El
Retrato en tránsito de Carlos Velásquez Iwaki
Por
Pedro Granados
La Editorial Auqui, que dirige
el poeta peruano Vladimir Herrera, vuelve a publicar libros. Memorables resultan
sus bellas y cuidadas ediciones a las que, desde fines de la década de
los 80, nos tuvo acostumbrados. Entre estos títulos, y entre varios otros,
el lector recordará Cual es la risa, de Emilio Adolfo Westphalen,
Fe de errores, de André Coyné, La tortuga ecuestre,
de César Moro; y también sus excelentes revistas: Trafalgar Square
y Celos. De este modo, entonces, este sello editorial no tiene su domicilio
ya sólo en Barcelona, sino también en el Cusco que es el lugar a
donde, después de muchos años de vivir en Europa, se ha mudado su
director y autor de un libro imprescindible en la poesía peruana última,
Poemas incorregibles (Tusquets Editores, 2000)
Carlos Velásquez
Iwaki (Cusco, 1952), tenía publicados hasta el momento los siguientes
poemarios: Espantapájaros (1974), Crónicas inconclusas
para una vida desnaturalizada (1982) y El camino desaliento (1987);
es decir, pasados veinte años desde su última publicación,
nos encontramos ahora con Retrato en Tránsito (Barcelona-Cusco,
2006). Este volumen, de muy sugestivo título, se divide en dos partes:
"Ventana uno" (diez poemas) y "Ventana dos" (diecinueve poemas);
cuyas temáticas predominantes podríamos, a su vez, sintetizarlas
y sugerirlas -sobre todo tratándose de "ventanas"- como: Visión
susurrante y Visión cantada, respectivamente.
Correspondiendo la
primera, el susurro, al ámbito de la intimidad del sujeto poético
y la segunda, el canto, más bien a su entorno social. Ambos espacios, eso
sí, reales o/e imaginarios ya que los dos aluden a procesos, metamorfosis
o alteridades que tienen en el ayahuasca su planta tutelar. En otras palabras,
este ancestral bebedizo pareciera sostener la escenografía y surtir los
motivos recurrentes u obsesivos de todo este poemario; aunque sean también
propicios -y quizá igualmente anagnóricos- la pasión el y
coito desaforados. Mas hasta aquí, como aprecia el atento lector, pareciera
que no saliésemos de la amarillenta cartilla del surrealismo, de la noria
irracionalista o de la melancolía por lo pre-industrial (ejemplo, Pablo
Neruda en Alturas de Macchu Picchu) que, pareciera por oleadas cíclicas,
abatirse sobre nuestro amnésico continente literario. Sin embargo, y por
fortuna, en el caso de la poesía de Velásquez Iñaki no sucede
nada de esto; su oído se lo impide. Oído educado, sin soslayar los
ruidos de la calle, en el sutil lenguaje del barroco. Y es esta virtud, precisamente,
la que a través de la agudeza y fruición por las palabras salva
toda esta poesía:
PRIMER
PERDÓN DE SAN CIRILO DESPUÉS DE UNA
MIRADA A LA VIRGEN APARECIDA
Ah!
Primer perdón de San Cirilo
Que estocas estas tierras color albahaca
¿Entonaremos
cantos glagolíticos como redentados?
¿Nuestros suaves mantos
de pelo de murciélago
serán suficientes para cubrir esta difícil
metamorfosis?
o erizados de sospechas
verteremos agua hervida a la transfiguración
sobrenatural
de tu boca y de tu corazón hostigados por lamentos
......... de penetración no correspondida.