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“El desierto florido”, sobre un libro reciente: Lucila, Marca Registrada
de Alonsa Arispupá (ex Paulo San Páris).
La Serena, Bordelibre Ediciones, 2014

Walter Hoefler E.[1]
La Serena, 2015


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“El desierto florido” no es un fenómeno de ocurrencia regular, depende de los flujos pluviales anuales, entre las regiones de Atacama y Coquimbo, más o menos. Cierta dosificada cantidad de lluvias pone y repone la capacidad de semillas para florecer de manera intensa y concentrada, centrándose en algunas especies determinadas, capaces de soportar una cierta hibernación floral. Quizás la poesía, que suele imitar a la naturaleza, aunque también la naturaleza suele imitar al arte, de vez en cuando, ha florecido espontáneamente por estos lados. Casi convergiendo lanzó un libro Lila Calderón, luego Paulo San París, ex Hugo Godoy, presentó su libro Lucila, marca registrada. Y más recientemente Natalia Figueroa en calidad de organizadora, organizó una lectura grupal de destacados poetas chilenos: Gustavo Barrera, Germán Carrasco, Damsi Figueroa, Jaime Huenún, Elisabeth Neira, más los locales Alvaro Ruiz y Jaime Retamales. Natalia usó bien el dinero concedido por el Gore, ya que editó un pequeño libro con los poetas participantes, el que fue muy bien acogido por los escolares y adultos que asistieron en especial a la lectura en La Compañía. No ocurrió así al parecer, con la concurrencia a la Filsa, donde en la foto se veía casi sólo a consejeros o concejales y pocos escritores, al menos en la foto oficial que publicó la prensa local, no divisé casi a ninguno.

Pero ante todo quisiera destacar el libro de Paulo San París. Si bien hay antecedente de libros, poemas  extensos, trabajados hasta cierto punto, pienso en Abisal de Javier del Cerro o Lo que la tierra echa a volar en pájaros de Arturo Volantines, me parece que éste es un libro que el autor se ha tomado muy en serio y yo creo que el libro responde. Lo abro al azar, se dirá poeitomancia, y leo donde cae mi dedo índice: “Desde el otro lado, el espejo imitando mi voz / Seré vengada por la belleza en las cumbres de mi propia mano.” Pero entremedio, ya que justamente puse mi índice en una hoja suelta transparente, dice: “Con su esqueleto sostenido de rosas”, escrito en reversa, como imagen devuelta por el azogue. Lo anterior muestra un ducto complejo. El lugar común se transgrede, se revierte, quizás dicho de manera más simple: la belleza, cualquiera que sea, es también esqueleto, no es camino a la consumación o apoteosis de la belleza, sino entropía. Es cierto, verdad dicha, lugar común, pero ejecutado aquí con ingenio tipográfico. Pero digamos también otra cosa, valor agregado de esta presentación o lanzamiento es que fue presentado por Paula Ceballos y Cristián Geisse, en estricto cuoteo crítico, con muy distintas perspectivas. Agréguese a esto que el libro es producción editorial local: Bordelibre Ediciones que dirige y sostiene Ignacio Herrera. Como corolario, poeta y editor consiguieron que la portada fuera un cuadro, con derechos cedidos por Guillermo Lorca, pintor consagrado por una exitosa exposición reciente en el Museo Nacional de Bellas Arte.

No siendo el primer libro de Paulo, el nos provoca y se expone, transformándose en Alonsa Arispupá, autora apócrifa, autora personaje, hablante lírica, o simple exigencia cohesionante para el caso de la estructuración de un poema extenso, aunque hilando fragmentos de diversas contextura, andadura tipográfica, hasta tono. Es un poema que dialoga ante todo con la tradición local, tan local en su trascendencia, pero que justamente Paulo, Hugo o Alonsa la vuelven a su origen nominal: Lucila, antes de llamarse Gabriela. Quizás eso sea lo que dice el título, pero dice también que es “marca registrada”, ya un producto, ya una autora mercantilizada, oficializada, hasta decir basta. De ahí quiere partir Paulo, o quién sea, y él sabe que nada contra la corriente. Así, un poco por debajo, parece que dialoga preferentemente con Poema de Chile, ese gran libro inconcluso, disconforme de ella, apropiado por quien lo lee.

