A principios de octubre tuvo lugar en Santiago de Chile un festival
de poesía organizado por un grupo de escritores jóvenes
que se llamó Poquita Fe, el nombre cita a un bolero
del Trío Los Panchos. Junto a los poetas Cristian Di Nápoli
y Marina Alessio de Argentina, tuve el honor de ser invitado a leer
mi propio material literario en lo que fueron cuatro jornadas intensas
de lecturas (tres mesas, de ocho poetas cada una, por día),
fiestas carrete (chupi) en bares reuniones siempre imbuidas por el
diálogo literario, el intercambio con poetas de Chile y de
Perú México Uruguay Brasil –de ahí eran los otros
invitados, chequear lista completa en www.poquita-fe.tk.
Eso que Mazzoni reclama en este mismo número de ÉXITO,
i.e. la discusión, realmente no faltó aquí; lo
que es mejor: se dio de forma espontánea y vital.
No es de sorprender que algunas cuestiones sucedan más,
y más aceitadamente, en un país como Chile. Mi impresión
fue que ahí la poesía se respira; el factor de la tradición
se impone (la figura enorme de Neruda, sin correlato en nuestro país),
la poesía es LA carta de presentación a nivel cultural
del país (una frase repetida allá, dirigida a los argentinos,
fue “Ustedes han tenido a los prosistas, Chile a los poetas”), se
estudia ampliamente en los colegios, y a un nivel cotidiano y popular
la gente está mucho más en contacto con ella. A la vez,
hay una política cultural por parte del Estado mucho más
vasta, en el contexto de una economía mucho más pujante,
y, para más aún, se privilegian especialmente los subsidios
a la poesía. Las empresas también auspician libros,
eventos (Poquita Fe, un festival minúsculo en cuanto a medios
de producción a juzgar por sus integrantes de clase media casi
todos estudiantes, contaba con el sponsoreo de Chilektra, la compañía
más grande de electricidad a nivel nacional) como sucede en
Europa y organizan concursos de poesía. Así es como
la mayoría de los 30 poetas chilenos de entre 20 y 25 que conocimos
había ya ganado un premio o conseguido una beca o un apoyo
de algún tipo, de miles de dólares. Además de
haber hecho un taller a los 16 años público y gratuito
con, por ejemplo, Pedro Lemebel, o Carmen Berenguer, Raúl Zurita,
otros grossos de allá –impartido por un Estado que, sin embargo,
recordemos, como en la casi totalidad de los casos latinoamericanos
no cuenta con una universidad pública gratuita, eso sí.
De los poetas en líneas generales es muy poco lo
que puedo decir frente a un evento tan grande en el que todo era a
priori desconocido para mí. Sí salta a la vista, justamente,
la cantidad de gente que no pasa los 25 produciendo poesía,
y no en un lugar precisamente amateur, congregándose, en red,
en grupos afines u opuestos. Una de las primeras advertencias que
recibimos fue: “Acá, tener 21 años y haber publicado
un libro de poemas no es ningún mérito”, y eso que,
pese a la tradición y las condiciones económicas tanto
más favorables, no existe ni por asomo la cantidad de editoriales
independientes como VOX, Eloísa, Siesta o Tsé-tsé
que hay en nuestro país (excepción, allá, hecha
por el sello Contrabando del bando en contra del mentor de Poquita
Fe, Héctor Hernández). La conclusión es que la
escena argentina principalmente forjada en los 90s es admirable teniendo
en cuenta –quizás justamente POR... ésta, creo, sería
una larga discusión– la falta de apoyo empresarial y estatal.
Más impresiones vagas más interpretaciones rápidas:
por efectos de la tradición sita en escuela / vida cotidiana,
los poemas de los chilenos resultan ricos, en imaginación,
en recursos, en el trabajo con la oralidad, pero, a la vez, una misma
voz recorre a muchos de los poetas. Que tiene que ver con la idea
de “recitar”, grávidamente, en un tono preestablecido solemne.
