El título reproduce la frase de un periodista que, por más
que nos hemos afanado en identificar, aún no lo hemos conseguido.
Por lo demás, creemos que es polémica y quizá
sutilmente certera. El trabajo que nos ocupa ahora es, en lo inmediato,
reseñar un libro reciente; se trata de la antología
Reversible monuments. Contemporary Mexican Poetry (Washington:
Copper Canyon Press, 2002). Pero, en lo mediato, intentará
ser un ensayo sobre el estado general de la poesía mexicana
última.
Antologías
Reversible monuments [título tomado de un verso de
los "Topoemas" de Octavio Paz] ha sido compilada
y editada por la poeta y traductora mexicana Mónica de la Torre
y Michael Wiegers, editor de Copper Canyon Press, y prologada por
Eliot Weinberger, el traductor de Octavio Paz al inglés. Tal
como apunta Claudia Posadas en una reseña en la web ("Monumentos
reversibles, solistas que no cantan en coro"):
"esta antología bilingüe
busca romper las preconcepciones que se tienen de México
así como las barreras sociales e ideológicas al incluir
una amplia muestra del trabajo de 31 poetas mexicanos de reconocido
prestigio, nacidos desde 1950 hasta 1974, que escriben en español
o tzeltal, mazateco y zapoteco, quienes son traducidos por 26 profesionales,
entre ellos, Weinberger mismo".
Aunque en esta selección también figura un poeta
mayor y nacido en España, Gerardo Deniz (1934), junto al
ubicuo periodista uruguayo Eduardo Milán (1952). Asimismo,
y tal como Claudia Posadas destaca también en su reseña:
"Para Eliot Weinberger, en el prólogo al mencionado
libro, cada voz es individual y que, más que una influencia
en la escritura, hay un legado de la actitud universal de Octavio
Paz". Es decir, como fácilmente observamos, al premio
nobel mexicano lo encontramos por todas partes, desde el título
mismo de esta difundida antología. Sin embargo, y creemos
sobran los comentarios, constatamos que este prologuista también
considera que
"This may will be the last generation
of mexican poets to share this homogeneity of background [clase
social media o alta, abrumadoramente capitalinos, intelectuales;
con excepción de los de la "frontera" o los indígenas].
It is the first to have a significant number of women [...] This
is the first generation that, as a generation, has been able to
avoid reflexive anti-yanqui sentiments [...] Their discovery of
American poetry has had as profound an impact as the American discovery
of Mexican and Latin American poetry in the 1960s." (pag.14).
Entre los seleccionados en Reversible Monuments [RM] podemos
identificar a algunos poetas ya incluidos en otras antologías.
Por ejemplo, si cotejamos este libro con una antología norteamericana
inmediatamente anterior, la editada por Juvenal Acosta: Light from
nearby window. Contemporary mexican poetry (San Francisco: City
Lights, 1993), vamos a encontrar que algunos nombres se repiten: María
Baranda (DF, 1962), Efraín Bartolomé (Chiapas, 1950),
Alberto Blanco (Tijuana, 1951), Carmen Boullosa (DF, 1954), Elsa Cross
(DF, 1946), Antonio del Toro (DF, 1947), Francisco Hernández
(Tuxtla, 1946), David Huerta (DF, 1949), Fabio Morabito (Alexandria,
1955) y Verónica Volkow (DF, 1955).
Lo mismo ocurre, si hacemos un repaso de los poetas seleccionados
-de cara al público mejicano- por Malva Flores, Gustavo Jiménez
Aguirre y Rodolfo Mata en "Casa en el horizonte" (atractiva
página en la web) y los comparamos con los de RM: María
Baranda, Alfonso D'Aquino (DF, 1959), Jorge Fernández Granados
(DF, 1965), Tedi López Mills (DF, 1959), Ernesto Lumbreras
(Jalisco, 1959), Josué Ramírez (DF 1963) y, bajo el
acápite de "Otros", Francisco Segovia (DF, 1958)
y Pedro Serrano (Montreal, 1957). Por último, de modo semejante
y muy significativo (ateniéndonos sólo a los poetas
nacidos en los 50´), si nos aproximamos a la "Antología
de la poesía mexicana del siglo XX"; aquí y
en MR figuran en orden cronológico: Efraín Bartolomé,
José Luis Rivas (Veracruz 1950), Alberto Blanco, Coral Bracho
(DF, 1951), Manuel Ulacia (DF, 1953-2000), Carmen Boullosa, Fabio
Morabito, Verónica Volkow, Francisco Segovia y Ernesto Lumbreras.
