Dos
valientes a la deriva
Por
Alvaro Matus
Revista de Libros de El Mercurio,
viernes 17 de Marzo de 2006
La reedición
de la novela Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático
de Joyce, escrita en conjunto con Antoni García Porta y publicada originalmente
en 1984, permite reconstruir al Bolaño más radical, cuando escribía
de espaldas al mercado editorial
Roberto
Bolaño creció con la firme convicción de que un poeta
lo puede soportar todo. El hambre, la traición, incluso el rechazo y el
silencio. La escritura como una forma de resistencia se transformó así
en el único dogma que el escritor siguió a pie juntillas. Cuando
llegó a España, a fines de la década del 70, su vida siguió
más o menos igual que en México: visitaba
librerías, escribía como un poseso, se juntaba con amigos hasta
quedar borracho de tanto café con leche y leía cuanto caía
en sus manos. Llevaba una existencia pobre pero ordenada. O al menos más
ordenada que la de muchos jóvenes bohemios que deambulaban por la Barcelona
post franquista.
A Antoni García Porta (1954) lo conoció
en la oficina de la editorial La Cloaca, un sello marginal de poesía. Inmediatamente
se hicieron amigos. García Porta estaba cesante, así que su mejor
panorama se convirtió en visitar por las mañanas a Bolaño,
que vivía en un pequeño cuarto de la calle Tallers. "Supongo
que era lo más económico que pudo encontrar. Durante el invierno,
Roberto trabajaba los fines de semana como vigilante en un camping de Castedellfels.
Con eso comía, compraba cuadernos, lápices, libros y poco más.
En el verano, eso sí, se iba los cuatro meses al camping, lo que le permitía
ahorrar el dinero para pagar el alquiler del año", recuerda García
Porta, que cuando tenía un poco de dinero llegaba donde Bolaño con
yogures y cigarrillos. Hablaban y fumaban. Luego, partían a jugar taca-taca,
que era casi un paréntesis, porque después seguían fumando
y dándoles vueltas a los proyectos que tenían juntos: un libro de
cuentos, una novela policial, un guión de cine.
Finalmente, lo único
que se concretó fue la novela Consejos de un discípulo de Morrison
a un fanático de Joyce, que ahora reedita el sello Acantilado junto
al cuento inédito "Diario de bar", el otro texto que escribieron
a cuatro manos. La iniciativa se suma al creciente interés por la obra
del autor fallecido hace tres años. A la traducción de Los detectives
salvajes en Francia y la próxima salida de 2666 en Estados Unidos,
Alemania e Italia se agrega el encuentro "Celebrando a Roberto Bolaño",
que entre el 6 y 8 de abril se realizará en la capital mexicana.
Consejos...
está ambientada en una Barcelona que se debate entre la incipiente democracia
y una violencia tan cruda como efervescente. En un mes hay más de 15 muertos
y 25 asaltos a mano armada. Entre estos últimos, los protagonizados por
Ana Ríos, sudamericana de poco más de veinte años, hermosa,
y Angel Ros, aspirante a escritor que abraza el crimen como una muestra de amor
por la muchacha. El joven, a su vez, está escribiendo una novela cuyo héroe
es Dédalus, un ladrón de bancos igual que él. "Lo importante,
por supuesto, no eran los atracos ni la vida clandestina, sino el hecho de que
fuera un entendido en Joyce", comenta Ros sobre su obra. "Parecerá
extraño que un hombre violento, un desvalijador de bancos, sea al mismo
tiempo un erudito digno de pertenecer al menos al círculo de archiveros
de Joyce en España, pero así es la vida, y además, ¿de
qué puede vivir en este país un estudioso del maestro, si además
de tener orgullo es autodidacta? Quizá le quede el recurso de trabajar
en una oficina, pero Dédalus ya había pasado los treinta años
y estaba harto de todo."
A lo Dostoievski, la primera víctima
de la pareja es "la vieja". Luego, las escenas se suceden como en una
road movie. Ana y Angel refugiados en un motel, viendo si en las noticias
anuncian su crimen. Ana y Angel asaltando una financiera o cooperativa o caja
de ahorro. Ana y Angel comprándose ropa fina, besándose en la boca
y en las joyas, celebrando el éxito de los golpes. Toman anfetaminas, fuman
Ducados y pasan días encerrados en un departamento arrendado, ella durmiendo
y él acariciando el lomo de los libros "como perros".
Así
llegan a su tercer robo en menos de 20 páginas. Es el momento en que la
acción empieza a combinarse con la literatura: por casualidad la pareja
llega a asaltar la casa de una poetisa catalana fanática de Sylvia Plath
y Virginia Woolf. Podría especularse con que aquí comienza a aparecer
la mano de Bolaño, más literario si se quiere, aunque el propio
García Porta explica que no puede definir con exactitud cómo fue
realmente la escritura del libro, cuáles son los elementos suyos y cuáles
los de Roberto. "El solía responder que primero uno escribía
un capítulo y el otro, el siguiente, hasta que llegamos al final. Pero
creo que en verdad yo escribí una primera versión y él trabajó
sobre esa trama, puliéndola y dándole el final. Como sea, ahora
tengo la sensación de que fue un juego divertido."
