Así reza el título
del interesante libro que tenemos al frente
1, motivo de esta reseña. Selección internacional
a cargo de Alex Pausiles (Cuba), Pedro Antonio Valdez (República Dominicana)
y Carlos R. Gómez Beras -junto con Angel Rosa Vélez, también de Puerto
Rico- de lo más representativo de los poetas nacidos a partir de los
años 50 y adscrita al sueño hostoniano de una identidad caribeña.
De entrada, y como es de suponer, debemos reparar que la riqueza de
una antología reside tanto en la calidad intrínseca de sus poetas
como en la presentación -comentario y selección de textos- que de
estos hacen sus antologadores. De este modo, los mejor presentados
-y no porque dos cabezas, a veces, piensen mejor que una- son los
poetas puertorriqueños.
Básicamente, frente a fidelidad ideológica -al régimen cubano, se
entiende- tenemos objetividad; frente a improvisación -la del bien
intencionado discurso del narrador dominicano Pedro Antonio Valdez-
tenemos idoneidad teórica y crítica. Claro, esto no quita que en los
tres casos existan autores que sobren; es decir, que en el criterio
antologador también entre en juego cierto espíritu de propaganda.
Mas, comprendemos que aquello ocurre por el consenso de querer mostrar
al lector variedad o, mejor aún, acaso complejidad de propuestas poéticas
en sus respectivos países.
Finalmente, en especial para el caso de las antologías de poesía,
no debemos olvidar que se trata de preparar todo un volumen, una herramienta
representativa, un muestrario físico -lo más tangible posible- de
la producción espiritual de una comunidad (en este caso el caribe
hispano), y que esto ha pesado también a la hora de editar el presente
libro. Sin embargo, análogo al pasaje bíblico que explica la destrucción
de Sodoma y Gomorra, creemos que sólo por un justo -y en Los nuevos
caníbales, felizmente, existen algunos otros más- esta ciudad
poética se salva con amplitud.
Para empezar, una
vez instalados -hasta donde es posible- en la atmósfera encontrada
o enrarecida de sentimientos que es la Cuba en estos momentos, debemos
advertir -tal como por lo demás lo indica el mismo Alex Pausiles,
Vicepresidente de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores
y Artistas de Cuba y Coordinador general del Festival Internacional
de Poesía de La Habana- que nos hallamos en estricto ante la producción
poética "de la isla [que] vive uno de sus momentos de mayor esplendor"
(11); es decir, no figuran los poetas cubanos que, siendo de la misma
época, no viven allí. Sin embargo, a pesar de esta mirada retrógrada
-la de considerar el fruto cultural como restringido a una geografía,
para no entrar en cuestiones de tipo ideológico- debemos reconocer
también la precisa descripción (atemperada, creemos, en esta muestra)
de lo que, según aquel mismo antologador, ha ocurrido en estos años
con la producción poética de la patria de José Martí: "Desde una poesía
de clara y legítima filiación realista y compromiso con lo cotidiano,
hasta la experimentación y la disolución del discurso tradicional.
Desde una reescritura de la poesía política hasta las lindes más hondas
de la subjetividad y el individuo; de la poesía citadina hasta el
rediseño de la naturaleza escrita; del clamor de la épica hasta el
ensimismamiento metafísico, la reflexión y lo confesional; del encantamiento
a la asepsia; del entusiasmo a la ironía; de la muchedumbre a la soledad"
(14). En palabras del Pausiles, "reescritura y rediseño", entonces,
y en diálogo con su rica tradición literaria, parecerían presidir
la poesía cubana de ahora mismo; renovación, en suma, pero ya no revolución
o apuesta por algo radicalmente distinto. Con estas coordenadas, creemos,
es que debemos orientarnos en nuestra lectura de la sección cubana
de Los nuevos caníbales.