En síntesis, podemos considerar a MR como una antología
representativa de la poesía mexicana última o, al menos,
penúltima.
Símbolos,
anécdotas y lecturas
Antonio Castro Leal, en La poesía mexicana moderna
(México: FCE, 1953), después de puntualizar que la poesía
de Manuel Gutierrez Nájera (1859-1895) representa el "inequívoco
amanecer de la poesía mexicana moderna" (pags.VIII-IX)
pasa a distinguir -respecto de la obra de éste frente a la
de su par, Ramón López Velarde (1888-1921)- una idea
muy sugerente. Castro Leal nos dice que este último poeta:
"lleva a la poesía mexicana a
un nuevo puerto. En lugar de buscar en las cosas 'un alma y un sentido
oculto', vivirá la emoción de ellas. En su mundo el
árbol, la fuente y la montaña, más que símbolos,
son anécdotas [...] Muchos lo han seguido al ambiente sentimental
y pintoresco de la provincia, al escenario de las fiestas típicas
y a las ferias de curiosidades nacionales; pero sólo los
mejores llegan con él hasta ese lugar en que se sentía
colgado de un hilo de seda sobre el abismo" (Pags.XXI-XXII).
Asimismo, e intentando bosquejar un cuadro sinóptico para
lo que ha sido la poesía mexicana hasta hoy, tendríamos
por un lado la inteligente carpintería que montó Sor
Juana Inés de la Cruz para subir a las nubes y, por el otro,
a Juan Rulfo como el poeta cuya lengua de sapo ha bajado y subido
a voluntad del infierno al cielo. Tal como lo argumenta William Rowe,
en su artículo en la web "Notas sobre poesía latinoamericana
actual": "En Juan Rulfo, el idioma español del siglo
XVI y la lengua mexicana del siglo XX conviven en una compleja composición
musical. Rulfo no escribe en forma de verso, pero su obra narrativa
recoge las energías y la plasticidad de la lengua hablada más
que cualquier poeta mexicano".
Formal narrador, pues, no versificador, Rulfo parece ser el único
en haber captado en México lo esencial del legado vanguardista:
montaje -el de sus textos- descentrado y polifónico valiéndose
de un lenguaje enigmático y , al mismo tiempo, espléndidamente
localizado. Por lo tanto, aventuras radicales e incondicionales las
de la briosa monja y las del parco empleado para su tiempo y contexto
que, ateniéndonos a la terminología de Antonio Castro
Leal, hacen de la anécdota un símbolo, y viceversa.
Es decir, siguiendo otra vez a Rowe -y con el propósito de
aquilatar aquí la importancia de Rulfo en la poesía
mexicana contemporánea-, lo que hizo el mexicano en los años
'50 es análogo a lo que allá por 1922 ejecutó
César Vallejo en Trilce:
"Tratar el habla como evento y como
fabulación de lo real (y no meramente a manera de color añadido
a lo escrito desde otro lugar) [...] Ha dicho el poeta peruano Jorge
Eduardo Eielson (1924), 'para que la palabra escrita siga siendo
un instrumento privilegiado de la comunicación interior,
vehículo sin par del pensamiento y del sentir humanos, es
necesario que abandone el ghetto literario, que su obra se abra
a una nueva forma de comunicación, asumiendo un rol en sintonía
con los paradigmas ya operantes en el campo filosófico, científico,
estético, religioso y hasta político y económico'".