Asaltante
Ilustrado, Escritor Salvaje
La idea de una novela radical y violenta
empezó a rondar por la afiebrada cabeza de García Porta en junio
de 1979. Encerrado en su casa, con el termómetro marcando 39 grados durante
días, se lanzó a escribir lo que sería el germen de Consejos....
"Por las mañanas escribía sin parar, hasta que a mediodía
me venían unos dolores de cabeza terribles. En cuatro o cinco días
escribí la base de la novela policíaca, unas cincuenta páginas.
La mayoría de los personajes eran amigos que, al leerla, pedían
retoques o me decían que no querían morir de esa forma sino de esta
otra. Así fue cambiando, hasta que de repente se metió Roberto y
fue uniformando el estilo", explica el escritor español.
Al
principio, como señala García Porta en el prólogo de la nueva
edición, el libro se llamaba Flores para Morrison, pero más
tarde optaron por hacerle un guiño al poema de Mario Santiago "Consejos
de un discípulo de Marx a un fanático de Heidegger". Es probable
que este cambio se haya producido cuando Bolaño dejó Barcelona,
a mediados de 1980. "Pienso que se fue para estar más tranquilo.
Como vivía en el centro, tanto yo como otros amigos pasábamos a
visitarlo y no podía escribir tanto como quería. Lo otro es que
su hermana y su cuñado, que vivían en Gerona, regresaron a México
durante una temporada. Entonces, lo dejaron al cuidado del piso y de la perra."
En una carta fechada en 1981, Bolaño le propone a su compañero
una serie de cambios para los protagonistas del libro: "a) fijarlos más
en cierto prototipo que nos permita juegos, guiños al lector; b) aclarar
-volver más compleja- la escenografía por la que se mueven; por
ejemplo, hacerla definitivamente de serie negra; c) trabajar el personaje femenino
y añadir tal vez uno o dos protagonistas más; d) enfocar la novela,
tú y yo, como si rodáramos una película de aventuras, permitiéndonos
todos los cortes, todos los montajes, etc.; e) profundizar la veta joyceana del
personaje central; de hecho, hacer de esto uno de los leitmotivs de la obra; de
una manera modesta y en policíaco, hacer con Joyce -o con el Ulises de
J. J.- lo que éste hizo con Homero y la Odisea. ¡Claro! ¡La
diferencia es grande! Pero puede resultar muy interesante, una especie de dripping
polloqueano, la traslación de símbolos y obsesiones joyceanas a
una novela rápida, violenta, breve".
Escribir un libro como
si fuera una película de Fassbinder o una tela de Pollock. "Nuestros
fantasmas salpicados en la novela", precisa García Porta, ayudando
a comprender cómo esta historia que partió como policial empezó
a coquetear con los ídolos que tenían en la cabeza. Angel Ros, entre
atraco y atraco, comenta que llegó a la literatura por los beatniks y las
canciones de Bob Dylan y Jim Morrison. ¿Qué ocurría con los
autores? García Porta había leído a Joyce completo y Bolaño
lo había leído todo. Incluso ciencia ficción y novela negra,
que muchos consideraban un género menor, pero que Bolaño defendía
porque contaba con el aval de Borges. Y claro, también leía a Parra
y a Pound, a los surrealistas, a Frank O´Hara y a Gregory Corso, uno de
sus poetas más admirados. Corrosivo, el norteamericano escribió
contra las "extrañas enfermeras de la Amabilidad", contra el
poeta famoso, contra el cura del pueblo: "¡Los he conocido a todos
ellos!/ los he visto en la noche, oscuros y tristes/ colgando carteles sobre la
misericordia en/ los duros postes de la desesperación", dice en "No
necesito de la amabilidad", un poema que calza perfecto con el espíritu
del Bolaño más extremo.
La novela está salpicada de
reflexiones sobre la escritura. La estructura de road movie es alterada
por cartas, notas a pie de página, el diario de Angel Ros y hasta por el
bosquejo de la novela que está escribiendo. Así, Consejos de
un discípulo... sobrepasa las demandas del lector de policiales. "Yo
no sé si rompimos el molde. Creo que ni nos importaba. Coincidió
que en esa época, con el escaso dinero que teníamos, comprábamos
una colección de novela negra de Bruguera. Chandler, Hammett, Jim Thompson
y compañía", agrega Porta. "Lo que puedo asegurar es que
no se nos habría ocurrido estar del lado de los policías o de los
detectives porque no podíamos ver las cosas desde la ley. Piensa que estábamos
entrando en democracia; la policía tenía muy mala fama. Si te fijas,
lo único que ocurre es que un tipo se deja llevar por una chica que, ahora,
podría decirte que está trastornada, pero en esa época no
la veía así."