Sin embargo, a pesar
de este tibio o complaciente formato, y felizmente para nosotros,
nos hallamos de entrada ante una extraordinaria poeta como es el caso
de
Soleida Ríos (1950). Escepticismo aunado -en estos tiempos asaz racionalistas-
a una inusual certeza poética es lo que nos queda generosamente entre
las manos:
"no hay noticia
no tenemos noticia
ninguna luz futura sustituye o aclara
este día ingrávido
estos montones de brillante basura
si abro mi cuerpo para que sea tocado por un ángel
es mentira"
("Martes 13 en el mar de los sargazos")
"ahora mismo presente pasado y porvenir
se juntan en el vano de la puerta
enséñales la punta de tu pie
son solamente víspera compréndelo
traga el veneno a fondo
el mal simula
el bien simula ser el bien"
("Un soplo dispersa los límites del hogar").
Recepción consumada de la poesía de César Vallejo, particularmente
Poemas Humanos, aunada al brillo y distorsión particular de
los versos de aquellos herederos de Lezama, y una auscultación sutil
-nada enfática o ingenuamente fundamentalista- de lo femenino es probablemente
lo que aquí tenemos. No el discurso pretencioso, al menos en esta
muestra, de una coetánea y más famosa, Reina María Rodríguez (1952),
cuyo planteamiento -acentuadamente narcisista y de género- está más
a tono con los temas y motivos del fenómeno continental, típico de
los años 80, de una explícita poesía femenina escrita por mujeres.
Otro interesante gesto
de estilo es el de
Rito Ramón Aroche (1961); aunque más como una promesa y una primicia
que como algo plenamente logrado. Sintaxis sincopada y riqueza de
la fabulación son las coordenadas de esta fresca y cosmopolita escritura:
"La hoja desprendo: ese olor en la tarde,
y ese vino.
La hoja asumo: Llama en el hueco.
Llama en el centro, así. Tú no escuchas los ruidos.
La marea trabó en cada blusa. En cada funda tramó.
(En la cartulina aparezco. Manejo. Tú sabrás.)
El sol orina amarillo. El sol -como un crustáceo"
("Caérteles").
Sabio manejo de los pronombres para evitar mirarse, la persona poética,
innecesariamente ante el espejo. Tendencia al poema en prosa y, no
por esto, al hedonismo por cada una de las palabras que lo afilia
a la promoción que, en general por los años 90, hicieron suyo en Latinoamérica
-y renovándolo- este impagable legado del Modernismo.
Otros sugestivos textos
son los del poeta Sigfredo Ariel (1962),
citamos:
"Habrá quien de estos versos saque una
canoa y
entre al mar pues ya he sentido en mi espalda su
callado impulso y siempre habrá quien de estos
versos edifique una tarde incomprensible para mí
entre sus desconocidos en lugares que no veré
rodeado de palabras que serán extrañas y siempre
habrá quien suponga la nada de estos días y trate
de cortar con un cuchillo esta rueda de humo"
("Los peces").
Lo mismo podríamos decir de Omar Pérez (1964), nos referimos a su
"Invocación a la albahaca". Pero creemos es Damaris
Calderón (1967) la que transmite una pincelada acaso más segura que
la de los dos casos anteriores; una resolución de estilo no carente
de espontaneidad, menos de inventiva:
"Cuando a Pep le levantan el vestido
yo puedo oir los ruidos
y las fricciones más amargas
que sobadas de abuela.
Y cuando el vestido se queda solo
yo sé que sufre de cosas
que ni siquiera el viento se atreve a repetir.
Con zumo de naranja
con ramas de albahaca
con miel y cascarilla
con el sagrado corazón de Jesús
se limpian los males
de esta casa"
("El espectáculo sin espectáculo").
Otra vez, Vallejo aclimatado al trópico y a una lúcida voz de mujer,
como asimismo en estos otros versos del mismo poema:
"Cuando yo me hundo en tierra,
Pep brota.
No somos avestruces
aunque pasamos todo el día con la cabeza metida en la arena.
Hacer agujeros es nuestra forma de avanzar.
Avanza, avanza el pie.
