Singular nombre es lo que nos encontramos para designar un encuentro de las dimensiones de lo que en definitiva vimos, porque de lo primero que nos pudimos dar cuenta es que ninguno de los jóvenes poetas que participaron, evidenciaban tener "poquita fe" para con sus escritos, es más en un escenario como el que nos toca actualmente, el ejercicio escritural es, en rigor, casi una tomadura de pelo, un acto que casi no tiene sentido, porque hoy en día todo se mide con la vara de lo que la economía impone, y hacer poesía por supuesto que es lo menos rentable posible.
Aún así, sorprende
la mística que muchos de lo participantes mostraron durante los días
de desarrollo del encuentro, y no es menos destacable la respuesta
masiva de un público-espectador que acompañó, por ejemplo, repletando
la Casa del Escritor en la sesión del día inaugural, aspecto que hace
pensar que situaciones masivas en torno al fenómeno poético no son,
por cierto, empresas totalmente descabelladas. Ya hemos vivido en
los últimos años, ejemplos que nos permiten corroborar esta idea.
Pues bien, el encuentro "Poquita Fe" tuvo lugar entre el 6 y el 9
de octubre recién pasado, y fueron cuatro maratónicos días de lecturas
en un trajín que consideraba el "Ágora" de la Facultad de Filosofía
y Humanidades de la Universidad de Chile, en una sesión de mediodía,
para luego trasladarse a la Facultad de Letras del Campus San Joaquín
de la Universidad Católica, en una sesión de mediatarde, concluyendo
en la sesión de cierre de cada jornada, en la sede de la SECH, Simpson
# 7, donde se daba una mayor concentración de las actividades planificadas
para el encuentro. Hacemos mención que el viernes 8 de octubre, se
realizó una sesión en la Universidad Diego Portales, en su facultad
de Humanidades.
La primera interrogante que nos surgió fue, obviamente, el por qué
del nombre, cuando en contrapartida veíamos un encuentro de alta envergadura
-cabe hacer hincapié sobre la asistencia y activa participación de
poetas provenientes desde México, Argentina, Brasil, Perú, Venezuela,
Uruguay y Cuba, por lo que aquello de "internacional" no era un recurso
retórico para subirle "el pelo" al encuentro-, y es que los organizadores
dieron el vamos al proyecto en un clima de muy poca esperanza, dada
la habitual situación de poco reconocimiento en torno a las producciones
jóvenes que muestra nuestro "clima" literario, al punto que financiamientos
y otros estímulos, en muy pocas ocasiones consideran la opción de
tomar en serio y de apoyar efectivamente a escritores más nóveles.
Crónica de un (des)encuentro.
"Fue realmente súper jugado eso de realizar una muestra
con jóvenes poetas, sobre todo restringiéndola a menores de treinta
años, la apuesta era ver -me parece- el estado de evolución de estos
poetas, pues era necesario tener al menos una publicación hecha, además
de que la postulación incluía la posibilidad de que tus textos no
clasificasen, y en ese entendido, sin más, la resignación. Por ejemplo,
me tocó darle información a un poeta argentino que estaba muy interesado
en venir al encuentro, me pidió que me comunicase con los organizadores,
si acaso podrían considerarlo para el programa, etc. Finalmente todo
resultó infructuoso, pues el mencionado sujeto era mayor de treinta,
y por ende, estaba perdido de antemano.
Aún así, había onda en el aire santiaguino de esa semana, pues la
expectativa era grande, debido a que varios de los seleccionados los
ubicaba, por tanto podría ver a amigos, leyendo y participando. No
dejé de comentar con mi amigo Max, el hecho de la necesidad fundacional
de estos encuentros organizados por gente nueva, porque de lo que
llevo presenciando, ya he visto como tres o cuatro encuentros en donde
todos señalan ser el primero que considera y toma en serio esta noble
y mítica etapa dentro de la vida de cada escritor, y eso que tengo
poco hilo en el carrete, por lo que Max hace memoria, y me mira con
cara de "este es un cuento demasiado viejo".
En la Chile corre mucho viento, en el patio -léase ágora- a la salida
de la biblioteca y del casino, hay como harta gente deambulando, libros
por todos lados, y allá adelante, cuatro sillas (plásticas de color
rojo), donde por fin se ubican los primeros participantes. La bienvenida
y apertura, entre un clima de leve desidia, un día extrañamente nublado
y los imponderables que ofrecía la pobre amplificación dispuesta para
la ocasión. No importa, es la Chile, cualquier cosa es perdonable.