En este sentido la poesía de Octavio Paz, y más aún
la de sus innumerables y ubicuos imitadores en México y en
todo el continente, se circunscribe -fatal e irremediable- al "ghetto
literario" identificado por Eielson más arriba. Empleando
la terminología de Antonio Castro Leal, en la poesía
del premio nobel mexicano no habría anécdota, sino básicamente
símbolo, tocándose por esta vía, en su país,
con la poesía de Manuel Gutiérrez Nájera. O también
podemos decir que su anécdota está literaturizada, y
es por esto que ha envejecido tan pronto ya que se va notando, cada
vez más, su aspecto meramente decorativo. Octavio Paz es un
poco más interesante en sus ensayos, alcanza en éstos
lo que en su poesía no puede -y que sí puede, a su modo,
José Emilio Pacheco-; parafraeando Ricardo Piglia: la 'realidad'
se ha tornado en 'ficciones' que requieren 'lectura' y no sólo
celebración a través de la 'experiencia' (de la que
hacen culto, por ejemplo, los poetas de la beat generation y la generación
latinoamericana de los '70). Sin embargo, la 'lectura' en los ensayos
de Paz, llámense estos Laberinto de la soledad o El
arco y la lira, rara vez escapan de ser literatura al cuadrado:
hipótesis esencialista y método deductivo plagado de
adjetivos, entre otros afectados giros.
Al respecto, y ampliando la perspectiva incluso hasta buena parte
de la generación post-Paz, probablemente el siguiente comentario
anónimo esté en lo cierto:
La poesía mexicana es visual [...]
es una poesía de imágenes, de visiones, no de lecturas,
no de observación minuciosa, sino de simple vista, esto se
le debe al poder que tuvo la poesía surrealista en México,
el único movimiento que se vio obligado a seguir por esa
frase, ahora dudosa de Breton: México es el país más
surrealista. Partir de ahí, que de hecho así se hizo,
ha sido nuestra condena, el surrealismo finalizó su dominio
a finales de los '50, los mexicanos no tuvimos ojos para lo demás,
el expresionismo abstracto, el por art, el happening transformado
en performance. Las nuevas lecturas fueron ignoradas por ese deslumbramiento
ante el surrealismo"
Nosotros matizaríamos que el problema estriba en que el surrealismo
-salvo, claro, por ejemplo las excepciones en el ámbito hispano
de un Federico García Lorca o de un César Moro- es un
arte sin la crítica del lenguaje que emplea y, finalmente,
tampoco de la imagen a la que se intenta siempre reemplazar por otra
más exotica o esotérica. El lenguaje heredado se asume
por hecho y sólo hay un uso, abuso y empalago de ensayar con
el referente. De algún modo, es como un psicoanálisis
que -curiosa y paradójicamente- respeta, no toca, las normas
de su instrumento comunicativo ni -contemporáneamente, en tanto
neo surrealismo- tampoco implica ninguna seria crítica social
ni, por lo visto, siquiera personal. Esto es lo que pasa, abrumadoramente,
al menos con la actual versión brasileña del neo surrealismo,
tan inócuo, aburrido y retórico como su primo hermano:
el neobarroco del Río de la Plata. En éste sólo
cabe constatar que lo que, con su más y su menos, trataron
de hacer Néstor Perlonger y Arturo Carrera en la Argentina
muy pronto ha devenido -en gesto típico de elocuencia porteña-
en tratar de vendernos manifiestos por auténtica poesía.
Básicamente, y si alguna vez existió, en el lenguaje
del neobarroco se ha roto el puente entre el detritus -o lo inasimilado
por el poder- y lo que, en palabras de William Rowe, era el otro ingrediente
imprescindible: "se trata también de un área de
goce , de regodeo verbal -corporal- de allí la tensión
que recorre los poemas" (Notas sobre poesía latinoamericana
actual).
Por último, y antes de pasar a una somera evaluación
-en orden alfabético- de los poetas antologados en Reversible
Monuments, permítasenos recoger el guante lanzado por el
mismo comentarista anónimo anteriormente citado:
"hemos explorado lo suficiente la poesía
mexicana? Hemos llegado a sus extremos? Si la ciudad de México
permanece siendo lo que es, no. México es un terreno inagotable,
no hay materia más ignota que el pueblo mexicano, falta explorar
la farsa, el humor, tarea que dejó inconclusa Ibarguengoita,
y que ha pesar de ser narrador, ningún poeta tuvo el fin
de seguirlo, los poeminimos de Huerta ni siquiera son chistosos,
y por lo mismo son intrascendentes [...] Todos los poetas mexicanos
son muy serios [...] Qué más falta, la sobreexploración,
el expandirse [...] Algo más, leer a los extranjeros con
atención, pero más que nada buscar la posibilidad
de diálogo [...] el interactuar con lo ajeno, qué
más?"
LOS
POETAS
María
Baranda
Ditirámbica y nerudiana. A su poesía la enmarcan espacios
abiertos y grandes con abundancia de imágenes descriptivas.
