Tardíos
setenta: el caso de la poesía de Pedro Granados
(a)
Por Gaspare Alagna (b)
Seminario Poesía
Peruana Del 70
Marginalidad-Oralidad-Nuevos Sujetos Migrantes Descentrados
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
11, 12 y 13 de agosto de 2005
La poesía de Pedro Granados (Lima, 1955) irrumpe en
el contexto peruano altamente politizado de los años 70. Aunque
su primer libro, Sin motivo aparente (1978), (1)
no ve la luz en plenos años velasquistas, sí lo hace
en medio de un escenario social y político polarizado, precisamente,
a partir del triunfo y posterior veloz desmantelamiento de aquella
tromba histórica que significó la revolución
de Juan Velasco Alvarado en el Perú. Los ánimos, por
doquier, estaban caldeados; las ideologías
a flor de piel. Obviamente, las instituciones literarias -llámense
éstas universidades, talleres, congresos, premios, páginas
culturales, etc.- no hacían oídos sordos a todo esto
y, más bien, en medio de este ambiente tenso y no menos confuso,
se adherían a uno u otro de los bandos simbólicos. La
racionalidad política parecía, literalmente, querer
dominarlo todo; incluso afectos, diversiones o el inconsciente si
era preciso.
Muy pocas aventuras personales -auténticamente fervorosas
o creadoramente autistas- hubo en el paso de los poetas del setenta
hacia el ochenta. En esta última década se consolidaron
o tornaron como oficiales, por un lado, grupos más bien altamente
retorizados -verbigracia, Kloaka- influidos aún por el lenguaje
marginal-contestatario de Hora Zero; o, por otro lado, individuos
que representaron con sus versos canónicos a las instituciones
más conservadoras de aquella coyuntura histórico-política-cultural.
En todo este contexto, creemos, y por eso la estudiamos, la poesía
de Pedro Granados fue y es, incluso hasta ahora mismo, un gesto de
estilo incomprendido, pero no por ello quizá menos asimilado
en secreto, particularmente por los otros poetas de su generación.
La palabra de Granados refulge viva y joven hoy más que nunca;
ha sabido no envejecer prematuramente como las de algunos de los poetas
del 60, muchas de los del 70 y casi todas entre las de su propia promoción.
Pedro Granados publicó Sin motivo aparente bajo el sello
de Cuadernos del Hipocampo que dirigiera el ilustre narrador,
hoy desaparecido, Luis Fernando Vidal. La edición, de escasos
trescientos ejemplares, salió adelante gracias a unos bonos
de pre-publicación que circularon sobre todo en los claustros
de la Universidad Católica, donde Granados estudiaba literatura,
y en la facultad de Letras de la UNMSM donde Vidal era ya un reconocido
y muy estimado joven profesor. El volumen era el tercero de una “Serie
de las primicias”, colección que se había iniciado en
1977 con Discurso de las intenciones puras, de Jorge Luis Roncal,
y Furia de la arcilla de Carmen Luz Bejarano. Luego, entre
otros numerosos títulos, vendría por ejemplo Antes
de la muerte (1979), de Roger Santiváñez, o -ya
en los 80- un poemario muy afortunado en su recepción como
lo fue Noches de Adrenalina (1981) de Carmen Ollé.
Sin motivo aparente no cayó en saco roto, casi inmediatamente
fueron apareciendo breves reseñas, alguna entrevista al autor
y comentarios de la crítica de ese entonces. Por ejemplo, parte
del cuestionario de Luis Freyre a Pedro Granados, en “4 Palabras Con…”
(La Prensa, 27/06/1978), va como sigue:
“-¿Ahora que has publicado los poemas, qué sientes
hacia ellos?
-Son una búsqueda a dos niveles. De un lenguaje y de una
identidad.
-¿Qué fuentes reconoces en tu obra?
-Trata de ser un libro dialógico con la tradición
de la literatura peruana, la que en definitiva conforman poetas
como Martín Adán, Vallejo, Egúren, Moro. Creo
que todo el que comienza no por el hecho de ser meramente patriota,
tiene una tradición con la cual confrontarse.
-¿Cultivas otros renglones literarios?
