relato idealista
EXPERIMENTO
Por Rafael Brías Cañas
I. NO-VE-LA ESPERANZA
“Je ne puis vivre,
expérimenter, penser; je ne puis agir et porter des jugements de
valeur dans un monde autre que celui qui trouve en moi et tire de
moi-même son sens et sa validité.”
Edmund Husserl,
Méditations cartésiennes.
La escritura acompaña al origen. Detrás de la palabra, explotan las
palabras. Y, entre la palabra y el silencio, tiene lugar el mundo.
Trasladando lo que sucede (o lo que se cree que sucede) hacia
el
papel del hambre, se ramifica un destino.
Pero la palabra es
un hecho donde se trasluce el pasado.
“Se detuvo a leer lo que había escrito, y su mano dejó de anotar
palabras sobre el papel.”
Cometo
palabras que luego lamento. Vivo en el olvido de un
... sacrificio.
El hombre vive a través de su palabra. Pero, para sobrevivir,
depende
de la forma que le entrega a su palabra.
La escritura es un lento simulacro de sobrevivencia.
Cuando el hombre toma la palabra y la palabra toma
cuerpo en el
hombre, se alcanza un límite (un límite es lo que
no se diferencia) más
allá del cual un hombre por venir se espera a
sí mismo en silencio.
Nadie nace indefinidamente en la palabra.
“Entonces borró una frase.”
No toda mi
palabra pertenece al tiempo.
¿Y cómo sabes cuál de tus
actos será juzgado?
Rebelándome contra mí mismo.
¿Pero contra qué parte de ti
no te rebelas?
Contra la palabra que juzga.
¿Y qué sobrevive, más allá
de ésa palabra?
Una promesa. Yo le entrego mi palabra al tiempo. Y él
me otorga
... en cambio una apariencia.
¿En
vistas de qué?
Si la costumbre es un ritmo perpetuado ciegamente, la
escritura nace
de las síncopas generadas por una visión.
Le preguntaron porqué había partido.
¿Porqué me
lo preguntan?
Le dijeron que volviera al valle, y que permaneciera lejos de
los
hombres.
Pero les dijo:
El valle
quedó mudo. Los animales huyeron. Cuando llegué,
... comencé a trabajar. Llegó el otoño. Mi cuerpo
envejeció. Mis
... palabras no
encontraron las palabras que esperaban. Recuerdo
... con nostalgia el tiempo en que vivía entre los
hombres.
¿Tiene sentido el esfuerzo de constituirse como el origen de la
palabra?
Le di
curso al deseo. Desde entonces, cada uno de mis gestos
... responde a una necesidad. Mi palabra es franca.
Decidí no
... complacer a nadie.
No, la
mentira se esconde en tus palabras. Lo que dices revela la
... elaboración de una caída. La verdad es que
pierdes la libertad de
... morir.
El límite de la escritura está determinado por lo que no fue
escrito. Al
leer, se recorre una colección de palabras más o menos
arbitraria e,
inevitablemente, se encarna la condena de ser justo.
La memoria dicta
sentencias a las que el hombre, enfrentado
constantemente con su
propia ausencia, debe obedecer dándoles vida.
Un personaje es indisociable de su espectador.
Pero nos
escriben.
¿Quién nos entrega su tiempo?
... Es
semejante a Dios, pues necesariamente se encuentra acá y
... ahora, aunque no lo podamos ver.
Dicen que observa
con disgusto lo que sus manos traman. Y que
... se recuerda a sí mismo en palabras destinadas a
terceros.
La escritura es una desaparición de lo posible. La palabra reduce
implícitamente a nada a aquél que la pronuncia.
Le presta
su deseo al hambre.
Y acaba de pensar:
Pertenecemos a la palabra, pertenecemos al lenguaje, y
solo
adentro del lenguaje transcurre la vida del hombre.
Siente
rabia, pues no cree en las palabras que han surgido de su
cuerpo.
¿Pero una
vez escrita, qué significa borrar una palabra?
El gusto, se dice a sí mismo
con severidad, es una forma de poder
...
aplicada a la contemplación del objeto.
Sabe que no logra utilizar
la palabra con moderación.
En el pasado, quiso escribir
una novela en la que el personaje
...
principal se suicidaba. Tras descubrir su cuerpo sin vida,
... el encargado del caso encontraba una carta
manuscrita que no
... revelaba las causas
del suceso.
