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Rodrigo Arriagada-Zubieta | Autores |



 









Poesía que restaura la existencia
LA “PERFORMANCE” DE RODRIGO ARRIAGADA- ZUBIETA

Por Gabriela Paz Morales Urrutia


.. .. .. .. ..

Si se buscan prometedoras figuras de la poesía chilena actual, con miras a la escena literaria internacional, no se tarda en llegar al nombre de este poeta cuya obra interesa, en lo particular, por ir más allá de su autor y de quien la lea. A continuación, una apuesta para observarla.

En la web, sobre Rodrigo Arriagada Zubieta se pueden encontrar: artículos de prensa, reseñas, críticas, entrevistas, entre otros escritos. Un hilvanado de textos, hilados en algoritmos que dicen “te puede interesar”. Pero ¿por qué?; ¿serán los amplios estudios literarios sumados a su connotada labor docente, unidos en un juego de poesía hermética de alta calidad, o el hecho de que este autor logra lanzarnos al mar de una creación absoluta, condensada en su poética contemporánea, pero inclasificable?

Este poeta, académico, crítico, traductor y editor viñamarino, actualmente residente en la gran Toledo de España, por estudios doctorales, tiene una propuesta escritural enigmática que sobrepasa su propia obra y he ahí el atractivo de su ejercicio escritural. Comprometido no sólo con las letras, sino con el más profundo quehacer poético, que devela el arrojo de quien se entrega a la performance total del poet/ izar.

Cuando se plantea en este artículo el anglicismo “performance” no se extiende al concepto bajo las acepciones que le significan: “un acto disruptivo”, el “ready made” , “la teatralidad espontanea”,  “El happening”, ni el “arte en vivo o live art” tipo Marina Abramovic, sino como lo figuran Diana Taylor y Marcela Fuentes, en su libro “Estudios avanzados de performance” donde se le destaca, entre otros tópicos, como aquella “habilidad para romper barreras, para recombinar elementos e ideas dispares, performance como concepto teórico y como lente metodológico que resiste la codificación formal”.


TRASGREDIR LOS PLANOS

Ya planteado que será desde la orilla de la “performance” que se contemplará la obra de Zubieta, no resulta antojadizo mencionar que recientemente Mario Chávez Carmona en el periódico online “Cine y Literatura” propusiera una “Lectura arquitectónica” sobre la poética del autor con el fin de “apreciar su estética gótica”. De hecho, tal artículo extrapola los textos del poeta como espacios, cuyo diseño programático sería el habitar enalteciendo la oscuridad.

Fuera de estar o no de acuerdo con que se extienda un perímetro sobre la obra del poeta, que la enmarque en ese periodo de las artes, parece más seductor detenerse en el cómo la obra de Arriagada permite ese diálogo que llama a interpelar y atravesar distintas ramas o disciplinas para ser atendida, comprendida, estudiada o apreciada.

Es importante aclarar que a continuación no se propone el análisis literario de la “intertextualidad” que escurre desde la construcción poética de Arriagada-Zubieta, que por cierto que está y de fina manera. Pero lo que convoca a este escrito no es que la obra del poeta esté preñada de guiños culturales que la enriquece, sino que en ella se ofrece un entramado orgánico donde se funden forma y fondo en la producción de un bestiario de espacio vivo que llega a comerse al propio autor, hasta convertirlo en “El Greco”.

LA EXISTENCIA RESTAURADA

Zubieta ha escrito 8 libros, pero su primera criatura en nacer fue “Extrañeza” en 2017, luego le siguió “Hotel Sitges” en 2018 y “Zubieta” en 2019; todos títulos germinados bajo el sello Editorial “Buenos Aires Poetry”. Trilogía que ha reunido el ADN necesario para engendrar a su último espécimen “El Greco”. Obra que está a punto de salir a la luz, voraz de nuevas maneras de lectura.