-El libro termina a propósito con un cuento corto, como indicador
de una posibilidad nueva, más adecuada para hablar de experiencias
más cotidianas.
-¿Es que la poesía no puede referirse también
a lo cotidiano?
-Sí, pero la forma de hacer más cotidiana la poesía
es con estos cuentecitos”.
Y, enseguida, Freyre cierra la entrevista transcribiendo el poema
“El charco”, uno de los más memorables y, quizá, más
representativos de todo aquel breve volumen:
“El charco acodó el dolor
a sus umbrales
y fue necesario huir del sol
amagado a mi paso.
Mis ojos inclinaron su rostro,
se inclinó el mediodía,
y hubo el terror de las espigas que maduran,
venas de abuelitas
que se sujetan a tus manos,
un niño-hueso con el pelito de mimbre,
la misma sustancia del mar
pero que no redime,
una mueca de espanto en la ciudad
en el cemento…
Y unas huellas de sol,
de cal con llanto,
de tristeza”
Lo primero que percibimos en las respuestas de Granados a Freyre
es, pues, la escisión que establece el poeta mismo entre poesía
y cotidianeidad; no, como bien lo demuestra el poema “El charco”,
entre lenguaje poético y no poético -tan cara a modernistas
y simbolistas-, entre un dialecto supuestamente puro y otro contaminado.
Las palabras de aquel poema, aunque selectas, pertenecen todas al
acerbo cotidiano y coloquial. Sin embargo, al repasar este primer
libro del autor, efectivamente, sí comprendemos lo que quiere
decir con “cuentecitos”; son estos, básicamente, un texto en
prosa, largo para la brevedad del libro, titulado “Ese mediodía
invernal”. Aquí, al menos en apariencia, el lenguaje del poeta
pareciera instalarse de lleno en la estética callejera con
que convive y le precede: el típico gesto oral, urbano y programáticamente
urticante de los setenta. Dicotomía de Sin motivo aparente
advertida, asimismo, por uno de los primeros críticos que saludaron
esta obra primeriza, nos referimos a Augusto Tamayo Vargas quien,
en su obra titulada Literatura Peruana, tomo III, pp.1016 y ss., y
que también reproduce el suplemento Garcilaso del diario
Ojo (25/02/1979), apunta lo siguiente:
“Entre tantos poetas que surgen en el Perú con creciente
aumento de interés en diversos medios y en todas las regiones
de nuestro país hay, evidentemente, algunos que descuellan
desde el primer libro. Este es el caso de Pedro José Granados
[así firmó su primer poemario], quien muestra en Sin
motivo aparente esa poesía que parece va primando actualmente
de apretados versos cargados de intensidad lírica. Imágenes
que surgen para dar aisladamente valor y significación de
poema a unas pocas escogidas palabras. [...] Tal vez si para situarse
dentro de un específico ambiente, Granados añade unos
poemas -ahí sí verdaderamente circunstanciales- donde
la habilidad en el manejo del lenguaje se pierde en menudos e intrascendentes
pasajes que pretenden acomodar su poesía a la conversacional
y abierta que dominan poetas de generaciones anteriores a la suya”
Tamayo, pues, opta por la línea más marcadamente lírica
-y creemos quizá no menos neobarroca del poemario de Granados-
y así se lo hace saber al público y al poeta en gesto
cálidamente pedagógico cuando, también, lo antologa
en el No 49 (1979) del noticiero Contacto (“Antología
poética de los últimos en el Perú. XXXV”) que
fundara y dirigiera Elvira de Gálvez(2).
Por otro lado, postura semejante parece adoptar otro crítico
literario de la época; nos referimos a Ricardo González
Vigil quien, al reseñar Sin motivo aparente en el diario
El Comercio (13/08/1978, p. 15), destaca:
“[Pedro Granados] nos ofrece una apretada muestra de su itinerario
artístico, fiel, por un lado, al ritmo espontáneo
de la vida (escribir sin motivo aparente, “porque el mar y el tiempo
se obstinan en recobrarse”) y, por otro, a cierta aproximación
--apertura-- a la fascinación del eros y el lenguaje cotidiano
(ambos elementos se intensifican conforme avanza el libro, hasta
estallar en un texto en prosa, que resulta tal vez la página
más débil del conjunto, pero también la más
“liberadora”). En sus mejores momentos, el poemario transmite una
suave modulación, impregnada de ternura o melancolía,
con cierta resonancia reflexiva (muchas veces cínica e irónica).
