Tenemos entre las manos un libro interesante, se trata de Las ideas
estéticas de César Vallejo (Lima: Fondo Editorial
del Pedagógico San Marcos, 2005), firmado por el licenciado
en filosofía peruano Lawrence Carrasco (1966). Mas, tal como
el subtítulo nos advierte, circunscrito al Estudio de sus
textos
en prosa reflexiva, desde 1915 hasta 1937; es decir, desde su
tesis de Bachiller en Letras para la Universidad Nacional de Trujillo
("El romanticismo en la poesía castellana") hasta
sus últimas crónicas redactadas en París. No
se ha ventilado, pues, y tal como define José Martí
a la poesía en general, la flor del pensamiento del autor de
Trilce. Sin embargo, tronco y ramas son útiles para
que advirtamos de algún modo la naturaleza y características
de la flor vallejiana; éste, creemos, es el mérito del
presente trabajo.
Ahora, el título de nuestra reseña, aquello de "pensamiento
cuantitativo", alude al famoso estudio de Giovanni Meo Zilio(1),
a las conclusiones a las que arriba éste una vez aplicadas
a la poesía de Vallejo las técnicas de la lingüística
cuantitativa computacional; es decir, nos preguntamos qué tanto
la labor de Carrasco es análoga a la de Meo Zilio. Aunque,
claro, ambos se dediquen al estudio de géneros distintos en
la producción de Vallejo, y el estudioso italiano se ocupe
del significante mientras Carrasco lo haga, digamos, del significado
o, como bien nos precisa, de la "Estética de Vallejo"
(15)(2). Sin embargo, tal como
podemos inferir, ni uno ni otro de estos dos repertorios denotativos
y más o menos sistemáticos, una vez puestos a girar
en ese caleidoscopio casero que es la poesía de Vallejo, queda
indemne. Vale decir, al menos en el caso del trabajo pionero de Meo
Zilio (sus antecedentes se remontan a 1960), sus unidades muchas veces
invierten su valor, se metamorfosean y, por lo general, proliferan
en ese juego de inagotable oxímoron a que nos somete la poesía
del autor nacido en Santiago de Chuco. Por lo tanto, no es descabellado
pensar que algo similar puede ocurrir con este corpus de "ideas
y pensamientos sobre la realidad" de Vallejo.
Sin embargo, en un subcapítulo intitulado "Más
allá de la dialéctica", nos gusta y parece muy
atinada la frase con la que Carrasco pareciera también advertir
la relevancia de aquella turbina oximorónica: "síntesis
momentáneas de positividad y negatividad" (57). Creemos
que no de mejor modo podríamos describir la dinámica
del intelecto de Vallejo -en este caso su heterodoxia de la dialéctica-
que hallamos, tal como nos lo demuestra Carrasco en algunos pasajes
de su estudio, tanto en su "prosa reflexiva" como, insistimos
nosotros, abrumadoramente en su poesía: aclimatar de modo efímero
dos conceptos opuestos, pero -al mismo tiempo- sin desnaturalizarlos,
sin alienarlos en absoluto de su alteridad.
Ojo que no pretendemos decir que lo sistemático se asistematiza
tan sólo por cambiar de género literario, por la mera
especial relevancia del paralelismo en los versos, sino porque en
el caso particular de la poesía de Vallejo son gravitantes
también otros ingredientes , varios de ellos ya apuntados tradicionalmente
por la crítica, por ejemplo: el arte de la "tachadura"
(Julio Ortega), el incluir de modo directo en la escritura lo que
usualmente desechamos del inconsciente (Jean Franco), la hibridez
cultural textualizada en el género (Fernando Alegría),
la "teología negativa" observada por Gutierrez-Girardot,
el fino sentido del humor -inteligente distanciamiento de sus referentes-
incluso en los momentos más dramáticos de sus poemas
(Yurkievich), etc. Sin embargo, y para complicar aún más
el panorama, pensamos que -como en toda gran obra de arte- ninguno
de aquellos ingredientes o yuxtapuestos niveles de dificultad son
sistemáticos en la poesía de César Vallejo; es
decir, todo lo anterior se halla coludido y se ofrece de modo simultáneo
en sus versos.
Desde otra perspectiva, podríamos decir que tipos de trabajo
como el presente se avocan al estudio del aspecto horizontal del pensamiento
de Vallejo -su naturaleza extensiva y no intensiva- y no al vertical,
por cierto, fundamental en su poesía. Sin embargo, algo de
esto ya ha sido también observado por el mismo Carrasco cuando,
en sus propios términos, nos habla de la importancia de la
sensibilidad en la poesía del peruano: "En este sentido,
Vallejo suscribe plenamente el pensamiento de Pascal: ´El corazón
tiene sus razones que la razón no comprende´" (52).
