Los colores del Brasil
en Pablo Neruda
Por Cristiane Grando*
Traducción : Leo Lobos
En este año 2004, en que se celebra internacionalmente el
centenario del nacimiento del poeta chileno Pablo Neruda (Parral,
12 de julio de 1904 - Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973),
reviviremos algunos de sus versos y viajes por nuestro país:
“Esta es una mañana/ del Brasil. Vivo adentro/ de un violento
diamante,/ toda la transparencia/ de la tierra/ se materializó/
sobre/ mi frente,/ apenas si se mueve/ la bordada verdura,/ el rumoroso
cinto/
de la selva:/ ancha es la claridad, como una nave/ del cielo, victoriosa
[...]// El mediodía/ llega/ sosegado,/ se extiende/ la luz
como si hubiera/ nacido un nuevo río/ que corriera y cantara/
llenando el universo:/ de pronto/ todo/ queda/ inmóvil,/ la
tierra, el cielo, el agua/ se hicieron transparencia,/ el tiempo se
detuvo/ y todo entro en su caja de diamante.”, versos de “Oda a una
mañana del Brasil”. En Para nacer he nacido, Pablo Neruda
muestra su encanto por los ruidos de los ríos brasileros, tal
vez una reminiscencia de las aguas y de los sonidos hipnóticos
del Pacífico tantas veces contemplados por el poeta en su casa
de Isla Negra y del sonido torrencial de los ríos de su infancia
en el sur de Chile: “En el Brasil, temblaron los ríos más
poderosos de la tierra, contando y cantando historias. Los hombres
y las mujeres se arrullaron y bailaron bajo las palmeras. Desde el
Portugal llegaron los más dulces sonidos y la voz del Brasil
se penetró de sus profundidades selváticas y de azahares
marinos.”
“Neruda es una figura que, habiéndolo conocido bien, habría
sido un personaje aunque no hubiera escrito una sola línea
de verso. De todos modos, se trataba de un hombre de suma inteligencia,
de una imaginación que tenía sus raíces en lo
material, no en las fantasías. Era un excelente observador
de la realidad del país y de otras partes del mundo”, declara
el escritor chileno Armando Uribe Arce (Las Últimas Noticias,
25/04/2004). Pablo Neruda fue un viajero incansable o un “viajero
inmóvil”, como se autodenominaba; partía mas siempre
regresaba: “Si tuviera que nacer mil veces./ Aquí quiero nacer./
Si tuviera que morir mil veces./ Aquí quiero morir...”. Neruda
amo intensamente su país, mas ese sentimiento profundo nunca
le impidió viajar constantemente, como la profesora y poeta
errante Gabriela Mistral (1889-1957), gran maestra de su infancia
vivida en el sur de Chile, que prestaba libros clásicos de
literatura al pequeño Ricardo Eliecer Neftalí Reyes
Basoalto, nombre de bautismo de Pablo Neruda. Mistral y Neruda cultivaron
respeto mutuo desde cuando él adolescente comenzó a
escribir sus primeros versos, muy elogiados por la poeta chilena y
por la critica en general, en Chile y en la Argentina. Mistral y Neruda
entraron definitivamente a la historia universal cuando son laureados
con el Premio Nobel de Literatura en 1945 y en 1971 respectivamente.
Neruda viajo por el “inmenso Brasil” en diversas ocasiones. De todos
los amigos brasileros, parece que Jorge Amado (1912-2001) tenía
un encanto especial. En el libro Para nacer he nacido, Neruda
recuerda: “Recorro con Jorge los retorcidos entrepechos de Salvador,
bajo la luz perforante. Subimos al avión saturados del cítrico
aroma de Bahía, de la emanación marina, del fervor estudiantil”...
con los Amado... “mi familia en Brasil”. El 30 de julio de 1945, Neruda
es recibido por Manuel Bandeira (1886-1968) en la Academia Brasilera
de Letras. El mismo año, se realiza un comicio organizado en
conmemoración de la liberación de Luís Carlos
Prestes; en el estadio de Pacaembu, el poeta chileno lee un poema
en español, escrito en homenaje a Prestes. A partir de esa
experiencia, Neruda concluye: “Aquellos aplausos tuvieron una profunda
resonancia en mi poesía. Un poeta que lee sus versos ante ciento
treinta mil personas nunca más será el mismo, ni puede
escribir de la misma manera.” (Revista Fórum no 13).
