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Cuerpos de plástico / cuerpos de miel/ cuerpos mediáticos

Presentación del libro Virgencita de Guadalumpen
de Oscar Hurtado Ramírez

Por  Paula Ilabaca N.

 

Cuando recibí Virgencita de Guadalumpen, se me vino a la mente la imagen preciosa de la Virgen mexicana devenida kitsch en nuestro Santiago de Chile, esa que  hemos visto multiplicarse en tazones, relojes, poleras, cuadros. La hemos visto también en  las luces parpadeantes que la rodean en esas vitrinas del centro de Santiago, pero ese centro que se va hacia Mapocho, ese centro instalado en los pasajes antiguos y roñosos, territorio del cine porno en nuestra ciudad. Ese hecho sumado al recuerdo de haber leído de pequeña sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe a unos niños mexicanos, así como las investigaciones hechas a la iconografía de su cuerpo y cómo en el ojo de la Virgen aparece un hombre con barba, la silueta de cuatro personas; así también la vez que en una misa en México a la Virgen de Guadalupe comenzó a iluminársele el vientre.

En su primer libro, Oscar Hurtado Ramírez (Santiago, 1988) condiciona a través de su título la mirada del lector, el que busca en sus páginas a la Virgencita de Guadalupe, Virgencita de Guadalumpen y encuentra a cambio una voz devenida homosexual que describe y detalla corporalidades, texturas, fluidos que se apoderan y corporizan un ritmo y ese ritmo es el que gobierna y manda en la página. Y es ese mismo ritmo el que le habla a un padre abusador, ese mismo ritmo es el que inspecciona dolores familiares, ese mismo ritmo que habido bestia se yergue en la ciudad, en el barrio, en una lengua que se te muere de hastío. Que se apodera de epístolas durísimas, sanguinolentas, tercas. Que acusa. Que ordena.  

Instalado en una ficción familiar, el autor es poseído por su padre, quien abusa de él y le dice Estas son cosas de hombre y no lo tienen que saber ni tu madre, ni nadie, algún día sabrás lo que realmente quieras hacer. Y es a través de una epístola que nos enteramos de que este padre le provoca la escritura Papito querido, tu boca se ve mejor sobre tu boca que sobre todos los poemas de desamor que me condenaras a escribir; e impone el silencio y que sobre todas las cosas que dejaré de decir. Es así como en este padre omnipotente que interviene en el cuerpo y en el habla de su hijo, encontramos un símil – mediático -  con la mujer austriaca, Elisabeth, quien fue violentada por su padre en el sótano de su propia casa durante 24 años de cautiverio. Este padre austriaco ordena también a su hija a escribir una carta a él y a su madre, en la que asegura haberse marchado de casa y que no intentaran buscarla.

Después de conocer a este padre (me pregunto ¿es ese un padre?) en el primer apartado del libro, Caballito de miel, nos encontramos con otra figura masculina, su Abuelo, en Mi país, antecedida por Los objetos rotos, en la que aparece una carta a su madre, su mamita querida. Para continuar con lo masculino, su Abuelo (de nuevo el padre-abuelo de los hijos de Elisabeth) se yergue en el texto como un poder omnipotente, resguardado por órdenes inapelables o bien el Abuelo como país, como territorio. O tal como lo explica el autor […] no tener que habituarme a tratar con gente como usted […] con gente que tiene a sus hijos creciendo esperando a que se hagan hombres como su único destino posible. La figura masculina instaurada como la idea de supervivencia de la especie, la prolongación del apellido, ser hombre porque se ha nacido –genitalmente - como tal.

El cuerpecito que hace contacto con el agua y con los cables pelados, dos hermanos humeando a lo lejos la susurrada quemadura terminal. Siguiendo con los patrones familiares, Oscar Hurtado Ramírez hurguetea en la mitad de su libro en la noción de la muerte más tremenda, esa que se esconde en la articulación de la casa doméstica, en la paz del hogar. Y al llegar a este punto, el lector se reencuentra con la Virgen de Guadalupe, pues el autor imprime esta iconografía en su libro. Existe un estudio que propone que en el manto de la Virgen de Guadalupe aparece la constelación de estrellas de la noche en que la vio el niño indígena Juan Diego. Asimismo Oscar Hurtado Ramírez en la mitad de su libro cierra un entramado o constelación de textos para dar paso a otro.

Tal como decíamos, posterior a la iconografía de la Virgen de Guadalupe nos encontramos con la carta a Elena Castillo, madre de dos niños mellizos electrocutados, hecho que también el autor recoge de los medios de comunicación – el recorte del diario – para proponer una reescritura referida a la violencia de los artefactos domésticos. La muerte encontrada en la tranquilidad y cotidianidad de la casa, en sus ajetreos domésticos, son inspeccionadas por Hurtado en este apartado de su libro. De hecho me parece que este momento en que todos los fragmentos del libro se interseccionan, se representa en el texto LA ORTOPÉDICA RENUNCIA, en el que revisa un accidente ocurrido en el verano recién pasado. Es intrigante este dato en el libro. Intrigante en el sentido de estos dos niños, un masculino y un femenino, encontrados entrelazados en la muerte en la piscina de su casa. A través del paso de la electricidad, se construye entonces un híbrido de estos dos cuerpos recorridos por la misma corriente que los aniquila de manera fulminante. Así, Hurtado Ramírez nos enfrenta a la muerte en el espacio privado, la muerte detrás de un enchufe, la muerte al encender un interruptor, devenir muerte en cada cable de una casa habitada y estridente de ruidos infantiles.

Se va cerrando así Virgencita de Guadalumpen, la patrona de los niños no nacidos, de los niños abortados, y en este caso de los niños muertos. Y Guadalumpen no es por otra cosa que porque es en el cuerpo de esta Virgen iconografiada donde conviven los hijitos muertos de Elisabeth la austriaca, por su vientre abultado pasean el padre y el hijo abusado, se inscriben en su manto las tragedias del lumpen, los cuerpos de plástico yacentes en la piscina, los cuerpos mediáticos recogidos de la TV y el diario, los cuerpos mielosos embutidos del semen del padre, del semen del hijo, la voz del autor persiguiendo niños en la plaza por orden de la Virgen de Guadalupe; todos los cuerpos secretos y dolientes del escondido patio trasero de nuestro Chilito, nuestra copia feliz del Edén.

13 de Agosto 2009.

 

 

 

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