Si se piensa que cada libro del poeta es un acto dentro de una performance autoral total, se propone apreciar la obra de Arriagada-Zubieta bajo la visión de Richard Schechner, uno de los fundadores de “Performance Studies”, teórico de la performance, director teatral, autor, editor del TDR y profesor universitario en la Escuela de Artes Tisch de la Universidad de Nueva York, el cual es subrayado por Taylor y Fuentes, quienes destacan en su conceptualización la “atención al performance en tanto creación o invención, como una oportunidad para volver a ser lo que uno fue, así como para -volver a ser lo que uno nunca fue, pero desearía haber sido-”.

Desde este punto, se pueden tomar distintos caminos sobre la que podría ser la performance total que desarrolla Rodrigo Arriagada-Zubieta con su poesía, pero parece más interesante arriesgarse a pensar en ella (la perfomance) como la configuración de un dispositivo literario donde la poesía es la facilitadora de un circuito estético, donde el lector al entrar en el texto, se despuebla para visitarse a sí mismo, a la cultura y al mundo de otra forma.

No sería atrevido decir que Zubieta articula una poética que posibilita “La conducta restaurada” planteada por Richard Schechner, que expresada a nivel personal significa “yo comportándome como si fuera alguien más” o “como si fuera además de mí mismo”, o “como si no fuera yo mismo”, como en el trance; pero este “alguien más” podría también ser “yo en otro estado de ser o existir”, como si hubiera múltiples “yo” en cada persona” (Taylor y Fuentes, sobre Schechner).

Dicho lo anterior, se entenderá cada libro de Rodrigo Arriagada como una secuencia organizada o partitura que re-sitúa; es decir, que la improvisación, tan propia de la performance, estará dada por el plan de lectura de quien lee, como un agente activo que se sumerge en la obra y es protagonista de ella, desde un mirar mutado donde es su propia existencia restaurada la que le sorprende.

EL CIRCUITO

Para jugar la performance que se supondrá en la obra de Arriagada Zubieta, se entra de la siguiente manera:

Lea como quien ingresa a una muestra de museo, siga el recorrido:

1º “Extrañeza”

El autor ofrece un espacio meditativo que desde su título propone la puesta en duda como artificio para romper lo habituado. El marco del latín Extraneus (de fuera, ajeno) + la sufijación eza (la cualidad de) será la primera instrucción del poeta como un crisol necesario de poner en los ojos, antes de leer, ya que en su trama el poeta dispone elementos visuales que van diluyendo el ahora hacia una locación que se ofrece como tierra de nadie o de todos, para comenzar así una travesía fantasma, donde la identidad del autor y el lector, página a página, se volverá holograma. Algunos poemas que evidencian esta capa de niebla que lo trasparenta todo, son:

Extrañeza

Eternidad de los lugares
para siempre vacíos como la noche misma
espacios hechos de nada
que varían en proporción directa a tu melancolía
Imposible permanecer a solas en esa habitación
en que envejeces como en una mala película
a fuerza de no romper en pedazos lo que de ti permanece despierto
y el exceso de vitalidad cae como gotas de todos los cielos
hasta ahogarse en el vacío que realmente eres en el fondo
o frente al espejo ciegamente penetrante
de la imagen frustrada de querer vivirte
Cae una sombra de tiempo
en los horrorosos  bellos instantes
donde ilusoriamente estás de paso
como en un cuadro de  Francis Bacon,
abismando recuerdos de un pasado desaparecido
porque la nada que está en todo
igual que los siglos en los siglos
se ocultaba incluso en aquellos encuentros en los que nunca estuviste
y en los que sí habrías estado
. . . . . . . . . . . . . . . . . . si las cosas fueran reales
si no desaparecieras a cada momento
preso de aquello que hay entre la noche y el tiempo:
gran desierto de tu oscura inexistencia.