Para que yo escriba
Pep enloquece en cículos.
La verdad no es redonda.
La poesía no comunica.
Las palabras
no comunican.
El lenguaje
es una tercera persona".
Precisaríamos, el autor de Trilce junto a Jorge Luis Borges
(vía Alejandra Pizarnick), leídos en auténtico caribeño.
La muestra de poesía
cubana presente en esta antología termina con Gerardo Fernández Fé
(1971) y no va más lejos; es decir, los otros autores elegidos, los
ocho restantes, son solamente personajes de comparsa de este entretenido
entremés. Del fino e inteligente poeta , Fernández Fé, vale la pena
citar:
"Viendo áridas (no arias) películas
alemanas.
Ella estaba conmigo.
En una escena, un pescador extrae del mar una enorme cabeza
de buey,
de donde brotan anguilas de 30 cm de largo y 2 pulgadas de espesor.
Luego las vende.
En ese momento no recordé haber leído aquella escena en la novela
de Gunter.
Lo importante era que a ella no le diera asco.
Eso: ella nunca tuvo asco"
("Pescados en ceniza").
Mientras permita que la ironía le preceda siempre, aun a costa de
la imagen de sí mismo, y jamás se tome en serio -mucho menos a Roland
Barthes- auguramos excelentes frutos de este desenfadado autor cubano,
el más joven de su delegación.
Pasando al turno de
la República Dominicana, donde no existe demasiada tradición poética
con la cual dialogar y cotejarse -y, por lo tanto, donde en poesía
casi todo debe ser inventado
2 -, de los quince poetas seleccionados por Pedro
Antonio Valdez quizá el mejor presentado, entre todos, sea Alexis
Gómez-Rosa (1950) y no, precisamente, uno de los explícitos favoritos
del antologador: "Angela Hernández [1954] es quizás y sin quizás la
poeta de mayor presencia en el periodo ocupado por este muestrario"
(95). En general, aparte de un criterio diletante e insubstancial
patente en su prólogo, los textos escogidos por Valdez -con muy pocas
excepciones- no siempre son los más representativos de los poetas
aquí presentes. Particularmente esto ocurre con los textos de uno
de los mejores, Carlos Rodríguez (1951-2001); para un no iniciado
lector, estamos seguros, aquellos textos elegidos jamás lo llevarían
a querer encontrarse cara a cara con los libros de este poeta tempranamente
desaparecido. Lo mismo podríamos afirmar de los poemas atribuidos
a la propia Angela Hernández, posee otros infinitamente mejores. Se
hacen extrañar los textos, además, de dos poetas esenciales de este
periodo: Ylonka Nacidit-Perdomo (1965) y Homero Pumarol (1971). En
fin, se recomienda, además, que para la próxima vez el prologuista
cite sus fuentes.
Entrando de lleno
a los poetas -y dejando de lado prólogo tan insulso e inócuo- es digno
de destacarse al poeta, cada vez más hecho a su oficio, León
Félix Batista (1964); si no, leamos:
"Cuatro dedos entre montes y pulgar sobre los
múltiplos y trámite del zíper. Tiene cáscaras el tronco (barranco
sus venillas) exponiéndolo a sabiendas a la masificación. Se manifiesta
y no, la intermitencia interna, con exótico danzar de cobra ante el
faquir. Por un lado está el deseo, por otro la incidencia de objetos
de libídine: patrones de su engorde infinito y proyección. Y finalmente
encarna, desplegando sus dobleces: nudos, sebos y follaje desatándose,
masivos"
("Paja brava").
Técnica y formato adecuados, los de la prosa en esta singular viñeta,
son un hallazgo afortunado por parte del poeta y, esperamos, un signo
cierto de madurez en su dicción. Creemos que más que barroco -lugar
común de la crítica al hablar de la obra de León Félix Batista- es
lo apolíneo el próximo llamado para el poeta; es decir, a manera de
"Paja brava": la insinuación temática, el montaje fino de los versos,
el oportuno sentido del humor; no necesariamente la imagen, un tanto
desenfocada de sus poemas iniciales, ni el hipérbaton. Batista, desde
el interior de su propia poesía, está llamado a la claridad (no por
esto a la complaciente o aburrida llaneza) y quizá por aquí vayan
delatándose los futuros hitos de su trabajo.