Igual, hubo MUCHAS excepciones a esto, y corrieron con la doble ventaja
de despegarse de las demás al tiempo que, de todos modos, trabajan
la oralidad, a partir de las herramientas que la práctica de
lectura en voz alta, menos frecuente en la Argentina, les ha dado.
Arrastrando la cola voy, me ha
hecho tanto daño repetir y repetir ese tema de Boom Boom Kid,
somos ratas del Romanos Pub, mi noche no existe por las de otros voy
“Mi noche no existe”, Pablo Paredes.
Los tres mejores amigos que Marina y yo nos hicimos fueron
los tres poetas que más nos gustaron. Este jamás podría
ser un juicio crítico porque no hubo tiempo ni verdadera dedicación
en conocer el programa en profundidad, pero lo de Pablo Paredes,
Gladys
González y Diego Ramírez nos atrajo desde
un comienzo.
Pablo Paredes nos llevó a La Nona,
un bar tras el río Mapocho, en Bellavista, un barrio de vida
nocturna y universidades. Tipo 3 las calles están pobladas
de amigos abrazados / sosteniéndose entre sí para mantenerse
en pie, tras el continuum de chelas (cerveza). La gente en las mesas
de La Nona grita, muchos de ellos son poetas hablando de poesía,
unos se acercan a la mesa de otros para “juguear”, entablar un diálogo
mediado por el alcohol. Pablo Paredes lleva cresta, se viste con una
corbatín de cuero o celeste chillón anudado por su hermanita
de 12, a veces porta una cala que corta del jardín de su casa
antes de salir al festival. Una vez ahí, como todos nosotros,
como todos los demás poetas de allá como los “invitados
internacionales” como Héctor Hernández en la presentación
de un libro de su editorial, está borracho. Cualquier apreciación
del festival que omita el alcohol es trunca. Pablo Paredes vive enredos
amorosos cada noche como tragedias o culebrones, al otro día
en el festival las caras son las mismas. Pablo Paredes tiene una quemada
de cigarrillo al costado de la pera. Vozarrón grueso e imponente
para textos sensibles, chiquitos, a veces femeninos, lee “Héctor
Hernández dice que me ama, pero que ella me ama cinco veces
más. / Héctor Hernández dice que no llore porque
se nos va a mojar la cerveza.” Su lenguaje es repetitivo y prolífico,
gigante, pero a la vez cada palabra está cargada de significado
e intensidad. Al leerlo se oye un yo. En “El barrio de los niños
malos” (publicado en 2002), es un niño que se erige como
rey a través de la poesía en un contexto de marginalidad
doble: inicialmente es vituperado en un barrio pobre, como Eminem
en 8 mile. Hay novela familiar y con amiguitos, noviecitas. Siente
tanto como sólo un dibujito de Nekro (ex Fun People actual
Boom Boom Kid) puede, y como Nekro en sus letras maneja no sólo
material social sino una postura social. El hardcore / punk sensible
argentino (Cucsifae, Eterna Inocencia, BB Kid) y chileno (Pánico)
es explicit lyrics para PP Kid, como en la cita título de este
pancito p.ej. Todas sus imágenes son invenciones propias, muchas
de ellas montajes insólitos: tan sólo en la cortísima
prosa poética “Fiesta de quince”: “las luces simulan varicela”,
“un amigo moviendo las prótesis”, “la botillería de
mi corazón está abierta toda la noche”. Por supuesto
que me enamoré de Pablo Paredes.
Como Pornografía
Miro tu corazón
y veo un micrófono pegado con cinta adhesiva del color
de tu carne.
Corres contenta hacia mi cuerpo
como sida,
como ladilla caricaturizada
como pornografía,
me amas.
Me dices que yo soy como África,
peor que África,
como el peor país de África.