 

 

El cine y la vida

Las películas no son como la vida:
estas emociones pueden diferir del tiempo de los hechos
deslumbrar sí a media luz, pero desalojadas unos momentos
de la letanía del reloj
. . . . apenas montadas en la ilusoria cercanía del espectáculo de uno mismo
En la memoria todo es un cuarto oscuro
que retiene el aire frío de lo ausente,
actores cuyas imágenes no tuvieron por sí mismas un final
y  dejaron de envejecer
conservando  una feble transparencia
. . . . capaz de romper la quietud de noches tan silentes que irritan
En ellas sólo basta con cerrar los ojos para mirarme en ti
dejarme atar a estas impresiones inestables
que desnuda ostentas como única eternidad  aparente
belleza que duele entre un desplazamiento y otro
de Isabella Rosellini a través de la pantalla
fatalidad de mujer
. . . . . . trágicamente adherida por la memoria  a tus gestos
Lo que me ata a ti son estos no lugares
donde para siempre ocurre un desencuentro o una espera
de la pareja en otro tiempo ideal
. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . el desconsuelo sin imagen
de un final feliz, en nuestro caso, imposible
. . . . . .que me priva decir más
. . . . . . . .. . .- corten-.

 

 

Flamenca

No existen desviaciones de la verdad
sólo imágenes imborrables de lo que nunca viviste
A la usanza del resplandor
penetra en tu habitación la muchacha flamenca
con sus zapatos Mary Jane
resabios de otro siglo de cuentos
donde la mujer ni la adolescente existan
Ella te enseña sus pechos
pese al gesto de pudor de quien ataca
para batirse lentamente en retirada
Si existe o existió lo hace para otros, en la carne de otros
y para ti absorbida en la impenetrabilidad del espejo
que te devuelve el reverso de su pasión intacta
Aunque quieres, al fin, tomar su mano
en el instante en que el sol de esta mañana disuelve
su belleza hundiéndola en otro tiempo
algo se interpone como un tercero en discordia
para tapar lo que no desea que veas:
La Danza Original
volantes a la altura de los muslos
la sensualidad fronteriza en el brillo de unos ojos desconsolados
que lloran desmaquillados y miran desafiantes
tu noche intermitente de vodka, ravotril y espanto.

Una vez que el lector es desvestido por “Extrañeza”, donde Arriagada le desvalija de sus seguridades y certezas, el poeta le invita a pasar a “Hotel Sitges”.

2º “Hotel Sitges”

Aunque podría ser un paraje inventado por el autor, este lugar “existe” y la frase promocional en su site dice: “…Hotel Sitges para alojarse en la mejor zona de la costa de Barcelona”, lo interesante de que “exista” es que, al escribirlo, de inmediato se establece que el espacio físico será trasladado al plano de la fantasía. Y que todo lo que allí ocurra podría ser y no, realidad o ficción. Así, Arriagada pareciera proponer una suerte de “esquizofrenia” necesaria para que el lector progrese en ese dejar de tomarse en serio, desalojarse de las certidumbres y de sí.

En esta construcción el autor extiende una dimensión escénica rebosante de intertextualidad y guiños plásticos, que lustran las temáticas o cuestiones propias de la modernidad, ese desasosiego de la partencia. Mas no conforme con la elevación de esta bóveda visual poética, de tiempo y espacio ambiguo, Rodrigo Arriagada suma a la estancia de la lectura el poner en jaque a la propia figura de “el poeta”, cediendo total poder a quien lee, pero de manera ficticia, pues no se le ceden concesiones y, por otro lado, éste tampoco debiese tener tan claro quién es después de “Extrañeza”. Así, se podría establecer que ni el lector, ni el autor, ni el lugar, ni los referentes, son lo que son. Si no, ni más ni menos, que interpretaciones pasajeras alojando simultáneamente en distintos cuartos del mismo hotel o la misma vida, que es muchas o ninguna, o simplemente, un tramo de espera ante la muerte.

Cabe destacar el uso de la figura de “el hotel “en la literatura para el desarrollo o implementación de una serie de ideas que provee el ir de la mano de este espacio, las cuales transitan desde el anonimato hasta la fractura de la experiencia de la vida cotidiana. Nociones en las que indaga la académica Bettina Mathias en su escrito “The Hotel as Setting in Early Twentieth-Century German and Austrian Literature: Checking in to Tell a Story “donde subraya que “… los hoteles representan laboratorios sociales para que los escritores prueben la estabilidad del valor tradicional. Sistemas que utilizan los límites espaciales de su entorno para acercarse a una lucha potencial, eso sería más difícil de detectar en un entorno menos enfocado "

Algunas composiciones que podrían dar cuenta de estas elucubraciones sobre la obra de Zubieta son:

Hotel Sitges

Para dormir de una vez
tendría que separarme oníricamente
de mis sueños.