Asimismo, aquélla apela a un discurso ritual y -rasgo común
a cierto feminismo aún en boga- re-civilizador; en tanto y
en cuanto, por ejemplo en palabras de Graig Owens, "lo que parece
plantearse es la inadecuación de las construcciones teóricas
[llamémoslas aquí poéticas] existentes para dar
cuenta de la especificidad de la experiencia de una mujer" [La
posmodernidad (Barcelona: Editorial Kairós, 2002) p.123].
De este modo, y muy segura de sí misma, Baranda se adentra
del brazo de Neruda en la historia; y aquí estriba precisamente
su hibris: el espejismo de lo elocuente y la escenografía banal
o meramente decorativa y, algo más grave, la adecuación
de su verso a una personalidad poética más que inaparente:
ultramachista y megalómana. Mejor posicionada la encontramos
cuando, en repentino estado de gracia, algunas halladas palabras -sin
requiebros ni mayores pretenciones- dan alcance a un yo poético
mucho más íntimo; es decir, ponen en tabla rasa todo
lo anterior: "Siento el ardor sin sombra de los bosques"
o "Ah, la claridad en el filo de la descomposición"
(Extasis).
Efraín
Bartolomé
Espléndidas viñetas. Ritos de color y sabor y sonido.
Inquietantes historias surgidas a la hora del ocio, de la siesta,
tal como si se tratara de una involuntaria y feliz erección.
Apariciones o efímeras personificaciones sobre una misma y
envolvente pantalla de agua y de sol:
"La luz estalla contra las piedras blancas:
rompe sus uñas frágiles, hiere con sus astillas los
carrizales tiernos, el palmar, las breves sombras del embarcadero.
El pueblo esparce su violento escozor. Cuece sobre cenizas la esencia
de esos cuerpos: carne y palmera, carne y caña dulce, carne
como ese lento río balanceándose" (Tatuajes
en el agua).
El poema es una marmita de encantadas metamorfosis; aunque, a veces
también, sus hallazgos sean previsibles, no menos redundantes
y cedan a la pincelada meramente decorativa. Mas, quizá estos
contrastes en el espectro poético de Efraín Bartolomé
sean los propios de aquél que está presidido, glosando
a Gastón Bachelard, por el ensueño de lo acuático.
En conjunto, sus poemas son de agradable y, casi siempre, sugerente
factura: "En el cristal suavísimo/ En el cristal alado
de las aguas/ cae mi voz" (El agua desdichada).
Alberto
Blanco
Desarrolla y problematiza aún más las paradojas de
la logopoeia típica de un autor como Jorge Luis Borges y que
constan también, por ejemplo, en el canon tradicional de la
poesía china o japonesa. El lenguaje
de su poesía se adecúa ceñidamente a estos intereses:
lógica, economía y precisión de la palabra al
mejor estilo de Roberto Juarroz. Pero, sin duda, Blanco ejercita una
alquimia propia; sobre todo cuando acierta a catalizar lo emotivo
en medio de tan implacable sistema de pares binarios: "La patria
de un poeta es la palabra/ y sus extensos dominios una página
en blanco /.../ No esperes comprensión fuera de tu elemento/
ni perdón ni cariño sino de tus criaturas" (Metamorfosis
de la silla) o también este otro ejemplo: "Nadie nada
en estas aguas del dolor/ a menos que ya sea capaz de nadar"
(Los tres estados y los tres reinos). En síntesis, interesante
poesía que es en sí misma antídoto contra excesos
nerudianos o empalagos surrealizantes. Sin embargo, su limitación
fundamental estriba en la carencia de sentido del humor. Toda poesía
-y probablemente toda literatura- que pretende enseñar, termina
por pasarse al bando de la didáctica; es decir, asumir un rictus
de solemnidad desde el diseño de un yo poético absurdamente
compacto y omnisciente.