A Prestes, Neruda dedica un poema de Canto general (1950),
así como ofrece versos en homenaje a “Castro Alves do Brasil”:
“Yo canté para aquellos que no tenían voz”. El escritor
y político chileno Volodia Teitelboim, en la edición
del 80o aniversario de la revista PROA, editada en Buenos Aires
y en Santiago de Chile, habla sobre Neruda: “En sus poemas son riquísimas
las descripciones del mundo, el mundo creado para el hombre y luego
la mirada al hombre y la sociedad, a las injusticias, a la tierra.
[...] Él quiso escribir para todos, soñaba con una democracia
para todos, por eso hablaba de la democracia del almuerzo, donde hubiera
un lugar para todos en la mesa. Ese fue su sueño permanente.”
En uno de sus viajes por el Brasil, hospedado en la casa de Rubem
Braga (1913-1990), Neruda es entrevistado por Clarice Lispector (1920-1977):
“¿Cuál fue la mayor alegría que tuvo por el
hecho de escribir? Leer mi poesía y ser oído en
lugares desolados: en el desierto a los mineros del norte de Chile,
en el Estrecho de Magallanes a los trasquiladores de ovejas, en un
galpón con olor de lana sucia, sudor y soledad.” Lispector
continúa: “¿Usted esta al tanto de la poesía
brasilera? ¿A quién usted prefiere de nuestra poesía?
Admiro Drummond, Vinícius y al gran poeta católico,
claudelino, Jorge de Lima. No conozco a los más jóvenes
y solo llegó a Paulo Mendes Campos y Geir Campos. El poema
que más me agrada es ‘O Defunto’, de Pedro Nava. Siempre lo
leo en voz alta a mis amigos, en todos los lugares.” Manuel Bandeira
publico “O Defunto”, de Pedro Nava (1903-1984), en su Antologia
dos Poetas Bissextos Brasileiros (1946): “amigos míos,
tengan pena,/ Si no del muerto, al menos/ De los dos zapatos del muerto!/
Sus dos increíbles, patéticos/ Zapatos negros de barniz.”,
versos que llamaron la atención de Pablo Neruda.
“De Ipanema, con azul océano, islas y penínsulas, montes
jorobados, trepidación circulatoria, Vinícius de Moraes
me lleva a Belo Horizonte (inmensa Antofagasta de la meseta), luego
a Ouro Preto, colonial y calcárea, con el aire más transparente
de América del Sur y una basílica en cada uno de sus
diez cerros que se elevan como los dedos de las manos en la reconcentrada
mansedumbre.” En estos recuerdos publicados en Para nacer he nacido,
Neruda deja claro que, además del paisaje montañoso
de la tranquila Ouro Preto, también apreció, en Congonhas,
las estatuas de “nuestro Miguel Ángel americano”, António
Francisco Lisboa, o Aleijadinho (1730?-1814).
Pablo Neruda y el poeta amazonense Thiago de Mello (1926-) se conocieron
a comienzos de los años 60, cuando el poeta chileno hizo escala
en el Brasil, camino de Francia. Meses después, Thiago de Mello
va a vivir en Santiago como agregado cultural de la Embajada de Brasil.
Thiago traduce a Neruda al portugués y Pablo ofrece a los lectores
de lengua hispánica poemas del poeta amazonense: “El tradujo
numerosos poemas míos. Pero ninguna emoción fue tan
intensa como la que sentí cuando el me entregó, manuscrita
con su fiel tinta verde, la traducción de los Estatutos
del Hombre, después de recitarla frente al océano
Pacífico, en el momento de un brindis”, recuerda Thiago de
Mello. Durante los cinco años vividos en Chile, Thiago frecuentó
“religiosamente”, los fines de semana, las casas nerudianas de Valparaíso
y de Isla Negra: “Neruda conservo durante toda la vida un don mágico
de la infancia: a él le encantaba jugar. Sabía como
nadie inventar alegría para agradar a sus amigos. Nació
con el don de la amistad.” Thiago de Mello nos comenta: “Era el año
1962. El poeta Pablo Neruda ofrecía un recital para mineros
del carbón de la mina de Lota, en Concepción. Los trabajadores
lo escuchaban inmóviles y silenciosos, fascinados con las palabras
que salían de su boca como pájaros, con manos compañeras,
estandartes de luz. Y yo pude ver en el rostro solemne de un bello
minero el brillo estrellado de una lágrima, que se deslizaba
cantando.”