Cada noche ensayo la retractación de mí mismo
y en la mañana me ausento a primera hora
frente al espejo.

Puntual: el mezquino vacío de siempre
se enmascara a fuerza de evitar otros desencuentros
como si alguien me hubiese quitado el buenas noches
cansado del luto riguroso de pensar
en una enfermedad presunta.

Cuántos baños de anestesia
toma el cuerpo aromatizado en su propia morfina
cuando desaparece el tiempo
y comparece horas más tarde
un solo de color durante el eclipse.

Me habitan mis soledades
como agujeros en las cuerdas del patíbulo,
enfermeras sin urgencia
cenicientas a media sombra
de un baile interminable
sobre el salón blanco,
mi propia cama un merodeo rutinario
en el patio de los locos
lo suficientemente a oscuras
y, sin embargo, luminoso tragaluz
bajo la tediosa cúpula del cielo.

Espérenme en pie los muertos
como a la buena nueva
que provoca en todos un pavor inexplicable.

Aguarden en vela
mientras se aprueba sin dolores la eutanasia
y yo sea la vida, la insoportable vida…

Un imbroglio de cables sin oxígeno.

La respiración artificial
ante la ausencia de suicidio.

 

 

Hopper, morning sun, 1952.

Soledad que emerge en la frialdad
de la luz congelada por Hopper:
el invierno es lo único que asoma
más acá de la ventana,
bajo un cielo de mentira
a la vista de un mundo
del que somos otra mancha.
Como la mujer en el cuadro reproduce el intervalo
que de todo nos aleja,
ojos cual escombros de algo
en el paisaje habitual del horizonte inmenso
junto al que ya no proyectamos nada.
Sólo nos pertenece la mañana que robarle al tiempo,
unas pocas horas de la naturaleza misma
embellecida por la inmovilidad,
eso que ya no avanza y se beneficia
en lo separado de sí mismo
sin volver a atravesar una línea demarcatoria
entre los vivos y la presencia del silencio.

Se existe como una habitación de hotel,
como un leve estremecimiento en una cama blanca
iluminada por colores extraños
concentrados sobre las sombras de aquello de paso.

Se existe inexpresivo como la luz del sol
en la pared de una casa.

 

 

Epílogo al siglo XX

Estuvimos a punto de ganarnos el espacio, poetas,
no era asunto de la letra
sí de geometría.
Había que medir la tierra,
ocupar uno a una, a presión, su lugar
como cuerpos arrinconados en fosas comunes
y no dar nunca nombre
a lápidas distintas,
existir como los muertos riéndose del polvo
y conservar el paso ganado para oír
la voz del futuro.

El lector no es el lector, el poeta no es el poeta. Continúe para renacer a Zubieta.

3º “Zubieta”

Una vez deconstruidos en los libros anteriores los individuos, los espacios y el tiempo, por medio de un tránsito de traducciones poéticas de parajes mentales, el poeta prosigue en esta obra a fulminar el concepto de identidad, y lo hace de una forma particular que resulta muy entretenida.

Ya versaba la reciente ganadora del nobel de literatura 2020, Louise Gluck,:"Miramos el mundo una sola vez, / en la infancia. / El resto es memoria". Bajo el alero de estos versos, se podría decir que para poder sorprendernos de la vida, maravillarnos de manera fresca y renovar las ideas con profundidad, básicamente habría que nacer de nuevo. Lo que parece imposible, pero es totalmente realizable desde lo simbólico, y es lo que hace Zubieta con su libro “Zubieta” donde toma su propio apellido como heterónimo. Lo que recuerda el juego que realizaba, entre otros, el poeta portugués Fernando Pessoa de ofrecerse de ortónimo para delegar su obra a un nombre falso. Ese paseo de libre observación, le permitía plantearse como otro, cortar con ataduras, etc. Lo que parece genial de Rodrigo Zubieta es que amplifica este ejercicio lúdico, al plantearse a sí mismo como heterónimo, como quien puede nacer de nuevo, siendo otro en sí mismo, donde, con ardor y pulsión en peso, también escribe sobre la tierra natal. Y es así como retomamos el concepto de la performance como posibilidad de “La conducta restaurada” de Schechner.

