 1974) o María Lapachet (Córdoba, 1978),
que no se satisface en una única definición. Poéticamente,
cada una de nuestras escritoras lo enfoca desde su particular punto
de vista, independientemente de que Olga Novo y Yolanda Castaño,
por ejemplo, representen estéticas similares:(3)
El eros es la posibilidad misma de que haya
relato, trama, texto. Y se cumple así no un decir sobre el
amor, ni siquiera sólo el decir en el que consiste el amor,
sino el amor en que consiste el decir el eros del decir [...]
El eros, por tanto, no pregunta ni responde a una cuestión
por el qué y no se satisface en una definición.
El eros se sitúa en el ámbito del quién
y su respuesta es un relato. El hombre y la mujer como relato, cuya
única identidad es la identidad narrativa, en la que se echan
a perder; cuya única vida en compañía es la
de una vida como relato [...] (Gabilondo, 1990: 54).
Ahora bien, no es idéntico este eros en Fragmento
de Marta Agudo (Madrid, 1971):
Será el origen un éxodo
de labios
........ ...entonces el amor,
........................ su simetría...
La soberbia de un sol que nada entiende (2004: 21).
...que el de Yolanda Castaño, quién inicialmente compone
su poesía en gallego y ella misma traduce al español.
Afronta el tema sexual sin subterfugios, sin abusar excesivamente
de la sexualidad como experimentación literaria, y compone
una poesía abierta y desinhibida:
Había un labio húmedo
descolgado en guirnaldas serosas a reventar muy lento
desgarrando un brote así resquebrajado
retorciéndose para desenvainarse, para
destrabar todo de golpe
............................. que
una marea me desborda (1999: 183).
La trasgresión de las convenciones sexuales de la sociedad
está
presente en el interesante e irreverente poemario Suada, de
María Lapachet. En él leemos:
Desnudos, bajo el aire acondicionado,
me lames la espalda y me besas el cuello,
nos abrazamos, jadeamos, suspiramos,
me encanta cuando me acaricias el coño con
un sólo dedo... Dame uno de tus dedos
y levantaré el mundo (2004: 16).
Esta rebeldía ante las convenciones sociales también
se refleja en los poemas de Colegio de monjas, de Alejandra
Vanessa (Córdoba, 1981), y en Mi primer bikini, de Elena
Medel (Córdoba, 1985). Estas dos autoras andaluzas han sorprendido
al público lector con los mencionados títulos por su
rupturismo con lo clásico y por la disposición estructural
del poemario.
Ahora bien, el original enfoque que la nueva poesía da al libro
es algo que supone, por otro lado, un giro hacia la experimentación
yuxtaponiendo poemas en la obra con la finalidad de romper con el
convencionalismo habitual, pero también olvida la métrica
y la estrofa tradicionales. Tal es el caso del interesante y logradísimo
Araña de Ana Gorría (Barcelona, 1979), del que
destacamos algunos versos de "Sintaxis en ceniza":
A pesar de la duda y del cansancio,
triste animal,
.................... ...... vencido,
que la tierra
consiente (2005).
Equivocadamente algunos críticos han pretendido ver un ficticio
culturalismo en esta generación de jóvenes poetas (Plaza,
2005: 101). La cultura obtenida en el periodo vital de todas ellas,
su formación académica y la posterior incorporación
a las nuevas tecnologías, escenifica una ideología estética
y una intelectualidad no siempre presentes en otras épocas
de la historia de la literatura española. Estamos ante un grupo
que se ha formado sólidamente en la lectura -en disonancia
con la realidad sociológica de la educación en España-
y por ello ese bagaje lector se plasma en la obra literaria, como
en el caso de Marta López Vilar (Madrid, 1978):
Como siempre, se acostumbra la luz
hasta muy tarde.
También yo, que espero tu voz
con el dolor cumplido
y un poema de Montale
-Nel fumo-
a punto de decirme dónde estás (2004: 18).
o de Pilar Adón (Madrid, 1971):
Te encuentro muy seria,
sentada en el banco verde, al sol,
leyendo Guerra y Paz o tal vez Hansel y Gretel
o quizá la biografía novelada
del laborioso
............ ............. .................. ...............
