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Lo 
a-natural y lo perverso en Monte de Goce 
de Enrique Verástegui
Por 
Paul Guillén
 
 
Si reflexionamos 
acerca de algunas paradojas de la poesía peruana contemporánea, 
no podremos olvidar los injustos epítetos que se endilgaron a Monte 
de goce tras su tardía aparición en 1991. ¿Cuál 
hubiese sido el calibre de las críticas de publicarse en 1975, fecha en 
la cual estaba listo para entrar a la imprenta? Este dato no es para nada circunstancial, 
reparemos en que Verástegui obtuvo la prestigiosa beca Guggenheim en 1976, 
gracias a una carta de recomendación del poeta mexicano José Emilio 
Pacheco(1). En ese sentido, reclamamos un 
lugar de preferencia, en los estudios de la poesía de Verástegui, 
para Monte de goce, un libro que asume lo posmoderno desde la perspectiva 
de la incertidumbre, la duda, la perplejidad, el vacío, la esquizofrenia, 
el sentido de agotamiento, la mezcla de niveles, de formas y estilos o su yuxtaposición, 
el gusto por la repetición y la copia, el manejo de estructuras o superficies, 
la mezcla en un mismo discurso de lo popular y lo culto, la desconfianza en la razón, la modernidad y su pensamiento universalista, 
su apuesta por el nihilismo, el anarquismo, la contradicción (Guzmán: 
337-338). Además, sobre Monte de goce podríamos afirmar algo 
parecido a lo que aseverara Ricardo Piglia sobre Finnegans Wake de Joyce: 
Monte de goce es un libro psicótico, porque su textualidad está 
construida sobre la base de la fragmentación, lo onírico, y, además, 
se encuentra tasajeado por la imposibilidad de construir con el lenguaje otra 
cosa que no sea la dispersión. Desde la misma perspectiva, Monte de 
goce es, también, el libro de la exacerbación sexual y de la 
exacerbación del pecado:
 