Hacia 1983, cuando Bolaño remató
las últimas cincuenta páginas del libro, Antoni García Porta
pensaba dejar la literatura. Fue Bolaño entonces el que envió la
novela a cuanto concurso podía, iniciando además el penoso camino
de buscar una editorial. Argos Vergara, Noguer y Planeta rechazaron el manuscrito.
"¡El calvario continúa!", se lamentaba el chileno.
Un
año más tarde la suerte empieza a cambiar: la dupla obtiene el Premio
Ambito Literario de Narrativa 1984. Como consecuencia, editorial Anthropos publica
el libro. Pero para García Porta la situación general seguía
siendo decepcionante: "Salieron tres o cuatro críticas, una de ellas
porque conocía al editor del periódico. Luego la novela desapareció
del mercado porque la editorial cambió de distribuidor o no sé qué.
El asunto es que no sé si alcanzamos a vender 500 ejemplares".
Bolaño
a su vez seguía con ganas de escribir con su amigo. Planificaba una novela
sobre la División Azul, una fracción armada que Franco mandó
a luchar contra los rusos en la Segunda Guerra Mundial. Y en 1994, ya en Blanes,
le propone escribir lo que sería La literatura nazi en América.
Como lo dice en una carta: "...apenas acabe daré comienzo a la redacción
de la Enciclopedia Abreviada, contigo o sin ti, como decían esos boleros
de burdel veracruzano. Que Valle-Inclán me ilumine o nos ilumine. Te mando
besos".
Lo cierto es que García Porta en ese entonces llevaba
bastante tiempo alejado de la literatura. Dedicado al marketing en una editorial
de textos educativos, podía escribir un poema o un cuento de tarde en tarde,
pero nada más. Bolaño, por supuesto, siempre terminaba las llamadas
telefónicas de la misma manera: "Escribe".
Un buen día,
harto de trabajar doce horas diarias, García Porta disminuyó su
jornada laboral a la mitad y comenzó a seguir el consejo de su amigo. Su
primer libro fue Braudel por Braudel (1999), sobre un hombre que desembarca
en el puerto de Mahón con una misión secreta. Cambia de nombre,
altera su pasado, se inventa que es un novelista tratando de salir del "dique
seco" en que se encuentra. Apenas se dan detalles del plan; basta con saber
que cada tanto recibe órdenes del Coronel y que la víctima es un
estafador. Pero la acción queda en suspenso y la historia se desenvuelve
con la inquietante calma de un balneario deshabitado: Braudel conquista a una
profesora del sector, conoce a un grupo de actores que acuden al mismo bar que
él, traba amistad con su joven vecina y le da de comer a un vagabundo que
cuenta historias.
En palabras de Bolaño, que fue el que en realidad
envió el manuscrito a Jaume Valcorba, el editor de Acantilado, la escritura
de García Porta "es tan clara como una pintura de Hockney". El
juicio se ajusta aun más a la novela Singapur (2003), donde Laura,
promesa incumplida del arte abstracto, se hace cargo de su madrastra enferma de
Alzheimer. La anciana recuerda cada vez menos, pero siempre está dispuesta
a recriminarla por haber dejado el arte. "Ha dicho que habría deseado
ver mi obra expuesta en las galerías más prestigiosas, en los museos
de todo el mundo", escribe Laura en su diario. "Le he pedido que lo
deje, que no insista, que no me gusta sentirme presionada, y que me siento más
preocupada por la autenticidad de lo que hago." El registro minucioso de
los días de Laura transmite una melancolía sin par: amantes, fotografías
de playas desiertas, viajes, vasos de martini. Todo habla del abandono y las verdades
a medias que corren en todas las familias.
El año pasado el escritor
español publicó Concierto del no mundo, una novela en la
que había trabajado durante veinte años y que Bolaño leyó
en fase preliminar. "La primera versión la encontró muy mala.
Decía que tenía que quemarla porque me distraía. Yo le contestaba
que era como mi taller, el lugar al que regresaba para aprender". A modo
de epílogo, podría decirse que en Concierto... aparece Dédalus,
que es el nombre que el protagonista de Consejos de un discípulo de
Morrison a un fanático de Joyce usa para firmar las cartas que le envía
a su madre.
Cuento aparte es la historia de "Diario de bar",
el relato que cierra esta reedición y que fue escrito en forma opuesta
a la novela: Bolaño esbozó la historia y García Porta le
dio el estilo y el cierre. Para el autor de Los detectives salvajes se
trataba de un texto "vivo e inquietante", mientras que al español
le sigue pareciendo "un cuento brutal". La historia de Mario, el chileno
que cada mañana llega al bar después de pasarse la noche escribiendo,
no hace más que revivir la imagen de Bolaño luchando contra sus
fantasmas salvajes. Es decir, creando ese universo nostálgico, violento
y corrosivo que lo convirtió en uno de los autores fundamentales de nuestro
tiempo.