Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Rodrigo Arroyo | Antonio Rioseco | Autores |


 

 

Apuntes para una presentación de Incomunicaciones
Texto leído en el lanzamiento de Incomunicaciones de Rodrigo Arroyo (Ed. Inubicalistas, Valparaíso, 2013).
La Chascona, viernes 18 de octubre de 2013.

Por Antonio Rioseco


.. .. .. .. .. .

1

Permítanme comenzar con el anecdotario casi ineludible que se cuela a la hora de presentar el libro de un amigo. Con Rodrigo nuestra amistad comienza el año 2006 paralelamente al periodo de edición de Chilean poetry, cuando –todavía inédito– estaba a la espera de concretar con alguna editorial su publicación, en los tiempos que todavía había que buscar una editorial. En aquel entonces, aun siendo menos de una década, el panorama de la edición en Chile era muy distinto. El fenómeno de las editoriales independientes, al menos como lo entendemos hoy, estaba precisamente comenzando. Ahora la situación es otra. Muchos sabrán que Rodrigo junto con Felipe Moncada iniciaron el proyecto editorial inubicalista el 2009 con Vuelo, el segundo libro de Rodrigo, y con el que presentamos hoy ya son veinticuatro títulos los publicados.

¿Influye todo esto en Incomunicaciones? No, en lo absoluto, si es que nos centramos en la escritura más allá del objeto libro que acá tenemos, adornado en su portada con las señas del gobierno de turno. Las condiciones de producción, en este caso, no se relacionan con la escritura sino con la publicación.

2

Las primeras noticias concretas de este libro, las tuve el 2011, cuando Rodrigo nos envió a algunos amigos el primer borrador. La gran mayoría de esos textos permanecen hoy luego de innumerables correcciones, enmiendas y reordenamientos. En estos dos años Rodrigo siempre estuvo dispuesto a compartir el proceso en el que traté de ayudar con la detección de una que otra errata y, en menor medida, con algunos comentarios. Esto porque la escritura de Rodrigo ya está decantada en términos de poética y oficio y es poca la orientación que uno podría ejercer.

Cualquier comentario, por constructivo que sea, está cruzado por mi propia escritura y de algún modo me siento intruseando en un cajón que no es el mío. Recuerdo sí, que en una conversación le hice algunos reparos a Rodrigo, que pese a escucharme con atención, al día siguiente después de las cervezas, me pidió que se lo repitiera en un correo. Esto fue lo que le escribí:

«Cuando leía Incomunicaciones me pasaba un poco como con Vitoco López, que, si bien hay una reflexión en torno al lenguaje, la experiencia, la imagen o el cuerpo, a veces esas reflexiones se ven forzadas en cuanto se nombran esas palabras como dirigiendo esa mirada, lo que, creo, hace cerrar las lecturas. En otras palabras, pienso que para reflexionar sobre la escritura no necesariamente hay que nombrar la “página” o la “palabra”

«Por ahí creo que va la cosa, tal vez hay varias palabras que se repiten mucho (imagen, representación, palabra...), [lo que] siguiendo también los dos libros anteriores, tiende a encerrar un poco tu escritura, que se torna algo tautológica.

«De todos modos el libro va bien, me gusta porque sigues trabajando las imágenes a un nivel metafórico donde hay sentido histórico, referencial y reflexivo en torno a la poesía. Voy a seguir leyendo, estos comentarios son parciales en la medida que no he terminado de leer completo y bien el libro.»

Dos años después, con el libro terminado, veo que hay ciertas palabras que quedaron en esa decisión de explicitar el concepto y reiterarlo. Pienso específicamente en la palabra “imagen”, que aparece a lo largo del libro cada dos o tres páginas. ¿Qué lleva al autor hablar de la imagen de un camino de adoquines, en vez de solo decir un camino de adoquines?

Dónde está ese camino sino en el poema, pienso entonces, pues más que experiencia y relato es lenguaje y memoria. Más allá de que toda escritura esté hecha de recuerdos, porque el lenguaje es parte de la memoria y del aprendizaje, veo en la escritura de Rodrigo una búsqueda de objetivar esa memoria, despersonalizarla, separarla casi de su significado. “A veces hallamos un risco en la memoria/ que nos permite ver el mar/ más allá de los viejos mapas”,escribe Rodrigo, y es interesante ver cómo la memoria toma aquí un carácter constructivo, una nueva memoria quizás, que se vale de la capacidad de repensar el paso más que de fijarlo en un texto.

3

Al recorrer el libro, hay algo que tarde o temprano nos lleva a la paradoja del título. Para Waldo Rojas la poesía no es el lenguaje de la comunicación, sino más bien su fracaso. [1] La discusión del rol de la poesía, de la relación con el autor y con el lector, su validez como discurso o su figuración, son temas que rondan en las reflexiones de Rodrigo y en las conversaciones a las que volvemos siempre, para saber que son imposibles de resolver. Tampoco nos interesa, pienso.

