Por Omar
Pérez
Publicado en Utopista Pragmático Nr 111
Octubre-noviembre
2003
La Serena tiene
hermosas playas donde colocar la toalla en el verano y gente amable en
una ciudad que crece. Y
siempre hay un arte literario muy fértil e intenso. Los artistas están
sentados en una tradición acaudalada: Manuel Magallanes Moure,
Carlos Mondaca, Víctor Domingo Silva, Braulio Arenas. Y
Gabriela Mistral, la poderosa Gabriela, Nóbel en 1945. Y ahora
la generación de los 80 que se extiende.
La generación poética
latinoamericana de los años 80 sufría de insularidad. El poeta se
sentía solo y aislado, por que el poeta estaba solo y aislado, es tan
simple. Se trata, pues, de un derrumbe total. No era una dicha vivir
en Latinoamérica. Claro que no. Se sufre de insularidad, muro y
hundimiento. Esa ansiedad de que llegue una carta, una noticia desde
lejos. O esa ansia de que por los medios de comunicación se cuele algo
que salve, que ilumine aunque sea por un día. El argentino Luis
Benítez: “Nuestra generación fue un puñado de hombres solos / una
pizca de mujeres destruidas, / un manojo de nadas sin zapatos, / el
racimo de las viñas de la ira. / Yo que agonizo / me permito evocarte
aunque mi recuerdo / te cause asco, nena, asco profundo”. Contra la
fatalidad sólo queda la opción del exilio. Chao, me viro. Vivir en
Latinoamérica era un letal error, literalmente un suicidio. Y si
fatalmente no se podía emigrar, estaba el inxilio. En realidad, es el
"islidio", reclusos en una isla.
Por primera vez, son poetas
fuera del Estado. Antes, algo ligaba al Estado: una universidad, una
beca, una fundación, un sindicato, un partido político o un club.
Ahora, no tenían banderas, como cantaban Los Prisioneros. En
Argentina, Uruguay, Perú o Paraguay, todos padecieron lo mismo. Es una
generación, por primera vez, nacida al margen. Pateando piedras. Las
razones las conocemos, no seguiré metiendo el dedo en la llaga. Nadie
los apoyaba y nadie los apoyaría.
Pero en esas islas aparece
una nueva ética: rechazan la renuncia y enfrentados al hastío, no
dejan de inventar “peñas”, “retiros”, revistas, talleres de poesía,
libros. Literatura entre las ruinas.
La Serena también era una
isla, un encierro geográfico. La ciudad tenía un solo camino de salida
y de entrada (no tenía caso arrancar al desierto). Los poetas estaban
tan confinados que no osaban ni siquiera mirar el mar, a pesar que son
costeños. Sólo la playa y la arena. Tampoco el cielo nortino tan
pródigo de estrellas, tan inspirador. Apenas ven las nubes. Su imagen
predilecta es la ciudad de noche.
Ante la ruina, qué le vamos
hacer, los poetas en Latinoamérica se reunieron en bares y peñas. Pero
los serenenses, originales, se juntaron en un Café, un Café que ya no
existe, pero igual es leyenda: el Café Tito´s. Publican
numerosas revistas y trípticos (que alguna institución serenense
debería recopilar y exponer). Mucha gente decente actuó culturalmente
en La Serena, tal como están nombrados en la justa introducción a la
Antología de la poesía del valle de Elqui tomo I, de uno de los
pilares, Arturo Volantines. Están representados en la antología
Vivian Benz, Elba Jiménez, Susana Moya, Pablo Baeza, Yair Carvajal,
Oscar Elgueta, Samuel Núñez, Bartolomé Ponce, Patricio Rodríguez,
Sergio Rodríguez Saavedra, Ricardo Rozas y Arturo Volantines.
Resumamos: la nueva poesía nace autónoma y a la orilla de
las instituciones. El poeta asume un riesgo personal. Es decir, desde
ahora cada poeta es libre de ser metapoético (Viviana Benz: “Sobre
cadáveres / ruinas en la cima de las ruinas” o Ricardo Rozas: “ansío
ser el ala / cambiando su curso / con sólo un latido”) o coloquial
(Oscar Elgueta). Unos serán más sobrios y económicos en la utilización
del lenguaje, casi epigramáticos (Yair Carvajal: “La muerte no es
violenta. / Es suave. / Cuando el hambre / es el que / dispara.”).
Suavemente surrealista (Elba Elena Jiménez). De influencia Beatnik
(Samuel Núñez: “Los soldados de películas / han perdido, / todos se
han dado cuenta”). Lárico (Sergio Rodríguez Saavedra). Un atrayente
neobarroquismo de ficha origenista (Arturo Volantines: “La diabla
cabalga indolida, a trote lento, / bestial y huidóbrica, por los
llanos del cielo, / así la Carta della terra nuova retornará a la
tinieblas”). En fin, Susana Moya escribe con influencias punk y
contestataria: “Adicta de luna llena / me identifico loba / hereje
ontológicamente / casta hasta cuando estoy en celo”
¿La poesía
imita la realidad o es un modo de fugarse del mundo? En los autores
serenenses se percibe una tendencia a que este viejo dilema pierda
sentido. Tienden a un arte real e irreal, a la vez. O mejor dicho,
tienden a una transrealidad. Una suerte de virtualismo. Verse a sí
mismo desde afuera, o desde al lado. Hay un tendencia a acercar la voz
lógica (la poesía que se basa en la realidad) y la voz órfica (la
poesía metafísica). Así nacen los mitos.