Ilustremos: "MADRE/ Con la tristeza,/ con el silencio,/ con
la nostalgia de siempre/ por el niño que me ha abandonado//
y que me mira/ en tu ternura?”
Sin embargo, ante estas dicotomías de la poesía de
Granados -intenso lirismo y circunstancias o modulación reflexiva
y prosaísmo advertidas, respectivamente, por Tamayo Vargas
y González Vigil- es oportuno citar a Manuel Velásquez
Rojas, otro atento lector de la poesía de la época,
que acaso ha hecho la taxonomía más matizada de Sin
motivo aparente y ha dedicado, luego de convocar a Rilke y referirse
a Rimbaud, quizá las más encomiables palabras -bajo
el título de “Poesía y adolescencia”- a este primer
libro de Granados. Citamos:
“Los temas poéticos (si intentase una clasificación
aproximativa) se dividirían de la siguiente manera: en primer
término, la ubicación de su identidad/ real en el
ámbito vital y social; luego la omnipresencia de un sentimiento
de amor, que vuélvese sólo ternura hacia la madre
[…] y que se condensa otras veces en frágil ilusión
erótica […] y aun se despliega con furia de pasión
[…]. Mención especial merece su inquisición lírica
sobre la poesía, el poetizar y el poeta, en el extenso canto
(relativamente extenso en relación al contexto del libro)
titulado “Porque eres agua furiosa” y que está dedicado a
Martín Adán. ¡Con que emoción habla el
joven poeta de su primer contacto con el enigma supremo de las palabras
asidas o arrebatadas al fuego de la eterna poesía! Agua furiosa
es la poesía, para Pedro José Granados. Olas de mar,
espumas, silencios y pasión. Y aún más, realidad
avizorada, sentida y vivida” -Diario Expreso (19/07/1978)-.
De alguna manera, pues, y tal como nosotros más arriba distinguimos
con aquello de “poesía y cotidianeidad”, Velásquez Rojas
contrasta también lo extraordinario de lo ordinario entre los
modos que tiene esta poesía para tratar sus temas que, propiamente,
otras dicotomías de carácter prosódico o estilístico
apuntadas por Tamayo o González Vigil. A Manuel Velásquez
Rojas no le llama la atención lo prosaico como algo distinto
a lo lírico; sí, la intensidad o lo que él denomina
“emoción” por la poesía, en esta poesía, y creemos
que en este sentido acierta plenamente. Más que un deslinde
estilístico-ideológico (bueno lo lírico, malo
lo prosaico; bueno lo culto, malo lo espontáneo; bueno lo académico,
malo lo autodidacta, etc.) no distingue jerarquía entre los
temas y va a lo fundamental, tal como en otra parte de su reseña
acertadamente nos ilustra:
“La poesía de los adolescentes no es meditación,
sino asombro y descubrimiento. A la gravedad del sentido y el pensamiento
se antepone la prístina alegría de develar la realidad.
Quien ha vivido en carne propia el fugaz correr del tiempo, posee
una identidad, sangrante quizá, pero real y labrada para
siempre. El poeta joven, en cambio, presenta en sus versos su identidad
ideal/ real, que algunas veces ancla en la eternidad del arte como
en el caso de Arthur Rimbaud”
Si los avatares de la poesía son lo que dice de ésta
la crítica, o lo que calla, de ambos tiene la poesía
de Pedro Granados. Aunque llame curiosamente la atención, más
bien, el ninguneo de su poesía en el Perú en estos últimos
años; hecho -creemos escandaloso- que va siendo percibido ahora
mismo por una nueva promoción de críticos peruanos y,
por qué no, paulatinamente va siendo reparado. Entre estos
últimos lectores quizá el ejemplo más significativo
sea el de José Falconí quien, en su artículo
“Pedro Granados: la solitaria búsqueda de las definiciones”
(Agulha, Octubre 2000), enfatiza:
“Para la mayoría de los acusiosos antologadores e historiadores
de la poesía peruana -quienes se dedican, cada cierto tiempo,
a recopilar y publicar el canon definitivo de la rica tradición
literaria del Perú-, la poesía de Pedro Granados (Lima,
1955) ha sido un enigma que hasta ahora no han podido descifrar.