La lectura está interesantísima, sobre todo los extranjeros, esta
cosa promete, me digo, al tiempo que trato de entibiarme un poco a
punta de café y cigarrillos (qué literario lo mío). Luego nos trasladamos
a San Joaquín, Facultad de Letras. Primera dificultad: no encuentro
el lugar especificado, así que me veo en un vagabundeo cuasi turístico
por las dependencias, hasta que por fin se me ocurre la genial idea
de preguntarle a un guardia. Segunda dificultad: demasiado buenas
las instalaciones, el espacio, edificios sencillamente modernos, plano
bien organizado, etc. Tercera dificultad: nunca hubo cartelitos que
me dijeran dónde era la cosa, otra vez a preguntar. Es Hernández Montecinos
quien me señala que "estamos a diez minutos de comenzar". Bien, ingreso
al auditórium a tomar asiento, un par de notas preliminares, los nombres
de quienes van a leer, en síntesis: embalado.
De nuevo la lectura está notable, el mexicano tiene mucho de Alberto
Blanco, pero hay más sarcasmo, más rudeza en este muchacho. Los otros
que leen, bien. En dos tiempos, concluye la sesión, metro, y para
el centro, a esperar las 19 hrs., comer algo, un par de cervezas en
el Baquedano reaniman a cualquiera. Lejos, esto pinta como esperaba.
A la entrada de la SECH hay requetemucha gente. Un par de vasitos
de café, gentileza de uno de los auspiciadores, y luego a buscar asiento
entre esta multitud. Bajón, no hay dónde, así que mejor de pie al
final de la sala, como cuando el alumno era yo, y mi postura radicalizaba
la obsesión por mantenerme al margen de lo que fuera. Adelante, un
escenario improvisado con sillones y un micrófono, muy de pub, de
café literario, buen recurso.
Otra vez la lectura está a la altura de lo que se espera. De paso
me re-encuentro con algunos amigos, el Leo se me acerca y, allá en
un rincón, el Oscar haciendo señas -ambos estudian castellano en el
piedragógico-. De pronto Hlousek hace ingreso, hermano de Chillán
que conozco como del 94, todo bien.
Al terminar la jornada, música en vivo, y el infaltable vino de honor
para colorear la jornada. Chuma y el Max se fueron, ya felicité al
Víctor Hugo por lo del Premio Neruda, Zurita anda deambulando por
todos lados, Greg trata de tomar imágenes para el registro visual,
así que yo debo ir a buscar al hermano Hlousek, cuya risa característica
lo sitúa en el segundo piso. Variados sujetos en plena conversa, de
pronto un Ron me cae de rebote, y celebro la presentación de "Aproximación
a la situación anómala y oblicua del lenguaje". El autor estudia castellano
en Chillán. No puede ser, demasiadas coincidencias, pero no es la
única, pues los hermanos también han estudiado ahí, así que a la sazón
caen personajes míticos como el paté, el robalo, el profe Hernández,
Araya, Jorge Sánchez: uf!, miles, y esto pinta de genio. Un socio
de Temuco, dirigió la Pewma, conoce al hermano Marcelo Rojas,
a Huenún: tremendo. Paso el Ron hacia el costado y está el brasilero,
le disparo con Ledo Ivo, no!, este tipo conoce al viejo, entonces
le hablo de lo sucedido hace un par de años atrás, cuando lo del barco
que iba desde San Antonio hasta Valparaíso, y la conversa con Ivo,
demasiado genio, eso es todo.
Todo mortífero, hasta que se me ocurre mirar la hora, y recuerdo mi
labor de profe. La retirada: "hasta el día siguiente". Hlousek me
hace prometer que estaré en su lectura, etc., abrazos, nos vemos -suelta
la botella luego-.
El colegio se me hizo insoportable ese día jueves, hay que puro fugarse.
No hay clase en la última hora, tremendo regalo, así que agarro maletín
y chao, hasta el lunes. Estoy preciso en la hora para llegar a San
Joaquín. Al llegar, me doy cuenta de que el clima sigue intacto, las
lecturas otra vez maestras: mucho cigarro, café, conversa. Todo el
mundo a la SECH.
Un alto en el Baquedano para hacer las cervezas de rigor, y luego
al show de los cafés del auspiciador. Hoy, algo de baja en la asistencia,
pero igual no hay dónde sentarse. El Oscar llegó primero y nos aseguró
con algunas sillas: bien. El hermano Hlousek lee armado con un Sour,
y Quezada vocifera encima del micrófono como si acaso estuviera rapeando.