Solo la muerte respondía a la muerte.
Nuestras palabras son la
posibilidad de esa carta.
Estas palabras constituyen
de alguna manera el suicidio mismo,
...
pero sin figuras ni imágenes.
¿Se trata acaso de la misma
persona?
No somos la prueba de nada.
Escribió:
“el suicidio es muerte pura. Tener consciencia de la
muerte y
esperarla es la forma más cobarde del suicidio. Celebremos
el
silencio que nos será impuesto lentamente. ¡Celebremos nuestra
muerte! ¡Celebremos la palabra mientras viva en nuestro
cuerpo!”
II. YA
1.
Así fue como todo se situó con respecto a un solo
origen
innombrable, a una sola fuente de palabras. Y así es todavía
la manera
en que cada palabra que aparece nace. Todas estas palabras,
e
incluidas estas mismas y las que vendrán, surgen necesariamente de
esa
fuente sin nombre, de ese origen sin rostro. ¿Pero porqué
esta
obediencia arbitraria? ¿Qué superstición nos predispone a
perpetuar el
origen de una sola especie de lenguaje? La novela se
revela como el
impulso de una fracción de la consciencia por
violentar, de una vez por
todas, el origen de un lenguaje primordial,
con el fin de instaurar a la
fractura como una forma legítima de
libertad.
2.
Pero la forma del deseo era aún la expresión de su censura. El
deseo
se vestía de palabras sin sensación.
3.
El que presta su tiempo a su pérdida acaba de borrar un párrafo
porque le pareció que lo escrito no correspondía con cierta idea que
se
hizo sobre la actividad a la cual debiera simplemente obedecer.
La
novela se caracteriza por la persecución de la aparición del
sujeto ahí
donde solo debiera revelarse su ausencia. Esto fue lo que
escribió el
antagonista y que luego decidió borrar:
¿Qué impide a la novela construir un escenario
impresionante?
¿Porqué no se limita a la construcción de una
Imagen? La
historia podría tener lugar en Santiago. Pero la
linearidad
nunca ha creado una Imagen. La Novela es consciente
del
reflejo y de la linearidad, y comprende que la creación de
una
Imagen exige una detención
previa...
No era difícil darse cuenta de la aparición del sujeto. La
constante
búsqueda de lo conocido, el intento sistemático de situarse
en la esfera
de los propios recuerdos, el sueño de erigirse a sí
mismo como
Imagen del resto... Pero se le declaró la guerra a la
Memoria, a la
Memoria que nos acecha, porque la libertad no puede
ser la suma de
nuestros recuerdos sino que su eliminación.
4.
Un intermediario, no sé sabe cómo, decidió darle dos balazos en
la
boca a Diótima. La muerte de Diótima hizo del abandono
algo
innecesario, porque solo en el abandono puede amarse, y amar
es
someterse libremente a la voluntad de otro. Esto quiere decir que
el
tiempo de la novela no es más que el crimen de Diótima y el
suicidio
que nos volvería a unir a ella. A cada instante se
eliminaban los
impulsos que nos llevaban hacia ella. A cada instante
le dábamos
muerte a su presencia en nuestro interior. Y con eso ella
moría a cada
instante. Y por otra parte, surgía la palabra incapaz de
asumir su
muerte. Solo nacían palabras para olvidar el crimen. Se le
daba muerte
al recuerdo y se lavaba el crimen con nuestra propia
muerte.
La novela va generando una memoria ajena a la memoria del
sujeto.
Ahí donde antes decía
Y con eso ella moría a cada instante,
ahí donde él se prestó para referir la constante muerte de Diótima,
surgió una Imagen que decidió eliminar, que decidió no mostrar a
aquellos a quienes sus palabras estaban destinadas. Pero antes de
manifestar la Imagen aniquilada por el sujeto, agreguemos que
esa
Imagen sigue ahí presente, y que si fue derivada por aquel que
se
confunde en el lenguaje para olvidarse de sí mismo, también puede
ser
derivada por todos aquellos a quienes estas palabras están
destinadas.
Entonces hay que decirse que solo la apariencia de esta
Imagen fue
aniquilada por el sujeto, y que fue aniquilada solo por
temor al juicio de
aquellos a quienes estas palabras están
destinadas, pero que la Imagen
continúa ahí donde no está, porque
cualquiera puede concebirla.