La Serena ya no es
isla, las instituciones ya no están al margen de la cultura. Hay otras
antologías dignas de leerse como la de Juvenal Ayala,
Antología poética del Norte, Poetas de los Ochenta (1966).
Colecciona a los nortinos: Carlos Marchant, Mayo Muñoz, Walter
Rojas, Oscar Arancibia, José Martínez, Jorge Aracena, Guillermo
Ross-Murray, Jaime Ceballos, Cecilia Castillo, Hernán Rivera Letelier,
Luis Kong, Eduardo Díaz, Milko Cepeda, Sacha Díaz, Alvaro López,
Wilfredo Santoro, Fernando Rivera, Gabriel Indey, Juan García Ro,
Eduardo Aramburu, Juan Soñador Rivera, Samuel Núñez, Arturo
Volantines, Elba Elena Jiménez, Bartolomé Ponce, Ramón Urbina, Julio
Miralles, Susana Moya y Oscar Elgueta.
Sé que los
escritores del norte, como los de otras zonas de Chile, sufren no
tener eco. Los medios “nacionales” eluden referencia a la creación de
provincias. De nuevo, el próximo verano veremos todos los días en la
tele primeros planos y paneos lentos de bellos culos y tetas
serenenses tirados en la playa. ¿Pero habrá, para la tierra de
Gabriela Mistral, un solo día, un sólo minuto del verano para la
creación poética?
Omar Pérez
Santiago
operezsantiago@yahoo.com
http://www.omarperezsantiago.galeon.com/
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Poesia para dragones
que pastan a medianoche
Aristóteles España
El nuevo libro de Arturo Volantines ("Lo que la tierra echa a volar en
pájaros" ediciones de la Universidad Católica del Norte, 2003) es un
compendio y una síntesis del oficio poético. Una forma de vida, un ángulo
para mirar como vuelan los pájaros de este mundo y del otro y, como telón
de fondo, la historia de su norte, Copiapó, el Valle de Elqui, su Desierto
Florido, el espacio territorial lleno de claves y referencias culturales,
desde Domingo Faustino Sarmiento, Rosario Castellanos, Alejo Carpentier,
Marinetti, Jorge Manrique y entre los latinoamericanos Ernesto Cardenal con
sus himnos y epopeyas a la divinidad cotidiana.
Aquí, la vida funciona como un péndulo y el poeta canta a un mundo que
fue, extrañas fantasmagorías donde se puede observar el tiempo meteorológico
y las andanzas de pájaros multicolores que transitan por leyendas y casas
vacías donde "extraños dragones salían a pastar a medianoche en las
cercanías de Copiapó. Tenían dos cabezas, una de águila y otra de león;
sus cuerpos estaban rodeados de resplandecientes conchas, tan fuerte como
el hierro".
El espacio real y la invención histórica adquieren en este texto de Arturo
Volantines una fuerza singular. Es posible trasladarnos al siglo XVIII,
a un lugar habitado por sacerdotes de la Compañía de Jesús, con este texto
anónimo rescatado por Jorge Teillier y Armando Roa y después navegar junto
a Cristóforo Colombo por canales patagónicos donde el alma del poeta vuelve
a transfigurarse para producir imágenes con helicópteros asesinos y
jotes que regresan a los lugares amados.
La tierra de Pedro León Gallo es el Gran Mundo; el autor se instala para
viajar a los confines literarios que ama y abarcar los temas de su
preocupación actual; el lenguaje, la historia más reciente, el pasado
que nos otorga la debida identidad; y revisitar mitos, conversar con
Gabriela Mistral en el Valle, beber callejones, beber mujeres que se
parecen a Marilyn Monroe, a su generación, a través de códigos lingüísticos
de textos producidos en su etapa formativa en Antofagasta, La Serena y
Santiago.
En este libro que recomendamos a los lectores aparecen personajes reales
y ficticios que dan cuenta de un imaginario ( el del poeta) religioso
a través del cual se asiste a la etapa fundacional de un pueblo que puede
ser Macondo pero es Copiapó, como eje central de sus lluvias y derroteros
históricos, poéticos y geográficos; y en este viaje descubrir América,
Chile, los espacios precolombinos y contemporáneos de estas tierras en el
sur del mundo.
Hay un vértigo, un hilo tensional que es la reiterada presencia de un
Dios, de ángeles que caminan junto al Padre Negro, a loicas, al
polpogallo y a los laberintos sicológicos de Paul Trauter que relata
"como las mujeres se bañan en estado natural en Copiapó por 1851",
para dar lugar a un escenario donde aparece la piel de Hiroshima, el
exilio a la orilla de un cuadro de los heroicos Constituyentes, y el
"arte poética" estremecedora de este autor del norte chileno en la
plenitud de sus facultades creativas: "como quieres, como quieres,
como quieres que en ti vuelva, si cuando desnudaste la cama sólo encontré
tu cadáver". El texto está acompañado del arte pictórico de la artista
serenense Graciela Ramos en una cuidada edición de la Universidad Católica
del Norte (2003).
Arturo Volantines nació el 14 de febrero en Copiapó y vive en la Cuarta
Región desde 1980.
Arturo Volantines nació el 14 de febrero de 1955 en Copiapó. Obras:
"Pachamama" (Poesía), Colección Encuentro, Santiago, 1987; "Lo que la
tierra echa a volar en pájaros" (Poesía), Ediciones Universidad Católica
del Norte, La Serena, 2003. Ha obtenido premios nacionales e
internacionales. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas.
Actualmente es Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, filial
IV Región en Coquimbo.