Que Dios me perdone si atento
contra un prócer al borde de la canonización gubernamental.
Pero debo decirlo: ¡Estoy chata con Neruda! Parafraseando al
vate, "resulta que me canso", que me huele a exceso, a estrategia
de poder.
Puedo aceptar que celebremos el natalicio de un Nobel con bombos y
platillos (debemos hacerlo: sólo tenemos dos) y puedo entender
que el horno no estaba para bollos cuando fue el turno de la Mistral
(1989). Incluso, no encuentro tan mezquino que unos cuantos escritores
se cuelguen del poeta para sacar a flote una pieza algo díscola
de difundir. Todo el 'guirnaldeo' es digerible, aunque debemos reconocer
que hay muecas festivas que rayan en lo rebuscado. Pienso en ese spot
de TVN por el que desfilaba una colección de estereotipos masculinos
verseando genialidades como "tanta curva y yo sin frenos".Dentro
del ramillete figuraba un mapuche que bien podría haber estado
diciendo "Devuélvanme mis tierras" (¿cuántos
televidentes saben mapudungun?) Al final, cual tótem mirando
de soslayo, aparecía nuestro vate con una voz en off que predicaba
"en cada chileno hay un poeta". ¿Lirismo de exportación?
No se me ocurre otra cosa, sobre todo cuando recuerdo las palabras
del Ministro de Cultura: "La celebración del centenario
nos da la posibilidad de salir al mundo con el poeta... Por otra parte,
tenemos la gran reunión del APEC que va a permitir que Chile
sea efectivamente el centro del Asia Pacífico..."
Siento que la mirada está puesta en
un escenario hecho con retazos convenientemente blanqueados de Neruda.
Así, mientras la institucionalidad anda por el mundo repartiendo
estampitas de nuestro proyecto de Mesías, en la trastienda
de la creación local es toda una odisea sacar adelante investigaciones
como "Un ser perfectamente ridículo", en la que Flavia
Radrigán revela la penosa relación del vate con su única
hija, Malva Marina, que nació con hidrocefália y a la
que abandonó cuando tenía dos años. Seguramente,
la obra no figura entre las favoritas de la Fundación Pablo
Neruda, en cuya web invita a hacer de este año una oportunidad
para "proyectar los valores" que el Nobel encarnó,
entre ellos, "solidaridad con el dolor humano y con aquellos
sectores más vulnerables..."
Supongamos que la Comisión Asesora Presidencial
no considere prudente que un drama tan poco "conciliador"
forme parte del festín internacional. Supongamos que su afán
sea expandir una imagen positiva, desarrollada. ¿Pero una imagen
de quién? ¿De Neruda, de Chile, del Gobierno? Si un
extraterrestre viera la agenda institucional del centenario tendría
dudas respecto a la pigmentación política de Neruda.
Si hasta parece que el vate fuera el niño símbolo de
la Concertación. Digamos las cosas sin detergente: Ricardo
Eliecer Neftalí Reyes Basoalto es un buen árbol al que
arrimarse, pero su follaje tiene de luces y de sombras. Obviarlo es
quitarle la savia al escritor, es prenderle la vela al santo equivocado.