Algunos poemas de “Zubieta” que parece interesantes de presentar en este contexto, son:

Formas de desaparición

“¿Dónde termina el espacio?”
preguntaba el niño cuando era niño
y la vida bajo el cielo parecía un sueño.
Todo era un mar sin hombres
sobreviviendo su naufragio
ni charco
. . . . . ni orilla
. . . . . . . . . . ni fondo del río

cosas que cambian de rumbo,
peces de sangre fría
que no sobreviven la dispersión de la luz.

“Chubascos aislados,
focos tormentosos de evolución diurna”.
La chica de la T.V. arroja al vacío
un aquí y un allá impreciso.
y esa duda se parece al vapor químico,
espantosamente fuera del alcance de la vista.

El cansancio
. . . . . . . . . . el paraguas
. . . . . . . . . . . . . .. . . . el rumor de adoquines

formas de una misma constelación de aguas negras,
predicciones que ilustran un desencuentro que tendrá lugar
bajo un cielo cubierto de cenizas.

Una sola certeza: Miraflores con Huérfanos.
Ella olvidó decir lo único definitivo: “va a ser un día un día”.

El tiempo está ideal para desaparecer
-a quién le importa si desde 1973 alguien habla por todos
sin ninguno de nosotros
como un actor que vuelve a casa
y se estira con los pies descalzos
vomitando un soliloquio en boca de nadie.

Pero hoy eres adulto
y estás aquí solo en los techos
el aire es espantoso
y los hombres de negocios
. . . . . . . . . . . . . .. . . .a diferencia de ti
se ganan la vida
porque están hechos para la derrota.
Nadie habla contigo y no se te oye
incluso ahora que estás en lo más alto
. . . . . . .. . . . . . . . .. . . . . . .. . . .ausente

como un extraño sonido de los campanarios
en el fondo de los seres rotos.
Va a ser un día            un día
en que no entrarás en contacto y observarás
el polvo rodando a tierra
con tu soledad agravada
por el paseo impúdico de las mujeres
. . . . . . . . . . .. . . . . . . .. . . .a las 9 A.M.
después del primer orgasmo.
Otros indolentes
sobrevivirán un tumulto de cal
adiestrados en el gesto de despreciarse.

 

 

Nights

Todo el aire furiosamente
desordenado de tu vida arrastra
toneles alquitranados
como si el amanecer fuera una plaza sitiada.
Advierto que no vives en la calle
pero el sol
………………..que hiere en la cara
se mezcla con tus fermentaciones
abriendo abanicos de fuego.
Algo se va a quemar:
la ciudad, los comercios, las ventanas
de los clubes nocturnos que ocultan
muslos y vulvas inmortales
en los que hace una hora te ejercitabas
con tus miembros acendrados
ofreciendo alabanzas a esa mujer
que ya no es la misma que fornicaste
y espera un taxi en que se perderá para siempre
en una acera entre tu mundo y otro.
Ya no te devuelven la mirada sus ojos de fuego
oscurecidos como los sorbos finitos
de un veneno derramado.
Esa virgen y hada
que quizás nunca duerme
ahuyenta el miedo de los edificios pétreos
rodeados de espanto
y en las poblaciones -en las que no puedes entrar-
despierta los odios y las rosas,
evapora la injustica hacia el cielo,
derrama inocencia en cada uno de sus senos
saturados de miel
como el sabor de la venganza.
Es ella la Virgen María que al volver a los suburbios
torna festivo a un borracho cesante,
borra los años de su madre
que agoniza entre aromas de lechos clínicos,
y a sus niños ordena plantar
en las entrañas del polvo y las piedras
un florido altar de juegos
que los usureros ordenarían demoler con odio.
Ella es una máquina ciega fecunda en crueldades
como un dispensador de riquezas
y utiliza, como tú, con arrogancia
el poder que le concede el dinero
sin conocer jamás las leyes de la Belleza.
El día de hoy es ruina
y ayer un mero espasmo.
Levántate y anda Lázaro,
tú que viniste por un torrente de orgías
y te niegas a ir a casa
con los bolsillos vacíos y desvencijados.
Este es el destino de la ciencia de la locura,
volver como un Ulises ardiendo
en la multitud de sus harapos,
penetrar cual rey sin séquito ni pompa
susurrando encantamientos lunares
como un loco agita lirios muertos
que una esposa fiel no tomaría nunca
como la fría y dolorosa dádiva
de una primavera estéril.