Zurita le pide a Gladys González que se lea otro poema, y al final
el argentino aquel que va disminuyendo el tono de la lectura a medida
que va avanzando -recuerdo fugazmente la maña de Poe por hablar cada
vez más bajo para obligar a su interlocutor a poner, paulatinamente,
cada vez más atención-. Luego música en vivo, y el ritual de los vinos.
El viernes estuvo sencillamente total, la gran conclusión es que mis
expectativas se cumplieron, he podido entrever en qué están los "neos"
de la poesía chilena, ya que esto puede tomarse como una muestra representativa,
pues la asistencia de autores desde las regiones ha sido numerosa.
Bien por los organizadores. Antes siempre se quedaba gente fuera,
misteriosamente, hasta que en el Sur respondieron, hicieron encuentros,
antologías, etc., y excluyeron a los metropolitanos, ahí empezó un
leve equilibrio.
Ya es sábado y esta cosa culmina. Como toda buena historia, tiene
que sacar finales tragicómicos para que aumente el comidillo, pues
se supo de gente que resbaló de escaleras producto del copete, o de
ese otro que orinó por ahí, y para qué hacer mención del carrete que
se inició tras el cierre del telón. En conclusión, toda una epopeya,
digna historia de lo que puede llegar a ser un grupo, un estrato importante
dentro de nuestro anecdotario literario, sin dejar de exigir -eso
sí- a los organizadores, auspiciadores, colaboradores, etc., que deben
trabajar duro para la realización de la segunda versión, en Octubre
del 2005".
Un par de notas finales.
Patricia Espinosa lo mencionó en un ensayo leído en la
sesión de la SECH, el primer día, una de las marcas, o de las líneas
que pueden avizorarse, es la diversidad, la dispersión en las temáticas
y las formas adoptadas escrituralmente hablando, por estos jóvenes
autores. Ya no se puede hablar de "generación", el concepto propuesto
por Promis, hace rato que se cayó. En su minuto lo denunció Sergio
Saldes, y hubo otros que también lo sostuvieron. La crítica Espinosa,
reconoce de la misma manera este rasgo propio de la producciones desde
finales de los ochentas hasta ahora.
Entonces ¿cómo podemos tomar estas nuevas voces y elaborar un proyecto
de crítica que pueda hacerse cargo de proponer un cuerpo teórico capaz
de representar este nuevo escenario?. A saber, desde la generación
del sesenta, en el marco de los encuentros organizados por Trilce,
que se viene tomando en cuenta a la joven poesía chilena, hay una
preocupación por leerla, por estudiarla. De ahí el salto se traslada
a los ochentas, y es en el marco de la aparición de trabajos teóricos
por parte de Soledad Bianchi o de Iván Carrasco, por ejemplo, que
se intenta un mapa de las producciones poéticas nuevas.
Con la aparición de Víctor Hugo Díaz, de Guillermo Valenzuela, Sergio
Parra, entre otros, todos jóvenes poetas, se inicia otra "horneada",
y por supuesto que surgen quienes buscan hacerse cargo de la crítica
de esta nueva oleada. Sergio Saldes, Marcelo Novoa, Andrés Morales,
Javier Bello, Máximo González Sáez, tienen artículos, o tesis, que
se preocupan de estudiar estas nuevas apariciones, instalándose en
1996, en la UTEM, la Primera Feria del Libro de las Literaturas Emergentes,
cuya última versión se realizara en enero del 99.
De este modo, surge lo "emergente" como sinónimo, como concepto que
busca explicar la manera de esta poesía nueva, y es en esta misma
senda que recibimos lo expuesto por Patricia Espinosa, porque en nuestra
opinión, existen algunos nudos o puntos de contacto en la preocupación
y en la interpretación de esta joven poesía, desde el punto de vista
de los estudios críticos.
Está bien, el concepto está, y el cómo realizar el trabajo crítico
dice relación con el rigor que toda ciencia debe tener. La crítica,
no escapa a esta exigencia, por lo que se hace imprescindible romper
con la barrera de las desinformaciones y los ánimos de "tablas rasas"
que a veces nos gobiernan, hace falta que nos pongamos de acuerdo,
que establezcamos consensos para cumplir dignamente con la tarea asignada.
Un aporte para los organizadores: hacer inclusión de más instancias
de crítica, de manera que terminemos con la dicotomía absurda de "Poetas
v/s Críticos", hay que recordar que la unión hace la fuerza, y en
este cuento, ningún aporte puede menospreciarse.