Proyecto Patrimonio - 2004 | index | Autores |


La calma después de la tormenta

Qué pasó con Poquita Fe

Por Mónica Drouilly H.



Casi un mes después del primer encuentro internacional de jóvenes poetas, Poquita Fe, resulta necesario preguntarse cuáles fueron las repercusiones de este evento, cuáles fueron sus notas altas y sus notas bajas, cuáles son sus ecos el día de hoy.

He revisado la prensa de esos días y no he podido encontrar más que breves reseñas que en vez de analizar o criticar lo que en ese tiempo sucedió, invitaban participar de las actividades, así como si fuese una fiesta o un panorama para el fin de semana, en vez de un punto de inflexión en la poesía chilena.

Es cierto que el encuentro, en términos de asistencia de público, fue un éxito: la gente sentada en las escaleras y el segundo piso de la SECH ovacionaba las lecturas más íntimas y más sentidas, y no sólo los días en que hubo algún poeta mass-mediático, sino que constantemente: se rotaban los lectores asiduos al circuito nacional, muchos de los cuales recitaban de memoria algunos poemas junto con su autor.

Eso tendría que decir si sólo si se tratase de analizar una fotografía, pero no es así: la poesía durante esos días fue leída, fue muy leída, pero ¿fue escuchada? Para mí, escuchar poesía es un acto complicado, no da la oportunidad que otorga el papel de volver a los versos anteriores, no deja escoger el tiempo, el ritmo, los silencios. Muchas veces en las lecturas poéticas, sobre todo durante aquellos poemas largos, arrítmicos y con un vocabulario rebuscado, quien escucha no los puede captar, seguir o atrapar; no hay condensación de imágenes y las frases se tornan una nebulosa. Lo anterior se potencia cuando el poema está mal leído, sin ningún respeto por la dicción o la modulación. Fue en uno de esos momentos en que me descubrí pensando en las palabras que Bukowski pone en boca de Dios: "veo que he creado muchos poetas pero no tanta poesía". A pesar de todo esto el Poquita Fe tuvo cosas muy buenas, a continuación presento lo que ha quedado en mi memoria después de tres semanas de distancia.

Personalmente, me quedo con la lectura de Diego Ramírez. Si bien es cierto que se tomó un tiempo bastante largo, su modo de leer, tan íntimo, tan comprometido, tan rítmico, encantó al público. Acudió a poemas de su libro Corazoncito/Noche (Balmaceda 1215, 2003) y a la serie de Poesía Carcelaria que aún no ha sido editada. Ramírez tiene la boca sucia, la lengua llorona y la mano impecable, escribe desde su propia periferia y abofetea a lo pre-establecido, como el mismo sentencia: "Ya nadie defiende mis cicatrices / Ya nadie cuida mi escritura / YO SOY UN PELIGRO PARA LA SOCIEDAD".

Otra voz destacable es la de Gladys González, quien leyó el primer día del encuentro recordándonos a todos los presentes que "Aquí no hay glamour ni bares franceses para escritores". Con una poesía aterrizada, bastante visual y a la vez rítmica, González sitúa su espacio lírico en una geografía que recurre a lo urbano y al cuerpo, un cuerpo femenino (a veces) fragmentado que transita por calles y ciudades conocidas citando constantemente aspectos de la cultura de masas, como un wurlitzer que evoca una melodía que se torna familiar, y que súbitamente, en medio del placer del reconocimiento, transporta al lector/auditor hacia confines estéticos inusitados.

Del top five, del dream team de la poesía joven, de aquellos que fueron los últimos en leer el día del cierre, y se tomaron entre todos más de una hora cuando el público ya estaba cansado, en parte por lo intensa que estuvo la noche, en parte por las lecturas anteriores, me quedo con Pablo Paredes y con Paula Ilabaca. Paredes comienza su lectura con Cuidado con el perro quiltro, poema en prosa que deja claro al auditor, desde una primera frase, desde donde se instala su obra; su preocupación por el tema social, su violencia, su postura de niño malo, de niño malo que escribe poesía. Paula Ilabaca, la diva de la noche, leyó algunos poemas de su libro Completa (Contrabando del bando en contra, 2004) como preámbulo a La niña Lucía, extenso poema en diez partes, indudablemente rítmico, que abusa de la repetición, del tedio, de la fragmentación de oraciones, de las palabras. Ilabaca completa la lectura con sus movimientos corporales: mientras recita mantiene un movimiento constante, de atrás para adelante sobre la silla, siguiendo el ritmo de sus versos y creando simultáneamente una expectativa con respecto a la constante repetición.

Seguramente se me escapan muchos nombres (de hecho, sé que he dejado a muchos afuera), tal vez desde un punto de vista historiográfico lo que he escrito es una aberración, pero quienes he nombrado en las líneas anteriores fueron los poetas que se quedaron en mi retina (y en mi tímpano) durante esos cuatro días. Ojalá este tipo de encuentros se sigan repitiendo, que se aprenda de los errores cometidos, y que el tiempo permita que decanten los versos y, a futuro, la calidad sea un tanto más homogénea, no así los estilos, que en su heterogeneidad revelan la buena salud de las jóvenes letras chilenas.

 

 


Proyecto Patrimonio— Año 2004 
A Página Principal
| A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
La calma después de la tormenta. Qué pasó con Poquita Fe, p
por Mónica Drouilly H.