La cama está abierta
y todos los olores nocturnos
cruzan por tu cabeza
en habitaciones de ventanas cerradas.
Sácate la ropa, duerme,
prepárate para el nuevo día,
ya has pagado de sobra
el pecado original de tu clase
con los últimos estertores de un corazón
enfermo, seco y acuchillado
por una desigualdad milenaria.

Tú eres el desorden de las familias,
la secreción de las basuras en las alfombras
de hogares de perfectas fachadas.
Entre el espasmo y la sombra
tuyo es el reino de Santiago
y esta es la forma en que acaba
una noche cualquiera,
con el silencio de una caída mortal
y el perfume florido de las estrellas
de un cuerpo femenino en cuartos ajenos,
con tus monedas de oro amarillo
fundidas en fríos esteros de magma.

Has visto tu riqueza vacilar
y en pocas palabras tienes miedo.

Restaurada la conducta, se puede restaurar también la existencia y qué mejor que hacerlo a través de los ojos de “El Greco”.


4º “El Greco”

Aun no publicado, se tomará el riesgo de conjeturar que este título es el punto cúlmine de la “performance” de Zubieta, donde ya traspasados o puestos en jaque: los planos, los territorios y las identidades hasta el punto de renacer para ver todo de nuevo en “Zubieta”, el uno se puede exorcizar para resucitar a otro. Y el elegido por Rodrigo Arriagada es nada menos que “El Greco”.

Doménikos Theotokópoulos, más conocido como “El Greco”, fue un pintor nacido en 1541, en Heraclión, actual capital de Creta (Grecia), que a los 26 años se trasladó a Roma, donde aprendió de la escuela renacentista y que a los 36 migró a Toledo, donde residió hasta el fin de sus días. Cabe mencionar que Zubieta llega a vivir a esa ciudad en 2019, casi a la misma edad que lo hizo el pintor, compartiendo el mismo espacio-tiempo de la línea temporal personal.

Si bien el estilo de la pintura de “El Greco” es manierista, es decir, que utiliza elementos compositivos del Alto Renacimiento, es uno de los mayores inspiradores del modernismo. La visión de San Juan, obra maestra del Greco final, que vio Picasso en París, fue decisiva en la elaboración de Las señoritas de Avignon, cuadro fundacional del cubismo. El Laocoonte, que estuvo expuesto en Múnich en los años anteriores a la I Guerra Mundial, fue la obra de referencia para muchos artistas del expresionismo centroeuropeo” apunta Javier Barón, Conservador del Museo del Prado y comisario de la exposición 'El Greco y la pintura moderna' para la www.laopinioncoruna.es. De hecho, Picasso, en su periodo modernista, se identificaba con él y escribía en sus bosquejos “Yo, el Greco”.

Aunque no se le ha consultado al poeta el porqué de su elección de “El Greco” como hablante lírico, podrían hacerse variadas apuestas sobre ésta. Una de ellas, sería la de un punto de encuentro común en esa suerte de “extrañeza” en Toledo, o el sentido de non finito que puede verse en algunas de sus obras. O quizás, por esa vanguardia del pintor, que si bien enaltece los valores tradicionales del arte que le precede, se le escapa de manera irrefrenable, entre el pulso de un pincel que rompe los esquemas, el uso de colores en contraste, frescos y vivos — casi dolorosos para el ojo— a la suma de una potencia única de la luz que se captura como en un flash. O aquella virtud de capturar la oscuridad, que se da entre los blancos o grises, donde el ser humano es preconcebido desde lo visual, más estilizado, quizás hermoso, pero no menos sufriente.