Mr. Hyde.
¿Paso de largo o te saludo? (2001: 12).
Esa tentación de caer en lo aprendido en la experiencia vital,
que acerca a la poeta al mundo de la cultura, que la desvía
hacia una poesía más intelectual que culturalista, es
una herencia directa de algunos poetas anteriores como Luis Alberto
de Cuenca (Elsinore, Scholia). Esto se ve en Aunque cubras
mi cuerpo de cerezas, de Gracia Iglesias:
He
perdido la paz por ofrecerte
todos los tatuajes de mi alma.
Esos que pertenecen a la noche sin hilos
y despiertan tramando mi epidermis.
Murciélagos
que se beben la yema de los dedos;
criaturas omega, psi, chi, fi, úpsilon, tau,
sigma, ro, pi, ómicron, xi,
un, mu, lambda, kappa,
iota, theta, eta, dseta,
épsilon, delta,
gamma,
beta,
alfa (2005: 7).
Son los ecos de la generación a la que pertenecen los dos
poetas que se mencionaban al inicio de este trabajo. En Vocación
de rabia, de Vanesa Pérez-Sauquillo (Madrid, 1978), hay
algunos sonidos del Luis García Montero de Habitaciones
separadas:
Ataría mis manos
a tu tobillo
hasta que me dijeras,
harto,
de una vez quién soy,
de donde he sacado
las cuerdas
y de qué libro robé
el tú con el que hablo,
el tú que amo
y su pierna (2002: 19).
Al introducimos en el estudio y análisis de esta nueva poesía
encontramos que la estética de conjunto sirve también
para incorporar al lector, sin subjetivismo ni introspecciones, a
la poesía como parte receptora del mensaje (el poema) que la
voz poética genera. El verbalismo directo, el lenguaje impregnado
del habla de la inmensa mayoría y lo cotidiano como base de
inspiración hacen que el público se reconozca en la
obra literaria. Así se percibe en Dinamarca, de María
Fernández Salgado (Madrid, 1984):
Como si no fuera sorpresa
te has despertado. Como si amanecer
resultara fácil.
Como si no te sorprendiera
este desayuno o la vida entera.
Como si nada.
Anoche, dices, soñé que
existíamos,
que desayunábamos.
¿Existíamos?, digo.
¡Existíamos!, dices (2005).
La existencia o la soledad... transmitidas con un lenguaje estándar,
adaptado, precisamente, al siglo XXI. Buen ejemplo de ello son los
versos de Ana Celada (Zaragoza, 1979):
La sempiterna soledad tiene cara
de sombra de invierno alargada,
con poco brillo, estirando los brazos
para alargarse aún más o para acariciar más
suelo (2005).
2. Conclusión
inconclusa para una poesía viva
La nueva poesía es una estética viva, una obra conjunta
en continuo proceso de prolongación en el tiempo y en la literatura,
pero no siempre es bien entendida ni bien acogida por las voces críticas
canónicas como se desprende de un reciente artículo
dedicado al análisis de lo más actual (Plaza, 2005:
100-108). Con lo expuesto en este trabajo acerca de la Generación
del 2000 se está poniendo de relieve la necesaria irrupción
de un grupo de mujeres, nacidas entre 1970 y 1985, en la literatura
actual. No se trata sólo de las voces ganadoras del Adonais,
como Ana Merino, o el Gloria Fuertes, como Gracia Iglesias
(léase, además, el Antonio Carvajal de Vanesa
Pérez-Sauquillo o el Andalucía Joven de Elena
Medel), sino de voces que se incorporan a la poesía con puntos
de vista diferenciados de otros poetas y de otras épocas. La
presencia de internet en la vida cotidiana de estas escritoras
juega el mismo papel formativo que el cine en poetas como Antonio
Martínez Sarrión (Albacete, 1939) o el resto de los
novísimos(4).