Más aún, cuando ahondar en la naturaleza la sensibilidad
vallejiana puede ser, siguiendo a Carrasco, determinante para asimismo
entender su estética: "La sensibilidad aborigen o indígena
es para Vallejo lo que cuenta a la hora de valorar la grandeza o miseria
de las obras humanas, incluidas las de carácter político,
religioso y cultural en general" (118); aunque, algo después
-y continuando con su comentario a un pasaje de "Contra el secreto
profesional"- el mismo autor aclara que es un malentendido "creer
que sólo pueden tener sensibilidad indígena los indios,
y no los mestizos o los blancos" (119). Es decir, al margen de
la esbozada polémica entre cosmopolitismo/ autoctonismo o hispanismo/
indigenismo, Carrasco, queremos creer, no hace otra cosa que invitarnos
a leer la poesía del autor de Paco Yunque. En pocas
palabras, es imposible asomarnos a Vallejo sin tomar en cuenta --y
en primer lugar-- su poesía. Lugar donde hallamos, en su florescencia,
el árbol de las ideas vallejianas y donde podamos percibir
y, probablemente, intentar describir mejor aquello tan inasible como
su "sensibilidad aborigen o indígena".
El libro que reseñamos se divide en tres capítulos:
"Sujeto moderno y experiencia estética", "Creación
y producción artística" y "Problematicidad
de las relaciones entre el artista y la sociedad moderna", respectivamente.
Para nosotros, de los tres, el primero es absolutamente prescindible
y último es el más personal; Carrasco trasciende aquí
el acartonamiento académico y hace un poco más suyo
lo que él mismo distingue, por ejemplo citando a Octavio Paz,
debería ser un ensayo: "La crítica no es tanto
la traducción en palabras de una obra como la descripción
de una experiencia" (100). En este sentido, es notable lo que
Carrasco sugiere sobre la clase de crítica que practicaría
el propio César Vallejo. Frente la dictadura de lo alegórico
propia de una tradición exegética centrada, desde el
Renacimiento, en la mimesis de las fuentes -como el arte lo debía
ser de la realidad natural-- o, como hoy en día, en el reflejo
de la serie social (Cultural Studies), Vallejo estaría abierto
constantemente -a diferencia de aquella crítica profesional-
a la democracia de la metáfora: "Vallejo defiende la crítica
científica, pero no quiere ser considerado como crítico;
no se reconoce como profesional de la literatura, sin embargo, es
graduado en literatura por la Universidad de Trujillo, y escritor
de poesía, narrativa, teatro, etc. Se puede decir que hay en
él vestigios renacentistas y románticos contra la profesionalización,
como cuando experimenta cierta simpatía con la vida de los
hoboes [Walt Whitman, Jack London, Carl Sandburg], esos vagabundos
anarquistas que iban de ciudad en ciudad estadounidense, trabajando
en oficios menores para no quedar atrapados en la gigantesca, alienante
y amenazante maquinaria capitalista" (95).
Nosotros añadiríamos que Vallejo hace suyo un gesto
muy contemporáneo, aunque no menos polémico, de la crítica;
creemos que sueña, por ejemplo como Michael Foucault: "con
el intelectual destructor de evidencias y universalismos [...] el
que se desplaza incesantemente y no sabe a ciencia cierta dónde
estará ni qué pensará mañana [...] el
que contribuya allí por donde pasa a plantear la pregunta de
si la revolución vale la pena (y qué revolución
y qué esfuerzo es el que vale) teniendo en cuenta que a esa
pregunta sólo podrán responder quienes acepten arriesgar
su vida por hacerla" (164)(3)
. No otra cosa intentó hacer César Vallejo en vida -con
su humanidad, su crítica y su poesía-, sino ser consecuente
con sus sueños. Esto último, claro está, en consonancia
con lo que el filósofo peruano David Sobrevilla caracteriza
-y Lawrence Carrasco acertadamente refiere- como la tercera teoría
del compromiso vallejiana: "En su ponencia ´La responsabilidad
del escritor´ Vallejo contrapone el lema de Cristo ´Mi
reino no es de este mundo´ y al que él mismo enunciaba
para el intelectual en El arte y la revolución: ´mi
reino es de este mundo´, el lema siguiente: ´Mi reino
es de este mundo, pero también del otro´ -o sea del espíritu
y a la vez de la materia" (124). Debemos admitir que de algo
así trata la obra general de César Vallejo, para no
circunscribirnos sólo a su poesía. Considerar, pues,
que aquélla es siempre una mezcla oximorónica, vale
decir, de tragedia motivada e inmotivada alegría.
notas
(1) "El
lenguaje poético de César Vallejo desde Heraldos
negros hasta España, aparta de mí
este cáliz, visto a la luz de los resultados computacionales
(Materiales para un estudio de
lingüística cuantitativa) en César Vallejo.
Obra poética. Américo Ferrari (coor.). Madrid:
Fondo de Cultura Económica, 1996. 621-660.
(2) El autor sintetiza, en el No 1 de
sus "Conclusiones": "Se puede plantear la existencia
de un corpus teórico del pensamiento vallejiano, a partir de
la sistematización orgánica de sus textos en prosa reflexiva.
Denominamos prosa reflexiva a la que se puede considerar como transmisora
de ideas y pensamientos sobre la realidad" (129)
(3) Un diálogo
sobre el poder. Miguel Morey (trad.). Madrid: Alianza Editorial, 1981.