“El Greco” ofrece a los ojos del poeta un prisma exquisito para explorar un territorio que les fue ajeno a ambos: Toledo.

A continuación, un poema de “El Greco” de Zubieta, segmentado en seis partes, que abre paso al caudal que mana del resto del libro.

I. Clavis Ordinis, 1569

Toledo se hunde
auguran todos los poderes
y sólo hay estas barcas ardientes
para los pobres y los locos.

Avancemos a través de légamos de agua peregrinada
hacia el peñón de las siete colinas.
Se abrirán simas enormes y lloverán
cabezas degolladas de hombres vacíos
sacudidas por sotaventos de un demonio desatado.

Únicamente los sacerdotes
mantienen su lugar en la Catedral
donde la bondad se esconde asustada
al interior de los atrios.

Dijeron que se quedarían para hacer el peso
a la gravedad de la noche
con sus cabezas calvas inclinadas hacia la luna.

…. “Fiesta de sofocación”

El único paraíso es el que conduce al infierno
Dios vendió parcelas al día siguiente del Génesis
y es un anciano que duerme
un sueño sordo de insectos.

Nuestras plegarias son inútiles.
Sólo los iniciados conocen el camino
de las estrellas y el sol boca abajo

La crueldad siempre
fue el poder de una llave
destellando eternidad
en las manos de unos pocos.

 

 

II. La soledad será nuestra patria

Antes de deslizarnos río abajo
las damas señoriales rieron a carcajadas
de los giros envolventes de superstición
y nuestras mujeres representaron
por última vez el teatro de las criadas
recogiendo las colillas de los ceniceros
asfixiantes de noches sin sexo
¿Dónde estamos? dije ya en el Tajo
perdido dentro de una paz
en que se ahogaban torres de luces antiguas.

La soledad en adelante será nuestra patria
entremezclada con esta hambre de insectos
sobre los sitios secos, auguré
mientras descorchaba el mejor Merlot de la barca.

La ciudad era un manicomio imperial
destinado a cuidar fantasmas
diversamente enfermos
de abstinencias semejantes.

 

 

III. Ancianos turistas de Toledo

La bruma va envolviendo la arquitectura del poder
y esos viejos que hacían fila en la Catedral,
ellos que seguían en línea recta
la piedra que sofoca los años,
ahora se arriman a esta barca
como robles eternamente secos
que no recuerdan nada.
Me arrodillé ante ellos
y les pregunté que había ahí dentro
—edificios vacíos de piedra negra,
ojos ardientes de bestias salvajes
bocanadas de inciensos, breves como alientos de gorrión,
variaciones fantasmales de un poder inagotable-
—¿Por qué no se quedaron ahí dentro?
Y el más anciano, dotado ahora de alas gloriosas dijo:
Esa imagen era sólo la descarnada
copia de un sangrante difunto,
este agrietarse y este arder
precisa a aquél que se inmola
a sí mismo otra vez.
Un dios modesto y protésico
que se levante después de miles de años
socorrido por metales y luz eléctrica
Como nosotros, que se parezca
cada vez menos al que alguna vez fue.

 

 