Quizá sea ese el motivo por el cual las muestras de la obra
de este poeta limeño se encuentran recogidas en muy pocas
de las antologías que detentan el sospechoso título
de "oficiales" en el Perú y es, de entre sus contemporáneos,
uno de los poetas menos conocidos dentro del circuito literario
de Lima. A decir verdad, y a pesar de correr el riesgo de caer en
el clich, pareciera que Granados es más conocido fuera que
dentro de su propia patria. Y es que en Granados, los parámetros
que siempre se han utilizado para categorizar en el Perú
a nuevos poetas no se mantienen: no pertenece a una generación
poética, su poesía no puede ser considerada ni
pura ni social, ni tampoco responde totalmente a la corriente
conversacionalista o a la académica etc.”
Mas, pensamos que esta poca presencia de Granados en el parnaso de
la poesía peruana obedece tanto a razones, digamos, internas
o propias del autor (carácter, viajes, independencia ante grupos)
como externas. Y aquí, creemos, entra a jugar un rol decisivo
la manera en que cierta izquierda peruana -ya en los años ochenta-
se apropió de la cultura, de la que no está ajena la
poesía, y disfrutó durante muchos años (con algunos
remanentes hasta el día de hoy) de los beneficios que otorga
ser considerada poesía oficial. Esta, en lo fundamental, estuvo
constituida -casi durante todos los años 80- por cierta pequeña
burguesía urbana culta -aunque post, epígona del grupo
Hora Zero- que se radicalizó y se engolosinó con
sus desplantes (La Sagrada Familia), con sus escándalos de
barrio, o con sus discursos abiertamente mefistofélicos camino
a la letrina más próxima (Kloaka). Todo se simplificó
bajo estas nuevas coordenadas y, claro, se expectoró aquello
que no era simple, que requería matizar y no sólo deslindar
de modo ideológica y rentablemente correcto. Por cierto, la
poesía de Granados no halló eco aquí, y si lo
pudo tener fue sordamente combatida por aquellas huestes del nuevo
orden. Obviamente, también estaban los otros grupos, el canon
conservador de siempre, vía poetas enésimamente premiados
-por ejemplo, Eduardo Chirinos o Jorge Eslava- que lo representaban
muy bien; tampoco en este círculo social, y artísticamente
mimético, fue bienvenida la poesía de Granados. En este
sentido, acaso también sea cierto lo que apunta José
Falconí:
“Si hay algo que distingue a la trayectoria literaria de Granados
es su consistente camino individual: luego de cinco libros publicados
aún se mantiene exento de la muletilla del "generacionalismo",
o de la identificación con algún "grupo"
o con alguna definición facilista del ejercicio poético.
Y esto, sin duda, no ha sido el camino típico recorrido por
la mayoría de los poetas peruanos salvo, claro, muy honrosas
excepciones”
En definitiva, el performance de Granados pecó de tímido
para los de La Sagrada Familia y su lenguaje poético, presumiblemente,
pasó por “manyado” -estilística e ideológicamente
conservador- para los de Kloaka; esto sin mencionar a los otros, astutos
copistas de los cánones de moda, cuyo próximo premio
iba seguro de un puro ceñirse a esos prestigiosos registros.
Nadie tomó en cuenta la particular pasión de los versos
de Granados, ni su insólita amalgama de coloquialidad y barroquismo
aprendido, es probable, en su frecuentación de libros como
Diario de poeta de Martín Adán. No es un hecho
casual que este extraordinario poeta, mucho antes de aparecer Sin
motivo aparente, saludara los versos de Granados con tan insólita
dedicatoria: “Con viva gratitud/ por el envío/ de sus bellos
poemas”(3). Tampoco, es intrascendente
la anécdota según la cual lo último que leyó
el autor de La casa de cartón, en su lecho del Hospicio
Canevaro, fuera el segundo poemario de nuestro autor, Juego de
manos de 1984: “-Le gustó mucho”, declaró Juan Mejía
Baca, en una entrevista concedida, tras la muerte de Martín
Adán, al diario El Comercio (10/02/ 1985).