Sonrío
y parece una foto
en la que vamos a salir con los ojos cerrados,
parece como si yo en el fondo me burlara de ti,
como si pensara que eres tonta,
de yeso,
pintada,
tirada en un jardín de la Gran Avenida.
Cuidado con el perro quiltro
Me gustaba que se llamase Yasna, me gustan los nombres que avisan
la
pobreza, esos nombres como Jhonatan y Jenifer, esos nombres que
dicen
cuidado con el perro quiltro, que marcan terreno, que avisan la
selva.
La Clase Media hace chiste con esos nombres, les parecen ridículos
y
graciosos sobre todo cuando son deformaciones anglo que se mezclan
con un
pobre Pérez o un pobre Carrasco, se ríen y en la
noche se van a la fiesta
kitsch de La Blondie. Se llamaba Yasna y la amé tanto.
La clase media se ríe
en función de los nombres connotadores de pobreza, ahí
intentan marcar su
diferencia, sus privilegios, su idílico origen común,
pero la Clase Media
omite los apellidos, ellos también son Martínez
y Hernández, aunque
antecedidos por Camilos, Ignacios y Franciscas. No se meten con
los
apellidos, porque desde ahí son desplazados. Lo que representa
Deivid para
la Clase Media, es lo mismo que representa Soto para la Clase
Alta. Se
llamaba Yasna Rivas y la amé tanto.
la noche me espera
en un paradero
Gladys González
-Esta noche nadie me quiere,
y sin embargo me pasan la lengua-
Diego Ramírez
Gladys González y Diego Ramírez son admirados
por los demás de su generación y a la vez apadrinados
por grandes poetas reconocidos como Sergio Parra, Carmen
Berenguer o Raúl Zurita, que hablan de ellos en textos críticos
o a través de antologías. Sus lecturas eran muy esperadas;
hasta una de Gladys suscitó el exabrupto de un Zurita exaltado
parándose entre todo el público para solicitar un bis
como un beso.
Siempre se los veía recorriendo el festival juntos. Movedizísimos,
impacientes ante otras lecturas, apartados del resto, los dos de riguroso
negro pálida tez: “neodarks” (de esos atravesados por el rock
alternativo que, de ochentas a acá, sucedió en medio;
pero, ojo, tener en cuenta otro aporte para Mis apuntes vaguitos de
Chile: “las tribus urbanas están aquí más presentes,
vivas, definidas”). Ellos mismos se autodenominan los “poetas del
rock”. Pero a la vez se mofan de la etiqueta: “esperen, esperen –dice
por ejemplo Ramírez en un auto casi en marcha, la primera noche
que pasamos con ellos– que falta la poeta del rock”; en todo caso,
el título es materia maleable para D y G. Llevan como precedente,
entre otr@s, a Marilú Urriola (ochentas), la leen, o sea que
no ven en la “poesía del rock” una forma de vanguardia. Se
trata más bien de un posicionamiento respecto de los demás
poetas seguramente más “experiencial” –término de Pablo
Schanton– que “de laboratorio”. Así como una fuga posible al
aislamiento en tópicos y procedimientos y la endogamia en su
circulación de la literatura de ahí y hoy. Justamente,
fueron ellos quienes más nos pasearon por bares fiestas y discotecas
de la ciudad, vida = alcohol en ellos mediante también: “sobre
la taza del baño [inodoro] / estoy bebiendo lo que queda de
la tarde” dice Gladys en un poema de su librito “Poemas” cuya inversión
–dándolo vuelta en vertical y horizontal– da “Corazoncito /
noche” de Diego (2002). Y de una situación así surge
la escritura: (un verso debajo...) “he escrito cosas mientras estaba
borracha” pero esto no implica una abolición total de las formas:
(sigue...) “que me parecen bien”.