Otro importante poeta
dominicano, en Los nuevos caníbales, es
Manuel García Cartagena (1961); pero básicamente por su extraordinario
poema "¡Antillas!":
"Ven a ver las mujeres de tus islas, las
bellas
sonrisas de ojos tan oscuros que dan sueño;
sal a sentir la sal de este mar de soles,
sal de ese salón donde un pródigo solenodonte
cacarea palabras descascaradas,
y después vuelve a gritar
¡Antillas!
a los cuatro vientos, a los siete caminos,
a las treinta y seis ocasiones de amar la vida,
y ponte a amar esta encervezada, enrevesada, embelesada
vida de las islas, donde errar es lo correcto".
Repetimos, espléndido poema que ubicamos entre las coordenadas de
lo que, en nuestro ensayo del 2001, postulábamos no ocurría y debía
ocurrir con la poesía culta (no consideramos en este rubro, por ejemplo,
la bachata 3)
que se estaba escribiendo en la República Dominicana.
Asimismo, el ya mencionado
Alexis Gómez Rosa; efectivamente, hoy por hoy quizá el de obra poética
más cuajada entre todo el conjunto de los poetas dominicanos. Entronque,
bisagra, verdadero entre una poesía tópicamente política -en general
la de antes de los años 70 en toda Latinoamérica- y, aunque no lo
sepan y de modo mucho más sabroso, lo que intentaron borronear los
denominados poetas del "pensamiento" -liderados por José Mármol (1960)-
desde la década de los 80 y quizá hasta ahora mismo. Gómez Rosa tiene
de Neruda la gozosa vocación por la vida, aunque felizmente es más
sustantivo (menos adjetival) que éste y agrega a su dicción -a sus
bien adobados guisos- la imprescindible sal dorada del caribe. Si
pudiéramos ensayar un paralelo con alguno de sus coetáneos latinoamericanos,
aunque un poco algo mayor, sería con el peruano Antonio Cisneros;
ambos son dos nerudas desencantados, por astutos y bien informados,
pero que ponen a buen recaudo del poder -tal como Góngora en alguna
letrilla- su queso y su vino privados. Es decir, el gesto irónico
preside a ambos poetas; también, la sabia lección de Ezra Pound que
les enseñó a llenar la página justo como si escribir se tratara, también,
de ofrecer un banquete. Leamos:
Oración
El mercado es el mercado y en él compro.
El mercado es el mercado y en él copulo.
El mercado es el mercado y en él vendo tu alma al diablo.
En el mercado soy la espuma en el vaso de cerveza.
En el mercado soy la máscara que ausculta los mundos interiores.
En el mercado soy la botella en la marea de tus pulsaciones,
haciendo gritar basílicas y obeliscos del siglo XXI.
En el mercado no hay más mercado, se vende la vida.
En el mercado me abro al viento Sur como al del Norte.
En el mercado grito y blasfemo y esas pulcras palabras,
recrean la opípara mesa de la última cena.
De Angela
Hernández ya decíamos en nuestro ensayo del 2001, y luego de citar
algunos versos suyos-
"Lo que tengo es el vivo de los barrios.
La culebrilla feliz de los mercados
míseros. Boca del alma rota por el vino. El tempranero
empeño de quien trueca la eternidad por alimentos"
("Lo que tengo es un pulmón cerrado como piedra")
- lo siguiente: "Hernández se sale del formato, de aquel muy mal
denominado lenguaje del cuerpo: golosina de nuestra pequeña burguesía
intelectual latinoamericana. Y ella escapa del formato gracias, sobre
todo, a sus lecturas (o al estudio) del Siglo de Oro español, particularmente
del Barroco. Ahora, la tentación de Hernández es la elocuencia, el
gran formato y el versículo, para lo que no está preparada; su mejor
factura está en el cuadro de escenas íntimas en formato pequeño; cuando
habla bajito, no pretenciosamente, se deja escuchar mucho mejor".
