Árbol
veloz (poemas
1990-1998) de
Luis Bravo
Por Pedro Granados
Afortunado desde los títulos de sus poemas,
este libro no lo es menos en su conjunto. Consistente y densa propuesta -entre
mágica, lúdica, mística y sugestivamente especulativa-, Luis
Bravo (Montevideo, 1957) sabe, sobre todo, articular junto a sus preguntas su
propio cuerpo. Es
decir, sus textos obedecen a un surtidor doble y común, tienen aglutinados
cultismo y performance; son de honda desbarrancada -a lo Huidobro-, pero sobre
una malla elástica que los acerca a los juegos de Girondo. Juegos estos,
claro está, no menos graves y fecundos -tal como en Trilce de César
Vallejo-, mas en proporción y medida típicas de las personas inteligentes.
Libro evento, transitivo e intransitivo a un tiempo, sus múltiples cabos
se resuelven finalmente en un nudo cordial: fervoroso y definitivamente incluyente.
Como muestra vaya algo de su "El enamorado":
[...]
es quien mora en la noche como un vigía.
Es él, el mordiente
amorófago
bebiendo el vidrio de la resurrección
en el murmullo
de tu cuello espléndido
[...]
es el desconsolado en pleno incendio
de la razón.
Árbol
veloz, por cierto, no sólo es un lema paradójico, sino también
arduamente connotativo e intertextual. Nos hace recordar, en seguida, un inolvidable
verso de Javier Sologuren: "árbol que eres un penoso relámpago"
que a su vez es, muy probablemente, un sesgado homenaje a un famoso poema de su
maestro, nos referimos a "Beato sillón" de Jorge Guillén.
Ícono mismo del deseo, entonces, es aquel lema; Ícaro redivivo,
logos en máxima tensión son otras de sus riquísimas connotaciones.
Complejas y fecundas como en una afinada orquesta de cámara. Tal las sensaciones
que nos quedan luego de leer la obra de este estupendo poeta uruguayo.