En 1968, Neruda pronuncia, en São Paulo, el discurso “Querían
matar la luz de España”, en memoria de su gran amigo, el poeta
español Federico García Lorca (1898-1936), asesinado
en la guerra civil española. En la inauguración del
“bello, misterioso y transparente” monumento de Flávio de Carvalho
(1899-1973) en homenaje a García Lorca, Neruda habla al público:
“Yo comienzo por proclamar y predicar que éste es el primer
monumento a su memoria. Y como este homenaje es un deber para todas
las naciones de América, honor y amor a esta tierra que lo
hace antes de todas las otras. Proclamo a San Pablo de Brasil ciudad
benemérita en nombre de la poesía universal.”
Con su mirar atento a la realidad, Pablo Neruda observa los colores
del intenso Brasil, de sus ciudades y de la naturaleza: “En Río
visité a Burle Marx, el Conquistador de la flora, Libertador
de jardines, Héroe Verde del Brasil que con Niemayer y Lucio
Costa forman la trilogía procreadora de las ciudades radiantes.
[...] Son kilómetros de esplendor en los que florecen el escarlata,
el amarillo, el violeta, hasta que volvemos a casa con una nimphea
purísima que vibra como un relámpago azul en manos de
Matilde” Urrutia, su última mujer. “Más tarde, a través
de la tarde, cruzamos selvas, ríos grandes, caminos que atraviesa
de pronto una mariposa Marpho, dándonos un escalofrío
azul, y árboles junto a la ruta, cubiertos de fuego escarlata,
de frutas que cuelgan de las ramas como sandías aéreas,
de montículos de hormigas termites, las que inventaron los
rascacielos, y más tarde, de noche, cansados de tanto esplendor,
a dormir en Petrópolis, en la ciudad fresca del Brasil, donde
Gabriela Mistral vivió tal vez las horas más felices
y las más desdichadas de su existencia.” En Para nacer he
nacido, Neruda continua: “Al aire! Al anchísimo celeste!
Desde la altura: la ciudad blanca, la ciudad Venus: BRASÍLIA!
[...] Brasilia no tiene puertas: es espacio claro, extensión
mental, claridad construida. [...] ...la Catedral, rosa férrea
que abre en la altura grandes pétalos hacia el infinito./ Brasilia,
aislada en su milagro humano, en medio del espacio brasilero, es como
una imposición de la suprema voluntad creadora del hombre.
Desde aquí nos sentiremos dignos de volar a los planetas. Niemayer
es el punto final de una parábola que comienza en Leonardo:
la utilidad del pensamiento constructivo: la creación como
deber social: la satisfacción espacial de la inteligencia.”
En “Oda a una mañana de Brasil”, Neruda recrea, en palabras
e imágenes, la diversidad de los colores vistos en tierras
brasileras: “Las mariposas/ bailan/ rápidamente/ un/ baile/
rojo/ negro/ naranja/ verde/ azul/ blanco/ granate/ amarillo/ violeta/
en el aire,/ en las flores,/ en la nada,/ volantes,/ sucesivas/ y
remotas.”
Texto escrito en portugués
entre abril y mayo de 2004 en la ciudad de Santiago de Chile y publicado
no jornal Garatuja. no 67. Bento Gonçalves-RS, junho
de 2004, p.5. Agradecimientos especiales a la actriz brasilera Cristina
Gil y al poeta chileno Leo Lobos por compartir informaciones y amistad.
Dedico este texto al arquitecto y amigo Jorge Bercht.
* Cristiane Grando (Cerquilho, São
Paulo, Brasil 1974). Poeta, fotógrafa, traductora e investigadora.
Laureada UNESCO-Aschberg de Literatura 2002. Idealizadora de Jardim
das Artes: espaço cultural e residência internacional
de artistas – Cerquilho-SP. Publicó en Santiago de Chile el
libro Caminantes: poesía en francés, portugués
y traducida al español por Leo Lobos (2003). Defendió
magíster y doctorado en la Universidad de São Paulo
(USP) sobre la obra y los manuscritos de Hilda Hilst. En la Universidad
Estadual de Campinas (UNICAMP), fue curadora de la exposición
“O Caderno Rosa de Hilda Hilst”, donde desarrolla pós-doctorado
sobre crítica genética y traducción de Hilda
Hilst al francés, además de realizar un trabajo de difusión
de la obra hilstiana en Francia, Chile, Perú y Argentina, junto
a los poetas Francisco Véjar, Leo Lobos, Claire Bustarret,
Espérance Aniesa, Reinhard Huaman Mori, Cinthya Torres y Raúl
Artola.
Traducido
por Leo Lobos.