En esta oportunidad, simplemente, reeditamos lo que ya decíamos; mas,
haciendo hincapié de que su poesía está pésimamente representada en
la presente muestra.
Por otro lado, pero
muy al otro, encontramos la paceana, borgeseana -llevadas a su mínima
expresión, está claro- y aburrida poesía de José Mármol. Lo reseñamos
aquí sólo porque su imagen como intelectual y poeta -a través de su
liderazgo ideológico entre sus pares del 80 y un programa cultural
de televisión de ahora mismo denominado "Conversación en la Catedral"-
mantiene muy explicable actualidad que nosotros también ya antes habíamos
intentado desnudar: [En relación a estos versos: "Elévame, elévame,
elévame y no me sueltes nunca al rumor de lo que es" ("Arte poética")
]. Sin el "rumor de lo que es" no existe poesía, sino entelequia,
saber libresco, mero profesionalismo o -en el peor de los casos- pura
ideología vendida bajo la forma de unos harto canónicos versos. Debería
tener presente que, tal como en el caso cimero de un Pedro Henríquez
Ureña, su repugnancia al positivismo (léase, en Mármol, a la sociología)
nunca se trocó en desinterés por nada de lo humano. Sin embargo, no
debemos mezquinar en este poeta su oficio de escritor, su acertado
liderazgo -al parecer unánimemente reconocido por su generación- en
apartarse de la grandielocuencia política o sentimentaloide o modernista
tardía, típicas de las comarcas latinoamericanas donde el vanguardismo,
como fenómeno más o menos orgánico y no sólo aventura individual,
fue extemporáneo o no cuajó en su debido momento, tal el caso de la
literatura en la República Dominicana" ("La poesía que vendrá")
4. Los textos suyos que ahora nos brinda Los
nuevos caníbales no exhiben mayor novedad, con la excepción -al
parecer se advirtió nuestra crítica- de un poema ("Atina el deseo")
donde Mármol trata de subirse -aunque con muy poca fortuna- al tren
de lo fáctico y lo contingente.
Por lo demás, con la sola excepción de Carlos Rodríguez -insistimos,
pésimamente representado en esta antología-, no hay más autores por
destacar en la sección dominicana de esta antología de la poesía del
caribe hispano; ni el crítico-poeta Frank Martínez ni la poeta-crítica
Martha Rivera trasmiten algún encanto singular (la más importante
de las cualidades de un texto literario, según Borges). Mucho menos,
las inexplicables inclusiones, entre otros, de Sabrina Román y Médar
Serrata.
Por otro lado, pasando
quizá al plato fuerte de esta muestra que corresponde a la poesía
de Puerto Rico, creemos es un acierto lo que apunta Angel Rosa Vélez
en su correspondiente nota introductoria (la otra corresponde a Carlos
Roberto Gómez Beras, tal como habíamos mencionado un poco más arriba);
aquí, en acertada síntesis, aquel crítico nos ilustra: "Escribir en
este hoy que inicia el nuevo siglo, cargando todavía la locura del
siglo veinte bien cerca de las orejas, sintiendo el peso de su montura
bélica, demonizando lo extraño, sacralizando las apariencias, virtualizando
frivolidades y escuchando sus voces como rebote suicida, es para estos
jóvenes poetas demostrar que la experiencia de la vida supera a todas
las demás. Y en esta gesta de documentar su vida no intentan cambiar
el mundo que heredaron, el esfuerzo es otro: saberse vivos y sin arrepentimientos
revelar su condición humana" (173-4), y añade el mismo crítico puertorriqueño:
"Sus hazañas y contradicciones no son las del héroe, pero revelan
la condición de lo que son y lo que han sido, nunca de lo que serán.