IV. Puente de Alcázar

Pasando el Puente de Alcázar
los vientos atornillan a las montañas
una cruz de ráfagas,
renuevan la tragedia del Gólgota
depositan espinas en bolsillos
amplios y demasiado rotos.
No sé si es el amanecer o el ocaso
pero me gustaría pintar
bajo el hielo y la luz del polo
a esos ángeles que siluetean
en pliegues de manto.
Para dormir con Jesús
para ser inmortal
el glacial fue mi sólido elemento
y ahora lo derriten los clérigos,
asfixiando la ciudad con la fiebre del oro.
Ustedes, moscas sobre los ducados,
dueños indeclarados de las mujeres,
clérigos de oscuros designios
y del pulgar hacia abajo,
falsos hemofílicos de los Jueves Santos
infectaron las tabernas
con conversaciones sobre el ganado,
impacientes y borrachos.
De la bellísima soberbia
me haré a un lado.
No habrá paraíso pintado
en los muros de los conventos
o lugar donde la Virgen
reciba el mensaje.
Yo soy el Rey de la mirada miope
sin estrellas fijas,
sólo montes escarpados y suicidas
que siempre están subiendo
por las escaleras de caracol del aire.
Yo los condeno a estos ghettos cerrados.
A las visiones de un loco
y al empedrado de espinas paleolíticas
que retardarán las horas
y alargarán el suplicio.

 

 

V. Vista de Toledo

Esta barca solo da vueltas al río.
Entonces observa los giros
envolventes de la Creación
en los destellantes límites de mi mente
mientras naufrago en musgos fatales
para invocar una historia que contar
escarpado- rebeldía-mareas- verdes-
ampliando tu mirada inclinada hacia el oro.
Yo le pondré brillo a tus ojos inmensos.
Entonces tendrás un país
del cual enorgullecerte.
Toma este paraíso tormentoso
en nombre del peso de la tierra
que es ancla, hundimiento y abismo.
Recibe este cielo de cuchillas y ojivas de luz
afiladas en noches de ayuno y hartazgo
sugestiones que mis años capturaron
en acelerada demencia.
Voy a desaparecer en acantilados
rompiendo las olas del tiempo,
ensanchando el mediodía en tu pecho
en acordes que ascienden
hacia el aire abrasado.
Así podré oír tus plegarias agitarse
en canciones azules de ninguna época
y torbellinos de alucinante dolor.

 

 

VI. Asunción

Esta ciudad triunfa frágilmente
sobre la tierra y la piedra
los borriquillos pacen
en la roca y no se distinguen de ella
la comunión indefinible
de las formas humanas y la naturaleza
aguas flotantemente inmóviles
que acunadas en pantanos
dulcemente duermen.
Sólo yo me desprendo
hijo de las moscas que perforan
y se fugan de los sesos
una playa que se arrastra
barrida por los tiburones
sin llegar a fundirse con el mundo,
reptando en manantiales de licores negros,
fluyendo entre los brezos,
como un río silenciado por un coro de martillos
y el tiempo es una lámina perforada de acero.
Yo lo supe desde siempre
y me reconozco en los ángeles de la Asunción.
Soy un vestido que huye de su cuerpo
enredado de los pies hasta el cuello
una ligera masa ocre de alas desplegadas
o la espuma de un torbellino lejano
que envía un homenaje a mi temblor.
Si el hombre es espejo de Dios
sea acaso yo la trizadura
una cosa o una bestia que comenzó
y ya no es lo que era
un movimiento en cielo de nadie
saltando de esta barca,
empujando la rueda elíptica a punto
de girar en su delirio, elevándome,
y mi vida una sangre espesa
sofocada por una esponja corrosiva
escarpadamente derramada, sin fin.

Marius Clavis en una nota sobre “Extrañeza” en la web “letras.mysite.com” recoge la siguiente cita de Rodrigo Arriagada: “Me gustaría que mis poemas fueran imágenes mentales, en las que distintos seres humanos pasaran por ellos como fantasmas, hasta que la escritura los haga desaparecer y, de paso, también lo haga yo junto a ellos”.

¿Lo habrá logrado? Este artículo se arriesga a decir, quizás tempranamente, que sí.

 


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Bibliografía

- Taylor, Diana; Marcela, Fuentes (Comps), Estudios avanzados de Performance. México, Fondo de Cultura Económica, 2011.

- Mathias, Bettina “The Hotel as Setting in Early Twentieth-Century German and Austrian Literature: Checking in to Tell a Story “. Boydell & Brewer, 2006.



 

 

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Poesía que restaura la existencia.
La "performance" de Rodrigo Arriagada-Zubieta.
Por Gabriela Paz Morales Urrutia