Cuando Diótima moría a cada instante,
fue la imagen de la rosa
desatendida que surgió en la consciencia de
aquel que posteriormente
aniquiló la apariencia de esa imagen. Y como
su incomodidad frente al
posible efecto de la apariencia de esa
imagen lo obligó a participar más de la
cuenta en la novela, no
escribió rosa, sino que roxa, creando un efecto de
disidencia
teleológica al interior de la apariencia de la
Imagen. Escribió
Ella moría a cada instante como una desatendida
roxa.
Luego borró la comparación por considerarla de mal gusto.
5.
De nuevo soy observado y recobro irremediablemente mi nombre. Yo,
Esteban Kremer, reconozco, cuando ya son las 23:56, que cerca mío
se encuentra Valentina, y que un poco más allá se encuentra
Consuelo,
y que las dos estudian en silencio, pero que de repente
hablan, y
confieso que es sobretodo su mirada la que determina mi
comportamiento, y que solo en ausencia de ellas puedo hablar como
quien no es percibido.
Salvo que se considere toda forma de
expresión como una ficción
necesaria, esto no es literatura.
(“Una precisión, vergonzosa y triste, confirmará su impresión.
Provengo de una clase acomodada y siempre he conocido el lujo;
es
por esto que le exijo mucho más al futuro que la mayor parte de
ustedes.”)
6.
Pasada una semana desde la última participación en la novela,
cabe
preguntarse cómo puede uno reintegrarse en ella. Hay una
violencia
implícita en el hecho de revisitar un espacio ideal. Hay
una violencia
que quiere ejercer su mandato sobre el lenguaje. ¿Cuál
es el origen de
esta violencia? ¿Cómo puede ser que la violencia
vuelva a manifestarse
acá? Pero ¿qué arriesgo? ¿Qué arriesgo
entregándome a este lenguaje
que se narra sin concebir su propio fin?
¿Acaso me concibo a mí mismo
como una necesidad? Vuelvo a preguntar:
¿en qué medida esto no es
un simple juego? Pretendo socavar mis
limitaciones. Me dedico, en la
medida de lo posible, a observar mis
reacciones frente a la inmediatez
de la escritura. Escribo algo y
reacciono.
Escribí la historia de un sujeto que rechaza su papel
central. Triste anti-
héroe, sin duda, pues comenzó por demostrar su
ausencia, y luego se
hizo presente a través de una sobria
grandilocuencia. La palabra
apareció a través de la historia de la
palabra. El curso de la palabra
y su historia casi se confundían,
casi como se confunde hoy día la historia
y lo cotidiano. En esta
confusión mítica, que hace pensar en los
orígenes del hombre, el
anti-héroe nos reveló el dominio ejercido sobre
su propia palabra. El
conflicto no se hizo esperar: detrás de esta
genealogía de la palabra
inmediata, el anti-héroe temió ser olvidado.
Sin duda, el hombre
nació de esta manera: espantado ante su
capacidad de relatar el
origen de las cosas.
Dos observaciones: actúo como un gobernante
mediocre. La escritura
está tácitamente regida por ciertas reglas que
yo creo poder alterar de
acuerdo a mi voluntad. Dos: no hay nada en
juego. Por eso me
propongo dejar de lado esta disposición
retrospectiva de la palabra, y
abocarme a una disposición progresiva.
Hasta acá, este texto ha sido
la expresión de un temor. Se trata del
temor de dejar que la palabra se
exprese libremente. Observando mi
propio comportamiento, he ido
restringiendo sus posibles
realizaciones. Quiero recuperar el sentido de
la acción, quiero
reencontrar la convicción de la palabra abocada a la
construcción de
una historia.
Rafael Brías
Cañas (Viña del Mar, 1982). En
1990 se traslada a Santiago. Desde 1999 reside en Ginebra, donde cursa
estudios de filosofía. Ha escrito artículos académicos en torno a la
filosofía del lenguaje y a la fenomenología de Husserl. Actualmente,
traduce a René Char. Su trabajo literario aún no ha sido publicado.
Leer más del autor:
Junta Posturas. (Poesía)
e-mail: brascaas@yahoo.es