Carmen
Boullosa
Aunque es más conocida internacionalmente por sus novelas,
también tiene en su haber varios libros de poesía. RM
sólo incluye Jardín Elíseo, poema narrativo
de extención un tanto excesiva, pero de impecable ritmo. El
talento para la narración
y la matización a veces no bastan en poesía, sobre todo
si el texto es demasiado largo. La extención del poema parecería
requerir, tal como Poe lo elocubró, una medida media. Inevitablemente
se cae en lo prescindible o aflora la esmerada carpintería
del poema: la descripción ingeniosa, los giros pasmosamente
logrados, pero no inevitables; y la misma propuesta poética
-su logopoeia- se diluye también. Por último, un texto
apoyado en la 1era persona, así de elocuente y así de
largo, es facilmente filtrado -si no hecho naufragar- por el narcicismo:
el tópico de la falsa modestia comienza a hacer agua por todas
partes.
De modo semejante a Antes o Mejor desaparece, dos novelas
de la misma autora, Jardín Elíseo pareciera hurgar
en un estado de cosas anterior, en términos de Jacques Lacan,
a la simbolización: "las leyes del hombre y de la mujer",
leemos hacia la tercera parte de aquel largo poema; o, al menos, vislumbrar
algunas formas de heterodoxia al proceso por el cual nos hacemos seres
conscientes; es decir, una vez superado el estadio de lo indeterminado,
consonantes con una manera de ser y de estar en el mundo:
"Lo que pasa aquí queda fuera
de la vista.
No son dioses los que emiten estos ruidos imbéciles, los
que braman
y rugen.
A ruidos necios , oídos sordos.
Ante el jardín de Eliseo, anteponer
ojos ciegos, tacto y olfato muertos,
e imaginar, imaginar,
subirse al ave enorme de los sueños para habitar por un momento
el
rincón de mansedumbre"
Como en los Comentarios Reales del Inca Garcilaso, la descripción
de esta arcadia se convierte, pues, en polifónica utopía.
Ni simplista ni sectaria, sino con la plenitud y solidaridad que hallamos
en el seno materno o que nace de lo indeterminado.
Coral
Bracho
Filigrana
de versos volcados en busca de un "surrealismo" femenino;
es decir, el de un Paz con nítidas faldas. Bracho insiste en
el sonsonete de la luz y del color, pero sólo desde un exterior
convencionalmente iluminado. En este sentido, el mérito de
Gloria Gervitz -como en seguida veremos- estriba en que asumiendo
similares motivos poéticos lo hace desde dentro, desde la obscuridad
o la noche, y a través de una auténtica práctica
alquímica, lo cual se refleja en la densidad e inventiva de
sus palpitantes versos.
Por su parte, aunque Boullosa es mucho más excesiva en sus
poemas, es una Bracho más inteligente y reflexiva; aunque,
a veces también, no menos retórica o espúreamente
elocuente.
Elsa
Cross
Filósofa (Ph.D.), mitóloga profesional, y absolutamente
aburrida. Una vez más, se evoca lo trascendente sin una crítica
previa o revisión del lenguaje que se emplea. Su poesía
es un mapa más o menos descoyuntado -la escritura o composición
por campos típicamente "moderna"- y harto anodino.
Alfonso
D'Aquino
Entre el caligrama y San Juan de la Cruz: minimalismo místico,
espesor de la letra, verso tautológico; pero todo demasiado
previsible y monótono.
Antonio del Toro
Como su verso, "Es un juego de cartas donde no se arriesga",
es su poesía. Uso correcto de la sintaxis, de la gramática
y de la ortografía: nada más.
Gerardo
Deniz
Por fin algo de humor en la presente antología. Lenguaje sorprendente.
Rico en resonancias barrocas, aunque en versículos de corte
elioteano o poundiano. Barroco también en la percepción
desencantada
y burlesca de lo pasajero y meramente aparente que es la vida. Su
herencia fundamental son Góngora, Quevedo y Valle Inclán;
ensaya como este último, en su novela Tirano Banderas,
la aclimatación en su verso de un vocabulario español
internacional. Parodia del amor; de nuestro trato con la infancia
que, asimismo, nos ha infantilizado; del conocimiento. Atención
a lo grotesco y no sólo a lo ridículo o perecedero:
"Mientras yo la embestía
sin cuartel,
ella, con un pulgar y un índice,
se meneaba un colmillo flojo, color ocre,
y crujía toda del dolor agridulce, retorciéndose,
cuchicheando frases truncas entre carrasperas
hasta que, al aproximarse a la cima,
consiguió arrancárselo,
se relamió una raya de sangre, lo tiró sobre mi
hombro
-y me detuve en seco,
pues sonó que rompía algo de crystal fino, tal
vez una illusion.