Pero digamos además que el recurso vario de cambiarse el nombre y de descomponer el nombre de la autora de referencia no es novedad en Chile. Conforma una cierta tendencia entre autores nacionales destacados como son Malú Urriola, Héctor Hernández y Diego Ramírez G, que juegan con la identidad sexual, si es que acaso existe eso. Ellos también han mistraliado o nerudeado a su manera, todos en Chile tienen que hacerlo, para que la montaña o el tsunami no se les venga encima. Mistrala se llama un libro de Ramírez. Por cierto esto obligaría a sostener o reconstruir ese diálogo sugerido entre ellos, pero atengámonos ante todo al correlato que se propone desde la propia Mistral. Paulo, todavía, se lo dedica a “la niña Lucila”, porque ella es la que habitó de preferencia el valle, la región, Gabriela tuvo que recuperarlo de otra manera. También dedica el libro a padre y madre, que le dieron el tono a su poesía. Es tener conciencia de tarea mayor dedicar con esa gratitud el libro a los padres. Luego sigue interviniendo o interfiriendo con lemas, citas, epígrafes varios. Se diría que está casi condicionando la lectura, por ahí va, y el nombre variado de nuestra autora, se repite: “Gabriela Mistral, “Lucila Godoy Alcayaga”, hasta se antepone un glosario donde la única palabra que prevalece es “Lucila”, descompuesta ahora en casi todas sus acepciones, menos esta última: servir de título a un libro de Paulo San París o Alonsa Arispupá.

Las unidades luego, las titula “recados”, (ese nombre que ella le puso a sus envíos periodísticos, desde fuera), réplica por lo tanto,  pero también reenvío, y aquí es importante determinar o sospechar con quién dialoga este texto: hay diríamos, sin más, intención de reencuentro, hablar con ella, pero por sobre el hombro hablar con quien ella habla. Quizás pretenda acercarse a ese umbral de la escritura, a ese momento inicial, o simplemente a esa otra que no es la oficial, la manoseada, la secreta, la que sólo “vemos de espalda.” Los lemas, epígrafes, de entrada revelan una cierta cautela, el poeta sabe que a su interlocutora se le puede propinar una segunda muerte. Está diciendo subterráneamente que la poesía es oficio de riesgo. Estas convicciones declaradas, aún a riesgo de una sobresaturación de su decir, hacen del libro un libro valioso, valioso para la poesía regional, de nuevo alguien se atreve con ella, pero no como mera coartada o pretexto para postular a fondos, sino como promesa cauta de acercamiento.

Todos los recados parecen recorrer y recrear al unísono temas, textos y lugares del Poema de Chile, pero con labia técnica, sino casi desde una misma experiencia empatizada y al mismo tiempo con acento profético y mesiánico:

“YO VINE PARA INVERTIR TODO…
Vengo llegando a la habitación atardecida de sangre para encontrarme conmigo desnuda
Abierto a las causas. Mi nombre es Lucila Godoy Martínez.”

De nuevo cito casi al azar del índice, y que difícil es citar aquí dados ciertos arrestos y cuidados tipográficos. El/la hablante del poema se trasviste, pero también se “invierte”, invierte palabras en estos fondos mutuos de la poesía regional, pero también se “invierte” y descompone el descalificativo prejuicioso (“invertido”) y se inviste nominalmente en ella, cruzando sus propios nombres originales, adosándolos a ella (Lucila Godoy Martínez, son los apellidos oficiales del poeta). Ahora, la frase inicial en mayúscula, es en grado sumo, parafraseo mesiánico del rey de los judios.

Milenarismo poético que se aplica remedando tanto a los grandes autores como Rimbaud o Lautreamont, como a una posible vuelta de tuerca reivindicativa, reivindicativa del poeta, no de Lucila ni Gabriela, ella es la que concede, sino para  bajarlo a tierra, a su estricta competencia, a su discreto y a la vez arriesgado juego, que espera o se ofrece a lectores más juiciosos o perspicaces.

 

 



[1] Walter Hoefler Ebbers, Poeta, crítico literario y académico de la Universidad de La Serena, nació en Valdivia el año 1944. Se tituló de Profesor de Estado de Castellano en la Universidad Austral de Chile, y obtuvo un Doctorado en Filosofía con Mención en Filología Románica en la Johann Wolfgang Goethe Universität, de Frankfurt/M.

Hoefler cuenta con publicaciones en revistas y antologías entre las que se cuentan Trilce, El Correo de Valdivia, Araucaria, Revista de Educación, Espíritu del Valle y El Día de La Serena, además de artículos y ensayos propiamente académicos.

Poemas suyos pueden encontrarse en las siguientes antologías: Omar Lara y Juan Armando Epple, Poesía de la resistencia y del exilio, Barcelona, Ámbito Literario, 1978; Steven White, Poets of Chile, Greensboro, Unicorn Press, 1986; Carlos Olivárez, Los veteranos del 70, Santiago de Chile, Melquíades, 1988; Soledad Bianchi, Poetas de ida y vuelta: Poetas chilenos en Europa, Santiago de Chile, Documentas, 1992; Iván Carrasco y Yanko González, Poesía Universitaria de Valdivia, Valdivia, Universidad Austral, 2000; Hoefler, Walter; Piñones, Julio; Salgado, Jorge, Condominio poético. Tres poetas universitarios, La Serena, Universidad de La Serena, 2004; Contreras, Gonzalo, Poesía chilena desclasificada (1973-1990), Santiago de Chile, étnikaeditorial, 2006.







 

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