Tuvimos ocasión, con ellos también, de hablar de poesía,
pero apartados, sí, apartados lo más posible de discusiones
como alardes de conocimiento o disputas machistas por el trono de
la Razón. Y a medida que íbamos recorriendo la ciudad
de noche. Una discoteca tipo las fiestas Pop City + Réquiem
pero en un teatro antiguo enorme como Big One, con cuatro mil personas
dentro más o menos con pantalla gigante proyectando videos
y un pasillo que funcionaba como una especie de darkroom espontáneo
y no sólo gay (raro!). Otro darkroom, matemáticamente
organizado y enorme, conocimos en Prince Palace, algo así como
Glam –boliche gay– acá: dance ni cool ni clubber más
música latina, pretendido aire internacional, poca droga; la
pantalla en este caso se dedicaba a shows enteros de Beyoncé
y Kylie Minogue frente a asientos con hombres sentados en orden como
en un cine tradicional –no pasaba nada. Muy cerca, de las paredes
surgían puertas insospechadas detrás de las cuales,
hum, por todos lados se abrían cuartos y túneles negros.
Por lugares como éstos, como focos oscuros en la urbanidad
(porque Ramírez dice “Estoy escribiendo sobre la ciudad” y
González, “veo la pobreza de mi barrio”), vagan sus poesías.
En Ramírez el lugar suele ser el baño público.
Si Gladys es mínima, Diego se expande, aunque a través
de fragmentos: por un lado se sitúan partes del cuerpo – fetiches,
por otro sus acciones, y ¡no se sabe qué ( “todo/ el
saliva + leche, / todo / el escupo + yo”) hace qué (“está
de piernas abiertas, escupiendo al costado del baño público”)!,
pero se hace mucho... “sexo implícito con las puntas de los
pies”, “penetración de rodilla”, “acabadas en serie” (en el
poema “Cruce de piernas”). Sus “experimentalismos” no aburren sino
que seducen: erotizan y son misteriosos como la figura del amado.
La mirada de niño de Ramírez, como la de Paredes, es
ingenua y devuelve una noche pelada y/o extraña. Nunca lo infantil
neutraliza conflictos, más bien resulta violento al lado de
escenas como la de un baño público, y despierta tensiones.
Pero en donde más funciona es en la construcción de
una subjetividad, no tan desarrollada desde lo gay al menos a un nivel
masivo o popular: la del niñito seductor como de la que desde
el género femenino hacen uso figuras como María Fernanda
Aldana (El Otro Yo) o la de la “bebota” en las comedias semieróticas
de nuestra tv (Petardos, Olmedo). Ésta y otras figuras de la
subjetividad van, obviamente, a contrapelo de una moral de clase media
en una militancia que podría adivinarse como no explícitamente
opositora sino sutil: las herramientas son el velo, el sometimiento,
la ternura. En “Yo podría ser tu Frida”, el travestismo da
lugar en realidad a la hibridación y la “deconstrucción”
del género, a través de la cual el yo encuentra lo masculino
en su pasaje a lo femenino: aquí no hay divas como Kylie Minogue
sino... Frida Kahlo, “porque me dejo el pequeño resto de púber
/ pelillo todo femenino / barbilla toda de machito / descuidada en
mi labio inferior”. Sigue: “Yo podría ser tu Frida / Y someterme,
toda postergada a tu sonrisa para dejarte instalado el retrato de
familia con los hijos que no tendremos”. Y es, al menos, interesante,
también, que esto que puede leerse como crítica o militancia
de género se articule o a lo social más “amplio”: “La
ciudad se me muere de hambre / La gente se me muere de hambre / (...)
/ El niño del ‘Sirena’s night’ se me muere de hambre / (...)
/ El amante se me muere de hambre / La lengua se me muere de hambre”
en que el “se me muere de hambre”, además podría pensarse
desde la voz de una madre en la voz de un poeta varón.