Corrí a encender la luz del techo, busqué a gatas,
pero nada hallé"
("Edipo al cubo").
En buena cuenta, y en este sentido el barroco se toca con lo más
contemporáneo o postmoderno, la poesía de Deniz es una
investigación que trata de distinguir la realidad de las ilusiones
en nuestra cultura; se inhibe de seguir creando imágenes y,
más bien -para desmitificarlas-, de un modo brechtiano y con
humor las saca de contexto.
Jorge
Fernández Granados
Hedonismo por las palabras de ascendencia barroca; aunque su poesía
transluce muy poca experiencia vital. Neobarroco -más bien
lite- demasiado elocuente y, sobre todo, fatalmente libresco. Tal
como su contemporáneo, el poeta uruguayo Rafael Courtosie,
mucho mejor en sus textos en prosa; fino brocado, pero que a veces
sólo oculta una carne anodina, más bien vulgar.
La poesía de Fernández Granados soporta un arduo problema
de hondura y de carencia de sentido del humor; sin embargo, la percibimos
aún como una auténtica promesa.
Malva
Flores
Previsible, aburrida y paceana: "cuando dos se besan/ reinician
la fundación del otro" (Turbia dicción).
Gloria
Gervitz
Ernesto Sábato de la lírica mexicana. Monotemática
y algo enfática en su introspección, pero intensa
en su desnuda vibración emotiva. Como auténtica judía,
su más alta dignidad es la errancia: "Migraciones"
de las cuales nos hace partícipes y en las que íntimamente
nos reconocemos. Borges, en aquello de que nos inventamos un sueño;
la poesía de Gervitz pretende, literalmente, sacar a la superficie
del poema todo este frágil tinglado:
"Ya no tengo brújula. Estoy
abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos? ¿con qué
se desprende este último
pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol, amarada al viento
Las hojas y su sombra de ópalo" (Migraciones).
Por otro lado, ya hemos anotado algo más arriba algunas afinidades
y distanciamientos con otras poetas mexicanas de su generación.
Francisco
Hernández
Viñetas más o menos interesantes por su hilo narrativo,
pero de grado cero en su trabajo con la lengua.
Claudio Hernández de Valle-Arizpe
Persiste la idea de que la poesía consiste básicamente
en observar un uso correcto de los vocablos: cultivar alguna forma
sistemática de decoro -o anti decoro- y ejercitarse en la escrupulosa
precisión de las palabras; mas, perdiendo de vista la apuesta
y el riesgo que supone siempre escribir. Creemos que la poesía
no se halla necesariamente en las palabras, aunque sea un arte que
tenga su materia prima en ellas; prueba de esto sería la poesía
de Rubén Darío, absolutamente periclitada en su estética
ya, pero aún vigente en tanto revela adhesión y radical
aventura de un yo poético en su relación con la literatura.
Hernández del Valle-Arizpe hace un fetiche de las palabras,
aquí estriba su logro y, asimismo, su ínfimo alcance.
David
Huerta
Bajo los auspicios de un sugestivo verso de César Vallejo
("Y hembra es el alma de la ausente,/ y hembra es el alma mía"),
pero -para facilitar su labor- valiéndose de Pablo Neruda,
Huerta construye un interesante poema titulado Trece intenciones
contra el amor trivial: "Hay mujeres, mal sueño mío,/
muertas en mí -arrojadas como cabelleras" (III). A la
convincente vibración vital -a un escribir en estado de destierro-
se unen un sabio control del discurso, sobriedad de la lengua y, sobre
todo, una propuesta conceptual suficientemente ventilada y moderna.
En lo demás, sus textos más largos, merodea en demasía
el autor de Residencia en la tierra.
Pura
López Cólome
Quizá la voz femenina más completa de las aquí
antologadas. Muchos de sus textos, como los de la mística,
tienen su parte en verso seguida de comentario no necesariamente más
transparente que la anterior. La suya es una poesía apasionada
y, al mismo tiempo, perturbadoramente despierta:
"Espero afuera del salón de
clases de tercero de primaria. El examen será oral, individual:
triunfal. Todo el mundo tiembla. Se trata de una prueba de lengua
nacional. Siento la boca seca, pastosa, el paladar partido. Soy
toda gusto estéril, verdadera cornucopia ahogada. Entro.
