Una veintena de cartas
que el Premio Nobel le envió a Jorge Edwards entre 1963 y 1973
está guardada en la biblioteca de la Universidad de Princeton,
en el estado de Nueva Jersey. La Tercera pudo revisar este material
que refleja, entre otras cosas, el voluntarismo final del poeta, que
era optimista frente a la política chilena pese a todas las
señales negativas y desconocía la naturaleza de su enfermedad.
Tenía cancer, pero pensaba que era reumatismo.
Aquí todo bien: los momios más furiosos cada día:
regocijante", escribe Pablo Neruda el 26 de junio de 1973. El
poeta, enfermo de cáncer, se encuentra en Isla Negra, junto
a su esposa Matilde Urrutia, quien mantiene a su lado un cerco protector.
No le ha contado la verdad del mal que le aqueja, y Neruda piensa
que es reumatismo.
Cierta ingenuidad, mezclada con algo de voluntarismo, se aprecia
cuando comenta el terrible
momento
político que vive Chile. Pese a que todas las señales
hablan de un desenlace trágico, el autor de Residencia en
la Tierra se muestra porfiadamente optimista en esta carta que
permanece en la Universidad de Princeton.
El destinatario de la misiva es Jorge Edwards, quien estudió
en ese centro de estudios, ubicado en
el estado de Nueva Jersey, y entregó a la biblioteca sus archivos
personales y manuscritos. Entre estos papeles destaca una veintena
de cartas que Neruda le envió desde principios de los 60 hasta
poco antes de su muerte. Testimonio de una larga y profunda amistad,
que debió vencer barreras de edad, carácter e ideología,
las misivas reflejan el voluntarismo final del poeta -que estando
en Chile en 1973 se negaba a aceptar el mal pronóstico de la
Unidad Popular-, así como la ignorancia frente a la gravedad
de su enfermedad, que era evidente para sus amigos.
Además, la correspondencia entrega nuevas luces sobre la frustrada
campaña para que en 1966 obtuviera el Nobel -que contó
con el apoyo del gobierno de Eduardo Frei Montalva- y deja en evidencia
algunas debilidades de su carácter, como la tendencia a abusar
de los amigos con pedidos insólitos, que si no eran satisfechos
le provocaban berrinches propios de un niño. Por último,
las cartas revelan su prosa lírica, risueña, su gusto
por el chisme y su legendaria glotonería: matiza los mensajes
con bromas ingeniosas, usando palabras en clave y tirando al pasar
uno que otro comentario malicioso, para luego enumerar, como si se
tratase de la descripción de una obra de arte, los platos de
una comilona digna de un emperador romano.
Favores para el Poeta
Nunca fue fácil ser amigo de Pablo Neruda. Rodeado por una
corte de aduladores, el poeta exigía a sus cercanos una fidelidad
casi absoluta, además de estar siempre listos para cumplir
sus caprichos, a veces extravagantes y nada sencillos de satisfacer.
Jorge
Edwards, que conoció a Neruda desde los año 50, sufrió
en carne propia esta mezcla de dependencia, temor y admiración
que provocaba el autor de Canto General. Enrique Lafourcade
llegó a decir, en forma vengativa, que Edwards se había
convertido en el "novelista de los mandados" y el propio
aludido confesó que "Neruda era una presencia muy invasora...
Nicanor Parra me reprocha: tú perdiste tu vida por Neruda".
Las cartas de Princeton tienen como factor común los pedidos
de Neruda, que Edwards debe esmerarse en realizar so pena de sufrir
el enojo del poeta. "Supongo que no habrás olvidado ir
a ver el indio anticuario y a ver si me tienes alguna noticia de los
dos mascarones", le comenta por ejemplo el 4 de agosto de 1970.
Del mismo modo, tras renunciar a la embajada en París, por
su estado de salud, Neruda le pide a Edwards, que era consejero en
dicha repartición, que se haga cargo de los detalles prácticos,
en especial del traslado de un auto desde Francia a Chile. "El
Citroen llegó con una puerta deshecha, el vidrio correspondiente
despedazado. Amén que el reloj desaparecido. No sé si
estarán los neumáticos. Parece que una tormenta en el
Atlántico causó algunos destrozos", le cuenta el
poeta -sin dar las gracias- el 3 de abril de 1973.