Recorrer los “Poemas” de Gladys es como ir pegando objetos en un
telgopor muy grande. Son importantes porque no lo son. La bolsita,
el hilo rojo, pelito canoso, boletas, palomas desnucadas por hielos,
el ron con coca cola y pis. Como los poemas, funcionan como documentos
sin pretensión de las noches en Santiago o Valparaíso.
Un domingo a las 8 am vaciamos nuestros bolsillos, lo que se ve no
sabemos cómo llegó ahí. Si mi mirada estuvo todo
el tiempo mareada... Y no recuerdo qué hice... De esos darkrooms
son flashes de linterna sus poemas. Seguro a la noche hubo amor desamor
charlas. No glamour. Su estilo es pequeño y fácil. En
los espacios en blanco, el tiempo en que se dan vuelta sus páginas
y los minutos luego de cerrar su librito, la poesía permanece
tan cerca como de sus palabras.
Gladys González
(De Poemas, 2003, Balmaceda 1215 Ediciones)
HILO ROJO
Debo decir
que me duele un hombre
en todo el cuerpo
fotocopio su rostro
y lo pego en los paraderos tristes
de Gran Avenida
bordo su nombre con hilo rojo
en mi ropa interior
me tatúo las costillas
por si acaso un día te saco de adentro
tomo té 9 veces al día
hablo con los pájaros
hago mandas al niño Jesús de Praga
prendo inciensos
leo el Kamasutra
mando a revelar tus fotos antiguas
no duermo buscando algo más que ofrecer
me corto la yema de los dedos
y camino goteando las calles
con los brazos caídos
y la cabeza semi-rapada.
-
desnucando palomas con hielos de whisky
-
Aquí no hay glamour
ni bares franceses para escritores
sólo rotiserías con cabezas de cerdo
zapatos de segunda
cajas de clavos, martillos. Alambres y sierras
guerras entre carnicerías vecinas y asados pobre
este no es el paraíso ni el anteparaíso
Diego Ramírez
(Del diario que escribió mientras estuvo preso, durante
tres meses, por una causa por corrupción de menores;
aún inédito.)
I
La cruces en la boca
Interrogada por el llanto
A quien le escribo entonces
Se muere 2 veces ya no tiene culpa de nadie
Acusada escritura insuficiente las manos
Que se ría que muestre sus dientes de caracol por ultima
vez
en su ultima noche
Que derrame su baba privada a los espectadores del país
Errática la sin acento mayúscula la mami que lo
viene a visitar
Prisionera / porfiada / entrega / suplica
Mira de lejos la poética y el deseo
Mira a los amigos bailar en alguna otra cárcel del cuerpo
II
Que me devuelvan el clítoris
Que me demarquen el pubis
Yo la lloroncita de la patria
La mas bestial de todas las posiciones
la encarcelada por el cielo
La única estrella huacha de aquí
La iluminada por gendarmería
La alimentada por el placer estatal
La porfiada / sarcástica
La chorreada / poética
La enrabiada / celosa
La que piden a gritos por estas murallas del miedo
III
Responda siempre con el apellido materno
Las mamitas nunca faltan / nunca nos dejan / nunca se van
IV
Yo y mi llanterío me lo escribo, señor
Eso es lo único que hago
¿usted no sabe escribir?
No se preocupe, yo le enseño
Es fácil: cierre los ojos / córtese el pelo
Y abandone ese miedo uniformado de dolerse entero
Atrévase / despacito / y no sufra
Sino duele tanto
Cómo sabe si después le queda gustando
V
Ya pertenezco a esta parte de la tragedia
Ya tengo mi nombre pegadito a los otros nombres
Ya soy uno mas en la lista del miedo
Ya nadie defiende mis cicatrices
Ya nadie cuida mi escritura
YO SOY UN PELIGRO PARA LA SOCIEDAD
Yo la mas deseada de las cárceles chilenas
La mas envidiada
La mas querida por el publico masculino
La más cara de la ex penitenciaria
La mas buscada por el miedo
La mas poetica
La mas erótica de la justicia chilena