Si para la comunicación existen los lenguajes domesticados, la poesía tendría su lugar en cualquier otra parte menos en lo que ya está dado; estaría más bien en el proceso de lectura pensado como una reescritura. La poesía, citando nuevamente a Rojas, sería un tipo de lenguaje que no comunica sino que busca aparecer.

Un libro que se arma de poemas, de poemas que de algún modo sí significan, descolocan y requieren de una forma de aproximación distinta, que puede terminar siendo incluso violenta, porque al final es una forma de interpelación poderosa. Pero el matiz que genera Rodrigo va de la mano de una confianza en la imagen creada a partir de una sensibilidad pictórica muy de las vanguardias, que nos permite afirmarnos en terrenos ya explorados, mas no agotados.

4

Rodrigo hace unos días caminando por Valparaíso me dijo que él no escribía una poesía situada, en relación a un poema mío que menciona la calle Las Heras, por donde ese momento íbamos cruzando. Efectivamente, hay una ausencia de referentes espaciales reconocibles y las conexiones históricas y temporales están ahora más invisibilizadas que en los dos libros anteriores. Tampoco hay nombres propios, no hay poemas dedicados.

Excepto por Luchín, es cierto. Pero no es el Luchín Luis Iribarren, el pequeño niño que Víctor Jara acogiera a petición de sus padres, pobladores de un campamento sepultado por la lluvia y el barro, y que luego inmortalizara en aquella entrañable canción. Es un Luchín arquetípico, un niño modelado por una historia que lo traspasa a él y a muchos, una metáfora si se quiere. Como la que se trasluce del epígrafe que comienza esa sección, donde para Marcela Ubal, “Luchín […]/ es el futuro de un Chile Mentiroso”. [2] Claro, si llevamos a este Luchín cuarenta años más adelante sabemos las probabilidades de algunos de sus posibles destinos.

Pero qué es poesía situada. Sé que en ese momento Rodrigo se refería específicamente a lo espacial, porque en un sentido más amplio, una poesía situada es aquella que tiene un trasfondo real y una vocación cierta hacia lo político –lo que en Incomunicaciones sí está–; que no es metapoesía, entonces, ni una tautología del lenguaje, ni el arte por el arte en un sentido más caricaturesco. Podríamos decir sí, que de algún modo busca universalizar el registro, descentrar la lectura del referente y llevarla a otros espacios, a través del uso de una imagen potente pero menos reconocible. Al contrario, pienso en los helicópteros y el boxeador de Vuelo y en el roneo de Chilean Poetry, como circunstancias mucho más claras de la enunciación.

5

Desde título a cada uno de las secciones (Contradicciones, Ruinas, Paisaje, Lejanías y Luchín) hasta los poemas mismos, pareciese haber precisamente una distancia y una sospecha frente a lo que se está escribiendo. Una escritura que se vuelve hacia sí misma, recelosa de lo que está fuera, de esa realidad que difusamente interpela. “Y si la historia fue la mejor de las ficciones/ no podremos olvidarla/ por eso la exhibimos como herida”, escribe Rodrigo en el primero de los fragmentos de “Paisaje”, precisamente explicitando las desconfianza hacia una historia que concebimos como tan esencial, pero que no es más que un lenguaje contaminado e intervenido.

6

El largo recorrido desde Chilean Poetry, es si se quiere el mismo espacio escritural, que, con inquietudes distintas, con énfasis distintos, ha ido armando esta trilogía de manera coherente.

Sin embargo, en Incomunicaciones la cadencia está mejor lograda en lo formal y la construcción de una atmósfera homogénea, distinta a las de las otras dos entregas, prevalece de manera más consistente. Queda la tarea de leer en perspectiva los tres volúmenes, de ver los diálogos, persistencias y diferencias, que construyen los imaginarios que nacen de una preocupación y cuidado de envidiable factura.

Octubre de 2013.


NOTAS


[1] ROJAS, Waldo. “Los poetas del sesenta: aclaraciones en torno a una leyenda en vías de aparición”, en LAR 2-3, Madrid, España, abril 1984, citado en ROJAS, Waldo. Poesía continua. Santiago: Universidad de Santiago, 1995, pp.99-100

[2] ARROYO, Guido (editor). Boquitas de cereza. Santiago: Alquimia, 2009.



 



 

Proyecto Patrimonio— Año 2013 
A Página Principal
| A Archivo Rodrigo Arroyo | A Archivo Antonio Rioseco | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Apuntes para una presentación de Incomunicaciones
Texto leído en el lanzamiento de "Incomunicaciones" de Rodrigo Arroyo (Ed. Inubicalistas, Valparaíso, 2013).
La Chascona, viernes 18 de octubre de 2013.
Por Antonio Rioseco