culto, la desconfianza en la razón, la modernidad y su pensamiento universalista, 
su apuesta por el nihilismo, el anarquismo, la contradicción (Guzmán: 
337-338). Además, sobre Monte de goce podríamos afirmar algo 
parecido a lo que aseverara Ricardo Piglia sobre Finnegans Wake de Joyce: 
Monte de goce es un libro psicótico, porque su textualidad está 
construida sobre la base de la fragmentación, lo onírico, y, además, 
se encuentra tasajeado por la imposibilidad de construir con el lenguaje otra 
cosa que no sea la dispersión. Desde la misma perspectiva, Monte de 
goce es, también, el libro de la exacerbación sexual y de la 
exacerbación del pecado:
Monte 
de goce fue planteado como una investigación 
del pecado, como una investigación de las perversiones sexuales en Occidente, 
que debían tener su campo de expresión a través de una exacerbación 
de la forma cómo estas perversiones se presentaban. Monte de goce 
está trabajado según una fórmula de Nabokov que era: "el 
máximo de indecencia con el máximo de elegancia posible", buscando 
exacerbar al lector y buscando enfrentarlo a sí mismo 
(Guillén).
Por un lado, Monte de goce 
sería "la escritura continua a través de la cual pasan los 
géneros literarios" (Verástegui 1991: 8) y, también, 
se constituiría como un libro interdisciplinario (Galindo 2004: 155-165), 
que puede ser visto tanto como un diario o como una novela posmoderna, y pasar 
por relato épico o sátira contra la burguesía y sus instituciones 
(religión, política, economía, cultura) o, tal vez, como 
la alucinación de una perversidad extrema. Es por eso, que su enunciación 
se torna, por momentos, esquizofrénica y completamente paranoica, fundamentalmente 
perversa. Para tal efecto, debemos remarcar tres conceptos claves para organizar 
nuestra investigación, señaladas en la introducción que el 
autor hace a su propio libro: 
1) El movimiento del erotismo 
en Monte de goce es polifónico: "una multitud de voces se cruzan 
y entrecruzan, se atraen y repulsan a la vez, pero enlazándose como en 
un coro a capella produciendo un rico espectro de tonos" (Verástegui 
1991: 8). 
2) Monte de goce es una tratado de la experiencia, pero 
a partir del lector: "pretendo un lector que emprenda su reescritura (…) 
alguien que por insatisfecho emprenda la experiencia de esta otra forma del infierno 
que es Monte de goce" (9).
3) "Monte de goce es 
un libro sin género, aun cuando desarrolla una estructura abierta" 
(12).
Como vemos los puntos claves que organizan la enunciación 
poética son los conceptos de polifonía bajtiniana, reescritura barthesiana 
y estructura abierta de Eco. El semiólogo francés Jacques Fontanille 
nos explica que la polifonía por definición es "una modalidad 
enunciativa del conflicto (conflicto ideológico y conflicto de representaciones 
sociales)" (Zilberberg 2002: 80). El discurso inicial de Hora zero 
(1970-1973), movimiento poético al cual Verástegui perteneció 
en una época, intentó trabajar la polifonía de los actores 
sociales para otorgar a su poesía una interpretación del hombre 
peruano como ser integral, por lo cual trabajó el poema como una conjunción 
de narración, ensayo y poesía. En una segunda etapa(2)-que 
se produce en el intervalo de los años 1972-1975 en el caso de Enrique 
Verástegui y otros integrantes de Hora zero como Juan Ramírez 
Ruiz (Vida perpetua, 1978) o José Cerna (Ruda, 1998)- se 
presta más importancia a la composición espacial, descendiente de 
Mallarmé, Apollinaire o los concretistas brasileños, pero, sobre 
todo, con mayor influencia del estructuralismo y la aplicación de las matemáticas 
a la poesía (llamada "poesía combinatoria"). Es así 
como este procedimiento se amolda al concepto de Roland Barthes sobre el rol decisivo 
del lector como modelizador de lectura-escritura, es decir, como un autor potencial, 
siguiendo la premisa de Lautréamont de que la poesía debe ser hecha 
por todos, no por uno (recordemos la famosa premisa barthesiana: el comienzo de 
la escritura es la muerte del autor). Otro aspecto, que nos interesaría 
remarcar es que el concepto de reescritura propuesto por Barthes se encuentra 
interrelacionado a una práctica barroca, en el sentido de la repetición, 
el exceso, el detalle, el fragmento, la inestabilidad, la metamorfosis, el desorden, 
el caos, la complejidad, la disolución, la distorsión (Calabrese 
1989: 12). Por eso, estas combinatorias(3) 
nos hablarían de un apego a lo formal, a lo estructural, a lo sensual y 
a la perversión. El tercer punto clave es el concepto de obra abierta (1962) 
de Umberto Eco(4). Dicho procedimiento, 
antecedente de la estética barroca (posmoderna), se puede percibir en la 
concepción del libro como una amplificación de diferentes variaciones 
de una obra musical. Además, como se refiere en el prólogo de Monte 
de goce, de lo que se trata es de la erótica del texto y no del texto 
de la erótica. Siguiendo a Georges Bataille, "puede decirse del erotismo 
que es la aprobación de la vida hasta en la muerte"; en tanto, para 
Verástegui, puede decirse de los alucinógenos y el pecado que son 
la aprobación de la lucidez hasta en la locura.
Para empezar a revisar 
el concepto de goce que se despliega en este libro, debemos hacer la distinción 
entre el placer unido al deseo (principio de realidad) y el goce (principio de 
muerte). En ese sentido, el placer es decible mientras que el goce es lo indecible. 
Remito a Lacan: "Lo que hay que reconocer es que el goce como tal está 
