5 plumas nacionales revivieron a Bolaño en Madrid
Ignacio Arana Araya desde Madrid
El Mercurio /
Domingo 8 de junio de 2008
Con la coordinación del agregado cultural Carlos Franz, los escritores invitados analizaron en la Feria del Libro de Madrid el legado y la polémica personalidad del extinto escritor chileno.
Si Roberto Bolaño pudiese asomarse a este mundo, no podría quejarse de que no dejó una huella entre sus colegas. Este viernes el destacado poeta y novelista fue el centro de análisis de cinco escritores nacionales 
en la celebración del día de Chile en la Feria del Libro de Madrid, bajo el lema "De Huidobro a Bolaño: un siglo de vanguardias chilenas en España".
El escritor y agregado cultural de la embajada chilena, Carlos Franz, introdujo la discusión de tres novelistas jóvenes invitados, Rafael Gumucio, Alejandra Costamagna y Alejandro Zambra, coloquio al que se sumó el Premio Nacional de Literatura, Jorge Edwards.
Si bien todos destacaron la excelencia literaria a la que llegó Bolaño y su influencia actual en las letras nacionales, cada uno aportó su visión sobre quien murió de una insuficiencia hepática en 2003 en Barcelona. Al fallecer, Bolaño ya era considerado en España como uno de los mejores autores latinoamericanos por obras como "Los detectives salvajes" y "Putas asesinas", fama a la que se sumó la póstuma "2666". Su relación con Chile (desde donde emigró a España en 1977) y el mundo literario nacional padeció las contradicciones de un escritor con alma patriota que analizó crudamente a sus pares y sintió que le faltó reconocimiento. Ya muerto, las alabanzas a su figura campean.
Bolaño auscultado
Franz destacó la obsesión de Bolaño por el vanguardismo, lo que lo uniría al vate y novelista
Vicente Huidobro. En cambio, los otros autores hurgaron en los marcados rasgos de personalidad que permearon su obra, además de su legado.
Costamagna dijo que Bolaño fue muy parecido a su prosa; lo describió como exigente, con carácter, intempestivo, a ratos gracioso, resuelto, despreocupado, con energía apabullante e hilador fino. Destacó que su poesía iba "al borde de la muerte" y que su narrativa, si bien reconoció la tradición, partió desde un punto nuevo cuyo trazo iluminó a muchos autores y hoy se percibe en obras de Zambra y Gumucio, además de Carlos Labbé, Roberto Brodsky, Pedro Lemebel y Gonzalo Millán.
Edwards -quien dijo que los escritores chilenos le interesan "algo"- lo describió como alguien de gran imaginación, con un pie en la fantasía y otro en la realidad. "Era un tipo muy difícil, muy atormentado por su pobreza y su enfermedad", recordó. Agregó que si bien no ha logrado terminar "2666" porque la encuentra "difícil de leer", en la novela Bolaño muestra "un mundo obsesivo, muy penetrante, con momentos muy originales, un poco terrible y angustioso. A mí me parece que transmitía sus problemas personales, pero soy un gran admirador de su prosa".
En un tono algo bromista, Gumucio dijo que extrañaba la presunta función autoungida de Bolaño como "comisario político de la época estalinista", en alusión a las críticas mordaces que hizo a escritores chilenos, "diciendo estos son los buenos y estos son los malos, repartiendo bendiciones y anatemas. He llegado a sentir que ése es el gran costo de la muerte de Bolaño; no existen en Sudamérica escritores que se enfrenten por temas literarios. Todos son amigos. Bolaño se tomaba muy en serio su trabajo, un mal libro o un mal escritor le producía rabia".
Para Gumucio, Bolaño dio a la literatura chilena un brillo del que carecía y carece la prosa regional.
Zambra, a pesar de que considera a Bolaño el mejor escritor de su generación, dice que se lo lee poco y que se lo analiza más bien en la discusión mediática, como parte de "una clasificación literaria nueva que yo no veo mucho". De todas formas, sostiene que el efecto de la prosa de Bolaño en Chile es "el de desdogmatización, para dejar de diferenciar entre libros comerciales y los que no lo son. Bolaño desordenó ese paisaje".
Zambra añadió que "la lectura de Bolaño todavía se está desarrollando", en el sentido de que está en pleno proceso de digestión intelectual. Mal que mal, como destacó Gumucio, murió hace sólo cinco años y "se ha convertido en historia tan luego".