Cierro la puerta. Subo despacio a la tarima. "Conjuga lo
que quieras en cualquier tiempo." Sin dudar un instante,
yacer es la elección [...] Transparente, revelada exultó
mi lengua"
Como sus congéneres y poetas, Gloria Orozco y Alejandra Pizarnick,
Pura López Cólome se adentra en un lugar sin nombre
aún y sin rostro.
Tedi
López Mills
Es otro devoto de las palabras. Su escritura va de cara al lector
cuando éste poco debe importar a la hora de escribir poesía.
Textos excesivos, aunque -en sus mejores momentos- también
dejan translucir un meditar hondo e inteligente.
Ernesto
Lumbreras
Fervor por Borges. Mejor en su prosa poética por singulares
aciertos lúdico-especulativos
y la sugestiva aclimatación de una fantasía entre gótica
y carrolliana:
"La construcción del muro avanza.
Un sentimiento de aquiescencia me domina. ¿De qué
temblor o incendio esta formación de piedra nos proteje?
En sus extremos ordené construir dos hornacinas. En una reposa
el sol rodeado de peces. En la otra, un diablo se masturba delante
de un colibrí. (El cielo).
A gran distancia de este talento para la fabulación están
sus reflexiones sobre la poesía. Sin embargo, como los buenos
poetas, a su trabajo lo preside cierta cuita inconfundiblemente autista,
aparte de un siempre oportuno sentido del humor.
Eduardo
Milán
Es un autor fascinado por su público. Narcisismo focalizado
que, en contraste por ejemplo con la poesía de Ernesto Lumbreras,
no aparece descentrado en la sabrosa trama de la fabulación.
Resulta insufrible
por pretendernos vender teoría postmoderna allí donde
sólo encontramos un verso pretencioso y de onanista lugar común,
como en "Me refiero a ti como a dos fieras porque":
"Hay que estar
muy herido para referirse, muy herido de lenguaje
...
Escribir es
desnudarse, escribir es vestirse. Pero el vértigo
no viste, viste de rojo, el pájaro de sangre, el
gorjeo del pájaro de sangre en Inglaterra: pio, pio.
...
Por último,
sin miedo, me refiero a mí".
El sujeto poético se toma demasiado en serio y, por lo tanto,
su lenguaje se torna descontentadizo o banalmente patético.
La de Milán es una de las injustificadísimas inclusiones
en las Insulas extrañas, antología trasatlántica
de lo mejor de la poesía hispana en los últimos cincuenta
años.
Fabio
Morábito
Viñetas -ejemplo, La esponja, Las tijeras- absolutamente anodinas.
La flexibilidad de su escritura -coloquialidad y llaneza del vocabulario-
modula un poco mejor en el verso. Rehuidas la intensidad o la "rareza"
del lenguaje de la poesía, no se las reemplaza con ninguna
otra cosa; como leemos en uno de sus versos, su poesía "palidece
por falta de carácter" (Los elefantes nacen viejos).
Josué
Ramírez
Notable su poema Topografía, sobre su madre y con la
resonancia de los que también compusiera César Vallejo:
"Recibí de mi madre -igual que
otros- la carta que no abrí, el pecho, su dorso generoso
al darse un baño a la orilla del río. La vi entre
paredes de una casa andar de un lado a otro sin salida. La raíz
le miré, la herida intacta, y la perturbadora y fugitiva
ceniza le miré".
Bien dosificados zigzagueos del hipérbaton en correspondencia
a esa búsqueda de variadas aristas y esquivas diemensiones.
José
Luis Rivas
Poeta raro en el contexto de Reversible Monuments por celebrativo
y gozoso. Vocabulario muy rico y en caída libre: inventándose
y transformándose como en la sabia lección de Altazor
de Vicente Huidobro.
Francisco
Segovia
Poesía de corte tradicional, impecable. También como
los clásicos, se propone enseñar deleitando. Asimismo,
otra ave rara -tal como José Luis Rivas- ya que para él
el mundo es un locus amoenus, sólo por nuestra necedad incumplido.