inter-dicto a quien habla, o más aun que no puede ser dicho sino entre 
líneas"(5). Por eso, el goce 
estaría unido a una práctica perversa, toda vez, que el perverso 
intenta reproducir ese goce a través de la apropiación del deseo 
del otro (lo gesticula, lo mima): 
los textos de goce son perversos, 
en tanto, están fuera de toda finalidad imaginable, incluso de la finalidad 
del placer… el texto de goce es absolutamente intransitivo. Sin embargo, la perversión 
no es suficiente para definir al goce, es su extremo quien puede hacerlo: extremo 
siempre desplazado, vacío, móvil, imprevisible. Este extremo garantiza 
el goce: una perversión a medias se embrolla rápidamente en un juego 
de finalidades subalternas: prestigio, ostentación, rivalidad, discurso, 
necesidad de mostrarse, etc. (Barthes 1998: 83-84).
En ese 
sentido, el goce es tanto satisfacción como sufrimiento, participa por 
igual de lo eufórico como de lo disfórico. En el texto "Lectura 
aunque radial alegórica de Norman O. Brown (cf. El cuerpo del amor)" 
incluido en Monte de goce, se instaura una carencia en el goce Otro, es 
decir, hay una premisa básica, la cual nos recuerda Jacques-Allain Miller: 
"el goce se produce en el cuerpo del Uno a través del cuerpo del Otro. 
Esto viene a decir que, en un cierto sentido, ese goce es siempre autoerótico, 
siempre autístico... pero, al mismo tiempo, siempre aloerótico, 
porque siempre incluye al Otro" (Millar 1998ª: 74). De esa manera, en 
Monte de goce el goce estaría mediatizado por la tecnología 
(cámaras fotográficas, grabadoras, filmadoras, la máquina 
de clítoris, máquinas seriales, etcétera) y por la exacerbación 
de las percepciones vía la droga; pero, en tanto, el sujeto (el de Verástegui 
y el de Miller) reconoce que su propio goce incluye el cuerpo del otro, sabe que 
ese otro no puede comunicarse con él, pues no se traduce por intermedio 
de la palabra. Hay una incomunicabilidad entre el yo y el otro, que coloca al 
cuerpo irremediablemente en su dispersión, en su soledad y neurastenia 
dentro de la vida moderna: "existes sólo porque eres un trozo de lenguaje, 
una caligrafía, manchando este papel" (Verástegui 1991: 59).
Por 
otra parte, en Monte de goce interactúa el concepto "escritura 
fálica", que está ligado a los procesos psicóticos. 
Este tipo particular de escritura no reconoce la figura del padre. De un cotejo 
textual minucioso de los poemas de Enrique Verástegui se desprende que 
su poesía no tiene figura paterna(6). 
Este locutor, a la vez psicótico, esquizofrénico y perverso, no 
ha pasado por la metáfora paterna; en ese sentido, no tiene ideal, lo que 
le interesa es ser el falo, mostrar su poder, aunque sea con un desplazamiento 
de su mirada hacia el fetiche, o como diría Norma O. Brown:
…los 
héroes errantes son héroes fálicos, en un permanente estado 
de erección; erguidos como la llanura. La palabra coito representa la sexualidad 
genital como el acto de caminar; pero la inversa también es válida: 
todo acto de caminar; o de vagar por el laberinto, es genital-sexual. Todo movimiento 
es fálico, todo comercio carnal. Hermes, el falo, es del dios de los caminos, 
de las puertas, de todas las entradas y salidas; todos los sucesos(7). 
En el sentido del fetichismo, Monte de goce concibe 
a la mujer como fragmentación de un cuerpo. La mujer nunca es asumida como 
totalidad, es no genérica, no-todo. Su figura está desarrollada 
en torno a sus partes. Incluso se propone la función del cuerpo como un 
signo compuesto por:
1) signos femeninos: vulva, senos; 
2) 
signo masculino: falo; y 
3) signos neutros: nalgas, lengua y dedos. 
Si 
recordamos el texto "Lectura aunque radial alegórica de Norman O. 
Brown (cf. El cuerpo del amor)", en el que se produce el relato distorsionado 
-por el influjo de la droga- de la interacción entre una estudiante-modelo 
(Twiggy) y un pintor-fotógrafo (Velásquez), vemos que ella es fotografiada-pintada 
desde ángulos obtusos, oblicuamente capturada entre una multitud; además, 
la droga actúa sobre los dos: pintor & partenaire, "drogados, 
arrechos, cuerpos enlazados a través de la función social de cada 
uno (fotógrafo / modelo)" (Verástegui 1991: 34). Asimismo, 
podemos darnos cuenta que la imagen de la mujer es asumida como la representación 
de partes que aparecen en el espacio de la enunciación como fetiches: "el 
sujeto perverso remite al otro imaginariamente su alienación, pero a costa 
(y hay que dar todo su peso a esta expresión) de una identificación 
con un objeto cuya consistencia de fetiche adquiere diversas modalidades en función 
del goce que está en juego" (Berenguer).
Otro punto importante 
de Monte de goce es que nunca se hace distinción entre el falo y 
el pene, pues el pene es real y el falo es ideal. Entender el falo únicamente 
como pene es una equivalencia psicótica, porque no se accede a lo simbólico; 
en cambio, el neurótico si hace la distinción. El psicótico 
se sitúa en una fase anterior preedípica, no pasa por el complejo 
de Edipo, es decir, no hace diferencia de sexo; en tanto que el perverso homologa 
el pene y el falo, pues no tiene ideal. A su vez, en este libro se toma a las 
palabras como cosas y no como signos, es decir, se trata a lo simbólico 
(el lenguaje) como real. Considerar a las palabras como cosas y no como signos 
nos habla de la preeminencia y la utilización de un lenguaje esquizofrénico: 
 arrojado de un lugar arrojado de otro arrojado arrojado
 