Unos meses después, y mientras en Chile la situación
se torna inmanejable, no deja de pedirle otros favores: "Te ruego
adquirirme 2 libros de menor cuantía, cuyos avisos te mando
en recortes adjuntos. Mándamelos si puedes. Alguna vez te daré
el importe", le escribe el 23 de julio de 1973.
El "Boss"
Neruda se refiere a Salvador Allende en estas cartas como "el
Boss". El 26 de noviembre de 1972 le cuenta de un almuerzo con
el Presidente -que llega a Isla Negra en helicóptero- y Clodomiro
Almeyda.
Usando un lenguaje en clave, describe una conversación con
el "Boss" sobre la situación económica -Edwards
y Neruda compartían una postura moderada para llevar a cabo
las reformas de la UP- y para su sorpresa Allende le dijo que su visión
era razonable.
En otra carta, analiza la realidad del país desde un punto
de vista algo militante, cosa que sorprende a Edwards. En diciembre
de 1972 le escribe el siguiente diagnóstico: "El país
esta tan indefinable como lo ha sido siempre. Los momios han llegado
a una insolencia rayana en lo criminal. Aquí no escuchas sino
radios de derecha, insultando afiebradamente al Gobierno y reclamando
libertad de expresión. Todas las querellas judiciales del Gobierno,
contra estos desacatos, van a parar al tacho de la basura, depositadas
allí, por nuestro aparato de mal llamada justicia".
"Nuestro aparato de Contraloría se encarga de rechazar
lo que manda el Gobierno y el Congreso, de atajar todo lo que se quiere
hacer".
"En cuanto al desabastecimiento, lo que te conté en la
carta anterior, sigue igual, aunque algo mejor. Todo el mundo se las
arregla para las vituallas, mientras los momios practican el acaparamiento
en forma gigantesca".
"La CIA inundó de dólares el país, para
apoyar el Paro Patronal y esa divisa bajó en bolsa negra".
Según Edwards, al llegar a Chile Neruda se dejó vencer
por el voluntarismo e intentó no ver los nubarrones que se
avecinaban. "Aquí los momios están resentidos como
caballos de circo, asustados del tigre popular. Sin embargo, hay conciencia
y se va ganando firme", comenta el autor de Veinte Poemas de
Amor y una Canción Desesperada el 14 de abril de 1973.
Luego agrega que vivir en Chile "es tónico, estimulante,
como ningún otro. Vivir en otra parte me parece parasitario.
Qué tontería fue quedarnos tanto tiempo fuera. Si en
verdad hay mucho defecto, se hacen frente a ti las mejores cosas,
en medio de una batalla que en el fondo es tranquila".
"Sigo con mi reumatismo"
¿Por qué Matilde Urrutia decide ocultar a Neruda que
tiene cáncer? Aconsejada por los doctores, la esposa del poeta
prefiere suavizar la gravedad de su enfermedad y en una carta del
11 de febrero de 1973, Neruda le cuenta a su
amigo "aquí está la cosa que arde y vale la pena
vivir. Yo sigo con mi reumatismo, pero escribo muchísimo. Después
de las elecciones se viajará a París para embarcar libros
y muebles".
En el mismo mensaje le cuenta que "el ministerio (de Relaciones
Exteriores) dará curso a la renuncia (como embajador en Francia)
pero no se cuándo".
Despreocupado de los asuntos prácticos, Neruda le resta importancia
a su renuncia, aunque es un hecho político delicado. Una vez
más, Edwards va en su ayuda. "El ministerio me dice que
tu renuncia, que se publicó en todos los diarios, es un asunto
administrativo interno y no debo comunicarla...", le cuenta Edwards
en su respuesta del 12 de febrero. "No haré nada antes
que me aclares un punto: ¿seguirás como embajador de
la Unesco? Creo que te conviene seguir, aunque sea ad honorem.
De lo contrario tendrás que pagar subidos impuestos".