Porque lo más extraño es explicar la vida que no se ha vivido, lo
más certero, mirar el pasado y lo más trágico enfrentar el presente
de todos. Es la tragedia que nos acerca a Cuba y a República Dominicana
en un mismo éxodo, una diáspora antillana que nos hermana en el misterio
del decir humano, del decir de lo otro, lo insólito, la otra inspiración"
(175). Y, efectivamente, lo que distingue de inmediato a estos poetas
puertorriqueños es el diálogo, en sus textos, con la problemática
antillana en general y con el éxodo masivo de su vecina, la República
Dominicana, en particular. Es decir, por ejemplo a diferencia de sus
colegas cubanos, huyen del esencialismo y, por tanto, de toda melancolía;
su identidad -lo saben muy bien- está en proceso, no es ningún secreto
a desentrañar, como en este extraordinario poema de Rafael
Acevedo (1960):
1. Un cangrejo trae un trabalenguas,
seis voces profundas y un círculo anegado
pegado a su palanca.
Nadie dirá que sus ojos tienen sueño
porque mira como un maestro de azúcar,
nadie dirá que tiene hambre, que está amargado
por su posibilidad de convertirse en relleno de fritanga,
nadie dirá que su cara azul de fin de siglo es un enigma"
("Los animales de la palabra").
Asimismo en este
autor, como en el caso de los destacados poetas Edgardo Nieves Mieles
(1957) e Israel Luis Cumba (1961), encontramos cierta afinidad de
cosmovisión y estilo, en suma, análoga poética a la de un consagrado
a nivel internacional; nos referimos a
José Luis Vega (1948) considerado, por ejemplo por Julio Ortega, hoy
por hoy el poeta puertorriqueño más importante. Sin embargo, lo que
queremos puntualizar es esa común sapiencia y paciencia ante el lenguaje
que exhiben aquellos tres poetas; es decir, una misma vocación por
mantener -a pesar de todo- transparentes y calmas las aguas del poema.
Esto debemos puntualizarlo, porque gesto muy distinto preside el trabajo
de otros poetas puertorriqueños, entre estos las mujeres y los más
jóvenes. Verbigracia, tenemos el trabajo de la interesante poeta Mayra
Santos Febres (1966) que, cuando no insiste machaconamente en su agenda
feminista, nos transmite -al unísono- el solaz de su inteligencia,
agudo sentido crítico, y el oportuno cauterio de su buen humor:
"aleluya, aleluya, hosanna, esto es lo sagrado,
este olvido, este no
sentir, boto, romo, sin esquinas, este aleluya,
la señora que compra batatas en la plaza es sagrada, la calle apestosa
a orín es sagrada, la barra de dominicanos es sagrada, el pote de
crema alisadora es sagrada, el dínamo de la autoridad eléctrica
es
sagrado, tu pinga viniéndose en mi boca es sagrada, el charco de
sangre frente al punto es sagrado y sagrada la bala enquistada entre
la vértebra quinta y la tercera y sagrada la parálisis vitalicia
y
sagrada la bucha que me mira deseosa y me lo quiere meter y
sagrado su dildo con quien duerme y sagrada la media que esconde
los pelos indecentes de su tormento"
(De: Tercer mundo, 2001).
Este fragmento brinda buena prueba de aquello, como este otro perteneciente
esta vez a José Raúl González (1974) y su poema "Brodel sangre":
"Decir brodel sangre,
es decir que'l brodel está viviendo
enla misma película de acción,
en la misma hisla que tiene como historia
una invasión,
una población aproximada de cuatro millones,
un sector llamado santurce,
en donde vive mi jeva gris.
En donde usté también encontró su nido de amor,
(su cueva, en realidad)
y comenzó a hechar raíces como un desesperado árbol".