Entonces, hoy comenzamos a entender que ha sido fácil mezquinarle
preeminencia a la poesía de Pedro Granados, pero muy difícil
pretender restarle ahora mismo su auténtica importancia. Creemos
que esto lo saben, en primer lugar, sus propios compañeros
de ruta; es decir, los otros poetas. Aunque lo que decimos esté
aún sujeto a demostración, sospechamos que su obra constituye
una forma de lectura “secreta” y, agregaríamos nosotros, su
prestigio continúa siendo“secretísimo”. Todavía
no entendemos del todo que su voz, ya plenamente madura, se sigue
negando a encasillarse, a regodearse -incluso dentro de un mismo poema-
con un estilo específico o con una determinada estética.
Creemos que la reseña de R.B. a El corazón y la escritura
(1996) -en “Granados, una nueva voz de la poesía peruana”,
Suplemento Babelia, El País (17/05/1997)- es particularmente
iluminadora ya que resume de algún modo todo esto:
“Dueño de un vocabulario muy personal que vierte con un
ritmo entrecortado, Granados apunta a la experiencia inmediata para
luego trascenderla [...] evita permanentemente la grandilocuencia
y, acaso, sea esa sobriedad lo que le da fuerza a su escritura.
La sencillez, las repeticiones, sus ritmos rotos”.
Por último, sabemos por el mismo autor, que estamos en vísperas
de poder leer algo así como su poesía reunida (1978-2005);
“Al filo del reglamento” es la denominación elegida
para todo este periplo humano y poético de Pedro Granados.
A nosotros sólo nos queda aguardar el acontecimiento.
NOTAS
(1) El
resto de su producción poética, hasta ahora, va como
sigue: Desde el más allá (Lima: Corza Frágil,
2002); Lo Penúltimo (Massachusetts: Asaltoalcielo, 1998);
El corazón y la escritura (Lima: Banco Central de Reserva
del Perú, 1996); El fuego que no es el sol (Lima: Ediciones
de los Lunes, 1993); El muro de las memorias (Ithaca, NY: Latin
American Books, 1989); Vía expresa (Lima: Instituto
Nacional de Cultura, 1986); Juego de manos (Lima: Los Reyes
Rojos, 1984).
(2) Aquí,
Augusto Tamayo Vargas, entre otra observaciones, apunta lo siguiente:
“Se trata de una poesía
que muestra exquisitas tonalidades cultistas que se rompen constantemente
por un dispar caer en la palabra común. En general podemos
hallar en él esa tendencia , que ya hemos señalado corresponde
a los más jóvenes surgidos en esta década, de
buscar una lírica más comprimida, menos coloquial, y
donde un marco tenue de naturaleza envuelve íntimos sentimientos
[…] Tal vez si todavía hay cierta vacilación en adoptar
un camino poético, explicable dentro de su juventud”
(3)
Dedicatoria y rúbrica de Martín Adán que hemos
visto estampadas -y fechadas en “Lima a 15 de noviembre, 1977”-en
la primera página de su Obra poética (Lima: INC,
1976), ejemplar del libro que regalara el inolvidable poeta a Granados
a través de su amigo, el también finado, Juan Mejía
Baca.
* * *
(a)
Ponencia leída el sábado 13 de agosto de 2005, durante
la última jornada del Seminario: “Poesía Peruana del
70”; el encuentro académico fue organizado por la Facultad
de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
(b) Gaspare
Alagna. (Lima, 1956). Poeta y traductor. Bach. en Literatura Hispánica
por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha
publicado el poemario Memorias de un dios herido, Lima 1986.
En la Revista Fórnix, N° 3-4, Lima 2004, dio a conocer
su versión del italiano del libro de poemas Cuaderno gótico
(1947), del escritor Mario Luzi (1914-2005).