El 18 de febrero, Neruda le contesta que "con respecto a la
Unesco yo no he renunciado aún y la fórmula que tú
me dices está bien...". Unos párrafos más
adelante le comenta que "mi reumatismo va cada día mejor,
pero ando con bastón y no me gusta moverme".
Neruda, en estos días finales, vive una especie de regreso
a la sensualidad de la juventud y observa a las bañistas, ayudado
con prismáticos, desde su habitación que da al mar en
Isla Negra. Su humor está radiante. El 12 de julio cumple 69
años. "Documentos irrefutables me prueban que el 12 pasado
en vez de libar copiosamente Beaujolais por la salud de tu amigo que
cumplía millones de minutos, te dedicabas a la sórdida
Maison Gallimard", escribe dos meses antes de su muerte, ocurrida
el 23 de septiembre de 1973, a pocos días del golpe militar.
La frustrada campaña al Nobel en
1966
Las cartas de Princeton revelan un episodio poco conocido
en la trayectoria de Neruda: su campaña de 1966 para
ganar el premio Nobel, con el apoyo del gobierno de Frei Montalva,
a quien dedicaría párrafos críticos en
sus memorias.
Como era habitual en Neruda, el poeta dispone del tiempo de
sus amigos y encarga a Edwards una exposición sobre
su obra que planea hacerse en Estocolmo como parte de la campaña.
“El Ministro decidió hacer una exposición bibliográfica
en Estocolmo, y a petición mía te ha encargado
que dirijas la parte de mis libros.
Pensé que este sería un agradable viaje para
ti y que puedes hacer el favor de contrarrestar la campaña
del asqueroso uruguayete (Ricardo Paseyro, quien vinculó
a Neruda con un intento de asesinato de Trotsky). No creo
en el Premio.
Han cargado demasiado la medida produciendo el terror y no
ha habido ninguna campaña defensiva. En este sentido,
la iniciativa es grandiosa, puesto que con conferencias y
recitales se le podría dar mucha más vida”
Más adelante agrega: “No sé si te dije que la
carta de los cubanos escritores es sencillamente vil”. Se
refiere a la carta que los autores de la isla publicaron criticando
a Neruda por una reciente visita a EE.UU. El poeta pensaba
que detrás de esa carta estaba Castro y era resultado
del “Culto” a la personalidad del comandante. Pensaba que
era un ataque a la línea moderada del PC chileno.
Edwards tenía otros planes y trató de zafarse
del compromiso. Neruda le envía una nueva carta, algo
dolida. “Se buscaba una persona amable, generosa, inteligente,
y yo inocentemente te propuse sin saber que interrumpía
tus vacaciones con nuestra querida Sun”.
El autor de Crepusculario se refiere a la académica
sueca Sun Axelsson. El poeta pensaba que Edwards tenía
un affaire con la muchacha, cosa que el narrador niega. De
todos modos, debió interrumpir sus planes y partir
a Estocolmo. En la capital sueca, el amigo de Neruda descubrió
que no era una buena idea hacer la exposición.
Se juntó con el miembro de la Academia, que otorga
el Nobel, Arthur Lundqvist, admirador de Neruda y marxista
convencido. En su escritorio Lundqvist tenía la carta
de los cubanos y Edwards está convencido de que la
misiva influyó en que Neruda no ganara el Nobel en
esa oportunidad.
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Banquete nerudiano
Isla negra, noviembre 26, 1972.
Querido Georgious, el asunto es como sigue: queso mantecoso
con aceitunas.
Erizos, plato colmado, gran centolla fresca. Congrio frito
o paila marina con congrio y camarones, filete con pebre,
cebollas, tomates y ají verde.
Very happy chirimoyas.
Blanco Las Encinas 1969, tinto Concha y Toro reservado, cosecha
1954, de la cavernosa bodega de don Jaime.
Esto y otras cosas es lo que comimos en la hostería
Santa Elena. Grande cuisine. Total, la prodigiosa suma de
dos dólares brourse noire. Aparte de esto, está
todo florido, incluyendo el mar. El cielo completamente azul,
salvo a la puesta de sol, que se tiñe de sesenta colores.
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