Poetas, tanto Santos Febres como González, respectivamente de los
años 90 y 2000, que optan -de modo semejante a sus pares latinoamericanos-
por una estética de lo efímero en vías de expresar y apresar mejor
los vaivenes de la generalizada alienación cultural en que vivimos
(ya no del "instante" como, por ejemplo, en la estética romántico-didáctica
de aquella institución denominada Octavio Paz).
El resto de la lista
de poetas puertorriqueños es, en general, muy interesante y representativa,
pero quizá tenga en Guillermo Rebollo Gil (1979) algo así como una
síntesis y salto de lince hacia lo aún inédito:
"tos'
somos
isla-
micos
en
este
mico
de
isla"
("talibán borikua").
Es decir, lugar donde se conjugan productivamente las contradicciones
al interior de la tradición poética boricua; póngase por caso, la
poesía de José Luis Vega y la de Mayra Santos Febres; lo que no es
sino -desde cierto punto de vista
5 - confluencia, matrimonio, entre lo humanista
y lo pragmático o preformativo. De esta manera leemos a Rebollo Gil,
aunque nos referimos en concreto a su reciente libro, Sonero
(San Juan/ Santo Domingo: Isla Negra Editores, 2004), y no a los poemas
antologados en Los nuevos caníbales que, en realidad, no nos
convencen o no nos gustan del todo.
Hemos llegado, pues,
al final de nuestra reseña a Los nuevos caníbales. Sólo cabe
insistir en la predominante frescura que transmiten sus textos. Carne
fresca que, a su vez, será devorada ahora por nosotros, la variopinta
legión de lectores en español, e incluso por aquellos que jamás hayan
comido carne. Caribe, región de particular inteligencia y tolerancia
entre sus gentes, desde siempre, y a pesar de la secular imposición
colonial. De esta manera, y en ese sentido, es que desde hace tiempo
ya vive en la postmodernidad: el reto de apertura y diálogo digno
-crítico, por cierto- que tienen ahora mismo, por ejemplo, peruanos,
mexicanos o chilenos con el resto del globo. Región caribeña, asimismo,
de invención en cientos de terrenos que después, los otros latinoamericanos,
hemos ido poco a poco heredando; el de la nueva poesía hispana puede
no ser la excepción. Probablemente, los almácigos de frutos tan suculentos
como Vallejo, Borges, Huidobro, etc. deban retornar, para ser aún
mejores, a esta lúcida región de todos los comienzos.
* * *
Notas:
1 Alex
Pausiles, Pedro Antonio Valdez y Carlos R. Gómez Beras (antólogos).
Los nuevos caníbales v.2. Antología de la más reciente poesía del
caribe hispano (Santo Domingo: Ediciones Unión/ Editora Búho/
Editorial Isla Negra, 2003).
2 Al respecto, tenemos un ensayo
titulado "La poesía que vendrá: nueva poesía dominicana". Babab [www.babab.com]
No 10, September 2001 que, a su vez, es reseña de Juego de imágenes.
La nueva poesía dominicana (Santo Domingo: Isla Negra/ Hojarasca,
2001) 2da edición, antología preparada por Frank Martínez y Néstor
E. Rodríguez. En síntesis, allí concluíamos, quizá algo severamente:
"Por un lado, la poesía dominicana es muy seria; por el otro, incluso
cuando pretende ser espontánea -coloquial o erótica- es cultista y
apela irremediablemente al canon. Incluso nos atreveríamos a decir
que esta poesía carece de sentido del humor. La explicación de dicho
fenómeno probablemente es harto compleja, existen factores de tipo
cultural e histórico que deben ser considerados, y que harían a República
Dominicana muy distinta a su vecina Cuba. Lo cierto es que la efervescencia
de José Lezama Lima no cunde en las letras dominicanas; menos, el
humor, la sencillez, el encanto y la inventiva de su maravillosa habla
popular. Todavía el habla callejera no ha entrado creativamente a
la poesía dominicana; decimos creativa y no imitativa u oportunistamente
(demagógica, rastrera, proselitista). En definitiva, en República
Dominicana aún es importante la "literatura", las altas letras, como
signo de clase o de perfección profesional o moral; cuando ya por
ahí se ensaya -muy lejos del descuido, frivolidad o facilismo- una
dicción del error o de la imperfección; textos donde a través de las
fisuras de su tartamudeo, de su pequeña cosa, se filtra -como a través
de un tosco secante- la más fina y auténtica de las poesías; y no
las de un yo ampuloso, culto o soberbio.