.. . .. .. .. .. .. .. . muchísimo miedo / 
siempre con miedo
(…)
 .. . .. .. .. .. ... .. .. .. 
.. . . .. . et dolor de cabeza-
et riéndote a solas-
 .. 
. .. .. .. .. .. .. ......... .. .. . et conversando a solas-
 .. 
. .. .. .. . .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. . tu cabeza golpeando en pared-
(…)
 
.. . .. .. ... .. .... .. .. ... .. .. . triste triste 
triste triste
& miedo mucho miedo mucho miedo mucho miedo
nadie nadie 
nadie nadie nadie nadie nadie nadie nadie
 .. . .. .. 
.. .. .. .. . nada nada nada nada nada nada nada nada
sa am boo / sa 
am boo / sa am boo / sa am boo / sa am boo 
 .. . .. .. 
.. .. .... .. . .. . aaaaaaaaaaaaaaaaaafffff!!! 
 .. 
. .. .. ¡zas!.. . .. .. .¡zas!.. 
. .. .. .. ¡zas! 
(Verástegui 1991: 161)
 
Finalmente, podemos afirmar que en Monte de goce la sexualidad con relación 
al goce y la perversión se encuentra configurada como una sexualidad que 
rechaza lo natural; es decir, este libro propone una sexualidad a-natural. En 
ese sentido, y siguiendo a Barthes, la modernidad pretende resistir a la sexualidad 
normal mediante la perversión, al signo mediante la exclusión 
del sentido y la locura. Es consecuente y claro que el recorrido de Monte de 
goce sea tratar de reproducir el goce que solo puede gesticular un perverso.
 

NOTAS
 
(1) El propio Enrique Verástegui 
en una comunicación personal comenta que presentó como avance de 
escritura para la obtención de la beca Guggenheim los textos "Dibuxo 
del venerable varón F. J. de la C." y "Penelopea de Itaca pasó 
por Lima", ambos textos conformarían la primera parte de Monte 
de goce.
 (2) Enrique Verástegui 
solo dejó de pertenecer al movimiento Hora zero entre los años 
1973-1975 cuando se dedicó al estudio del estructuralismo junto a José 
Cerna y Santiago López Maguiña. 
 (3) 
Confróntese ellas con el empleo del sistema dodecafónico 
en el texto "Lectura-Sensual-Arquitectura" de Monte de goce.
 
(4) El concepto de obra abierta fue formulado, 
algunos años antes que Eco, por Haroldo de Campos en su ensayo "A 
obra de arte aberta" de 1955.
 (5) Citado 
en Barthes, pág. 35.
 (6) Nos 
referimos en específico al ciclo de la Ética (1974-1994) 
conformado por cuatro volúmenes: Monte de Goce (o del pecado); Taki 
onqoy (o de la redención); Angelus novus (o de la virtud) y 
Albus (o de la gnosis).
 (7) 
Citado por Enrique Verástegui en Apología pro totalidad. Ensayo 
sobre Stephen Hawking. Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 2001. p. 
74.
 
 
 

Obras 
citadas
- BARTHES, Roland. 1998 El placer del texto 
seguido por Lección inaugural. México: Siglo XXI. 
- BERENGUER, 
Enric. s/f "El reto de la perversión". En: Ornicar? (www.ornicar.org).
- 
CALABRESE, Omar. 1989 La era neobarroca. Madrid: Cátedra.
- 
ECO, Umberto. 1979 Obra abierta. Barcelona: Ariel.
- GALINDO V, Oscar. 
2004 "Interdisciplinariedades en las poesías chilena e hispanoamericana 
actuales". En: Estudios filológicos, número 39. Valdivia, 
setiembre. p. 155-165.
- GUILLÉN, Paul. 2007 "Un cuerpo bien 
proporcionado es la imagen del universo: un diálogo con Enrique Verástegui". 
En: Sol negro (http://sol-negro.blogspot.com)
- 
GUZMÁN, Edgar. 2002 "El postmodernismo". En: Existencia y 
realidad (Tomo II). Arequipa: UNSA.
- HERREROS, Gerardo H. 1999 "La 
esquizofrenia en el psicoanálisis actual de orientación lacaniana". 
En: Acheronta, número 9. Julio. (www.acheronta.org) 
- LACAN, Jacques. 1991 El Seminario. Libro 20. Aun. 1972-1973. (1ª 
reimpresión argentina). Buenos Aires: Paidós.
- LACAN, Jacques 
y Wladimir GRANOFF. 2002 "Fetichismo: lo simbólico, lo imaginario 
y lo real". Traducción desde el inglés de Leonel Sánchez 
Trapani. En: Acheronta, número 15. Julio. (www.acheronta.org) 
- MILLER, Jacques-Alain. 1998a El hueso de un análisis. Buenos 
Aires: Tres Haches. 1998b Los signos del goce. Buenos Aires: Paidós.
- 
RAMÍREZ RUIZ, Juan. 1971 "Poesía integral / Primeros apuntes 
sobre la Estética del Movimiento Hora zero". En: Un par 
de vueltas por la realidad. Lima: Ediciones del Movimiento Hora zero.
- 
VERÁSTEGUI, Enrique. 1991 Monte de goce. Lima: Jaime Campodónico 
editor. (Prefacio, postdata y postfacio de Enrique Verástegui)
- 
ZILBERBERG, Claude (editor). 2002 Semiótica del valor. México: 
Seminario de Estudios de la Significación. Tópicos del Seminario, 
número 8, diciembre.