La visión crítica que sobre el panorama actual tiene
Luis Antonio de Villena (Plaza, 2005: 100), por ejemplo, ni se corresponde
ni es realista, como se demuestra en este trabajo, con la estética
que hay detrás de estas veinte poetas actuales. Su compromiso
con el verso es llamativo. Véase sino, como parámetro
añadido, que apenas hay política detrás de ellas,
sino un compromiso con la literatura, con el lector, con la sociedad
en la que se inscribe la poesía, como claramente señala
Ana Merino:
Hay un compromiso implícito como el
poema "En Westerbook" [de Preparativos para un viaje]...
Por formación y porque he estado muy en contacto con la filosofía
no mantengo un compromiso de exaltación política.
Sí hay un compromiso con la Humanidad... Mi compromiso es
más fino, implícito, con la Humanidad (Peña
Rodríguez, 2004).
Afortunadamente, la conciencia de que el tiempo pasa y la poesía
se renueva es algo evidente para autores como Luis Alberto de Cuenca
o Luis García Montero, y para críticos como Miguel García-Posada
o José Enrique Martínez, cuando afirma que "una
de las poetas actuales que más me gusta es Esther Giménez"
(2005: carta).
Si algo nuevo aporta la obra conjunta de éstas veinte mujeres
a la poesía del siglo XXI, además de lo ya expuesto,
es la constante capacidad de ruptura -aunque asumiendo herencias-
con la estética inmediatamente anterior, y así, apareciendo
y conviviendo literariamente en las antologías con significativas
poetas anteriores, denotan una proyección personal distinta,
sólida y vitalista.
NOTAS
(1)
Además de este grupo, en otros trabajos se puede encontrar
idéntico número de poetas nacidas en el mismo período
de tiempo, y que se pueden incorporar también a la Generación
del 2000, pero que no hemos estudiado en este trabajo: Ana Isabel
Conejo, Estefanía G., Inés Toledo, Carmen Salas, MarFuentes,
Eva Díaz Pérez, Eva Vaz, Ana Santos Payán, Laura
León Vázquez, Elena Gervilla, Yaiza Martínez,
Silvia Ugidos Ruiz, María E. Vargas García-Machuca,
Marga Blanco Samos, Estívaliz Espinosa, Espido Freire, Pilar
Salas, Carmen Moreno, Miriam Reyes, Eugenia Rico, Carmen Camacho,
Emma Couceiro, Eva Cabo, Marina Sanmartín, Alejandra Aventín,
Carmen Jodra, Sara Bamba y Maricarmen Gómez García.
(2) PEÑA RODRÍGUEZ, Francisco
José (2006): "La obra de Ana Merino: hacia la poesía
del siglo XXI", en Género y Géneros. Escritura
y Escritoras iberoamericanas, Madrid, Saint Louis University y
Universidad Autónoma de Madrid, en prensa. También se
puede consultar, gracias a la excelente labor editorial de la poeta
Eunice Shade, en MarcaAcme.com. Literatura y Arte en Nicaragua.
Vid. www.marcaacme.com.
(3)
La poesía que recogemos en este trabajo se puede estudiar desde
una subdivisión en cinco grupos que se sustancian en la cercanía
entre las propias poetas en función de la amistad o la proximidad
geográfica entre ellas. Así, se habla del grupo de
Madrid (Ana Gorría, Gracia Iglesias, Marta López,
Sandra Santana, Vanessa Pérez, Patricia Esteban, María
Fernández, Ariadna G. García, Esther Giménez
y Julieta Valero), el círculo de La Bella Varsovia de
Córdoba (Elena Medel, Alejandra Vanessa y María Lapachet),
las autoras gallegas (Yolanda Castaño y Olga Novo),
las voces primeras (Ana Merino, Marta Agudo y Pilar Adón)
y las voces inéditas (Ana Celada y Guillermina Mekuy).
(4)
Elena Medel, Alejandra Vanessa, María Lapachet y Ana Gorría,
entre otras, se dan a conocer a través del proyecto La Bella
Varsovia, una forma alternativa, diferente, de expresar la creación
y articulada en torno a una página web (www.labellavarsovia.com).
Página propia en internet tienen Yolanda
Castaño y Guillermina Mekuy, y el método
más rápido y eficaz de comunicación y de expresión
de la creación es para todas ellas el correo electrónico.
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Salamanca, Celya.
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