3 Anthony Santos sería su mejor intérprete,
poeta y filósofo; en una palabra, su mayimbe.
4 Obviamente, en esta "afortunada"
recepción de la poesía de José Mármol no gravita solamente el gusto
dominicano; también entra en juego un contexto internacional, más
bien conservador, que en otro artículo -"Desde otra margen: la última
poesía española". Babab [www.babab.com]. No 19, May 2003 - también
ya tratamos de llamar la atención: "La poesía de la "experiencia"
[aquélla que representan, por ejemplo, las obras de Luis García Montero
y Felipe Benítez Reyes] no es, pues, sólo un periodo artístico-ideológico
del pasado y ahora alegremente superado. Sería interesante investigar
cómo -con sus propios matices - se expresa esta misma ideología conservadora
de los 80' en los países latinoamericanos, y en su relación editorial
con España. Al menos en el caso de Perú y República Dominicana, por
ejemplo, dicho paralelo puede resultar muy productivo. Investigar
cómo dialoga la poesía de la "experiencia" con sus pares: "del pensamiento"
(República Dominicana) o simplemente de la tradición o del canon literario
occidental en el Perú. Describir sus relaciones con el periodismo,
las editoriales, otras instituciones y, claro, con un público particular".
5 Al respecto, parte de lo que queremos
decir quizá podamos articularlo comentando el libro de Ricardo Piglia,
Crítica y ficción (Buenos Aires: Seix Barral, 2000). Piglia
es un crítico y novelista argentino que ha logrado fundir dos tradiciones
culturales y epistemológicas muy distintas. La anglosajona, pragmática,
que entiende que la verdad sólo tiene un valor de uso; es decir, es
un producto desechable más. La otra es la humanística, propia de la
tradición hispana, que entiende, por ejemplo, que hay una verdad escondida
en lo que leemos y con esfuerzo debemos sacar a la luz. Del primer
aspecto de su crítica deriva su idea de que la literatura es un combate:
¿la verdad para quién?; y, por ende, el aspecto político y del poder
implícitos en aquella lucha. El segundo aspecto epistemológico y cultural
se revela en cuanto Piglia postula que el crítico -convirtiéndolo
así en un detective o en un aventurero- es el que busca desentrañar
un "secreto" ya que "la realidad está tejida de ficciones". Hemos
introducido este comentario porque creemos que lo que ha hecho Piglia
es muy pertinente para evaluar en profundidad nuestra actual poesía
hispánica. Dados los tiempos que corren, creemos que el futuro de
ésta también está en saber congregar -de algún modo, ya que no existe
uno solamente- ambas tradiciones culturales; mas no solamente en la
epidermis, es decir, en el léxico y las referencias más o menos exóticas
o globalizadas. Probablemente los poetas que hacen esto último estén
ubicados sólo en una de las dos tradiciones: en la hispana y tratando
vanamente de ampliar o "modernizar" sus contextos, o abiertamente
en la otra, la anglosajona, con lo que nos hallamos ante curiosas
caricaturas del original. No, no se trata de nada de esto en Piglia.
Su obra es, más bien, prueba de que es posible fundir ambas maneras
de conocer, de situarse en el mundo, sin que esto implique ausencia
de conflicto personal ni, tampoco, se trate de un mero eclecticismo
cultural (al modo del voceado, pero realmente inexistente o manipulado,
multiculturalismo norteamericano). En síntesis, nos hallamos ante
una nueva forma, muy contemporánea, de pensamiento crítico (y poético);
un modo, cabe esperar, más rico y productivo de estar a la intemperie.