Pedro
Serrano
Estos tres últimos poetas -nacidos en los '50- parecieran
constatar las evidentes diferencias con la generación posterior
que no pretende instruir ni, mucho menos, deleitar. Sin embargo, a
aquella poesía puede quedarle todavía algún resto
notable, muestras de intensidad junto a precisión de las palabras:
"En la humedad de mi lengua la espiral
de la serpiente,
En la frontalidad del cuerpo una espiga y el agua.
...
En el ano el baño zodiacal.
En los pies las toxinas y el dolor del águila.
En codos y rodillas cuatro agujas al viento.
...
En el sexo la densa multitud, la espesa sed, la palabra.
...
En mi mismo una ola que revienta" (Rosario).
Aunque, por otro lado, percibimos también cierta tonadilla
nostalgica o melancólica que los más jóvenes
hacen muy bien en rechazar.
Manuel
Ulacia
Quizá como típico Ph.D. (Yale) la suya es una poesía,
además de melancólica, libresca y a priori especulativa;
es decir, de antemano el yo poético desea que lo percibamos
listo. La galaxia Paz (aludimos, entre otros, a los antologadores
de las Insulas extrañas) le pone cabe a su verso:
"En la playa
palabras de sal y espuma
se dibujan en la arena.
Las olas del mar
nombran a la tierra" (En la playa).
Ni Cernuda lo salva -cuando Ulacia se dispone a desear igualito que
el gran poeta sevillano- porque sus poemas eróticos son vulgares;
es decir, su apetito es estrictamente de este mundo, entendámonos,
el del consumo y la comodidad:
"Bastó sólo una mirada,
el silencio entre dos frases, el tenue roce en tu mano
cuando pediste la llave
en el calor de la siesta,
para que el joven conserje
con mirada de gacela
fuera detrás de ti, al cuarto" ("En el Ritz
de Meknés").
Verónica
Volkow
Problema de focus en sus motivos y en su lenguaje. No existe variedad,
sí diletancia entre la auscultación y el testimonio;
tiene de Octavio Paz y de León Felipe. A nivel del lenguaje
ocurre algo similar, une comparaciones y anáforas junto a asociaciones
libres; falta de riesgo -y creatividad- general.
Heriberto
Yépez
Interesante presencia de Roque Dalton en su poesía, mezcla
de testimonio y buen humor. Poesía cotidiana y callejera de
cara a la frontera con USA.
CONCLUSIÓN
En general, a la poesía mexicana le urge mirarse directamente
al espejo sin complejos ni tabúes. Probablemente a la muerte
de Octavio Paz -presidente vitalicio de su propia empresa multinacional-,
ahora mismo entre los más jóvenes estén quizá
surgiendo o, al menos, incubándose algunas voces más
honestas, rebeldes e iconoclastas. Sin embargo, lo que podemos observar
en Reversible Monuments -y, paradójicamente, incluso
un tanto más en esta generación de poetas mujeres- es
la flagrante vigencia de aquel monstruo sagrado; y no sólo,
como dice Eliot Weinberger en el prólogo, en cuanto haya legado
a la poesía local su "actitud universal". La poesía
mexicana insiste en buscarle tres pies al gato y, lo que es peor,
a un minino fantasmagórico, de prosapia simbolista; es decir,
puramente ideológico. Como es vox populi, la producción
cultural en México -y en particular la poesía- tiene
la ventaja y, a su vez, la terrible desventaja de estar apoyada de
algún modo por el Estado y sus medios de comunicación;
mas, como el castillo de naipes que hasta ahora es la seleción
mexicana de fútbol, a su poesía actual también
la hecha abajo cualquier ventisca desfavorable. Es muy importante
que los poetas jóvenes no piquen el anzuelo de la fácil
y local notoriedad, por lo general gacetillesca. En realidad, hablando
de obras y también de autores, no sólo en México
todo está montado para producir vendedores de baratijas -más
o menos expertos en teoría literaria- y no poetas. Lamentablemente,
estamos en una época que requiere de un valeroso autismo por
parte de los que sienten la vocación de escribir -y de leer-.
Un llamado al apartamiento más radical para hacer sobrevivir
la poesía. Pasos de amnésico y no de sonámbulo
-como los de Luis Hernández Camarero, en Lima, o Raúl
Gómez Jattin, en Cartagena de Indias- en vías de toparse
de narices con otro mundo. Un lector que vaya al encuentro gozoso
con sus dotes de anfibio. El resto es negocio.